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Análisis

Bélgica toma el relevo a España en el Consejo de la UE pendiente del apoyo de Ucrania y las elecciones europeas

  • El país, sede de algunas de las instituciones de la UE, accede por decimotercera vez a la Presidencia rotatoria
  • Deberá enfrentar también la tensión con Israel sin romper el frágil equilibrio de la 'voz europea'

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Bélgica toma el releveo a España en el Consejo de la Unión Europea
Banderas de la Unión Europea ondean en Bruselas, Bélgica.

Bélgica arranca 2024 con su lista de 'propósitos' para la Presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, de la que toma el relevo a España. Al país liderado por Alexander De Croo le esperan seis meses intensos con nuevas reglas migratorias y fiscales, además de importantes cuestiones pendientes como el apoyo económico a Ucrania, bloqueado por el veto húngaro, y la tensión con Israel por el conflicto en Gaza.

El país belga intentará también seguir con las funciones del cargo - reunir a los ministros de todos los Estados miembro para adoptar leyes y coordinar políticas - y cumplir con sus propias prioridades: "proteger" a los ciudadanos y las fronteras, "fortalecer" la economía y preparar a los Veintisiete para un "futuro compartido" en vistas a la ampliación de la UE. "Bélgica empieza con ambición, pero también con importantes tareas pendientes que puede que no tenga tiempo de cerrar", indica a RTVE.es el investigador de la Universidad Libre de Bruselas, Álvaro Oleart. "Temas como la migración seguirán dando que hablar, aún queda mucho por resolver", recuerda, por su parte, el investigador del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS) de Bélgica, Sergio Carrera.

Todo ello, antes del 'súper domingo' electoral del 9 de junio, si se permite el símil estadounidense. En él, coinciden los comicios federales de Bélgica – que la última vez acabó con un récord de 650 días con Ejecutivo en funciones por el bloqueo político – y las elecciones europeas, celebradas en todos los países miembros. La cita podría dar un vuelco al Parlamento Europeo, la otra mitad legislativa de la Unión, en favor de una ultraderecha que daría alas a la Hungría de Viktor Orbán, siguiente miembro en acceder a la Presidencia del Consejo de la UE en julio. "La Presidencia húngara podría suponer aún más la parálisis del apoyo comunitario a Ucrania y un paréntesis en términos de integración. Pero aún está por verse el desarrollo de la guerra", apunta el investigador del CIDOB, Héctor Sánchez Margalef.

Más de 150 expedientes pendientes: migración, fiscalidad, violencia de género

En la mesa belga, hay unos "150 expedientes legislativos", confesaba De Croo en diciembre sobre las tareas del Consejo de la UE el próximo semestre. Aunque finalmente consiguieron acordarse a contrarreloj dos de los nudos gordianos que arrastraba UE - las nuevas reglas migratorias y las fiscales -, ahora estas deberán seguir su curso durante la presidencia belga.

Ninguna de estas normas, sin embargo, está exenta de polémica. El pacto migratorio, negociado durante tres años, ha sido calificado de "histórico" por los líderes de la UE, mientras que varias asociaciones y centros de estudios se muestran reticentes. El principal punto de desencuentro es el bautizado como "mecanismo de solidaridad" con el que los países podrían sustituir la acogida de los migrantes por aportaciones económicas de hasta 20.000 euros por cada traslado rechazado. "El concepto de ‘solidaridad’ es muy amplio y da un menú de opciones y excepciones a los países que abre la puerta a que no cumplan con los tratados y el derecho europeo sobre asilo y migración", señala Sergio Carrera, que considera que la Comisión debería adoptar un "papel de guardián" ante incumplimientos.

En cuanto a la posición belga, Carrera no espera que el país dé durante su Presidencia "un impulso más allá" de lo pactado, ya que "ha sido condenado por la justicia nacional e internacional por su sistema de recepción y acogida". El gobierno ha achacado la situación a que está "desbordado" por el alto número de demandas de asilo y las asociaciones a una falta de voluntad política. "El papel de Bélgica aquí es bastante problemático. Con esta situación y unas elecciones nacionales, ahora tiene que ponerse en la primera línea europea en materia de migración", ha indicado.

Las normas fiscales también han llegado en el último momento de 2023 y, aunque las bases están definidas –se darán a los países más margen para fijar su ritmo de ajuste e incluyen requisitos mínimos de disciplina fiscal- quedan pendientes algunas negociaciones con el Parlamento europeo para que entren en vigor en 2025, con el objetivo, como define en su hoja de ruta para este semestre "fortalecer la economía". En este sentido, también apuesta con por la "transición verde", siguiendo los pactos de la COP28 de triplicar las energías renovables.

Las tareas de la Presidencia belga, a la que el país calcula que destinará 100 millones de euros, no se acaba ahí. La batalla por combatir la violencia de género en el ámbito comunitaria sigue enquistada, según apunta, Héctor Sánchez Margalef. "El debate sobre el consentimiento divide a la UE, por lo que la puesta en marcha de la primera norma específica sobre violencia contra la mujer sigue en el aire. Si no se consigue cerrar antes de las elecciones y se transforma la composición del parlamento, puede que el texto acabe cambiando nuevamente", opina.

De entre su lista de objetivos semestrales, cabe destacar también la intención de Bélgica de trabajar "para preparar el futuro", lo que incluye la ampliación de la Unión. En diciembre, no solo se consiguió incorporar a Rumanía y Bulgaria al espacio Schengen, también se acordó abrir negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia y se otorgó el estatus de candidata. Estos tres últimos países, se unen así a los Balcanes Occidentales y a largas rondas de negociaciones. Se estima que serán, especialmente complejas en Ucrania, sumido en una guerra de desgaste con Rusia, que también está afectando al apoyo europeo.

Semestre difícil para Ucrania y el choque con Israel en Gaza

Al margen de la agenda legislativa, se espera que Bélgica siga el legado español en el apoyo ucraniano. No obstante, presenta algunas dificultades añadidas: Si España arrancó su Presidencia con una visita a Kiev para reforzar las posiciones del club comunitario, Bélgica lo hace con un paquete de ayuda de unos 50.000 millones de euros bloqueado por Hungría, cuyo presidente es cercano al líder ruso, Vladímir Putin.

A finales de este mes, se hará un nuevo intento de acuerdo en un Consejo Europeo extraordinario, pero, de no conseguirlo, se deberá preparar a los países miembros para hacerlo por separado. Hungría ha condicionado su 'sí' a recibir unos doce millones de euros en fondos que la Comisión Europea mantiene congelados por su polémica ley sobre "protección de la infancia" y otros diez millones del Plan de Recuperación y Resiliencia.

La carta económica jugada por Hungría complica la situación para Ucrania, ya que el conflicto podría recrudecerse durante la campaña invernal por los ataques rusos a infraestructuras energéticas; por el refuerzo a la posición de Putin tras los comicios presidenciales en marzo de Rusia; y con el apoyo financiero también paralizado en Estados Unidos por la negativa republicana y su año electoral.

Bélgica deberá enfrentar, además, las fricciones con Israel, después de que este acusara al país y a España de "apoyar el terrorismo" de la milicia palestina de Hamás tras reclamar, en un viaje al paso de Ráfah, la aplicación al Estado judío del derecho internacional humanitario en el conflicto con Gaza. Cuando España mantuvo su posición, Israel incluso llamó a consultas a su embajadora, algo que algunos expertos, vieron como un aviso.

La tarea, sin embargo, deberá hacerse sin romper el frágil equilibrio de la 'voz europea' y sin entrar en conflicto con otras instituciones de la UE con más peso en las competencias ejecutivas y de representación exterior como son la Comisión Europea y el Alto Comisionado para Asuntos Exteriores. "Hay una tensión que va a ser muy difícil de resolver, más aún con la escalada de la guerra. Esto podría poner en evidencia de nuevo los problemas estructurales de la UE de cara a la toma de decisiones en el exterior", considera Sánchez Margalef.

Espíritu europeísta, doble presencia belga en la UE y un gobierno con siete partidos

Ante los retos, a Bélgica le acompaña su "ADN europeo", tal y como lo define De Croo, al tener en su capital, Bruselas, la sede del Consejo y la Comisión Europea, entre otras instituciones. Pero también su experiencia en el Consejo de la UE: fue el primer miembro en ostentar la presidencia en 1958 – esta es la decimotercera - y ha estado al frente en momentos clave como la división por el Muro de Berlín, la creación del popular intercambio de estudiantes Erasmus o los ataques terroristas de 2001. Según el Eurobarómetro, un 75% de la población se siente de la Unión Europea y un 50% aprueba sus instituciones, aunque Oleart pide no confiarse. "El barrio europeo a veces funciona como una burbuja y hay algunos espacios de crítica", asegura.

Como dato curioso hay que decir que la presidencia del Consejo Europeo, que pese a su similitud en el nombre, es una institución diferente del Consejo de la Unión Europea y se encarga de reunir a los jefes de Estado de los Veintisiete, seguirá recayendo en el belga Charles Michel, en el cargo desde 2019 y reelegido en 2022 por un mandato de dos años y medio. "Es un tándem curioso en instituciones tan importantes y puede que haga la comunicación más fluida, pero, en principio, ninguno de ellos debe intervenir en las funciones del otro", asevera Sánchez Margalef. "Más llamativo aún sería – añade, por su parte, Oleart – que De Croo, además de haber sido el sucesor en el Ejecutivo de Michel tras la caída del gobierno federal en 2018, podría serlo próximamente de la presidencia del Consejo Europeo como ya se está diciendo en algunos círculos".

Respecto a la propia situación interior, podría volver a repetirse la situación ocurrida con España, ya que Bélgica también celebra comicios presidenciales en junio y tendrá que ejercer el cargo europeo en campaña electoral. El Gobierno del liberal flamenco Alexander De Croo lleva más de tres años en marcha y está compuesto por siete formaciones de cuatro familias políticas: conservadores, socialistas, liberales y verdes, tanto flamencos como valones –francófonos–. "Bélgica tiene ya ha tenido experiencias anteriores con gobierno de coalición y se prevé que se agote la legislatura. Pero, los partidos nacionalistas flamencos conservadores, N-VA y Vlaams Belang, no están en ella y si se podría politizar temas europeos e internos como la migración de cara a las elecciones", señala Álvaro Oleart.

Aunque los desafíos externos y la situación política podrían complicar la Presidencia a Bélgica, el país ya ha hecho una declaración de intenciones. Como reza su propio lema para los próximos seis meses: "Cumplir es nuestro objetivo". Si se realiza o acaba quedando el cajón como muchas listas de propósitos de año nuevo, lo juzgará el tiempo.