La propuesta de reducir la jornada pone a examen la productividad: implicaciones para trabajadores y empresas
- El cambio es más fácil para los sectores y las actividades que se apoyan más en la tecnología
- Supone un mayor salario por hora y, por lo tanto, el coste para el empresario aumenta
“Tener más tiempo con la familia, más tiempo para nosotros”. Es lo que significaría la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media semanales para una camarera preguntada por el Telediario. La medida planteada por el Gobierno —y que sindicatos y patronal quieren negociar de forma bipartita— no se ve con los mismos ojos desde el otro lado. "No es factible, o tienes que cerrar parte los días que estás abierto", dice la dueña de una tienda de ropa.
Trabajar dos horas y media menos cada semana por el mismo sueldo tiene distintas implicaciones dependiendo en qué tipo de actividad reparamos, por lo que su aplicación preocupa en algunos sectores. Entonces, ¿por qué ahora?
“Es una medida coherente en términos históricos”, defiende el profesor de economía aplicada en la Universitat de València y exasesor de la Generalitat Valenciana, Joan Sanchis. Él es autor del libro “Cuatro días”, que aboga por una semana laboral más corta, y entiende la reducción paulatina del tiempo dedicado al trabajo como una consecuencia del progreso.
“En los últimos 200 años de la historia de Europa, (…) la productividad ha ido incrementándose y el producto interior bruto per cápita ha crecido. Por tanto, que cada vez trabajemos menos y produzcamos igual o incluso más es factible y la tecnología lo debería hacer posible”, argumenta.
Su punto no convence al también economista Marcel Jansen, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA). Este asegura que en aquellas actividades donde se ha ganado margen, la jornada ya se ha ido reduciendo, mientras la voluntad de generalizarlo choca con una realidad más “tozuda” del tejido productivo español: la sobrerrepresentación de las pymes. “Los aumentos de coste son enormes y una medida no acordada de esta envergadura podría suponer un problemón para muchas empresas”, advierte. Así, en su opinión, el orden debería ser el inverso, primero la mejora de la productividad y después la reducción horaria.
Supone una subida de sueldo
Porque más que en el tamaño de las empresas, el hueso está en la productividad de estas, puntualiza la catedrática de análisis económico de la Universitat de València y directora de proyectos internacionales del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), Matilde Mas.
En este aspecto, recuerda a RTVE.es, España está a la zaga si nos comparamos con otros países del entorno, lo que explica también unos salarios más bajos. Trabajar un poco menos cada día puede suponer una mejora de la productividad por hora, en el caso de que se saque adelante la misma cantidad de trabajo. Esto ocurriría sobre todo en empleos que comportan más cansancio físico o estrés mental, en los que se llega agotado al último tramo. Lo que subiría, en cualquier caso, es el salario por hora trabajada.
“Si no hay mejoras de la productividad, esto va a ir a precios, porque el coste de producción va a aumentar y el empresario lo va a repercutir. Para que los precios no se resientan tiene que haber mejoras de productividad”, señala la economista del Ivie.
Pero todavía es pronto para saber si los trabajadores españoles podrían hacer el mismo trabajo, o más, en menos tiempo. De hecho, Sanchis cita estudios empíricos estadounidenses que demuestran que es posible, mientras Jansen —que menciona experiencias en Europa— asegura que el aumento de productividad por hora no es suficiente para compensar el recorte. Lo que parece claro es que solo esta medida no sería suficiente para solucionar el problema de productividad del país y que no puede olvidarse que el mercado es muy heterogéneo. Veámoslo por partes.
Los sectores más tecnológicos
Para ello, Mas propone diferenciar tres bloques, en lugar de los tradicionales sectores. Enumerándolos de más a menos productividad serían: los que producen tecnología (sean productos o servicios), los que usan la tecnología de forma intensiva (el sistema financiero, la industria química...) y los que ni producen ni usan demasiada tecnología. Es para estos últimos, de diversa naturaleza, para los que reducir las jornadas laborales sin impacto en sus negocios será un reto mayor.
De este modo, Joan Sanchis considera que la industria puede ser una de las grandes beneficiadas de una reducción horaria, y recuerda que la fábrica de Ford sentó el primer precedente en 1926 al establecer la jornada laboral de 40 horas a la semana en cinco días.
“En su momento se pensó que estaba loco. Pero, ¿cuál era su visión? Que sus trabajadores necesitaban tener tiempo libre para utilizar sus vehículos y consumir. El sector industrial tiene una potencialidad para reorganizar la producción, implementar tecnología, automatizar procesos, etcétera, mucho más importante que otros. ¿Que tiene que ver la industria del automóvil de hace 100 años con la que tenemos ahora? ¿Tiene sentido que sigamos trabajando 40 horas a la semana en un contexto de tecnología, inteligencia artificial, etcétera?”, reflexiona.
Sin embargo, Marcel Jansen, de FEDEA, subraya que es un sector en el que suele trabajarse por tres turnos continuos de ocho horas cada uno. “¿Cómo rellenamos las horas que ahora quedan descubiertas?”, se pregunta él, una cuestión que también preocupa en la agricultura, por sus jornadas estacionales.
"Puede pasar que en los picos de fruta, que hay mucha que recoger, no se pueda recoger toda a tiempo”, sostiene el responsable de fruta dulce de la Unió de Pagesos, Jaume Gardeñes, en declaraciones a TVE. “Supondría un aumento de los costes laborales de en torno al 10%”, agrega Andrés Góngora, de COAG.
Según un estudio de BBVA Research, quienes trabajan más de 37 horas y media son mayoritariamente hombres, de entre 35 y 54 años, de nacionalidad española, residentes en Cataluña, Madrid o Andalucía, con educación secundaria, que trabajan en el sector privado en actividades de servicios como técnicos y profesionales, así como en restauración y comercio. Son también más propensos a superar dicha jornada los hombres, de entre 30 y 34 años y nacionalidad extranjera, residentes en Baleares, Canarias o Cataluña, con educación primaria o inferior, que trabajan en el sector privado en actividades industriales como operadores de instalaciones y maquinaria. Visto de otra manera, si la medida se generalizara, ellos serían también los principales beneficiados.
Preocupación en hostelería y comercio
Pero es precisamente en comercios y hostelería donde la medida se ha recibido con más preocupación de la dirección, por sus horarios de apertura extensos y, en ocasiones, pequeñas plantillas. “Es inasumible para el pequeño comercio. No podemos soportar un incremento de costes encubiertos de más del 6%”, lamenta el portavoz de la Confederación Española de Comercio, Carlos Moreno-Figueroa, a TVE.
Hostelería de España, además, teme una “pérdida de competitividad”, aunque habría que analizar caso por caso. La economista Matilde Mas recuerda que bajo el sector se recogen desde “hoteles muy eficientes y productivos” a pequeños bares, donde la productividad sí es baja.
La dificultad para encontrar la fórmula se refleja en la experiencia francesa. El Gobierno estableció una jornada estándar de 35 horas, pero acabo introduciendo excepciones y facilidades para las horas extras que dan como resultado que el tiempo de trabajo efectivo no haya cambiado tanto.
No obstante, una menor jornada general también puede tener efectos positivos para esos negocios, según las conclusiones de la experiencia piloto de la semana de cuatro días en Valencia durante abril del año pasado. “Se vio cómo se incrementaba el consumo cultural, el consumo de hostelería”, señala Joan Sanchís.
Medidas que acompañen al cambio
La ministra Yolanda Díaz aseguró que acometería la reducción de jornada aunque no la respaldara la patronal, si bien desde el diálogo social han expresado la conveniencia de hacerlo de forma consensuada y negociada. A falta de conocer los detalles, desde Trabajo plantean aplicarlo de forma progresiva (hasta las 38,5 este año y 37,5 en el siguiente) y junto a una modificación del registro horario “para que sea más eficaz”.
“Creo que nos alejamos de las prioridades de cara a conseguir el pleno empleo. Esto va a requerir muchas medidas compensatorias y para aumentar la productividad”, arguye Marcel Jansen, que señala que no hay evidencias de que la reducción resulte en más puestos de trabajo. Y en su opinión, España tiene problemas más urgentes en materia laboral como el subempleo, la parcialidad, los bajos salarios y la falta de autonomía o flexibilidad horaria.
Por contra, Joan Sanchís considera que la medida va precisamente en la línea de mejorar la conciliación y el equilibrio de vida personal y laboral, con beneficios para la salud mental y el cambio climático, cuestiones que también tienen un importante impacto económico para nuestra sociedad. Pero, sobre todo, este economista defiende las reducciones de jornada como un incentivo para la innovación.
“De hecho, la semana laboral de cuatro días nació en los años 70 y 80 de Estados Unidos vinculada a un movimiento de nuevas prácticas de gestión empresarial. Es decir, no tenía nada que ver con los sindicatos, sino que eran justamente las empresas las que veían una oportunidad en reorganizar la producción, minimizar los costes superfluos y que eso pudiera a ayudar a la productividad”, explica.
Sanchís coincide con Matilde Mas al señalar que mejorar la productividad exigiría una mayor formación de la clase directiva española, pero la economista del Ivie echa en falta también un empuje formativo en general para paliar la escasez de talento en España en los sectores de más valor y para aprovechar las ventajas de las tecnologías.
El asunto suscita muchas y variadas opiniones, pero aún así encontramos otras dos coincidencias entre los tres expertos: que el debate sobre la duración y flexibilidad de la jornada laboral viene aupado por un cambio generacional y que el Gobierno deberá ayudar a algunas empresas para que no caigan en el intento.