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La identidad palestina como arma de supervivencia frente a la ocupación israelí

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Palestina: la identidad como arma de supervivencia
Un joven palestino porta una bandera palestina mientras protesta contra la ocupación israelí en Cisjordania MARCUS YAM / LOS ANGELES TIMES (Gettyimages)

Los símbolos son importantes para la identidad de un pueblo. La memoria colectiva en Palestina ante la ausencia de un Estado independiente, se mantiene viva a través de las llaves de sus ancestros, con la eterna esperanza de poder volver algún día a sus casas demolidas desde 1948, cuando comenzó la primera guerra palestino-israelí.

Sobre Tierra Santa se han levantado alegorías como los naranjales de Jaffa o los eternos olivos. Estos últimos, típicos de un territorio bañado por el Mediterráneo, han sido arrasados por las fuerzas de ocupación israelíes para sustituirlos por carreteras, controles militares, asentamientos de colonos o el Muro de separación. Además está la kefia, el pañuelo palestino adoptado como símbolo de la solidaridad, la liberación y la libertad palestinas. Mientras, la bandera mantiene un peso crucial y, ante su criminalización, los jóvenes levantan medias sandías, por el rojo, el negro, el blanco y el verde de la enseña palestina. Excepto la sandía, todos estos símbolos se han ido transmitiendo de generación en generación para mantener encendida la llama de la lucha por la libertad de todo un pueblo. 

May Al-Bayoumi es refugiada en España, pero toda su familia permanece en Gaza. “Yo nací en el seno de una familia de refugiados”, explica a RTVE.es. Las nuevas generaciones no conocen la causa que movilizó a sus padres y abuelos, sino que han vivido las consecuencias del conflicto en su propia piel, a través de una realidad que les asfixia y anula. “En Gaza yo me he informado a través de los partidos o los colectivos del barrio. Nuestros padres tienen la visión de la historia y nosotros hemos ido viviendo las secuelas en nuestro día a día”, arguye. Ella ha sido testigo de incursiones violentas en Gaza, aunque es inédita la respuesta de Israel a los ataques de Hamás del pasado 7 de octubre. Desde entonces, en Gaza han muerto al menos 25.700 personas y otras 63.740 han resultado heridas, según el Ministerio de Sanidad de la Franja. 

Al-Bayoumi estuvo este verano en la Franja y pudo comprobar los cambios que había experimentado la población. “Es una cárcel aislada y silenciada, donde la gente luchaba por sobrevivir. Los gazatíes no conocen la ocupación, aunque sí la violencia”, asegura. Está convencida de que la reactivación del conflicto marcará el destino de la “resistencia del pueblo palestino”. “Para nosotros es un genocidio y todos los niños que están viviendo esta barbaridad no quedarán indiferentes. Están perdiendo a sus padres, sus casas y sus escuelas”, denuncia. “Han mamado que son palestinos y que Israel es el agresor”, apunta. “Cuando hablo con mi familia allí te dicen que necesitan que esto termine para siempre, no quieren una tregua más. Jóvenes y mayores están esperando su muerte. Quieren vivir con dignidad o morir”, añade con cierta vehemencia. 

Son cuatro generaciones que han vivido las secuelas de la anexión, la ocupación y el bloqueo por tierra, mar y aire. La identidad es su arma para hacer frente a quienes pretenden borrarles del mapa. No se ha dado una ruptura generacional, asegura Al-Bayoumi, porque la juventud no conoce la paz, han vivido reiteradas olas de violencia. “Ahora mismo tenemos interiorizado que la resistencia armada es un derecho legítimo”, indica. “Hablo con muchos palestinos y están muy de acuerdo con Hamás. De hecho, desde el 7 de octubre nos sentimos más vivos y con más fuerza para seguir luchando”, concluye.

Una perspectiva histórica de la identidad

Najib Abu-Warda, profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, recuerda que la palabra Gaza significa “fuerza” y que proviene de su capacidad de “luchar contra los invasores”. “El Imperio Mongol perdió su batalla en Gaza y empezó a caer, fue el que más miedo dio, conquistó todo el mundo y perdió en lo que es la actual Franja”, explica Abu-Warda. Y este es otro elemento de simbología en torno a Gaza que, en sí misma, es un baluarte para todos los palestinos  y para los pueblos árabes. La ofensiva israelí, visionada por el mundo entero en vivo y en directo, es una “humillación contra la identidad y la dignidad de los pueblos oprimidos” alega. 

La naturaleza de la resistencia ha cambiado a medida que cambiaba el contexto. Durante el mandato británico, “reclamaban la administración sobre un territorio que ellos habitaban desde hace siglos. Palestina es un nombre que tiene 5.000 años, existía ya durante el Imperio Romano”, explica Martín Alejandro Martinelli, doctor en Ciencias Sociales y Humanas y Profesor de Historia Contemporánea y autor de Palestina (e Israel) entre intifadas, revoluciones y resistencias.

En aquel momento, en Tierra Santa convivían en paz drusos, judíos, diferentes ramas de musulmanes y cristianos. “La llegada colonial de europeos judíos hace que la resistencia a esa ocupación y a esa colonización se convirtieran en el hilo conductor de la identidad palestina”, añade. Desde entonces se desarrolló una resistencia cultural a través del cine y la literatura y una resistencia civil y divulgativa a través de la educación. Los palestinos se forman para aprender a divulgar su situación en el mundo. Pero, más adelante, en los años 70, pasaron a lo que llaman sumud, del árabe firmeza. “Resistir, es existir”. Una nueva corriente cuyos pilares se fundamentan en “la resistencia armada”. 

La situación actual favorece en Gaza y en Cisjordania, según los expertos, a esta última corriente porque la población asiste desde hace más de tres meses a “una limpieza étnica por goteo, una forma terrible de matanza y bombardeos, de estrangulamiento con cortes de luz, comida y agua”, argumenta el historiador. “Ven que Israel tiene un amparo mayor de otros países, al mismo tiempo que ha sido una herramienta fundamental de Estados Unidos en Oriente Medio”, afirma sobre los fundamentos de la pérdida de la esperanza en la Comunidad Internacional. Una pérdida que alimenta la asimilación de la lucha armada como única forma de supervivencia.

La resiliencia ante una batalla asimétrica

“Hay niños que van a recordar para el resto de su vida lo que están viviendo ahora”, retoma la refugiada palestina. Encontrarán como respuesta, reitera, “nuestro derecho a luchar”. “Esta es una conciencia para el resto de su vida y querrán estar preparados ante cualquier agresión”, señala. Se remonta a la famosa foto de Laurent Rebourns, en noviembre de 2000, donde ve a un niño tirando la piedra ante el avance de un tanque israelí. “Los niños de la Primera y la Segunda Intifada ya tienen 30 años. No van a utilizar toda la vida una piedra. Las formas y las maneras de lucha están cambiando. Al principio comenzaron con piedras y ahora usan armas”, explica. 

“Los jóvenes que ahora son los combatientes de Hamás en Gaza y en Cisjordania están poniendo en jaque al ejército más importante de la región con toda su tecnología. Estos combatientes eran niños cuando hace unos 20 años les hablaban de paz, mientras la ocupación limitaba su libertad”, coincide el profesor de la UCM. Y estos niños se han convertido en adultos sin ninguna expectativa de futuro. “Se están llenando de odio hacia el mundo, por lo que van a ser caldo de cultivo para combatir”, asevera Abu-Warda. La Cisjordania ocupada e Israel viven su mayor espiral de violencia. En 2023 se registraron alrededor de 493 muertes, al menos 275 de ellas en los últimos dos meses, las cifras más altas desde la Segunda Intifada. 

Por otro lado, más de la mitad de la población de Gaza tiene menos de 18 años, lo que significa que han vivido casi toda su vida bajo un completo bloqueo por tierra, mar y aire. “No han podido salir jamás de ese territorio y son sometidos a constantes operaciones militares”, afirma Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. “Lo que está haciendo Israel es dejarles sin ningún tipo de esperanza vital al destruir colegios, institutos, universidades, aparte de hospitales o de centros culturales. Tel Aviv pretende que sea una cuestión humanitaria”, añade. De ahí que las nuevas generaciones sean conscientes de que se trata de una batalla asimétrica. “Por eso es importante la supervivencia, la resiliencia, el mantenerse firmes ante un contexto tan adverso, allí reside el éxito porque son conscientes que están completamente solos”, concluye Álvarez-Ossorio

“Jóvenes mucho más radicales que los hombres de Hamás”

La situación actual de la resistencia del pueblo palestino, manifiesta Abu Warda, se ve con más intensidad al comprender que no se ponen límites a las políticas de Israel. “Ha ido conquistando más espacio e incluso ha expulsado lo que queda del pueblo palestino. Vemos que Hamás en este momento refleja el sentir del pueblo”, explica el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos.

Se ven arrinconados por los países occidentales, los Estados Unidos, la Unión Europea y en los últimos años también les han abandonado los países árabes. “El permanecer en el lugar donde naciste y no ser expulsado para ellos, ya directamente, es un éxito”, insiste Ossorio. En este contexto, “ante la prohibición de manifestarse la identidad palestina, reivindicarla, se convierte en un acto heroico de resistencia”, explica el escritor Martinelli. 

Los niños están viendo cómo sus familias son completamente aniquiladas y asesinadas. Serán jóvenes, mucho más radicales que los hombres de Hamás”, denuncia el profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales. “Están llenando de odio a los niños de hoy para que se conviertan en los combatientes del mañana y se opondrán a cualquier forma de existencia de Israel”, asevera. La guerra actual está provocando que los que mantenían posturas más moderadas se están radicalizando en su “acción y opción política”. 

Mientras, la impopularidad de líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, favorece a movimientos como Hamás. “La Autoridad Nacional nos ha demostrado que no es la solución”, opina Al Bayouni. “Hamás y el Frente Popular ya están teniendo más apoyo del pueblo”, asegura. Y esto se debe a que “muchos ven a la milicia islamista como el único actor que está luchando en defensa de sus derechos”, matiza Alvárez-Ossorio. “¿Quién ha conseguido que se vuelva a hablar de colonización, de crímenes de guerra y lesa humanidad o de genocidio?”, desglosa el catedrático de Estudios Árabes e Islámicos.  

Uno de los grandes logros para los palestinos fue cuando el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, anunció la semana pasada, un plan de paz para tratar de zanjar el conflicto más allá de la guerra actual en Gaza, con la solución de los dos Estados. Ante una situación que se estaba cronificando, “a lo mejor, el 7 de octubre ha sido una guerra para la paz”, arguye Ossorio-Alvárez. “Mantener la cohesión es la única manera de resistir ante un proyecto colonial”. El asedio de la Franja, coinciden todas las voces, es una amenaza a la identidad palestina y una idiosincrasia colectiva que teme desaparecer. Por ello, la reactivación de las llamas puede ayudar a abrigar la unidad y esto es lo que piden sobre todo los jóvenes.