José Luis, 18 años viviendo en la calle: "Me he acostumbrado a la soledad de mi cartón"
- En España hay 37.000 personas sin hogar de las que 9.000 viven en la calle, como José Luis
- Los albergues a veces no son la única —ni la mejor— solución para las personas en situación de calle
Nos encontramos con José Luis en Barcelona, en el barrio del Raval. Cada día la rutina de este hombre que cuenta 56 años, aunque bastantes más en su rosto, empieza con un “cafelito” en el bar más cercano a su cartón. El de él está en el barrio del Paralelo, resguardado en una tranquila calle que le protege del bullicio cuando llega el momento de enfundarse en su saco y tumbarse a dormir.
Yo, precisamente pensaba que era imposible,
no se me hubiera pasado por la cabeza, en la vida,
que yo llegara aquí.
Pues por una situación de problemas familiares
se me hizo una montaña.
Pues he pasado 35 años en situación de calle.
"El hambre y todo, te quedas mojado, nadie te ayuda".
"Lo que pasé yo, dormir bajo un arco,
he hecho una chabola de cartón y plástico
y ahí me quedé tres años.
No son personas invisibles, están ahí, las vemos continuamente,
les invisibilizamos nosotros
y las invisibilizamos, de una manera que no es inocente.
Porque en el momento en el que yo hago visible un problema,
me siento interpelado y lo tengo que resolver.
Son las 20:30 de un frío lunes de diciembre,
Son las 20:30 de un frío lunes de diciembre,
un grupo de voluntarios prepara los termos con caldo y café.
Les esperamos en la salida del Metro de Plaza de España,
en medio de la multitud,
el grupo de chicos y chicas se acercan a Pablo y Dani.
Normalmente caldo, versus cola cao, gana el caldo.
Pero, ¿sabes qué pasa?
que a Pablo lo tenemos como algo especial.
-Yo a vosotros también.
Que vengan a hablar contigo
cuando sueles pasar desapercibido con el casi 100 % de la gente.
Si es una ayuda.
Agradecido de ellos.
Gracias a ellos nos tomamos un café caliente.
están en esta situación de calle en Madrid,
aunque sigue habiendo gente que está mal en la calle,
pero el nivel de deterioro que veíamos hace diez, 15 años,
ya no se ve.
A cambio y a peor, lo que vemos es gente cada vez más jóvenes.
y eso nos lleva a que la red de personas sin hogar
se ha desarrollado a mejor pero la prevención a peor.
Estamos, ahora mismo, estamos en la calle Arrieta,
que es el centro donde prácticamente empezó Arrels.
Aquí pueden venir entre 100 o 150.
de las que casi 9000 viven en las calles,
una situación que se visibiliza sobre todo en las grandes ciudades.
Al menos, sabemos que entre 600 y 700 personas
están en esta situación de calle en Madrid,
aunque sigue habiendo gente que está mal en la calle,
Aquí pueden venir entre 100 o 150.
Personas al día, son personas que sobre todo que...
Llevan o acaban de llegar a la calle,
entonces les orientamos un poco, les explicamos un poco la situación,
que, por desgracia, no es una situación positiva
para poder salir de la calle rápidamente.
Ojalá fuese así.
La mayoría, son hombres y personas que tienen entre unas 40, 45 años,
aproximadamente, y que viene aquí un poco a buscar.
¿Qué tal, José Luis?
-Pues bien, otra vez aquí, empezando el día.
A ver si se aclara un poco el día
y podemos ver alguna arquitectura hostil.
-¿Cuánto tiempo llevas en la calle?
-Más de diez años.
-Tú ya has pasado por albergues.
Cuéntame un poco ¿cómo, en tu caso, ha sido esa experiencia?
-Mala. No te dejan tranquilo.
No puedes dormir bien,
te llega estando chillando a las tantas de la noche.
Tienes que estar con un ojo abierto y otro cerrado,
porque como tengas la cartera, el móvil por allí,
que la vista de esta noche será hasta la quita.
Y bueno, mucha gente.
Yo prefiero estar en el cartón.
La tranquilidad del cartón entre comillas,
Muy a menudo nos encontramos
que se ofrecen plazas de albergues para un mes, para unas semanas.
Eso, las personas que llevan mucho tiempo en la calle,
no les sirve para nada, porque tú tienes tu espacio,
tú tienes tus mantas,
tú tienes cosas que hacer para dormir con la gente,
los vecinos y al final si tienes que ir a un albergue, tirar todo eso
y después dar una semana para volver a empezar de cero,
ese volver a empezar de cero es muy caro con las personas
y al final lo declinan.
Y es muy importante que declinar ir a un albergue no es no querer nada,
es sencillamente que el albergue no siempre es una buena solución.
Mira, ¿ves lo que te decía?
Una casa aseguradora que te asegura no poder acostarte,
ni sentarte en su escaloncito para la gente de la calle,
estupendo.
¿Qué sensación te queda de repudia?
Te repudia la gente,
ten en cuenta que la gente de la calle se ha triplicado.
Este año se han triplicado, aquí en Barcelona.
de la llamada arquitectura hostil, y van en aumento.
Las personas que como José Luis viven en la calle
están viendo como, poco a poco,
los obstáculos arquitectónicos les están dificultando,
desde sentarse para pasar las largas horas del día,
hasta encontrar un lugar libre de barreras
donde poder tumbarse a descansar.
Por la noche,
los cartones se despliegan en las estrechas calles del Raval;
por el día, la luz descubre un panorama con tantas historias
como los rostros por los que han pasado meses
e incluso años de calle.
Una ruptura familiar, un trastorno mental,
una adicción o las consecuencias por la pérdida de un trabajo,
pueden conducir a una persona hasta la calle.
según el último censo de la Fundación Arrels,
están en la calle en Barcelona.
La gente que atendemos, prácticamente,
todos, en algún momento,
al final con los años las personas dejan la calle.
Los días que vengo al taller, vengo aquí,
vengo a la tienda, ayudo.
Estar ocupado es una cosa que llena y que realiza.
A través de Arrels en 2022, 30 personas salieron de la calle.
En el taller de la Fundación nos encontramos con un grupo de ellas,
aquí les ayudan a organizar su tiempo
y a redescubrir habilidades sepultadas
por años de superviviencia sobre el asfalto.
Estamos en Donostia,
aquí una pequeña cooperativa de iniciativa social
dedicada al sinhogarismo ha puesto en marcha una unidad móvil
que recorre localidades de la provincia
para dar asistencia psicológica a las personas que están
o han pasado por la calle.
Lo más destacable de este programa es que es una unidad móvil,
vamos con un micro despacho que está ahí detrás y atendemos en calle,
intento saber por qué zona suelen andar y quedo un día, a una hora,
en un sitio.
Se genera una burbuja casi, casi como de laboratorio,
en el cual la persona puede expresar sus malestares, sus frustraciones,
sus cabreos, sus miserias, con una serie de condiciones,
es decir, no será juzgado, no será criticado,
será apoyado en las partes bio positivas
He pasado 35 años en situación de calle,
en casas ocupas, en naves industriales abandonadas.
Encontrarte un poco en la situación económica delicada.
Ello conlleva un poco a perder las relaciones
y todo se va haciendo una bola,
y hace que vayas perdiendo, perdiendo...
y terminas viendo que estás en la última escalera
en el último escalón.
Ahora, gracias a Dios, he entrado en un piso y bueno,
es una vida nueva
y entré en esta experiencia con Josema,
pues porque esto lleva a una soledad
y una necesidad de comunicarse con alguien, expresar tus problemas,
tus inquietudes,
y muchas veces, pues no encuentras con quien hablar, no?
Más de la mitad de las personas en calle
presenta algún síntoma depresivo,
muchas veces asociado al consumo de alcohol y drogas.
El trastorno mental afecta a casi el 10 %.
Son datos del último estudio
del Instituto Nacional de Estadística.
Junto a Madrid y Andalucía, el País Vasco es la comunidad
donde se han contabilizado más personas sin hogar,
aunque es también la que dispone de más centros para el sinhogarismo.
A pesar de los recursos, hay necesidades que se evidencian
y desde hace tres años, grupos de vecinos salen cada noche
para ofrecer cenas solidarias a personas en situación de calle.
Lo que empezó siendo dando comida en la parte vieja
a cinco o seis personas,
a día de hoy estamos en tres barrios de la ciudad,
en la parte vieja, Eguía y Amara
y estamos con una media de 240 cenas diarias.
Estamos los 365 días del año en Nochevieja, Nochebuena,
todas las noches sin fallar.
Los recursos, la comida, la materia prima.
La comida la aportamos las personas voluntarias.
Ese es el perfil mayoritario.
"Por eso estoy de voluntario, porque esa cosa ya la pasé yo.
Ahora me estoy recuperando de cosas malas de antes:
sufrimiento, hambre, frío...
sufrimiento, hambre, frío...
Llevo casi ocho meses trabajando".
Es muy difícil disponer de cifras exactas.
Es cierto que los últimos informes
apuntan que hay una situación de sinhogarismo que está sin cubrir,
sobre todo motivado
responden a un movimiento ciudadano
que nosotros no compartimos el modelo
porque no nos parece que la respuesta deba de ser
la de ofrecer alimentos en la calle.
Nosotros creemos que el tratamiento debe ser individualizado
a través de un diagnóstico profesional,
intentando dar respuestas integrales
a los procesos de integración social.
Buenas noches, equipo.
Les informo que se les requiere por parte de un usuario.
El problema que tenemos nosotros desde Cruz Roja en calle
es que tenemos unas 20, 25 personas con problemas graves físicos
y de salud mental que no acuden a ningún tipo de red social
ni sanitaria.
Entonces, decidimos hace ya varios años, salir una vez a la semana
con una unidad móvil también para hablar de salud con ellos.
Hoy la ruta está en el extrarradio de Zaragoza.
Llueve y azota el viento
y Agustín se ha refugiado bajo un puente.
Hoy no tiene ganas de recordar su historia.
Según el último recuento de Cruz Roja local,
128 personas duermen en la calle en la ciudad.
Agustín, ya estamos aquí.
El cafecito te lo metemos en una de las bolsas.
Voy a ir a apuntarte las fechas de médicos.
La junta quedó en el hospital el día 5.
Y luego los análisis y la visita médica.
Venga.
Perfecto.
Agustín, te vamos a dejar descansar. Vale.
Está lloviendo todavía, así que cuídate mucho.
Igualmente, Agustín.
Muchas gracias.
Buenas noches.
No es lo mismo una persona que lleva cinco o seis años en calle,
Vamos a ver a Gerardo con su perrita a ver cómo están,
esperemos que no se hayan mojado mucho.
Y bueno, veremos a ver cómo se presenta la noche.
Al final, no es lo mismo
Gerardo es venezolano.
Un limbo burocrático le llevó a perder su trabajo en la hostelería
tras agotar sus recursos y pasar por algún albergue,
desde hace un año y medio, vive en este campo cercano a Zaragoza
El día termina.
En la oscuridad de la noche, Gerardo y Osa desaparecen
esperando que mañana puedan recoger definitivamente su tienda.
José Luis es de los afortunados porque tiene asegurado su raquítico metro y medio de largo por metro de ancho, donde su menudo cuerpo encaja al milímetro para pernoctar, de descansar no habla, en el escalón de entrada a un edificio donde le conocen muy bien. En el rato que estamos con él un vecino que acaba de llegar al bloque, le trae una bandeja con varios alimentos; y una pregunta tras otra José Luis le va descubriendo la misma historia que horas antes nos ha contado a nosotros.
Dieciocho años en la calle
“Llevo en la calle más de diez años”, dieciocho nos dirá después de un rato de charla, o sea que a los 38 José Luis llegó a la calle y ahí sigue. La suya es la historia de un camionero que acabó en prisión por una pelea por una mujer a la que terminó dejando. Con la condena cumplida llegó la nada “Los días se hicieron meses, los meses, años y ahí vamos”
“Te sientes sencillamente repudiado, los vecinos no nos quieren, no nos quieren“
Pasamos ante varios locales “Ves, lo que te decía: una casa de seguros que te asegura no poder sentarte; estupendo y aquí otro ejemplo de la arquitectura hostil para que una persona no pueda tumbarse”, con su bastón José Luis señala varios de los obstáculos metálicos convertidos en barreras que impiden a las personas que viven en la calle desde sentarse hasta extender sus cartones para pasar la noche.
Sucede en Barcelona, donde hay más de trescientos diseños de la llamada arquitectura hostil, y sucede también en otras grandes ciudades “te sientes sencillamente repudiado, los vecinos no nos quieren, no nos quieren”.
José Luis anda por el barrio con la seguridad de quien lo recorre a diario y conoce cada recoveco “Ahora ya lo tengo todo más o menos centrado -nos dice- pero eso ha sido al cabo de los años, porque antes me pegaba unas pateadas tremendas de diez o doce kilómetros diarios”.
Albergues y otras soluciones
Buena parte del día lo pasa en la Fundació Arrels que desde hace 36 años trabaja con las personas sin hogar. Dispone de 160 pisos y de una residencia, una red asistencial fuerte aunque insuficiente para las 1.200 personas que la organización estima viven en la calle en la ciudad.
“La gente que lleva mucho tiempo en la calle no quiere ir a albergues y nosotros creemos que es una buena decisión“
Quedan entonces los albergues pero no todos están dispuestas a acudir a ellos “cuando hablamos de personas que no quieren albergues no es que no quiera nada, apunta Ferrán Busquets director de Arrels, es sencillamente que a veces es un espacio realmente muy complejo. Para poder ir hay que tener un carácter, una personalidad concreta para adaptarse a sus espacios. Por eso la gente que lleva mucho tiempo en la calle no quiere ir a albergues y nosotros creemos que es una buena decisión”.
Es la que hace tiempo tomó José Luis. Sentados en un banco continuamos la conversación y nos cuenta que él ya pasó por uno. “No te dejan tranquilo, no puedes dormir bien, llegan chillando a las tantas de la noche tienes que estar con un ojo cerrado y otro abierto, te roban, son muy guarros y yo aunque esté en la calle soy muy limpio. Yo prefiero estar en el cartón, en la tranquilidad del cartón entre comillas”.
“Declinar ir a un albergue no significa que no quieran nada, es sencillamente que el albergue no siempre es una buena solución“
“Muy a menudo, añade Busquets, nos encontramos en que se ofrecen plazas de albergues para un mes, para unas semanas. Eso a las personas que llevan mucho tiempo en la calle no les sirve para nada, porque tu tienes tu espacio, tienes tus mantas, tienes tus cosas, los vecinos te conocen y al final cuando sales de ahí para ir a un albergue tienes que tirar todo y después de una semana volver para empezar de cero, ese volver a empezar de cero es muy caro para las personas y al final lo declinan. Y es muy importante entender que declinar ir a un albergue no significa que no quieran nada, es sencillamente que el albergue no siempre es una buena solución".
Las raíces de la Fundació Arrels
La Fundació Arrels atiende a unas 3.000 personas sin hogar a lo largo del año. No hay más que pasar unas horas en su centro de día, en pleno barrio del Raval, para ver el continuo trasiego de carros llenos de mantas y enseres tirados por rostros cansados.
“Podemos cobijarnos, cargar el móvil, te puedan dar apoyo, incluso si tienes algún problema tienen abogados“
En la asociación pueden darse una ducha, cambiarse de ropa, guardar sus pertenencias y confiar sus cuitas a los más de 400 voluntarios que colaboran con la fundación. José Luis es uno de los asiduos al centro “Para nosotros que estamos en la calle es mucho- nos dice- podemos cobijarnos, cargar el móvil, te puedan dar apoyo, incluso si tienes algún problema tienen abogados, tienen muchas cosas en Arrels”
El 60 por ciento de las personas en situación de calle presentan algún síntoma depresivo, según la última encuesta realizada en 2022 por el Instituto Nacional de Estadística; y casi el diez por ciento tienen algún trastorno mental.
“Nos encontramos con personas que un día, por diferentes situaciones, pues no pueden pagar un alquiler y no tienen dónde ir“
Saber si llegó antes la enfermedad y después la calle o fue al contrario no siempre es fácil pero, subraya Ferrán Busquets, ninguna persona está en el asfalto porque quiere “El imaginario de que una persona está en la calle porque quiere, nosotros no estamos para nada de acuerdo ni con pequeñas excepciones, porque nos encontramos con personas que un día, por diferentes situaciones pues no pueden pagar un alquiler, no tienen dónde ir. Han tenido una ruptura o una empresa que les ha fallado o una situación laboral que no acaba de fluir, al final esas personas no puede pagar un alquiler, o una habitación, se les acaban los contactos de amigos, etcétera y al final el único sitio que tienen es la calle”.
Soledad y estereotipos
Con la calle llega la soledad, es uno de los males que en mayor proporción afecta a las personas sin hogar. “Sí, es la soledad del cartón", nos dice José Luis como quien sabe muy bien de qué habla. "Mucha gente, claro, estás en la calle y te ven, te desprecian, te ponen malas caras", nos explica.
El 34 por ciento de las personas sin hogar bebe “pero es que el 35% de la población general que no está en situación de extrema vulnerabilidad como ellos consumen alcohol” nos lo dice Susana Arroyo, portavoz nacional de personas sin hogar de Cruz Roja, que reivindica la necesidad de acabar con ciertos estereotipos que tenemos sobre quienes viven en la calle .
“Por la tarde o por la noche tampoco hay comedores, si quieres comer algo por la noche te tienes que buscar la vida“
“Yo no bebo mucho -nos aclara José Luis- no fumo, no tomo drogas, no tomo cosas raras. Entonces la gente se acerca y habla conmigo, me conocen, me va dando algo; consigo más o menos para poder cenar y para poder comer algo mejor. Porque claro, en un comedor social comes, pero para una personas que está 24 horas en la calle habría que poner un poquito más y por la tarde o por la noche tampoco hay comedores, si quieres comer algo por la noche te tienes que buscar la vida”. Nos cuenta que su salud no es buena. La calle le ha pasado factura, “Pero estoy bien atendido”, nos dice “y ahora, estoy esperando una dentadura”.
España: casi 37.000 personas sin hogar
El día va pasando, nos acercamos al taller de Arrels. Aquí personas que viven en la calle y otras que han conseguido salir de ella realizan trabajos de artesanía que luego se venderán en la tienda de la fundación. “Es un recurso de baja exigencia –nos explica Rocío Alonso, coordinadora del programa ocupacional de la Fundación Arrels- no tienen que fichar a ninguna hora, cada uno acude en función de lo que puede o le interesa”.
“Baja la conflictividad ente ellos, hay mayor tolerancia, resisten mejor la frustración“
El espacio respira calma y creatividad, “las mejoras que se notan son que baja la conflictividad ente ellos, hay mayor tolerancia, resisten mejor la frustración; también el hecho de tener que pasar la atención de su cabeza a sus manos hace que rebajan la impulsividad porque tienen tiempo para pensar y tomar mejores decisiones. Se trata también de tener ilusiones porque muchas veces oímos que las personas que viven en la calle no tienen ilusiones, que no tienen motivación; y sí que las tienen lo que pasa es que están latentes, dormidas, pero están ahí”
Hay tardes que José Luis se pasa por el taller, se le da bien trabajar con el cuero. Incluso, rememora, durante un tiempo recorrió algunas ferias vendiendo piezas hechas por él, pero aquello no duró mucho. Después de casi un día de seguirle en su rutina cotidiana, me atrevo a preguntarle si es optimista; lo duda un poco antes de contestar. “Sí, yo creo que a lo mejor esto puede cambiar”.
Esto es una situación que en España afecta a casi 37.000 personas que viven en albergues, pisos asistenciales o simplemente como José Luis, en la calle. Está convencido de que no le queda mucho para conseguir una casa en la que poder vivir tranquilo.
Nosotros lo dejamos en la soledad de su cartón y él nos despide con una amplia sonrisa y la ironía de quien no le gusta la falsa compasión: “Me quedo aquí, en mi residencia de invierno, porque en verano tengo otra”.