Los ecologistas alzan la voz en la cumbre de Dubái contra los combustibles fósiles y por un alto en fuego en Gaza
- Cientos de activistas se han manifestado por primera vez fuera del recinto reservado para ellos
- "No hay acción climática sin derechos humanos", defienden, denunciando el "baño de sangre" en Palestina
La de este sábado era la jornada más importante de movilizaciones en la cumbre de Dubái. Cientos de activistas se han manifestado dentro del recinto de la COP28 para reclamar un acuerdo ambicioso, que incluya la esperada mención al fin de los combustibles fósiles, aunque un tema ajeno a la cumbre ha entrado de lleno entre las reclamaciones: la petición de un alto el fuego en Gaza.
Ataviados con pañuelos palestinos o kufiyas -cuyo uso había sido restringido en otras concentraciones, denuncian las entidades civiles-, los activistas han reclamado con fuerza una paralización inmediata de la invasión israelí. Han guardado además un minuto de silencio, con el puño en alto, por las víctimas del "baño de sangre" que está provocando Israel, denuncian, y por las víctimas de la crisis climática.
"No hay acción climática sin derechos humanos", expone a RTVE.es Farhad, uno de los participantes de la marcha. "¿Cómo vamos a protestar por el clima si no hay justicia en el mundo?", se pregunta. La situación en la Franja es un tema especialmente sensible en un país árabe como Emiratos Árabes Unidos, que acoge la conferencia auspiciada por la ONU este año, y también para muchos de los asistentes que proceden de países árabes y del Sur global.
Precisamente, la marcha coincide con el debate en el Consejo de Seguridad de la ONU convocado por el secretario general de la institución, António Guterres, para pedir un alto en fuego inmediato en este territorio palestino. Finalmente, la petición de una tregua -que partía precisamente de EAU- no ha salido adelante por el veto estadounidense. En este enclave han muerto ya más de 17.000 personas según las autoridades gazatíes.
Los manifestantes salen del espacio acotado que tenían para protestar
Por primera vez a los manifestantes se les ha permitido salir del espacio acotado que tenían para protestar durante esta primera semana de cumbre, donde estaban muchas veces bajo un sol de justicia y a 30 grados. Aun así, la marcha solo ha estado permitida dentro de las instalaciones, en un país que restringe la protesta pública.
No se ha dado por tanto en Dubái una de las habituales "contracumbres" que se organizaron en Madrid en 2019 o Glasgow en 2021 por los movimientos sociales. La situación es más similar a la de Egipto, el anfitrión del año pasado, donde también había una zona habilitada para marchas.
Sin embargo, las cosas parecen haberse complicado aún más. Este año la sociedad civil se ha enfrentado a "restricciones sin precedentes" para protestar, denuncian desde Climate Action Network, la red que articula a las principales organizaciones ecologistas del mundo. "La libertad de prensa y de asociación son derechos humanos básicos para una acción climática efectiva y equitativa", ha señalado David Boyd, relator especial de la ONU sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente.
La cuestión palestina ha sido, aseguran, el principal motivo de estas mayores limitaciones a la protesta. Ha habido "restricciones severas a las expresiones de solidaridad con Palestina, con reglas cambiando diariamente y decisiones arbitrarias", según CAN. También se ha prohibido llevar el pañuelo palestino y otros símbolos de apoyo.
Los "pueblos", el otro gran lobby en la COP frente a los intereses fósiles
Los participantes de la protesta representan una amalgama de intereses y luchas propias de sus países y regiones, aunque muchas de ellas están conectadas entre ellas: contra la extracción de gas en África, por la defensa de los bosques o por los derechos de los pueblos indígenas amenazados por el calentamiento global.
Fabricio, miembro del Movimiento Ecológico Boliviano, señala que está aquí por la "eliminación total de los hidrocarburos, pero sobre todo la lucha de los pueblos". Advierte de que en esta cumbre "hay muchos intereses y el lobby de las corporaciones es inmenso", pero por ello oponen la presión de la sociedad civil. "Nuestra lucha es territorial, de los pueblos, que es más importante y es muy diferente a la que tenemos acá, que es una cuestión global".
Mientras, Laurence, de Kenia, se manifiesta por una mayor financiación para la energía renovable y para "redirigir en ese sentido los flujos financieros que ahora van a los combustibles fósiles", una reclamación clave para África y que suele pasar de largo en las cumbres. "Ya ha habido muchos anuncios sobre financiación en esta cumbre, pero no se deberían quedar en solo anuncios", apunta.
Los miles de millones de dólares anunciados para financiación climática "deberían ir a la gente que más lo necesita, organizaciones que están en la primera línea del cambio climático en el Sur global".
Fuera de Dubái se han dado manifestaciones en algunas ciudades, sobre todo en Reino Unido, aunque la movilización, eclipsada por la guerra de Gaza y otras crisis, no ha sido tan masiva como en otros momentos. En Valencia, activistas de Rebelión Científica han teñido de negro el estanque de la Ciudad de las Artes y las Ciencias para protestar contra "las falsas promesas y el greenwashing" de la COP28. También han teñido de verde el Gran Canal de Venecia activistas del colectivo italiano Última Generación, que además se han colgado con cuerdas desde el Puente Rialto y han denunciado con una pancarta que "mientras que los gobiernos hablan, pendemos de un hilo".
Cierto optimismo sobre el resultado de la cumbre
Entre los activistas reina un extraño optimismo para una cumbre del clima que se organiza en un petroestado como Emiratos, y sobre la que había mucha incertidumbre en un inicio. Algunos observadores reconocen, entre bambalinas, que los borradores del texto final son más ambiciosos de lo esperado en el lenguaje sobre los combustibles fósiles, principal caballo de batalla de esta cumbre.
Ya son más de 100 países los que reclaman un "abandono progresivo" -phase-out, en inglés, la palabra sobre la que gira prácticamente todo en esta COP- de la producción y consumo de petróleo, gas y carbón. El viernes también se sumaron a esta reclamación unas 800 personas, entre ellas los arquitectos del Acuerdo de París, alcaldes de ciudades europeas, presidentes de grandes compañías. Pedían acabar con "todos" los combustibles fósiles en una carta al presidente de la cumbre, Sultan al Jaber, para así lograr limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados sobre niveles preindustriales, el límite acordado en París y que parece esfumarse mientras siguen aumentando las emisiones.
Crece así la sensación, o el "momentum", como se refieren en inglés los analistas, de que puede salir un acuerdo ambicioso en cuanto a los combustibles fósiles. A pesar de ser el principal culpable de la crisis climática, los hidrocarburos aparecieron por primera vez en un acuerdo de una cumbre hace dos años, en Glasgow, pero entonces solo se pedía la reducción del uso del carbón. Ahora, las opciones planteadas en los borradores apuntan a una decisión más contundente, la "eliminación" o phase-out de los mismos.
De hecho, esta presión cada vez mayor por pedir un lenguaje claro sobre el abandono de los combustibles fósiles ha llevado a los países productores de petróleo agrupados en la OPEP ha pronunciarse. En una carta, han instado "con carácter de urgencia" a sus 23 países miembros o asociados a que "rechacen proactivamente" cualquier mención al fin de los combustibles fósiles en el acuerdo final de la COP28. La ministra española para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, voz de la UE en la cumbre, ha sido dura en su respuesta y ha calificado de "repugnante" esta postura.