Enlaces accesibilidad

'Robot Dreams', el prodigio de la animación y la emoción de Pablo Berger

  • El director de Blancanieves triunfa en la animación en una película participada por RTVE en la producción
  • La película ha logrado una histórica nominación al Oscar y opta a tres premios Goya

Por
'Robot Dreams', la película de animación con la que está triunfando Pablo Berger
'Robot Dreams', de Pablo Berger.

Todo lo que sucede alrededor de Robot Dreams es casi milagroso. En primer lugar, la película, un hito no solo del cine de animación sino del cine de la emoción: una narración sin diálogos, puro ritmo, que engancha al espectador a un viaje directo hacia el amor y la amistad sin sortear el reverso de sufrimiento que esconde cada sentimiento.

Y, en segundo lugar, lo improbable que resulta que una producción española, una apuesta suicida iniciada como un acto de amor artesanal, haya logrado triunfar en Cannes, en el Festival de Annecy (el más prestigioso de animación en el mundo) y logrado una histórica nominación a los Oscar donde compite con gigantes como Disney, Netflix o el Estudio Ghibli este año.

El ojo crítico - 'Robot dreams' de Pablo Berger a los Premios Oscar - Escuchar ahora

En el origen del prodigio se encuentra la emoción que Pablo Berger sintió al leer la novela gráfica Robot Dreams, de Sara Varon, y que logró encapsular y conservar durante el largo proceso de producción hasta expandirla en su película. Dog, un perro solitario, adquiere un Robot para acompañar su vida. Ambos conocen la felicidad hasta que un incidente provoca la separación y el deseo del reencuentro. Es imposible definir si Robot Dreams es una película infantil o adulta. “Lo que es seguro es que trata al niño como un adulto, porque la vida es agridulce, triste y feliz”, define Berger.

'Robot Dreams', estreno 6 de diciembre

Muy cerca de la Gran Vía, el cineasta tiene desde hace décadas un pequeño despacho con sus libros y objetos personales como el Goya que obtuvo con Blancanieves. Allí mismo, en apenas 11 metros cuadrados alrededor de dos mesas, un equipo de cinco personas diseñaron Robot Dreams a lo largo de un año. Con solo cuatro películas y un cortometraje, Berger es un cineasta lento, pero siempre personal, que busca extraer la compleja esencia del lenguaje cinematográfico sin renunciar a un contacto directo con el espectador.

“Me sentaba aquí junto a Maca Gil, que hacía el storyboard , y es atípico porque en una película de animación hay mínimo cinco personas haciéndolo, junto a José Luis Ágreda, el director de arte que tampoco es habitual que trabaje en el storyboard. Sumamos al proceso a Fernando Franco, que hacía el montaje, y a Yuko Harami como music editor. Hacíamos dibujos sencillos pensando ya en los planos y nos los íbamos pasando. Después de un año, la animática (el guion gráfico animado) ya emocionaba y dijimos: tenemos peliculón. Franco, (director de La consagración de la primavera y experimentado montador en películas de Sorogoyen o Isaki Lacuesta) lo resumió en un mensaje en X: “Nunca he aprendido tanto de montaje”.

Robots Dreams, de la imagen real a la animación (clip exclusivo)

El personal homenaje al Nueva York de los 80

Pero hay que remontarse a la vida del propio Berger para comprender de dónde viene su sabiduría cinéfila y el revestimiento personal que ha trasladado a la película. Nacido en Bilbao en 1963, su familia tenía una peculiaridad: sus abuelos vivieron quince años en EE.UU. y su tía nació allí y luego abrió una academia de inglés en España. “La primera vez que fui a Nueva York tenía 13 años, he pasado muchos veranos allí. En mi generación, yo era de los pocos que hablaba inglés con fluidez”.

Estudió ingeniería informática porque en su generación tampoco existían escuelas de cine, pero en el País Vasco arraigó una camada fundamental de cineastas. “Conocí a Álex de la Iglesia, que estudiaba Filosofía, en el cineclub de la universidad. Fue mi director de arte para mi primer cortometraje, Mama, que produjo Enrique Urbizu y ganó el premio en el Festival de Alcalá de Henares y lo compró Canal+ Francia. Fue un bombazo”.

Su primera escuela de cine había sido el Festival de San Sebastián, al que acudía desde los 18 años para ver cinco películas diarias. “En los catálogos descubro que Jim Jarmusch o Spike Lee habían estudiado en la New York University, así que escribí una carta”.

Fue el momento clave: con 25 años y el aval del corto consigue una beca y se instala en Nueva York. “Paso de mi cuarto con posters y revistas de cine a la escuela de cine más prestigiosa, en el centro del mundo, el West Village, antes de Internet y los móviles, donde se cocía la cultura. Dábamos talleres con Sidney Lumet, Arthur Penn o Abel Ferrara. Conocí a los hermanos Coen, les enseñé mi corto en VHS y les pedí una carta de recomendación. ¡Y la hicieron! Un productor maravilloso me dijo algo que no he olvidado nunca: “En tu carrera te van a decir que no muchísimas veces, pero solo necesitas un sí”.

La novela gráfica de Sara Varon es estéticamente minimalista y desnuda. Cuando Berger imaginó su adaptación tuvo claro que quería conectarla con su Nueva York, e incluso lanzarla en el tiempo un poco más atrás, a mediados de los años 80. “Viví allí diez años muy felices, junto a mi esposa”, recuerda. Pasó de ser estudiante a profesor. “En el año 1995 un amigo monta la New York Film Academy, que ahora es una de las más grandes del mundo, pero entonces era una sala pequeña en el Tribeca Film Center, en el edificio de Robert de Niro. Empecé a dar talleres de guion y dirección y sigo dándolos todavía”.

Páginas de 'Robot Dreams', novela gráfica de Sara Varon.

Durante la producción, la pandemia truncó los planes de viajar a Nueva York para localizar. “Los únicos que conocíamos Nueva York bien éramos Yuko y yo, que vivimos diez años y ella era la prueba del algodón buscando fotografías, películas, etc.”. De pronto, la esencia de la historia de Varon estaba vestida de exuberancia neoyorquina que contaba algo de la vida del cineasta.

Para Berger, lo fundamental era trasladar la dirección de actores que había aprendido a la animación. “Era mi obsesión: sentía que en muchas películas de animación los personajes sobreactúan, y quería aprovechar mi experiencia con actores para que los personajes transmitieran verdad. Trabajar con los animadores como lo hacía con los actores era mi reto”. La película cogió el ritmo de crucero de una producción de animación y Berger no deja de elogiar a su productora Sandra Tapia. "Es más joven que yo, pero es como mi madre: una madre que me anima a probar cosas diferentes".

El cineasta dice que su hermano le aconsejó no hacer cine animado. Cuando finalmente vio Robot dreams, le dijo que era su mejor película. “Hay un prejuicio con la animación que se ve en los premios, donde es difícil romper el techo de cristal de las nominaciones a mejor película”. En los Goya finalmente fueron cuatro: mejor película de animación, mejor guion adaptado, mejor música original y mejor montaje. Un reconocimiento histórico aunque pueda parecer insuficiente.

Berger ha profundizado lo que ya logró en Blancanieves: renunciar a los diálogos y fiar todo al ritmo. "Creo que el cine mudo tiene un poder que hemos olvidado. Puede provocar experiencias sensoriales y emocionales que, en general, el cine con diálogos".

Robot Dreams es la enésima prueba de que lo único importante de una obra es su alma. “La película la acaba el espectador porque hace sustituciones. No ve a Robot o a Dog, sino a su exnovia, exnovio, amigo, amiga, padre o madre. Cuando leí la novela gráfica me acordé de un montón de seres queridos importantes. Sentí que la memoria como bálsamo es un tema fundamental".