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La agricultura, el "elefante en la habitación" que consume el 80% del agua en la España de las sequías

  • En cuencas como la del Ebro o la del Duero el peso de la agricultura y la ganadería llega al 90%
  • El regadío ha aumentado a pesar de la menor disponibilidad de agua

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Cultivos tradicionalmente de secano como el olivo se reconvierten cada vez más al regadío
Un olivar de regadío en Córdoba

Buena parte de España mira al cielo con cada vez mayor desesperación por la falta de lluvias. La sequía azota con fuerza Cataluña, que ya limita el uso del agua para seis millones de personas, y Andalucía, que advierte de restricciones severas para el verano. Y ante este seco horizonte, se reaviva el debate sobre quién se bebe el agua en nuestro país, un recurso escaso y que lo será más a medida que avanza la crisis climática.

Los datos son claros: un 79,1% del recurso hídrico se lo lleva la agricultura y la ganadería. Del resto, un 15,03% corresponde al abastecimiento urbano (incluido el de los turistas), un 5,8% la industria y un 0,4% al uso recreativo, donde entra por ejemplo el riego de campos de golf, el llenado de piscinas o los parques acuáticos, según datos del Ministerio de Transición Ecológica que van de 2018 a 2021 según la cuenca.

Mientras que las campañas activadas por las administraciones recientemente se centran en reducir el uso doméstico, como ocurre en Barcelona o Sevilla, ecologistas y algunos expertos ponen el foco en "el elefante en la habitación" de la agricultura, como lo define Jesús Vargas, profesor de Geografía en la Universidad de Málaga y miembro del Observatorio Ciudadano de la Sequía. 

Precisamente este sector ha tomado un protagonismo inusitado en los últimos días, con las tractoradas que han paralizado buena parte de España -y de Europa-. Entre sus reivindicaciones aparece con fuerza una crítica a la gestión de la sequía -que ha causado estragos en el campo-, más ayudas para hacer frente a la pérdida de cosechas por la escasez, a las restricciones por la falta de agua y al alza de los costes que esta provoca.

El agua disminuye hasta un 15% y el regadío aumenta un 11%

La agricultura se ha situado como un sector clave en nuestro país, que ya es el primer exportador de frutas y hortalizas de la UE y uno de los primeros del mundo. Vargas considera, por ello, tiene sentido dedicar una parte importante del agua al sector, pero advierte: "El modelo de crecimiento insostenible de la agricultura no es viable".

Llama la atención sobre algunas demarcaciones hidrográficas que "reconocen, en sus propios planes, déficits estructurales, es decir, demandas por encima de los recursos disponibles". El cambio climático viene a agravar la situación, explica este geógrafo, y detalla que el recurso hídrico están disminuyendo entre un 7% y un 15% en algunas demarcaciones incluso en fase de normalidad, antes de la actual sequía. 

En las dos últimas décadas las hectáreas destinadas al regadío han crecido casi un 11%, mientras que las de secano se han mantenido prácticamente igual, según datos del Ministerio de Agricultura. Las hectáreas regadas representan casi un 23% de la superficie cultivada en España, pero, por su mayor productividad, suponen el 65% de la producción final vegetal. Destacan algunos cultivos tradicionalmente de secano, como el almendro, la vid o el olivo, que se reconvierten al regadío, lo que proporciona productividades de hasta cuatro o cinco veces más, aunque a la vez multiplica el uso del agua en zonas secas.

El peso de la agricultura es especialmente relevante en algunas regiones, como las cuencas hidrográficas del Duero y la del Ebro, las dos más grandes y con mayor consumo de España, donde ronda el 92% del total del consumo. En la del Ebro, el consumo agrario es de 8.100 hectómetros cúbicos anuales, lo que excede por mucho la suma del uso urbano, industrial y recreativo de todo el país.

En el extremo contrario se sitúan las cuencas cantábricas, como la del Cantábrico Oriental, donde se sitúa el País Vasco. Allí el grueso del consumo corresponde al urbano (84,5%), mientras que en la del Cantábrico Occidental, que incluye Asturias y Cantabria, destaca el porcentaje que representa la industria, del 40,3%. Pero son números absolutos muy pequeños en comparación con las grandes cuencas españolas, de pocos cientos de hm³ frente a las magnitudes de miles del Duero o el Guadalquivir.

Más embalses, pero se mantiene una "situación dramática"

"¿Tenemos agua para beber todos los españoles? En global, sí", reflexiona María José Polo, catedrática en Ingeniería Hidráulica de la Universidad de Córdoba. Nuestro país es uno de los que más embalses tiene del mundo, pero la construcción de muchos de ellos en las últimas décadas ha servido para ampliar las hectáreas de regadío, señala.

Y por ello, más de 30 años después de la gran sequía de los 90, que obligó a cortes severos de agua en ciudades como Sevilla o Málaga, "tenemos bastante más capacidad de embalse, pero seguimos estando en una situación dramática como la de entonces".

Con los embalses vacíos, la agricultura recurre a las aguas subterráneas, pero ahí halla otro problema. Casi la mitad de los acuíferos de nuestro país están sobreexplotados o contaminados, en su mayoría por purines de la ganadería o por fertilizantes de la agricultura, según un informe de Greenpeace y Datadista.

Polo cree que en una situación así España puede ser la huerta de Europa, "pero a lo mejor tanto Europa como nosotros tenemos que renunciar a algo", como por ejemplo reduciendo el volumen de las exportaciones, regando menos o diversificando los cultivos. "Podemos ser la huerta de Europa, pero cuando nos quitan el agua para riego no somos la huerta de nadie", asevera, e insiste en una máxima que repite habitualmente: "Renunciar todos un poco para que todos tengamos mañana".

Podemos ser la huerta de Europa, pero cuando nos quitan el agua para riego no somos la huerta de nadie

¿Permite ahorrar agua la modernización del regadío?

Para aumentar su eficiencia, la agricultura española ha apostado en las últimas décadas por la modernización del regadío. Nuestro país ha avanzado en implantar sistemas como el del riego por localización (goteo) por encima de otros más despilfarradores como el tradicional riego por gravedad, y se sitúa como el primero del mundo por superficie regada con goteo, según el Ministerio de Agricultura. Con ello, se ahorran al año hasta 3.000 hm3. Sin ir más lejos, esta semana el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció una "inversión histórica" de unos 5.000 millones entre 2022 y 2027 para esta modernización.

Pero la modernización tiene una doble cara, alertan los expertos. "El agua que se ahorra en esa modernización tecnológica se ha invertido en aumentar la superficie regada, con lo cual el resultado indirecto ha sido que no hemos ahorrado agua", expone Polo.

En algunas cuencas, como la del Guadalquivir, donde se construyeron embalses tras la sequía de los 90, incluso se gasta más agua ahora. Esta cuenca se encuentra actualmente al 23% de su capacidad, lo que supone menos de la mitad que la media de los últimos diez años.

El robo de agua, un "arma de doble filo"

A esta situación se añade el uso ilegal del agua para la agricultura, un "problema muy importante en España", según Vargas, y que es además "un arma de doble filo", ya que además "contamos en la planificación hidrológica con unos recursos que en realidad son menos debido a que parte del agua que está siendo robada directamente".

En este aspecto, "el principal perjudicado es el agricultor que hace las cosas bien", señala el profesor de la Universidad de Málaga. Se da la "paradoja" de que este productor tiene que someterse a restricciones del uso de agua ocasionadas en parte por el robo de otros, mientras que los que recurren a pozos ilegales "siguen esquilmando el recurso".

Los agentes del SEPRONA cierran cada año cientos o miles de pozos ilegales en comarcas sedientas como la Axarquía malagueña, o en el entorno de parajes naturales al límite de su supervivencia, como Doñana o el Mar Menor. Greenpeace cifra en un millón el número de estos pozos y esta semana ha exigido al Gobierno un inventario oficial para poder atajar el problema.

El límite al regadío entra en el debate público

A pesar de que el consenso científico sobre el cambio climático coincide en alertar de la reducción del agua en los próximos años en España, algunas de las cuencas hidrográficas, como la del Ebro o la del Duero, plantean en su plan hidrológico actual, vigente hasta 2027, aumentar el regadío. En el plan de la cuenca del Segura, una de las más secas de España, incluye incluso un incremento la demanda de agua hasta el 2039. 

Y, sin embargo, la cuestión del impacto de la agricultura en el consumo de agua se empieza a abrir paso en el debate público cuando hasta ahora era prácticamente un tabú. "Es un debate que a nivel científico y técnico lleva bastantes años, pero políticamente tiene un coste. Y ahora está sobre la mesa porque ya no hay margen", señala Polo. 

"Nunca pensé que iba a oír a alguien de la Confederación Hidrográfica [del Guadalquivir] decir que hay que empezar a pensar en disminuir las hectáreas de riego. Eso hace cinco o diez años era impensable", ejemplifica, citando las declaraciones de un responsable de este órgano en unas jornadas en Sevilla hace dos años.

El discurso también lo ha asumido en parte el Gobierno. "Tenemos que reducir superficie de regadío para poder, manteniendo la misma capacidad de producción, no ejercer tanta presión como la que se viene ejerciendo sobre el agua", señaló el año pasado el secretario de Estado Hugo Morán en una entrevista con Datadista. Incluso el ministro de Agricultura, Luis Planas, aseguró este mes que algunas producciones agrícolas deberán variar "el lugar de explotación" a causa de la crisis climática.

Vargas coincide en que se está avanzando "poco a poco" en plantear este debate, ya que "el propio agricultor es consciente de que si el sistema sigue creciendo como hasta ahora, el principal perjudicado va a ser él".

¿Qué habría que hacer entonces? "Lo primero de todo, acabar con el uso ilegal del agua", asegura, y luego, "limitar el crecimiento [del regadío] en la medida de lo posible, disminuirlo y hacer una reconversión en aquellos sectores que demandan más agua hacia especies que se adapten mejor al consumo de poca agua y que puedan tener mercado". Este geógrafo cita el caso del aguacate en Málaga. "Se puede plantar, pero no crecer mil hectáreas al año. Hay que poner límites, porque si no el sistema va a reventar", concluye.