'Dune: parte dos': la espectacular epopeya de Villeneuve encuentra su alma
- La segunda entrega de Dune es una aguda reflexión sobre el poder de la religión y sus peligros
- A Timothée Chalamet, Zendaya y Javier Bardem se les unen otras estrellas como Austin Butler o Florence Pugh
Si la primera entrega de Dune (2021) se asemejaba al tráiler de una película que no terminaba de llegar, Dune: parte dos es por fin ese filme prometido. En esta monumental cinta de 166 minutos, plagada de acción y épica, Denis Villeneuve desarrolla también los grandes temas planteados en el clásico de ciencia ficción de Frank Herbert, desde el poder (y los riesgos) de la religión, hasta el colonialismo y la lucha por la libertad de quienes están sometidos a él.
En una equilibrada mezcla entre el blockbuster -con un mastodóntico presupuesto de casi 200 millones de dólares- y el cine de autor con la huella creativa de Villeneuve, Dune: parte dos traslada al espectador de nuevo a Arrakis para seguir los pasos de Paul Atreides (Timothée Chalamet), el héroe aparentemente destinado a guiar a los Fremen, el pueblo originario de este desértico planeta, hacia su anhelada libertad, y quizá también para gobernar el mundo.
Además de Chalamet y el ya largo plantel de estrellas que aparecían en la primera película, como Zendaya, Javier Bardem o Josh Brolin, la secuela de Dune amplía todavía más su elenco, introduciendo a Austin Butler, Florence Pugh, Charlotte Rampling y -en breves intervenciones- a Léa Seydoux y Anya Taylor-Joy.
¿Ha llegado el mesías?
La película, que llega a los cines este viernes, retoma la historia exactamente en el mismo punto donde la dejó la primera parte de la saga. Paul y su madre (Rebecca Ferguson) son los dos últimos supervivientes de la casa Atreides después de que esta fuera exterminada por la casa rival Harkonnen, que ahora gobierna con mano de hierro Arrakis para extraer el valioso mineral de la especia.
Ambos deben lidiar con los Fremen, el pueblo de Chani (Zendaya) y Stilgar (Bardem), que los ha acogido y que se divide entre considerar a Paul su mesías o un extranjero que nunca formará parte de su mundo. El propio heredero de la casa Atreides se resiste a ser el profeta que los más fundamentalistas de los Fremen dicen que es, y sus visiones del futuro auguran catástrofes y una sangrienta guerra santa si se arroga este papel.
Su dilema, casi de tragedia griega, entre seguir su destino y resistirse a él, con todo lo que puede suponer, es el conflicto más interesante de la película. Es una reflexión que no solo se limita al personaje, sino que también tiene que ver con el peligro del fundamentalismo y de seguir ciegamente una creencia. Dune: parte dos adquiere la humanidad que le faltaba en su primera entrega al seguir la lucha interna de un atormentado Atreides, y también con su historia de amor con el personaje interpretado por Zendaya.
Una película más viva y humana en un espectacular envoltorio
Esta secuela incluso se permite, entre pretensiones tan trascendentales, pequeños momentos de humor -con Bardem como principal alivio cómico- que tampoco estaban en la película de 2021. El apoteósico envoltorio, con los espectaculares planos del desierto, la arquitectura brutalista y la atronadora música de Hans Zimmer, que quedaba casi vacío en la primera entrega, acoge ahora sí una historia más armada y compleja.
El propio director consideró la segunda parte “mucho mejor que la primera”. “Hay algo más vivo en ella. Hay una relación con los personajes. Intentaba alcanzar una intensidad y una calidad de emociones que no logré con 'Primera parte'”, destacó en una reciente rueda de prensa, según recogía Variety.
Dune: parte dos no solo reflexiona sobre la religión, sino también sobre otros temas que obsesionan al realizador canadiense. Entre ellos, el miedo al diferente y a la dificultad de comunicarse con él, que aparecía sobre todo en Arrival (2019), y que aquí se ve con la complicada relación entre Paul y los Fremen.
¿Se rompe la maldición de Dune?
La película arrastra algunos de los defectos de la primera entrega, como un exceso de solemnidad que puede impedir la conexión del espectador con la historia o una música de Zimmer casi ubicua durante las casi tres horas de film.
Pero también introduce aciertos clave. Dune: parte dos presenta grandes escenas de acción retomando lo mejor del cine de aventuras clásico, como cuando Paul monta por primera vez un gusano gigante de arena. También recupera elementos de otros clásicos de la ciencia ficción como Star Wars y su siempre vigente reflexión sobre la venganza y cómo esta puede cegar, sobre la ambición y el eterno conflicto entre el bien y el mal.
Dune ha sido considerada durante décadas como una obra maldita, imposible de adaptar. David Lynch fracasó en su intento de 1984 con Sting como villano y Alejandro Jodorowsky intentó llevarlo de nuevo al cine sin éxito en un proyecto imposible que incluía a Salvador Dalí y a Mick Jagger.
Ahora, Villeneuve parece haber encontrado su camino. La primera entrega fue un éxito de taquilla -a pesar de estrenarse en pandemia- y de crítica, con diez nominaciones a los Oscar. Está por ver qué ocurre con su continuación, aunque la tercera parte -Dune: Mesías- parece estar cada vez más cerca de la realidad, con lo que la epopeya de Herbert apunta a desprenderse por fin de su maldición cinematográfica.