Vivir en contenedores un año después de los terremotos en Turquía y Siria: "Se sienten olvidados"
- Al menos 787.000 personas siguen viviendo en asentamientos temporales
- El presidente Erdogan prometió reconstruir la mitad de la zona afectada por el desastre en un año
“Antes nuestra vida estaba muy bien. Era muy feliz, pero después del terremoto entramos en un periodo muy difícil. Espero que se normalice la situación para que sea como antes”. Son las declaraciones de Fikret, que regenta una nueva peluquería para niños en Antioquia, una de las ciudades más devastadas por el seísmo que sufrió Turquía hace un año.
En esta ciudad, a 20 kilómetros de la frontera con Siria y que antes del terremoto contaba con una población de más de 200.000 habitantes, Fikret pasó toda su vida trabajando como peluquero de hombres, pero en 2020 decidió abrir una peluquería infantil. Era la única en la provincia de Hatay y en los terremotos del 6 de febrero de 2023 tanto el negocio como la casa de este ciudadano turco quedaron destruidos.
“En la noche del terremoto salimos de nuestra casa con dificultades. No había electricidad, hacía mucho frío y tuvimos que dormir durante cuatro días en un coche con las ventanas rotas. Hacía mucho, mucho frío”, recuerda Fikret, quien perdió a tres familiares en el seísmo y detalla que después de estar cuatro días en el coche, su familia y él vivieron en una tienda de campaña durante tres meses. “No teníamos nada para comer, nada para beber. Todos los edificios estaban destruidos, derrumbados. Fueron días muy difíciles, no sé describir lo difícil que fue”, explica a RTVE.es.
El devastador terremoto, que azotó varias zonas del sureste de Turquía y el noroeste de Siria, arrasó pueblos y centros urbanos completos en una zona de gran actividad textil y agrícola. Más de 50.000 personas murieron y cientos de miles quedaron sin hogar, igual que Fikret, refugiados en tiendas de campaña. Según la Organización Internacional del Trabajo, alrededor de 658.000 personas quedaron sin empleo.
La historia de Fikret es un caso excepcional en una ciudad donde cientos de miles de edificios están en riesgo de derrumbarse o continúan en ruinas. Este hombre pudo construir una casa prefabricada para su familia y, gracias a la ayuda del Gobierno y de Media Luna Roja, logró reabrir su peluquería infantil en una de las ciudades de contenedores creadas para los afectados del terremoto.
“Todavía hay necesidades básicas muy reales. Hay muchos que necesitan ayuda financiera para cubrir las necesidades de su hogar. La principal necesidad es ayudar a gente a reconstruir su forma de ganarse la vida para que puedan vivir sin depender de nadie”, explica en declaraciones a RTVE.es la jefa de la delegación turca de Media Luna Roja, Jessie Thomson.
Desde la organización han ayudado a 1.500 pequeños y medianos empresarios en Turquía, así como a agricultores, para que reabrieran sus negocios que quedaron sepultados tras el terremoto. En Siria, la Media Luna Roja también ha llevado a cabo labores de ayuda humanitaria, pero Thomson recalca que “es una respuesta todavía más compleja, porque es una población afectada por un conflicto muy largo, de muchos años”.
Un año después de haberlo perdido todo, Fikret opina que “el país tardará un tiempo en recuperarse”, pero asegura con optimismo que él está intentando recuperar su vida lo antes posible. “Cuando corto el pelo a los niños soy feliz. A veces no les gusta mucho ir a cortarse el pelo, pero les doy caramelos y así quieren volver”, afirma con una sonrisa desde su peluquería, rodeado de peluches, sillas con forma de coches y un televisor con dibujos animados. “Soy feliz al ver que todos están contentos”, añade.
Cientos de miles de personas viven en contenedores y tiendas de campaña
Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el terremoto afectó a aproximadamente 15,73 millones de personas en Turquía y Siria. Las secuelas del seísmo tuvieron un profundo impacto en la vida de los que sobrevivieron, empeorando la ya grave crisis que vivía el país.
Es el caso de Siria, que atraviesa una de las mayores crisis del mundo debido a los más de 12 años de combates en una guerra civil que comenzó en 2011, donde se intensificó aún más por las extensas secuelas del seísmo. Casi 50.000 edificios quedaron completamente destruidos y más de 265.000 personas necesitaban en agosto de 2023 una vivienda adecuada de forma urgente.
“Entre las necesidades críticas siguen estando dar refugio y alojamiento, porque todavía no es suficiente. En Turquía se derrumbaron 35.000 casas y cerca de 300.000 edificios sufrieron daños graves. Después del terremoto, 3,6 millones de personas se quedaron sin casa”, asegura la responsable de comunicación de ACNUR en Turquía, Selin Unal.
Decenas de miles de edificios aún están a la espera de ser demolidos en toda la zona del desastre y muchos supervivientes continúan un año después alojados en tiendas de campaña y casas contenedores, expuestos a las altas temperaturas del verano y las bajas del invierno.
Al menos 787.000 personas siguen viviendo en asentamientos temporales, 393.000 de ellas en casas contenedores, según explica, Gözde Kazaz, experta en comunicaciones de la organización Support to Life.
“Los contenedores forman pequeñas ciudades con mercados básicos, algunos lugares para niños y centros de enseñanza provisionales”, detalla Kazaz. “En los campamentos informales la escasa calidad de los contenedores hace aún más duro pasar el invierno. Tienen solo una habitación, sin cocina, sin cuarto de baño. Tienen que cocinar fuera, también en invierno, y además tienen que salir para ir al cuarto de baño”, añade.
Pocas esperanzas de mejorar el futuro a corto plazo
Senanur vive en Gaziantep, una de las ciudades turcas más afectadas por el terremoto del 6 de febrero. Esta joven turca, licenciada en la universidad como profesora de Educación Física, estaba acostumbrada a sentir pequeños terremotos, pero hace un año “llegó un momento en el que tenía tanto miedo que pensaba que iba a morir”. La casa en la que vivía con su familia resultó dañada, pero ahora la han reparado y han vuelto a alojarse allí.
Su casa quedó parcialmente dañada -no destruida- y no perdió a nadie cercano de su familia, lo que le hizo pensar que “formaba parte de un grupo de personas que había tenido suerte”. “No podría quedarme parada sin hacer nada”, asegura desde el salón de su casa. “Quería ayudar a la gente y pensé que tenía la fortaleza para ayudar a otras personas, al estar en una mejor situación”, admite Senanur, quien desde el seísmo ha trabajado como voluntaria para la Media Luna Roja. “Pensé que con mi formación tenía más sentido que me dedicara a los niños. Me gustan mucho los niños y estoy más capacitada para tratar con ellos”, asegura.
Según un estudio de UNICEF realizado en agosto de 2023, al menos 2,5 millones de niños en Turquía y 3,7 millones en Siria necesitaban ayuda humanitaria de manera continua.
La gran dimensión y las consecuencias de los terremotos en Turquía y Siria han generado niveles de estrés psicológico casi inimaginables para los supervivientes. Experiencias como quedar atrapados en las ruinas de los edificios, ver sus hogares gravemente dañados o destruidos y sus ciudades completamente arrasadas o perder a familiares y amigos, han tenido graves efectos en la salud mental de los supervivientes.
“Más de la mitad de las personas con las que hemos hablado muestran un aumento de su nivel de estrés por la preocupación de que haya otro terremoto, por la pérdida de sus seres queridos, de sus pertenencias… Es necesario un apoyo psicológico para supervivientes y no puede ser solo a corto plazo”, subraya la responsable de comunicación de ACNUR.
Las diferentes organizaciones que trabajan sobre el terreno ofrecen apoyo psicológico a las víctimas del seísmo, que -según Gözde Kazaz, de Support to Life- “después de un año no tienen muchas esperanzas”. “Tienen cierta sensación de falta de esperanza, de haber sido olvidados. Si les preguntas qué esperan del futuro, no tienen ningún plan, porque no tienen forma de hacer planes para el futuro. Simplemente, viven la vida a diario”, recalca Kazaz, quien calcula que esta situación “va a durar aproximadamente tres años”.
Desde Media Luna Roja, jóvenes y grupos de mujeres reciben apoyo psicosocial y ayuda para salud mental para ayudarles a crear un ambiente de cierta normalidad. “Para aquellos que están preocupados por volver a sus casas ya reconstruidas sienten que es muy lejano su vuelta a la normalidad, pero creo que debemos ser optimistas”, asegura Thomson.
Promesas incumplidas del Gobierno
La labor de reconstrucción de una ciudad tras un desastre natural puede prolongarse varios años para recuperar los sistemas de agua, alcantarillado y electricidad, además de otras infraestructuras. Días después del terremoto y con las elecciones nacionales a la vuelta de la esquina, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hizo grandes promesas. Mientras los supervivientes todavía salían de los escombros de los edificios, el presidente prometió reconstruir la mitad de la zona afectada por el desastre en un año, es decir, un total de 319.000 viviendas.
Además, durante la campaña electoral antes de lograr su reelección para superar las dos décadas en el poder, Erdogan asistió a varias ceremonias de inauguración al tiempo que aseguraba a los votantes que solo él podría reconstruir las vidas y negocios perdidos por el seísmo.
En las regiones más afectadas -Hatay, Malatya, Adiyaman y Kahramanmaras-, en agosto solo había comenzado el 15% de las obras, según un análisis de la agencia de noticias Reuters. En otras provincias, como Gaziantep y Kilis, en agosto se habían iniciado las obras en aproximadamente la mitad de las 45.000 viviendas prometidas en dos años.
“Erdogan no ha cumplido sus promesas. Se supone que antes de fin de año tenía que haber 180.000 viviendas, pero es una tarea titánica y no han estado a la altura de reconstruir toda la zona, ni mucho menos. No se ha construido tanto como se quería”, indica Carlos Ortega, doctorando en Política en la Universidad de Estambul. “En Hatay están todavía derribando edificios que están dañados. Están en la fase de derribar los edificios, especialmente en la zona de Antioquia se ha construido muy poco”, subraya.
El aparente apoyo de Erdogan a las víctimas fue uno de los factores que permitió a su partido mantenerse en el poder en la mayoría de las provincias afectadas por el terremoto, a pesar de recibir acusaciones de ser responsable de la devastación por la laxa aplicación de los códigos de construcción y la percepción de una escasa respuesta de emergencia por parte del Gobierno.
“Es una de las cuestiones que le ayudaron a conseguir un importante apoyo electoral en las regiones más afectadas por el terremoto. Fue la imagen de venderse como el mejor gestor para llevar a cabo la reconstrucción de las zonas afectadas frente a los candidatos de la oposición”, asegura a RTVE.es la profesora de Estudios Turcos Contemporáneos en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Carmen Rodríguez. “Junto a esta capacidad para imponer el discurso de que él y su partido eran quienes podrían enfrentarse con mayor éxito a este desafío, desarrollaron un discurso que desviaba las culpas del partido en el Gobierno y las centraba en los pequeños constructores y en los inspectores locales que habían permitido la existencia de estas construcciones no permitidas por la normativa antisísmica”, añade.
Tanto los expertos como los críticos de Erdogan sostienen que la magnitud de la destrucción de febrero se debió a la débil aplicación por parte del presidente de los códigos en medio de un auge de la construcción que ayudó a impulsar el crecimiento económico.
“Esto es el resultado de un sistema de corrupción al que ha contribuido el partido de Erdogan, pero que no ha creado”, indica la investigadora senior especializada en política turca en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), Asli Aydintasbas. “Los reglamentos de Turquía están perfectamente bien en términos de evitar el tipo de catástrofe que vimos en febrero, el problema es que la gente elude esas normas y por eso se culpa tanto a la oposición como al partido de Erdogan”, añade.