El valor de apoyar a las víctimas de violencia sexual para facilitar las denuncias: "Mis amigos se volcaron"
- La expertas recuerdan que las instituciones son responsables de acompañar y no culpabilizar a quienes han sufrido una agresión
- Visitamos un centro de atención 24 horas: "No podemos obviar si hay precariedad, un proceso migratorio o una discapacidad"
En 2019, un hombre agredió sexualmente a Clara Varela en una fiesta cuando ella tenía 18 años. "A mí me drogaron, y cuando se lo conté a mis amigos, me ha pasado esto, todos se volcaron a apoyarme". Denunció esa misma noche y el agresor, que tenía 30 cuando sucedieron los hechos, fue condenado un año después.
Cada día se denuncian unas 12 violaciones en España, según los datos del último balance de criminalidad, que refleja que hasta el 1 de octubre de este año se han registrado más de 11.350 denuncias por delitos contra la libertad sexual (cerca de 3.700 de ellas con penetración). En conjunto, las agresiones sexuales han aumentado un 12% respecto a 2022, y ya lo hicieron en proporción similar en el año anterior, según el Ministerio del Interior.
¿Por qué ese repunte? "Bien por el aumento de la información y la sensibilización, bien porque las mujeres confían en que existen recursos específicos en los que serán atendidas adecuadamente", apuntó la responsable de investigación de Amnistía Internacional España, Virginia Álvarez, según recoge Efe. La organización acusa a las comunidades autónomas de "desidia" por no impulsar todos los centros prometidos en cada provincia para la atención a víctimas de violencia sexual.
Supervivientes y asociaciones recuerdan que la disposición para denunciar depende sobre todo de la sociedad y las instituciones, no de las víctimas. Porque el silencio es como un celofán: cuando todo el entorno calla o incluso niega, más difícil es para ellas denunciar su situación. Y por eso las activistas y profesionales hablan siempre de "romper el silencio": cuando se apoya a las víctimas y se alza la voz contra las agresiones, el film resistente e invisible se raja por las fisuras.
La denuncia, una cuestión social
"Nunca me sentí sola, porque estábamos juntas". La frase de la poeta y rapera Gata Cattana cuelga de un mural de lemas en la entrada del centro de atención 24 horas a víctimas de la violencia sexual en la Comunidad de Madrid, una de las autonomías junto a Asturias y Cantabria que ya tiene abierto el recurso. Por sus salas —diferenciadas por el nombre de ilustres feministas, como Simone de Beauvoir, Chimamanda Ngozi Adichie…— han pasado más de 175 mujeres en apenas once meses, 350 han llamado para pedir información.
"La chica más joven que hemos atendido tenía 17 años y la mujer más mayor, casi 90 y vivía en una residencia. Entró la demanda por su hijo", repasa Marta Cardona, coordinadora de la unidad formada por 21 profesionales, entre psicólogas, trabajadoras sociales, abogadas y administrativas. "El perfil de víctima no existe. Puede sufrir una agresión sexual cualquier mujer, de cualquier edad, nacionalidad y factor socioeconómico", describe. "La realidad es que el porcentaje de mujeres agredidas sexualmente que llegan a los recursos especializados todavía es muy pequeño".
Allí, las mujeres acuden tras pedir ayuda a través de la línea gratuita (900 599 316) o derivadas desde otros recursos o profesionales que han detectado un caso. Sin embargo, la mayoría de la población desconoce su existencia.
"Muchas veces las propias víctimas no tienen la información necesaria y no saben muy bien cuáles son sus derechos, qué es lo que pueden solicitar. Esto que me ha pasado y que yo no quería que pasara, ¿es un delito?", señala Belén Zurita, asesora jurídica de Por Ti Mujer, cuando le preguntamos por qué es importante garantizar un buen acompañamiento a las víctimas desde las instituciones, una labor que ya realizan asociaciones como la suya en Valencia.
Para que las víctimas quieran buscar ayuda, además de disponer de la información, tanto Cardona como Zurita creen que hay trabajo por hacer en las instancias que les preceden. Y ahí apelan a toda la sociedad. El caso de Clara Varela es un buen ejemplo: la noche de la agresión, solo una persona de su entorno cuestionó lo que le había ocurrido.
"Me dijo que había sido culpa mía por haberme acercado", recuerda, y reconoce cómo le hirieron aquellas palabras que, finalmente, consiguió ignorar. "Pero entiendo que una persona, cuando le dicen tú te lo has buscado, diga es verdad, y se eche para atrás".
Por eso, cuando cuestionamos por qué las víctimas no siempre denuncian, es necesario responder desde una "mirada social", apunta la psicóloga del centro de crisis 24 horas de Madrid, Nuria Pereda. "Si yo no cuento algo, tiene mucho que ver con el entorno en el que yo me encuentre, con lo escuchada, con lo creída y lo cuidada que yo me sienta", explica. "Aunque aquí las atendamos a ellas, el objetivo es poner la vista en el problema social y cultural".
Las distintas realidades de las víctimas
En el plano individual, en cambio, la cuestión está atravesada por las diferentes realidades y posibles vulnerabilidades de cada mujer. "Si la situación socioeconómica es precaria, si se encuentran en un proceso migratorio, si hay alguna patología o alguna dificultad previa de salud mental, algún tipo de discapacidad, o están en una situación administrativa irregular… todo esto no podemos obviarlo, porque va a hacer que el proceso sea más difícil", desarrolla la coordinadora del centro madrileño, Marta Cardona, al explicar su modelo de intervención desde la "interseccionalidad". El término introducido por la jurista estadounidense Kimberlé Crenshaw se refiere al modo en el que las distintas vulnerabilidades o discriminaciones se suman e interrelacionan entre sí.
Desde Por Ti Mujer, que también tiene en marcha proyectos específicos de inmigración e inclusión, consideran que el sistema todavía puede mejorar su perspectiva interseccional. La jurista Belén Zurita pone el ejemplo de una mujer inmigrante en situación irregular que trabaja como empleada del hogar, un perfil con especial riesgo. "Si es tu único trabajo y tu única opción para pagarte una vivienda o mantener a tus hijos y estás sufriendo violencia sexual, a lo mejor no denuncias", ilustra, y habla también del "miedo" que sienten a que les abran un expediente de expulsión.
En este ámbito, Zurita considera que se han realizado algunos avances con la ley del 'solo sí es sí' y señala otras mejoras posibles, como garantizar siempre que la mujer pueda denunciar en su propio idioma. El nuevo protocolo de atención aprobado por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas al menos ya contempla dichas vulnerabilidades que se cruzan y busca promover la formación y sensibilización del personal sanitario al respecto.
La atención durante y después del proceso judicial
Al margen de facilitar la denuncia, los centros de atención a víctimas tienen como objetivo "reducir el impacto" de la agresión sexual en la vida da la mujer, tras el evento "potencialmente traumático".
"Nos encontramos mucha sintomatología ansiosa y alteraciones del estado de ánimo que corresponden con las agresiones que se han vivido", describe desde el recurso madrileño la psicóloga Nuria Pereda, que también señala que el sentimiento de culpa "prevalece" entre las víctimas.
"¿Qué ropa llevabas?, ¿qué hacías andando sola a estas horas? Todos estos son mensajes que ponen directamente el foco en que tú no te estabas cuidando y que tú tienes la culpa y la responsabilidad de que esto te haya ocurrido. Pero siempre dejamos de lado el porqué esta persona ha decidido coger y agredirte", critica.
Por eso, las expertas ven deseable que se mejore la atención y el acompañamiento en todo el proceso judicial, e incluso después de este. "La asistencia psicológica fue nula", describe Clara Varela. "Solo cuando se llevó a cabo la prueba pericial me hicieron un análisis del psicólogo forense, pero no hubo ningún tipo de seguimiento, cuando en mi sentencia dice que la psicóloga vio que yo tenía estrés postraumático".
Problemas al coordinar los recursos
El fallo ahí, estima Belén Zurita, está en la "coordinación" de los recursos con vista a la "reparación de las víctimas". La asesora jurídica de Por Ti Mujer asegura que es un trabajo que ya se está haciendo -desde los protocolos de los centros médicos a las mismas oficinas de atención a víctimas-, pero también cree que hay mucho margen de mejora.
"Tiene que ser cíclico: que yo pueda derivar directamente al sistema judicial y hacer ese acompañamiento, y que ellos mismos deriven a las asociaciones para la reparación y apoyo a nivel psicológico", prosigue.
Finalmente, Varela lamenta el trato "frío" que recibió en las dependencias policiales. "Como si vas a denunciar que has perdido el móvil, pues igual", concreta ella, que esperaba una respuesta algo más "personal" de los agentes ante el relato de su agresión. Esa noche, además, tuvo que repetirlo hasta en cuatro ocasiones.
"Muchas veces tienes que depender de caer con un profesional que realmente no solo aplica la teoría, sino que también tiene una actitud empática, de no culpabilización. Hay preguntas que es necesario hacer, pero se pueden hacer de manera que no se revictimice", dice Zurita, pensando, por ejemplo, en recabar datos de por qué una persona ha retrasado la denuncia.
"Ahí es donde tenemos que mejorar", añade, puesto que otras cuestiones más automáticas del protocolo, como evitar que las víctimas tengan que denunciar delante de otros ciudadanos en la comisaría, ya hace tiempo que están asentadas en el sistema. Está en juego su credibilidad y la confianza de las víctimas.
Además de Asturias, Cantabria y la Comunidad de Madrid, en Navarra se espera la apertura en enero de un centro de crisis 24 horas de atención a víctimas de violencia sexual. Otras autonomías como Aragón, Extremadura, País Vasco o Murcia han anunciado los proyectos, "pero estos no terminan de llegar", lamenta Amnistía Internacional. Mientras, decenas de asociaciones de mujeres en todo el territorio trabajan para garantizar el acompañamiento a sus iguales.