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La vida de Jebreel: diario de un testigo incómodo de la guerra en Gaza

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Jebreel Abu Kamil es periodista y vive en Gaza, desde donde cuenta la guerra mientras convive con ella.
Jebreel Abu Kamil es periodista y vive en Gaza, desde donde cuenta la guerra mientras convive con ella.

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Quienes combaten en una guerra quieren que los focos se mantengan alejados del campo de batalla. Que no haya testigos. La impunidad encuentra un terreno fértil en la oscuridad. Para la prensa internacional ha sido casi imposible entrar en la Franja de Gaza desde que estalló la guerra. Son los periodistas locales quienes se están jugando la vida para informar al mundo de uno de los episodios más sangrientos del conflicto palestino-israelí. En siete semanas de guerra en Gaza han muerto ya 55 periodistas, casi los mismos que todo el año pasado (57) en todo el mundo.

Jebreel Abu Kmail ha sido nuestros ojos en la Franja. Trabaja como periodista freelance para canales internacionales como la televisión pública noruega, Al Arabiya y Al Sharq, entre otros. Durante el último mes hemos hablado con él casi a diario, siempre que la electricidad y la conexión a internet lo han permitido. Hemos conocido al periodista, pero también al padre, marido, hermano e hijo. Al gazatí que cada día ha salido de casa en busca de una historia sin saber si iba a regresar. A través de sus vídeos, sus audios, sus mensajes de WhatsApp, y sus llamadas telefónicas hemos construido este relato de su día a día.

Los bombardeos arrasan barrios residenciales


"Alhamdullilah" (Gracias a Dios) es, casi siempre, la primera frase que Jebreel responde cuando le saludamos. Se siente en deuda con Dios por cada minuto más con vida. Se despierta temprano para rezar, tomar un café o un té y ponerse en marcha. Con su familia finge no sentir miedo, pero hay noches aterradoras en las que sabe que el panorama que se va a encontrar por la mañana será desolador.

El humo es la primera señal de un bombardeo reciente o del desplome de un edificio atacado. El 5 de noviembre fue el turno del campo de refugiados de Bureij, localizado en el centro de la franja de Gaza, al este de la carretera principal Salahedín.

Jebreel ha olvidado el descanso de los viernes, la risa de los niños como banda sonora de las plazas, las tardes de falafel, hummus, café y té. No es capaz de recordar los colores de la puesta del sol sobre el Mediterráneo. "Lo han destruido todo", dice. El barrio Zahra, uno de sus favoritos, ha desaparecido por completo. Los ataques han alcanzado universidades, empresas de telecomunicaciones, infraestructuras de agua y electricidad, escuelas, hospitales… El fuego ha arrasado barrios residenciales enteros.

La guerra suma más de 14.800 muertos, incluyendo 6.000 niños y niñas. Israel declaró la guerra a Hamás el 7 de octubre tras un ataque sin precedentes del grupo terrorista que incluyó el lanzamiento masivo de cohetes y la infiltración de alrededor de 3.000 milicianos, con el resultado de 1.200 muertos y más de 200 rehenes. El pasado 24 de noviembre entró en vigor una tregua pactada entre las dos partes, que se ha prorrogado hasta este viernes. Desde entonces, Hamás ha liberado a 81 de las 240 personas que fueron secuestradas y han sido excarcelados 180 presos palestinos.

Israel ha reiterado que su objetivo es localizar la red de túneles de Hamás y le acusa de utilizar la infraestructura civil para fines militares, una afirmación que el grupo islamista niega. Las organizaciones humanitarias sobre el terreno condenan los ataques reiterados a escuelas y hospitales. La agencia de la ONU que trabaja con los refugiados y refugiadas de Palestina (UNRWA) ha podido verificar que se han producido 99 incidentes en 77 instalaciones, desde el 7 de octubre. Desde la ONU temen que Israel esté cometiendo crímenes de guerra y le han pedido poner fin a lo que califican de "castigo colectivo".

Metros de cola para comprar una barra de pan

Jebreel no hace todos los días el mismo recorrido, pero siempre pasa por la arteria principal que atraviesa la Franja de norte a sur: la calle Salahedín.

Ante la falta de combustible, las bicicletas sustituyen a los coches y a las motos. La imagen de los carros tirados por burros le lleva a las fotos en blanco y negro de tiempos pasados. Al relato de la guerra del 1948 que vivieron sus padres. Él tiene 41 años y no sabe lo que es vivir en libertad. Ha recorrido cada rincón de los 41 km de longitud y entre 6 y 12 km de anchura de un territorio que no conoce la paz. Entre bombardeos y combates, la escasez de carburante ha apagado los hospitales en el norte de la Franja. "Si no somos capaces de restablecer el sistema sanitario, acabarán muriendo más personas por enfermedades que por los bombardeos", ha asegurado una portavoz de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Harris. Los centros sanitarios también están fuera de servicio debido a la falta de suministros médicos, de oxígeno, de alimentos y agua.

La UNRWA gestiona ocho campos de refugiados en la región: Jabalia, al norte de la Franja, es el más grande de todos. Le siguen por número de habitantes Ráfah, Al Shati, Nuseirat, Jan Yunis, Deir El-Balah, Bureij y Maghazi.

La reactivación del conflicto ha empujado a más de 1,7 millones de personas a abandonar sus hogaresen la Franja de Gaza, según el último recuento de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de Naciones Unidas, que sitúa a casi 900.000 de estos desplazados en instalaciones de la UNRWA. Los nuevos desplazados se unen a los que llevan décadas hacinados en estos campamentos.

Los primeros días de la guerra, Jebreel no quería abandonar el norte de la Franja. Allí estaba la noticia y estaban sus compañeros y compañeras periodistas, en primera línea. Pero la tercera semana se vio obligado a evacuar a su familia hasta la casa de un amigo en Jan Yunis, en el sur. Todas las noches, de vuelta a este hogar provisional, se encuentra con metros y metros de gente haciendo cola para comprar una barra de pan.

"Solo hago una comida al día"


"Hay días que tengo que elegir si trabajar o hacer horas y horas de cola para traer comida a mi familia", nos cuenta. "Si una noche no llevo comida, espero a que mis hijos estén dormidos antes de entrar en casa", añade. Cuando cae la noche, se quita el casco y el chaleco y viste el traje de padre, un rol que no sabe cómo desempeñar en este contexto de guerra y miseria.

"Hace muchos días que solo hago una comida al día", confiesa. Naciones Unidas advierte de que la población de Gaza se enfrenta a la posibilidad de morir de hambre. Trabajadores humanitarios confirmaron el pasado lunes que, por primera vez en varios días, los habitantes en el norte de la Franja han conseguido su primer sorbo de agua limpia gracias a que la pausa continuada en los combates ha permitido ampliar la entrada de ayuda a la Franja.

El comisionado general de la UNRWA, Philippe Lazzarini, ha advertido de que "el invierno se acerca" y ya empieza a hacer frío en el enclave palestino, un lugar en el que "la gente lucha por tener una comida al día" y en el que, por ejemplo, "se necesitan horas de espera" para utilizar los dos baños que hay disponibles en una de sus instalaciones en Jan Yunis. La Oficina de Coordinación de Ayuda de Emergencia de la ONU (OCHA) reconoce que la población del sur hace colas kilométricas para obtener gas para cocinar. Casi la totalidad de los 2,2 millones de habitantes requieren alimentos con urgencia.

Una de las características del enclave es que la mitad de la población no ha cumplido los 19 años y el 40% es menor de 15 años. En la guerra, nos dice Jebreel, solo se queda con las escenas de humanidad que ha visto. Todas las familias en el sur de la Franja han abierto las puertas de sus casas para recibir a los que huyeron del norte en busca de un lugar seguro. Se calcula que hay casas en las que pueden estar viviendo 70 personas.

Periodistas y medios, víctimas de los ataques

Jebreel no sabe lo que queda de su oficina. La abandonaron los primeros días de la guerra y todos sus compañeros se han dispersado a lo largo y ancho de la Franja. Ha cambiado la redacción por hospitales cuando tenían electricidad, grandes almacenes, edificios públicos... persiguiendo un hilo de conexión a internet.

Desde el pasado 7 de octubre, muchos medios de comunicación han sido destruidos total o parcialmente en Gaza; al menos medio centenar, según el Sindicato de Prensa Palestino. La mayoría de las 24 emisoras que emiten por radiofrecuencia o por Internet y que figuran entre las principales fuentes de noticias de la Franja de Gaza, han sido silenciadas por los ataques aéreos o por el bloqueo israelí, que les impide abastecerse de combustible.

El Gobierno israelí repite que su ejército no "ataca deliberadamente a los periodistas"; tampoco oculta su falta de interés por protegerlos. Según la información recabada por Reporteros Sin Fronteras, hasta la fecha, al menos 10 de los 48 periodistas muertos en Gaza fallecieron mientras estaban claramente realizando su trabajo. El 19 de octubre, un ataque cerca del hospital Nasser de Jan Yunis destruyó una instalación provisional que albergaba a equipos de la BBC, Reuters, Al Jazeera, AFP y agencias de noticias locales, sin causar heridos. Además, han muerto tres reporteros libaneses y cuatro israelíes.

"La mitad de mi casa está destruida"


El pasado 11 de noviembre, recibimos el primer video de Jabreel sin su voz. Era un video corto con el que nos quería mostrar lo que quedaba en pie de su casa. Una vivienda que le ha costado años construir. En toda la Franja de Gaza, más de 46.000 casas han sido destruidas y más de 234.000 han sufrido daños, según el Departamento de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, responsable de movilizar y coordinar la respuesta de los actores humanitarios ante emergencias. Se trata de más del 60% del parque de viviendas, según informó el Shelter Cluster el 24 de noviembre.

Jebreel sigue llevando el llavero de su casa en el bolsillo. Sus llaves ahora se suman al baúl de recuerdos de las llaves de las casas abandonadas a la fuerza hace 75 años durante la Nakba, "catástrofe" en árabe, cuando más de 700.000 personas fueron expulsadas. Las llaves, junto a la Cúpula de la Roca de la Explanada de Al-Aqsa en Jerusalén, son dos símbolos de la identidad palestina.

"Era mi hogar", dice con voz entrecortada. Toda una vida se ha reducido a cenizas. "Pero al menos he puesto a salvo a mis hijos", se dice a sí mismo. Por las noches, pese al cansancio, busca la energía e intenta jugar y distraer a sus hijos.

Los Acuerdos de Oslo de 1993 recogen que Tel Aviv es el responsable de suministrar toda la red de telecomunicaciones. Gaza ha estado sometida a lo largo de estas semanas a un "asedio total" y la Franja se ha ido apagando a medida que avanzaba la guerra. A veces, la conexión es su única ventana al mundo. Hay días que no pudimos comunicarnos con Jebreel.

La tregua, un hilo de esperanza

Los gazatíes se mueven dentro de una ratonera peligrosa. Naciones Unidas ha estado reiterando que no había "ningún lugar seguro en Gaza". Además, es un fuego del que no pueden huir. No hay escapatoria de la Franja. Llevan sufriendo un bloqueo por cielo, tierra y mar desde hace 16 años. El paso de Ráfah, que une la Franja de Gaza con Egipto, ha permanecido cerrado durante las primeras semanas del conflicto. El pasado 1 de noviembre abrió para permitir la entrada de convoyes humanitarios y la salida de gazatíes con pasaporte extranjero. Este es el único cruce desde el que se puede salir del enclave. En Gaza no hay aeropuerto y el otro punto fronterizo, el cruce israelí, por lo general está cerrado.

Jebreel no tiene doble nacionalidad.


Este mensaje lo mandó Jebreel la noche antes de que entrase en vigor la tregua. "He sobrevivido", repite una y otra vez al llamarle para preguntarle por cómo está. Espera que con la tregua llegue algo de tranquilidad. Que vuelva el silencio de las noches para conciliar el sueño profundo, que entre combustible y ayuda humanitaria. "Ojalá esta pausa se convierta en un alto el fuego duradero o que, al menos, dure lo máximo posible", nos decía.

Sus deseos no se han cumplido. Coincidiendo con la publicación de este reportaje, la tregua ha terminado y se han reanudado los combates. Jebreel vuelve a ponerse su chaleco antibalas y el casco para seguir siendo el testigo incómodo de una guerra que, por ahora, no tiene fin.

Edición y coordinación: Estefanía de Antonio

En esta información también ha participado Paula Guisado (DatosRTVE), Pedro Jiménez y Juanma Leralta (infografía), Nacho Díaz (desarrollo) y David Pérez (vídeo digital).

Agradecimientos a Ahmed Abu Kmail.

Fuentes: OCHA, UNRWA, Análisis de daños a partir de los datos del satélite Copernicus Sentinel-1, por Corey Scher(CUNY) y Corey Scher(CUNY)Jamon Van Den Hoek (Universidad Estatal de Oregón)