El discurso de Putin: fondo, forma y pocas sorpresas
- Ha estado cuatro horas respondiendo preguntas, pero aun así no ha habido ninguna crítica a la invasión de Ucrania
- Si Putin suspendió esta tradición el año pasado fue para evitar preguntas sobre la invasión
La conferencia de prensa de fin de año del presidente Vladímir Putin es ya una tradición, que mantuvo durante la pandemia, pero suspendió el año pasado. Que la haya recuperado este año ya nos permitía imaginar el tipo de discurso que íbamos a escuchar. Ha aparecido un Putin confiado, cuyo liderazgo siente afianzado.
Ha comparecido el Putin habitual en este tipo de eventos, lejos del líder desafiante de los discursos, se presenta como un gobernante tranquilo, razonable, didáctico e incluso empático y con sentido del humor.
Este acto anual formalmente es un rito de sociedad democrática, el máximo dirigente se presta a que periodistas y ciudadanos le hagan preguntas en directo, y él responde con un tono entre profesoral y paternal. Habitualmente Putin dedicaba un día a la prensa y otro, a los ciudadanos, pero esta vez ha hecho un 'dos por uno'.
Ucrania no puede ganar la guerra
Si Putin suspendió esta tradición el año pasado fue para evitar preguntas sobre la invasión de Ucrania. La había lanzado en febrero con la expectativa de conquistar el país en días o semanas, pero los ucranianos llevaban diez meses resistiendo, habían retomado algunas zonas e infligido alguna derrota humillante a la gran potencia rusa. Occidente apoyaba económica y militarmente a Ucrania, y las sanciones que había impuesto habían dañado la economía, los hábitos y el ánimo de los rusos.
Si este año Putin ha retomado la tradición es porque siente que las cosas le van mejor: Ucrania resiste, pero es una resistencia encallada, como advirtió un general ucraniano el mes pasado; y el apoyo de Occidente flaquea. En el Congreso de los Estados Unidos y dentro de la Unión Europea, cuyos ministros de Exteriores estaban discutiendo precisamente sobre ello en Bruselas mientras Putin aparecía en todas las televisiones rusas. Se confirma la apuesta del presidente ruso: el tiempo juega a su favor porque los mandatarios y las sociedades de las democracias liberales se cansarán de esta guerra antes que él.
En ese contexto, el presidente Putin se ha permitido sentir pena por la población de Ucrania. Ha reprochado al gobierno de Kiev que siga sacrificando a sus ciudadanos en esa resistencia sin futuro. “Lo hace por motivos políticos, para recaudar dinero en esos viajes que hacer por el mundo”.
También se ha erigido en defensor de las vidas civiles de Gaza y, por supuesto, ha rechazado que los ataques de Israel se parezcan en nada a los ataques rusos sobre Ucrania.
Por parte de Moscú el discurso se mantiene, la guerra seguirá hasta la “desnazificación” y “desmilitarización” de Ucrania, y las zonas que controla militarmente son zonas “liberadas”, como lo han calificado los ciudadanos de esas regiones que han dado su testimonio en el auditorio de Putin o vía video. Para el presidente es la evidencia de que los ciudadanos ucranianos consideran a Rusia su casa.
Las sanciones no han hundido Rusia
Tampoco ha habido sorpresas aquí. Vladímir Putin ha sacado pecho: “Nuestra economía no ha colapsado. Hemos aumentado la producción y el sistema bancario ha resistido (...) hemos subido los sueldos y el año que viene aumentaremos el salario mínimo”. Los datos acompañan el discurso, el PIB habrá crecido este año un 3,5%.
Desde que Putin asumió la presidencia por primera vez, traspasada a dedo por Borís Yeltsin, hará 24 años en Nochevieja, Putin tiene dos fijaciones: el líder no puede aparecer viejo y errático como los últimos años de Yeltsin porque los rusos ―da por sentado Putin― asociarán su decadencia a la del país y sus vidas. Por la misma razón hay que evitar a toda costa el desabastecimiento y las penurias en las grandes ciudades. Los rusos no pueden pensar que vuelven a estar como en el crack de 1998 (Yeltsin) o el de los últimos años de Gorbachov.
Las sanciones económicas y diplomáticas contra Rusia por la invasión de Ucrania son, recordémoslo, solo por parte de países occidentales, Rusia tiene otras alternativas para exportar (materias primas) y abastecerse. No sustituyen al 100% a Occidente, pero evitan la catástrofe. Al mismo tiempo, el gobierno ruso ha invertido mucho dinero en lograr esas mejoras económicas, un calentamiento de la economía que, según muchos economistas, acabará pasando factura.
También ha ayudado a amortiguar los efectos de las sanciones el hecho de que, en este mundo de producción globalizada, las grandes multinacionales han encontrado formas de seguir exportando a Rusia, y los ciudadanos rusos más ricos están encontrando cómo driblar algunas prohibiciones.
Los dardos a la Unión Europea
Con el tono afable de este tipo de actos, Vladímir Putin no se ha ensañado, le ha parecido suficiente ir soltando alguna pulla viniera o no a cuento. Por ejemplo, que Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, “no es pro-ruso, sino pro-nacional”. El respaldo de Putin a los políticos y votantes nacionalistas que quieren quitarle competencias a las instituciones de la UE, una manera de menguar la fuerza de la Unión desde dentro.
En otro momento ha usado la UE para una metáfora: “Toman medidas que les perjudican, pero benefician a los Estados Unidos”. Desde su perspectiva, Rusia se está defendiendo de la agresión de Occidente, y Occidente es Estados Unidos con sus instrumentos (OTAN) y sus vasallos (los países aliados, entre ellos la UE).
Otro dardo para iniciados, uno de los primeros turnos de palabra ha sido para una periodista de Moldavia, ese país pequeño atrapado entre la UE, Rusia y Ucrania. Moldavia ya es candidata a entrar en la UE, pero su sociedad está dividida entre proeuropeos y prorrusos, y tiene una parte del territorio, Transnistria, bajo control de Moscú.
Más de cuatro horas y notables ausencias
Cuatro horas de preguntas y aun así no ha habido ninguna crítica a la invasión de Ucrania, han participado ciudadanos de los cuatro puntos cardinales de la Federación, pero ninguna madre o esposa de las que reclaman que sus hombres vuelvan de la guerra. Nada sobre los miles de rusos que han huido del país desde la invasión de Ucrania. Ninguna mención a la muerte, en accidente aéreo, de la voz más crítica en el frente militar, el jefe de los mercenarios de Wagner. Ninguna pregunta tampoco sobre el principal opositor político, Alexei Navalni.
Cuatro horas y, sin embargo, uno de los medios más importantes globalmente, BBC World, con el corresponsal extranjero que probablemente mejor conoce Rusia, no ha podido formular ninguna pregunta.
Sí ha habido profusión de agradecimientos al presidente ruso e incluso deseos de que siga gobernando muchos años. Quien haya seguido la transmisión puede llegar a la conclusión de que la sociedad rusa es una piña. Todos a una. Vladímir Putin ha vuelto a presentarse como el líder protector, baluarte de los valores tradicionales que, según él, son la clave del éxito.