Super Bowl: Super espectáculo, negocio y super todo
- Estados Unidos se prepara para celebrar esta noche su fiesta deportiva más importante
- De la liturgia con la comida a la inversión millonaria, todo el país se paraliza
Fue mi primera Super Bowl en los Estados Unidos y los anfitriones, estadounidenses de Pennsylvania, Kansas y Ohio, asumieron sin pedírselo que debía ser una tarde-noche de iniciación al fútbol americano.
Empezaron de cero con las reglas básicas, conscientes de que si daban demasiada información a esos europeos los iban a confundir. Durante el partido iban ampliando los comentarios cuando consideraban que una jugada o situación lo requería. Fue en 2006 y lo que más me llamó la atención, de formación profesional, fue la postproducción en directo de la transmisión, cómo sobreponían en la imagen real líneas y flechas a los movimientos de la jugada recién realizada.
Aquella tarde-noche aprendí de fútbol americano, pero, sobre todo, de cultura estadounidense porque la Super Bowl es una de sus grandes manifestaciones.
Liturgia de la comida
Juntar "liturgia" con "comida" en los Estados Unidos puede parecer un despropósito, una contradicción en términos, pero a su modo, tienen esa liturgia, que consiste en que la alimentación perturbe lo mínimo el espectáculo. Ríete tú de las pizzas de encargo para una final de la Champions.
Igual que ocurre con ocasiones señaladas como San Valentín, el Día de Acción de Gracias, Navidad, Nochevieja o el 4 de Julio, los días, incluso semanas previos, los medios de comunicación dedican espacio a recetas y propuestas para ese ágape, lo mismo hacen los supermercados y otros negocios de alimentación. Concretemos comida, lo más popular en la Super Bowl son cosas que se puedan comer con los dedos y tirando a grasientas: alitas de pollo y pizzas, acompañadas de litros y litros de cerveza. Según el New York Times, este domingo se consumirán 2 millones de pizzas de la cadena Domino, un 30% más que la media dominical, siendo la más popular la de pimiento, pepperoni. En mi caso, en aquella tarde iniciática, me doy cuenta de que nos agasajaron con un menú de lujo. Al llegar la pasta, unos espagueti, ¡ya estaba hervida y colada horas antes de la cena! En otro cazo estaba haciéndose una salsa de tomate con albóndigas.
En la pastelería de la cadena donde solía hacer la compra tenían toda una oferta parecida a la de las monas de Pascua en Cataluña. Pasteles o figuras de chocolate -o de cualquier otro dulce- que reproducían el balón ovalado de fútbol, el terreno de juego o el logo de cada año. Con cariño y nostalgia guardo una miniatura de balón de plástico que me regalaron con la compra por haber superado un gasto mínimo.
La Super Bowl, como casi todo en EE.UU., es una ocasión para fomentar el consumo, que no pare la rueda, y una cultura popular común. Año tras año, tanto interés despiertan quiénes serán los dos equipos finalistas como quién o quiénes actuarán en el descanso. Y con qué escenografía deslumbrarán al público. Lo han hecho en el pasado Rihanna, Eminem, las Rockettes, Chubby Checker, Duke Ellington, Gloria Estefan, Bruce Springsteen, Shakira y Jennifer López, Beyoncé o Lady Gaga. ¡Y Michael Jackson!
Money, money, money
La Super Bowl y la cultura popular estadounidenses son un universo en sí mismas, empezando por las dimensiones. Menos en el centro de algunas grandes ciudades, las viviendas son grandes y en ellas todo es sobredimensionado comparado con Europa. Las pantallas para seguir esa final de fútbol americano son enormes, acorde con la expectación. Según el diario The New York Times, el martes las entradas costaban más de 8.000 dólares y en el aeropuerto de Las Vegas, donde será la final, ya no quedaba espacio para más aviones. La ciudad-espejismo en el desierto se ha llenado este fin de semana de aficionados al fútbol, de famosos varios y de multimillonarios.
En un mundo mediático fragmentado en múltiples canales y plataformas, con una inversión publicitaria a la baja, la Super Bowl sigue aglutinando millones de espectadores, más de 115 millones el año pasado, frente a la pantalla. Millones de potenciales consumidores concentrados en un mismo momento, en una misma transmisión, es una ocasión excepcional para las empresas que quieren vender sus productos. Los derechos de televisión y la publicidad son parte de la rueda que hace rodar y rodar millones dólares. Anunciarse medio minuto, treinta segundos, cuesta 7 millones de dólares.
Casi tanto como el partido y las actuaciones musicales, los anuncios de publicidad, creados especialmente para la ocasión, crean expectación. Los anuncios estrella se plantean como cortometrajes, las empresas anunciantes no reparan en gastos para fichar a directores de cine, guionistas y actores, y el contenido de los anuncios da pie en ocasiones a un debate sobre sus posibles lecturas políticas. Así ocurrió, por ejemplo, en el que protagonizó Clint Eastwood, conocido republicano en lo político, en la edición de 2012, año en que el presidente Barack Obama se jugaba en las urnas la reelección. El anunció con narración épica se tituló It's Halftime in America (En Estados Unidos estamos en la media parte/descanso/intermedio). En 2019, en plena presidencia de Donald Trump, el diario The Washington Post contó con Tom Hanks para la voz en off del anuncio que tituló con el lema que el periódico adoptó en su cabecera en 2017: Democracy Dies in Darkness (la democracia muere en la oscuridad/oscurantismo).
En la categoría de los clásicos de la publicidad y la comunicación ingresó hace tiempo ya el anuncio que dirigió Ridley Scott para Apple en 1984, el año del título de la novela de George Orwell. Se cumplen ahora ¡cuarenta años!
Taylor Swift y la embajada japonesa
Por si le faltaban elementos para motivar al público, este año ha entrado en el morbo el mayor fenómeno pop del momento: Taylor Swift. Porque resulta que su novio, Travis Kelce, es uno de los capitanes de los Chiefs de Kansas City, uno de los dos equipos finalistas. El otro son los 49ers de San Francisco.
Pero no se acaba aquí la cosa. Ella tiene una actuación en Tokio (Japón) el sábado, la víspera del partido, y una de las incógnitas es si acudirá el domingo al estadio. La locura llega al punto de que ¡la embajada de Japón en Washington! sacó un comunicado, en inglés y español, para tranquilizar al público estadounidense. A Swift le da tiempo:
Y en esta era de conspiraciones políticas, y año electoral, no podía faltar una también para la ocasión: que Taylor Swift, anti-trumpista, aprovechará la mayor concentración de espectadores, y votantes potenciales, del año para anunciar su apoyo a la reelección del presidente Biden, y con ello arrastrar el voto decisivo de miles, ¿millones?, de jóvenes. ¿Alguien da más?
¿Sabías que...?
¿Sabías que Condoleezza Rice es una de las mayores aficionadas, casi fanáticas, y entendida en fútbol? Sí, Condi Rice, quien fue consejera de Seguridad Nacional y Secretaria de Estado con George W. Bush. Es una pasión que le transmitió de pequeña su padre, que era entrenador de instituto. En más de una ocasión Rice ha dicho que lo de pasar de ser una niña negra en la Alabama segregada de los años 50 a ser la responsable de la diplomacia de los EE.UU. no estaba mal como logro, pero que lo que realmente le gustaría sería llegar a entrenar un equipo de fútbol.
Entrenar, entrenar, no, pero desde que dejó el gobierno (2008) se ha involucrado cada vez más en ese mundo, hasta ser a día de hoy una de las propietarias de los Broncos de Denver. En 2015 Condoleezza Rice recibió la medalla de oro de la Federación Nacional de Fútbol, la primera mujer en ser galardonada. Asegura que no se ha perdido ninguna Super Bowl desde que tiene memoria, así la pillara en Israel de madrugada. Seguro que este domingo estará pegada a la pantalla analizando el partido y pronosticando un resultado. Tal vez, como otras veces, junto a su amigo George W. Bush.
El nombre de Super Bowl, traducido súper bol o tazón, tiene su origen en 1967 y se le ocurrió al propietario de los Chiefs, uno de los finalistas este año. Buscando un nombre corto y pegadizo soltó: "Algo así como Super Ball (super balón) -que era un juguete de su hijo- pero mejor". Ball y bowl se pronuncian casi igual. Y ya lo tenéis, de super balón a tazón.