Mujeres católicas excluidas del sacerdocio, ¿una tradición querida por Dios o una discriminación?
- La teóloga Ida Raming lleva 70 años luchando por la igualdad de la mujer en la Iglesia católica
- El documental repasa la historia de poder de un clericalismo que se aferra a no abrir la puerta a la vocación sacerdotal femenina
Algunas mujeres católicas llevan décadas reivindicando el derecho a acceder al sacerdocio sin éxito alguno. La jerarquía de la Iglesia desde siempre ha cerrado la puerta a esta posibilidad apelando a la tradición y perpetuando así la desigualdad de las mujeres en el seno de la Iglesia católica.
Desde el Concilio Vaticano II, algunas teólogas feministas luchan por tener las mismas oportunidades que los hombres para hacer de su vocación sacerdotal una realidad en una Iglesia que, como reza el Evangelio, ha de ser de iguales.
¿Quieres ser sacerdote? ¡Recuerda, eres mujer!
La Iglesia católica, la institución global que cuenta con dos mil años de historia y 1.400 millones de fieles repartidos por todo el mundo, se enfrenta a retos enormes. Uno de ellos tiene como protagonistas a las mujeres que son más de la mitad de los miembros que la componen y a las que históricamente se las ha discriminado y colocado en un segundo plano.
“Sufrí mucho por el hecho de que no se me permitiera ser sacerdote“
Como una fiel de segunda clase, se sintió la teóloga feminista alemana Ida Raming desde que contaba con pocos años de edad. Siempre quiso estudiar teología, pero, al ser mujer se vio obligada a elegirla como segunda opción. Para ejercer su vocación no tuvo tanta suerte. “Sufrí mucho por el hecho de que no se me permitiera ser sacerdote”, recuerda Ida.
Por entonces, en la residencia femenina de la Universidad de Munster donde estudiaba, conoció a Iris Müller con quien compartía la visión de la discriminación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia católica. Junto a ella, lucharía por conseguir que las mujeres pudieran tomar decisiones y tener voz y voto en una Iglesia donde estos derechos solo les están permitidos a los hombres ordenados.
El Concilio Vaticano II, una esperanza sin futuro
El 11 de octubre de 1962, comenzaba en Roma el mayor concilio eclesiástico de todos los tiempos, el Concilio Vaticano II. Raming recuerda que “el papa Juan XXIII, al que yo valoraba mucho, dijo: "Necesitamos un aggiornamento, tenemos que traer a la Iglesia a los tiempos modernos”.
También lo hacía el movimiento de las mujeres que empujaba desde fuera de la Iglesia. Por ello, luchó Ida que, junto a teólogas feministas como su compañera Iris Müller, Thea Münch y la jurista suiza Gertrud Heinzelmannn, hicieron un llamamiento al Concilio Vaticano II para que fuera revisada la doctrina de la Iglesia sobre la mujer y su exclusión del ministerio.
La respuesta fue, primero, el silencio y después, una firme negativa clerical ante este propósito. “En los años 70, ¿creía usted en la posibilidad de que las mujeres accedieran al sacerdocio como una idea realista?”, pregunta el profesor emérito de Derecho Canónico, Rik Torfs, a la teóloga Raming. “Sabíamos que teníamos que luchar”, responde ella con tanta resignación como determinación.
La tradición como herramienta de discriminación
Una vez concluido el aperturista Concilio Vaticano II, donde las mujeres pudieron albergar alguna esperanza en sus reivindicaciones, la realidad se impuso. En 1976, la Congregación para la Doctrina de la Fe declaraba en el documento “Inter Insigniores”, firmado por Pablo VI, la imposibilidad de las mujeres de acceder al ministerio ordenado.
“No veo cómo se puede justificar esto teológicamente porque es una tradición de casi 2000 años“
La argumentación sigue repitiéndose hoy día. “No veo cómo se puede justificar esto teológicamente porque es una tradición de casi dos mil años”, argumenta el cardenal Walter Kasper. La segunda razón era que “Jesús eligió a hombres para que representaran a la Iglesia”, como repite el arzobispo emérito André Leonard.
“Cuando se ignora por completo la situación histórica de las mujeres, se producen errores de juicio“
A estos dos razonamientos se suma un tercero que apela a que la comunidad apostólica se ha mantenido fiel a esta postura. “Cuando se ignora por completo la situación histórica de las mujeres, se producen errores de juicio”, sentencia la teóloga.
En 1994, cuando la Iglesia anglicana decidió la ordenación de las mujeres, Juan Pablo II emitió la Carta Apostólica “Ordenatio Sacerdotalis” con la que se dio el carpetazo definitivo al sacerdocio femenino en la Iglesia católica.
La insuficiente brecha de Francisco
En octubre de 2021, comenzaba el Sínodo de la Sinodalidad, convocado por Francisco, que se extenderá en el tiempo hasta 2024. Una de las grandes novedades introducidas por Bergoglio ha sido la elección de la religiosa francesa Nathalie Becquart como subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, la primera mujer de la historia con voz y voto en esa asamblea episcopal.
Becquart, no ha sido la única. Francisco, se ha rodeado de otras mujeres en importantes puestos de responsabilidad en el Vaticano e, incluso, recientemente, ha invitado a tres teólogas, Linda Pocher, Giuliva Di Bernardino y a Jo Bailey Wells, esta última, reverenda anglicana, a participar en el Consejo de Cardenales para, en palabras del Papa, “desmasculinizar la Iglesia”. Con estos movimientos, para muchos, Francisco está dando muestras claras de creer que las mujeres deben tener más responsabilidad en la Iglesia Católica, sin embargo, Raming piensa que “su concepto de las mujeres está obsoleto” y que la cuestión del sacerdocio no está incluida en su pontificado.
“No va a llegar ningún ‘papa bueno’, por así decirlo, que conceda a las mujeres ese espacio“
La historiadora y periodista Lucetta Scaraffia, especialista en historia de las mujeres y en historia religiosa, está convencida de que “no va a llegar ningún ‘papa bueno’, por así decirlo, que conceda a las mujeres ese espacio”. El obispo Johan Bonny afirma que “queda mucho trabajo por hacer para que las mujeres se vean reconocidas en las políticas de la Iglesia adonde se toman efectivamente las decisiones”.
En las últimas décadas, algunas mujeres de varias partes del mundo, cansadas de tanta discriminación ejercida por un clericalismo que se niega a considerarlas como a iguales, han venido desobedeciendo las prohibiciones del Vaticano y han sido ordenadas por obispos de una Iglesia católica disidente en un desafío frontal al Derecho Canónico.
Entre ellas estaba Ida Raming que, como el resto de mujeres, fueron castigadas con la excomunión y amonestadas. “Así que, la lucha continua”, dice la teóloga feminista, setenta años después del comienzo de su batalla por poder ejercer su vocación de la misma forma que lo hacen los hombres.