Navalni vuelve a aparecer ante un juzgado para criticar el régimen penitenciario que padece
- El opositor ruso ha intervenido por videoconferencia desde la prisión del Ártico
- Navalni ha pedido más tiempo para comer y más libros, pero su solicitud ha sido rechazada
El líder opositor ruso Alexei Navalni, condenado a más de 30 años de prisión, ha comparecido este jueves ante un juez para quejarse del régimen carcelario que sufre. El opositor ya compareció este pasado miécoles en una vista judicial.
Navalni, de 47 años, ha comparecido ante un juez de la Corte Suprema por videoconferencia desde la prisión "Lobo Polar", ubicada en el Ártico, a la que fue trasladado sin informar a su familia y abogados.
Durante su intervención, Navalni ha tachado a algunos directores de prisión de ser "gente malvada, fascistas, lunáticos", provocando una advertencia del juez, Oleg Nefiodov.
Más libros y más tiempo para comer
El opositor ha solicitado, sin éxito, más tiempo para las comidas y el acceso a más libros en prisión. Ha asegurado que las reglas de la prisión limitan el número de libros a uno cada vez, por lo que quien quiera tener una Biblia o un Corán no puede tener ningún otro libro. "Un libro no es suficiente para mí. Claramente viola mis derechos religiosos", ha asegurado.
También ha asegurado que los tiempos para comer son muy cortos. "Me dan dos tazas de agua hirviendo y dos trozos de pan asqueroso. Quiero beber este agua con normalidad y comer este pan. Tengo 10 minutos para comer. Y me veo obligado a tragar esta agua hirviendo", ha relatado.
Sus palabras han provocado una discusión pormenorizada con Nefiodov y con un representante del Ministerio de Justicia, pero finalmente todas sus peticiones han sido rechazadas, según asegura el sitio web ruso Mediazona, y recoge Reuters.
Navalni ha usado habitualmente estas comparecencias como medio para desafiar a las autoridades y mantener un contacto con el mundo exterior.
Tanto él como quienes le apoyan aseguran que todos los cargos por los que ha sido condenado (y que van desde fraude a "extremismo") son una manera de silencir sus actividades políticas y sus críticas al presidente, Vladímir Putin.
Los gobiernos occidentales y las organizaciones de derechos humanos le consideran un preso de conciencia.