Más allá del cáncer del rey Carlos III
- La reina Camila y el príncipe Guillermo asumen la mayor parte de actos públicos
- Si el cáncer inhabilitara al rey, se abrirían dos posibilidades: abdicación o regencia
Reconozcámoslo, cuando nos enteramos esta semana de que el rey Carlos (del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, su título oficial) tiene cáncer quien más quien menos hizo algún comentario irónico, a pesar de que el cáncer no es una cuestión para tomar a cachondeo.
Pero las circunstancias que rodean a Carlos se prestan. Superó la edad de jubilación sin haber desempeñado aún el cargo para el que nació y se formó, tardó setenta años en quedar la plaza vacante, y cuando aún no lleva año y medio ejerciendo como rey le diagnostican un cáncer.
Como para ocultarlo
Mucho ha celebrado la prensa cortesana la transparencia del Palacio de Buckingham al hacer público el diagnóstico. A ver, que tampoco vivimos en un mundo donde pueda ocultarse.
Todos sabemos que cualquier tratamiento contra el cáncer debilita y te deja fuera de juego unos días o una temporada. ¿Cómo habrían justificado las anulaciones, sus ausencias, de los actos públicos? Al margen de que el tratamiento, según la información de palacio, será en dependencias clínicas y eso lo expondrá a que alguien lo vea entrando y saliendo.
Ya no estamos en 1951. Cuando a su abuelo, el rey George/Jorge VI, le diagnosticaron cáncer de pulmón sus médicos se lo ocultaron ¡incluso a él! Le extirparon el pulmón izquierdo oficialmente por “anormalidades estructurales”. Toma eufemismo. El rey murió al cabo de cinco meses con apenas 56 años de edad. Su primogénita, Isabel, se convirtió en reina con 25 años. Asumir la corona tan joven y tener una salud de hierro explican por qué su heredero, Carlos, tardó siete décadas en tomar el relevo.
Repitan conmigo: cáncer
Todas las asociaciones médicas que tienen que ver con el cáncer han agradecido al rey que haya hecho pública la dolencia porque con ello contribuye a visibilizarla.
Hay dos cuestiones al respecto, una es el tabú ¡aún! a pronunciar su nombre. Cuántas necrológicas con un “murió después de una larga enfermedad”.
La otra es que cuando sufres de algo te ayuda saber que otras personas están pasando o han pasado por lo mismo. Cuando Bruce Springsteen comenta sus depresiones y la enfermedad mental de su padre, o Catherine Zeta-Jones, su trastorno bipolar. A algunos les puede parecer exhibicionismo, pero es una labor social.
Así, destacan médicos y pacientes de cáncer, saber que una figura tan prominente también tiene cáncer ayuda, acompaña a quien también lo padece. Y, sí, de paso genera empatía hacia el monarca.
Pero, sobre todo, con esta noticia los medios dedicaremos mucho espacio a hablar de cáncer y, con suerte, contribuiremos a concienciarnos y ayudar a su combate.
El calendario arbitrario de fechas señaladas ha hecho que el anuncio de Buckingham haya sido el 5 de febrero, al día siguiente del Día Mundial del Cáncer.
La transparencia de Palacio tiene sus límites
En el momento de entregar este artículo, como suele escribirse, no han comunicado qué tipo de cáncer tiene el rey, ni qué tratamiento está recibiendo. ¿Quimioterapia? ¿Radioterapia? ¿Inmunoterapia?
Y metidos a oncólogos aficionados especulan si será cáncer de vejiga, de páncreas, de colon...
Además, la transparencia sobre la enfermedad del rey contrasta con la dolencia misteriosa por la que la princesa de Gales, Kate, se sometió a una “intervención quirúrgica abdominal”, que la tendrá de baja hasta abril. También en este caso todos podemos jugar a médicos y aventurar con intervenciones de medicina interna o ginecológica.
Consecuencias “laborales” del cáncer real
La Jefatura del Estado no se altera, Carlos III sigue desempeñando sus labores administrativas como rey. Seguirá despachando, leyendo y firmando. Lo que queda anulado es la representación pública. Nada de inauguraciones, visitas o ceremonias varias.
Esa parte recae ya sobre el resto de working royals —me encanta la terminología—, “la realeza trabajadora” la forman: la reina Camilla, el príncipe heredero (William/Guillermo), su esposa (Kate/Catalina), y los príncipes Anne/Ana y Edward/Eduardo. A Andrew/Andrés y Harry/Enrique los expulsaron de ese círculo. Con Kate de baja, la representación del rey recaerá sobre todo sobre la reina y el Príncipe de Gales.
La representación pública cuando se trata de una institución como la monarquía es importante. Se lo dijo Eduardo VII a su madre la reina Victoria para sacarla de su auto reclusión cuando enviudó, y lo decía la madre del rey, Isabel II: “Tienen que verme para creérme” .
Y si…
¿Y si el tratamiento o la enfermedad del rey lo incapacitan para cumplir sus deberes administrativos? Entonces entra en vigor la regencia.
¿Quién sería? El primero en la línea sucesoria mayor de edad, su hijo Guillermo, Príncipe de Gales.
¿Quién lo decide? Un consejo de cinco personas: la reina, el Lord Chancellor (una especie de alto funcionario que custodia el buen funcionamiento del Estado), el Speaker (presidente) de la Cámara de los Comunes, la Lord Chief Justice (el cargo más alto de la magistratura) de Inglaterra y Gales, y el Master of the Rolls (el segundo en la cúpula de la magistratura).
Ni el rey ni su heredero tienen voz ni voto en la decisión de si procede o no un período de regencia. Todo está en la Ley de Regencia de 1937, a disposición de cualquiera en la web del parlamento británico.
Y si abdica o muere, ¿será Carlos III el rey británico más breve de la historia? No, pero previsiblemente estará entre los más breves.
La más efímera fue Lady Jane Grey, apenas nueve días, en el siglo XVI en medio de las guerras familiares entre católicos y protestantes. Otra bronca familiar dejó en apenas 78 días, sin tiempo para coronarse tampoco, el reinado Eduardo V, el príncipe encerrado en la Torre de Londres cuando su tío, Ricardo III, le quitó el trono. Ricardo III duró más, pero también fue breve: 2 años y 57 días.
Este febrero Carlos III cumple 17 meses (un año y 5 meses) de reinado.