Cuarenta años de la muerte de Jorge Guillén, el poeta puro de la Generación del 27
- El poeta falleció el 6 de febrero de 1984, en Málaga, donde se instaló tras 40 años de exilio
- Su obra Cántico está considerada uno de los grandes poemarios en castellano del siglo XX
Contaba Francisco Umbral que con el dinero de su santo se compró en una librería de viejo de Valladolid un ejemplar de Cántico, la gran obra de Jorge Guillén, y que su madre se lo echó en cara y le dijo que más le hubiera valido comprarse una corbata. Aquella España de la adolescencia de Umbral, grises años 50, no era, desde luego, el mejor tiempo para apostar por poetas como Guillén.
Jorge Guillén fue un poeta puro que de joven quiso crear un mundo ordenado y feliz al que ir dándole forma en su Cántico, un libro que se fue construyendo durante décadas, una literatura depurada al máximo, luminosa y llena de vida.
Poeta y profesor, uno de los pilares de la Generación del 27
Había nacido en Valladolid, en 1893, hijo de una familia burguesa y liberal que le dio estudios universitarios en una España pobre y renqueante, que intentaba quitarse de encima la gran losa del siglo XIX.
Guillén creía en la poesía desnuda y la maravilla del mundo, quizá por haber nacido en la familia que nació, un origen que le permitió estudiar y viajar por Europa y convertirse en profesor universitario. En los años 20 fue lector de español en La Sorbona y en 1924 se doctoró con un trabajo sobre Góngora.
España vivía tiempos agitados, en lo social y lo literario. Guillén empezó a escribir Cántico, fundó revistas literarias y entró en contacto con otros poetas jóvenes... se estaba gestando, sin que nadie se diera cuenta, la Generación del 27.
En 1928 publica en la Revista de Occidente la primera versión de Cántico y tres años después, tras pasar por Oxford, se incorpora como profesor a la Universidad de Sevilla.
Todo lo que la guerra se llevó por delante
Ese proyecto poético y vital de Jorge Guillén se vería roto, como tantas vidas y tantas cosas, en el verano de 1936. El golpe de Estado y el inicio de la guerra le pilló en Valladolid, su ciudad natal. Consiguió sacar de España a sus hijos y él intentó escapar a Francia, pero fue detenido en Pamplona.
Evitó la cárcel con la intercesión de amigos y familiares del bando franquista y volvió a Sevilla, a su cátedra, pero ya nada fue lo mismo. Ni en su vida ni en España. En 1938 salió del país, a un exilio que duraría casi 40 años.
La experiencia de la guerra, los amigos asesinados, el cumplir años lejos de su tierra, hizo que su siguiente libro, Clamor, mostrara nuevos elementos manchados de realidad y vida, aunque en ningún momento se dejó llevar por la angustia en sus creaciones.
Su vida de exiliado siguió marcada por el trabajo universitario, en EEUU, la crítica literaria (firmó el prólogo de las Obras Completas de Federico García Lorca) y la creación poética. En las tres variantes fue reconocido.
El regreso a España y el Premio Cervantes
Aunque visitó el país en varias ocasiones, Jorge Guillén no volvió definitivamente a España hasta la muerte de Franco y el fin de la dictadura. En 1976 recibió el Premio Cervantes, el primero que se dio, que sirvió para homenajear a toda la Generación del 27, irrepetible y truncada por la guerra.
El propio Guillén lo interpretó (y agradeció) así:
En los primeros ocho años del Cervantes también recibieron el premio Dámaso Alonso (1978), Gerardo Diego (1979) y Rafael Alberti (1982). Luis Rosales, más joven que ellos, perteneciente a la Generación del 36, lo recibiría en 1981. Rosales había sido gran amigo de Federico García Lorca, hasta el punto de que Lorca se escondió en su casa en los primeros días de la guerra. Vicente Aleixandre, premio Nobel en 1977, no lo llegó a recibir.
A su vuelta, Jorge Guillén se instaló en el Sur, en la luminosa Málaga. Ya era muy mayor, tenía más de 80 años, y lo que tenía que escribir ya lo había escrito. Ahora era el tiempo del reconocimiento.
Murió hace cuarenta años y está enterrado en el Cementerio Inglés de la ciudad.