El viaje en cayuco de Mauritania a Canarias: clandestinidad, engaños y connivencia
- El puerto mauritano de Noadibú se ha convertido en el punto de salida de la migración africana a Canarias.
- Ciudadanos de Senegal, Malí, Ghana o Costa de Marfil eligen la ruta mauritana por la proximidad a Canarias.
Mauritania es un país costero situado en el noroeste de África donde el desierto del Sáhara domina la mayor parte del territorio y actualmente el país vive principalmente de la pesca y la minería, pero la mayor parte de la población, salvo una élite, vive en la pobreza: no tienen acceso a la educación, hay un alto porcentaje de la población analfabeta y tampoco pueden acceder a la salud o al empleo. Lo habitual es que los mauritanos sobrevivan gracias a una economía informal. Fue el último país en abolir la esclavitud (en 1981), aunque, a día de hoy, todavía hay esclavos.
Noadibú, el punto de partida para los migrantes
La actividad en el puerto de Noadibú no se detiene ni de día ni de noche. De él salen a diario centenares de piraguas y barcas a motor a faenar en las aguas más próximas a la costa. Son las mismas embarcaciones que se utilizan para transportar luego a los migrantes hasta Canarias. Hay cayucos de distinto tamaño que pueden dar cabida desde 60 a 130 personas. En la ciudad se da por hecho que todos los migrantes africanos —y también muchos mauritanos de otras zonas que han llegado hasta aquí— están esperando a marcharse. Adama, un hombre de 40 años que llegó hasta Canarias en cayuco hace unos años y que fue deportado, reconoce que Noadibú es "simplemente el punto de partida para todos los migrantes que quieren ir a España". "El que llega hasta aquí, venga de donde venga, es porque quiere seguir hasta Europa", explica. Lo confirma Bartolomé, economista, que ayuda a los migrantes irregulares a poner en marcha negocios con pequeños microcréditos financiados por Cáritas Española: "Este es un sitio de paso porque está muy cerca de España. Muchos piensan que desde Noadibú ya se ve España. Ni siquiera han mirado el mapa ni conocen la geografía. Todos los clandestinos que han llegado tienen intención de irse", asegura.
Los clandestinos viven escondidos varios días
Adama explica que desde el punto de origen el migrante va contactando con intermediarios que le van dando instrucciones de cómo seguir el camino. "Cuando llegan a Noadibú hay una persona que se denomina 'pasador' que lo organiza todo y que habla con los clandestinos y los distribuye por barrios. Los migrantes no se conocen entre sí hasta el día que van a salir. Es entonces cuando les dan el punto exacto en el que tienen que estar", explica a la periodista de RNE María Eulate (enviada especial al país). "Se les avisa con muy poco tiempo de antelación para que no puedan decírselo a nadie", insiste. Adama reconoce que en su edificio hay un piso donde cada semana llegan personas de otros países y que después de unos días nadie les vuelve a ver: "Es obvio que son personas que se van a Europa en cayuco, pero yo no digo nada", revela.
Shiek trabaja como "pasador" a veces. Su labor es esconder a los migrantes en pisos cuando ya se están preparando para el viaje y también vigilar por si la policía mauritana o la española les siguen la pista. Una vez en el piso, los migrantes no pueden salir. De hecho, uno de ellos tiene un teléfono y va recibiendo instrucciones siempre de personas distintas. "Cuando los cayucos van a salir se llevan hasta la playa quince bidones de combustible de ochenta litros y dos de reserva", asegura. Los esconden en casas abandonadas y luego calculan los que se van a ir a bordo. Dependiendo del tamaño del cayuco, pueden caber entre ochenta y más de cien personas, aunque el más pequeño es de sesenta ocupantes. "Los migrantes clandestinos van llegando por tandas, de tres en tres, y viven escondidos por la zona varios días hasta que llegue toda la tripulación del cayuco y se monten en él.
Las patrulleras y la connivencia de las autoridades
En Noadibú todo el mundo se conoce y sabe quién es quién. Y en lo que todo el mundo coincide es en señalar que para que los cayucos salgan tiene que haber complicidad con las patrullas de la marina mauritana. "Los que organizan los viajes hacia Europa reciben ayuda de mucha gente, incluidas las autoridades. El "pasador" da dinero a la Marina, unos diez mil o doce mil euros, para que las patrullas hagan la vista gorda". "Ningún 'pasador' de los que esté sacando a gente de Senegal o Malí y Mauritania hacia Europa se arriesga a no pagar la mordida a la Marina. "Si alguien dice lo contrario miente", explica Adama y añade que "cada clandestino paga unos 1.500 euros a un intermediario que entrega el dinero al 'pasador'. Ese dinero es para comprar el cayuco, el combustible, el agua y las mordidas, y eso incluye el pago a la Marina mauritana", asegura.
Hasta los engaños a los migrantes están pactados
Siek, el "pasador", explica que "hay casos de personas que montan a los clandestinos, les dan una vuelta por la costa, por mar abierto y los devuelven a Mauritania sin que sean conscientes, hasta que se encuentran con la Marina y les dicen que les han pillado. Les engañan y eso también está pactado".
En Noadibú hay también agentes de la Policía Nacional española y de la Guardia Civil que colaboran en el control migratorio. Siek explica que cuando no llega a tiempo el dinero acordado con España, las patrulleras simplemente hacen la vista gorda. La colaboración con la Unión Europea en el control migratorio se lleva desarrollando desde 2015 con algunos logros y también desencuentros. Unas 300.000 personas estarían esperando su oportunidad para cruzar a Europa en los próximos meses.
"En barcas de veinte personas meten a cien"
El día de la partida, los viajeros son informados con una hora de antelación del lugar de recogida, que siempre es entre la una y las tres de la mañana. Adama dice que tienes que dejar la documentación en tierra para que al llegar a España no sepan cuál es tu nacionalidad y no puedan deportarte. "Viajas prácticamente con lo puesto, como mucho llevas una muda, algo de dinero y un chubasquero porque el agua te salpica. A veces te dan chalecos salvavidas y a veces no, hay gente que se lo compra, pero cuestan 200 euros. El mayor peligro es que en barcas de veinte o treinta personas meten a cien, y eso provoca muchos accidentes porque, debido al peso, vas navegando prácticamente al nivel del mar", reflexiona. Adama también recuerda que cuando él se subió al cayuco viajaron 130 personas para finalmente llegar "en buenas condiciones" a Tenerife.
Shiek sabe de buena mano que el cayuco es una ciudad sin ley: "Hay gente que va hasta arriba de marihuana, alcoholizada y hay peleas dentro porque algunos llevan armas blancas. Hay casos de canibalismo cuando pasan días a la deriva y a los débiles se les arroja al mar. Todos llevan una cubeta para achicar agua en el trayecto, pero si alguien se marea, empieza a vomitar y no colabora, se convierte en un estorbo y se le tira por la borda para aligerar peso", explica.
Las ayudas "tienen que llegar a la gente" y "no solo a los migrantes"
España y la Unión Europea ven la migración irregular como un problema y acaban de aprobar una ayuda a Mauritania para reforzar el control migratorio. No obstante, esas ayudas, dice Bartolomé, el economista que ayuda a los migrantes irregulares a buscarse un medio de vida en Noadibú, "nunca llegan". "La corrupción está en todos lados. Depende del equipo que gestione esos fondos". "Que haya financiación europea y española es una buena noticia, pero habrá que ver qué equipo se encargará de gestionarla, cómo lo hará o si habrá transparencia. Enviar ayuda es un buen gesto, pero tiene que llegar a la gente, y no solo a la población migrante, sino también a la población mauritana que soporta esa migración", sentencia Bartolomé.