Urkullu, el lehendakari sereno que hizo del diálogo su seña y del autogobierno su meta
- El jeltzale no optará a la reelección después de que el PNV haya propuesto a Imanol Pradales como candidato
- Urkullu, que llegó al gobierno tras el fin de ETA, se marcó la convivencia como meta y pactó con todos los partidos salvo Vox
Íñigo Urkullu representa 11 años de un ciclo político de estabilidad y moderación en Euskadi. El nacionalista vasco, que lleva gobernando las tres últimas legislaturas, ha hecho del diálogo con el diferente su seña de identidad y del autogobierno su meta, buscando consensuar con el Gobierno un nuevo estatus para Euskadi. Con su carácter sereno y alejado de las florituras y el ruido que marcan la política en los últimos tiempos, ha sacado importantes acuerdos y dotado de estabilidad al País Vasco pese a que por el camino se ha encontrado con importantes baches, incluidas dos crisis económicas y la pandemia, siendo la crisis del vertedero de Zaldibar uno de sus momentos más críticos. Ahora, se prepara para sus últimos meses de legislatura, tras la que no optará a revalidar el cargo.
Urkullu (Alonsótegui, 1961) no será el candidato del PNV a las elecciones vascas del próximo año: el partido ha propuesto a Imanol Pradales como su sustituto y este lunes abordará su candidatura la ejecutiva del partido.
El lehendakari, que tomó el relevo a Juan José Ibarretxe como candidato nacionalista, logró en 2012 recuperar para el PNV el gobierno vasco, que la legislatura anterior había estado en manos del socialista Patxi López en el que había sido un inédito gobierno de coalición con el PP.
Su meta: la convivencia en el País Vasco tras el terror de ETA
Urkullu llegó al Palacio de Ajuria Enea un año después de que ETA declarara el cese definitivo de su actividad armada tras 40 años de terrorismo y se marcó la convivencia en Euskadi como el horizonte a alcanzar. En 2015, Urkullu hizo “autocrítica” en nombre del Gobierno vasco sobre su trato a las víctimas de ETA, a las que pidió “perdón” y anunció una “nueva etapa”. Y en 2021, coincidiendo con el décimo aniversario del fin de la banda terrorista, instó a la izquierda abertzale (EH-Bildu) a hacer lo mismo y a asumir su propio pasado.
Al igual que Ibarretxe, se propuso dotar a Euskadi de un nuevo estatus político, pero con una fórmula muy distinta a la unilateralidad con la que su predecesor en el PNV había tratado de impulsar un nuevo estatuto autonómico. Urkullu siempre ha sido defensor del diálogo con el Ejecutivo central y, si bien en once años no ha avanzado en ese nuevo estatus, sí han logrado él y su formación importantes avances en el autogobierno vasco, como refleja la numerosa transferencia de competencias en materia de prisiones o transportes.
Precisamente, en el acuerdo que alcanzaron el PSOE y el PNV para la investidura de Pedro Sánchez este mes, los nacionalistas vascos lograron además el compromiso de los socialistas para el traspaso definitivo de todas las competencias pendientes en el Estatuto de Guernica, incluida la Seguridad Social. Y en ese mismo acuerdo, ambas partes se comprometen a avanzar en el “reconocimiento nacional de Euskadi”.
Partidario de un Estado plurinacional, Urkullu se acercó al independentismo catalán e intercedió por el ‘expresident’ Carles Puigdemont ante el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy en pleno auge del ‘procès’, aunque siempre rechazó la vía unilateral. Él mismo lo reveló, para sorpresa de todos, cuando fue llamado a declarar como testigo en el juicio del ‘procés’, si bien el PNV siempre ha negado que Urkullu ejerciera de mediador en el conflicto.
Una pandemia, dos crisis económicas y el desastre de Zaldibar
Pero más allá de las cuestiones identitarias, Urkullu prepara su marcha convencido de su buena gestión.
Cuando llegó al gobierno vasco, le tocó hacer frente todavía a los estragos de la crisis económica de 2008. Gobernaba en solitario y en minoría y no pudo sacar adelante en su primer año en Ajuria Enea los presupuestos autonómicos, que se vio obligado a prorrogar. A partir de ese momento delicado, se propuso dialogar con todo el parlamento autonómico para que eso no volviera a ocurrir y así lo hizo, alcanzando pactos con todas las formaciones políticas (salvo con Vox, con quien ha mantenido una línea roja).
Su buena relación con el PSE-EE de Idoia Mendia ha sido determinante para que pudiera revalidar mandato con sendos gobiernos de coalición en 2016 y, después, en 2020. Esta última legislatura es la única en la que ha contado con un Ejecutivo con mayoría absoluta, si bien eso no le ha impedido seguir dialogando y negociando con todos los partidos excepto con Vox.
Urkullu llegó a las últimas elecciones vascas de julio de 2020 en un momento muy delicado tras la tragedia humana y medioambiental en el vertedero de Zaldibar, cuyo derrumbe en febrero de ese año se llevó por delante la vida de dos trabajadores y colapsó cuatro carriles de la autopista AP-8, generando un incendio que duró varios días y que liberó una gran cantidad de amianto. El nacionalista se presentó en aquellas elecciones sin que hubieran sido encontrados aún los cuerpos de los operarios (solo se encontró uno más tarde) y cuando continuaban los trabajos de sellado y contención de las miles de toneladas que se habían desplomado.
Otro momento crítico de Urkullu fue la gestión de la pandemia al final de su segundo mandato y al principio del tercero. En un momento en que las restricciones frente al coronavirus quedaron en manos de las autonomías (la llamada cogobernanza), la justicia llegó a tumbar el toque de queda decretado por Urkullu en el País Vasco cuando no había sido así en otras autonomías, lo que supuso un golpe para su Ejecutivo.
Urkullu también ha tenido que hacer frente en esta tercera legislatura a los efectos colaterales de la guerra en Ucrania y su impacto a la economía y a la inflación en Euskadi, a la crisis energética o a los conflictos laborales en Osakidetza y en la Ertzaintza.
"Hoy somos una sociedad más inclusiva, solidaria e innovadora. Una sociedad mejor formada, con una convivencia más asentada, en la que los acuerdos entre diferentes y la estabilidad institucional son una seña de identidad", manifestó Urkullu hace apenas un año cuando hizo balance coincidiendo con el décimo aniversario de su primera jura como lehendakari ante el árbol de Gernika.
Urkullu dejará su cargo en las próximas elecciones vascas (para las que aún no hay fecha) y, con él, terminará un ciclo. El PNV, con Pradales como candidato, tendrá que hacer frente al acecho en términos electorales de EH-Bildu, que en las elecciones del pasado 28 de mayo superó a los nacionalistas vascos en concejales (pese a que el PNV obtuvo 25.000 votos más).
El lehendakari, que es licenciado en Magisterio y Filología vasca, fue profesor de Pradales en Cuarto y Quinto de EGB y le ha recordado este fin de semana, en un acto en el que ambos coincidieron, como un "alumno brillante". Ahora, está por ver si Urkullu decide volver a ejercer la docencia en Educación Secundaria (está de excedencia) u opta por otro camino. Solo el futuro dirá.