La abstención como arma de protesta contra los ayatolás en Irán: "No hay color más oscuro que el negro"
- El país celebra el viernes los primeros comicios desde la muerte de Mahsa Amini
- Más de 61 millones de iraníes están llamados a las urnas para votar al Parlamento y la Asamblea de los Expertos
En Irán conviven dos mundos, dos realidades contrapuestas, dos formas de entender la vida que evitan rozarse. Teherán amanece a medida que crece el bullicio del ajetreo diario. La capital persa alberga contrastes bajo la orilla de la cordillera de Alborz que se esconde bajo la nieve. Las fotos del Líder Supremo rompen con el paisaje invernal, están allí para recordar el ideario de la Revolución Islámica; pero por otro lado, un cielo plomizo oculta el sol e invisibiliza a una sociedad sofisticada ansiosa de libertad. La rutina de la ciudad apenas se ve alterada por las elecciones legislativas pese a que serán las más relevantes en décadas.
Este viernes, más de 61 millones de iraníes están llamados a las urnas para elegir a 290 diputados del Parlamento y a otros 144 miembros de la Asamblea de Expertos de entre las 15.000 candidaturas aprobadas. Alrededor del 27% de las candidaturas presentadas fueron rechazadas por no considerarse idóneas. Las propuestas femeninas apenas alcanzan el 12% (1.712 mujeres) y únicamente pueden postularse para el Parlamento, ya que la Asamblea de Expertos está reservada en exclusiva para los hombres.
La relevancia de estos comicios radica, precisamente, en que deben ser elegidos los miembros de esta Asamblea, cuyo mandato se extiende por un periodo de ocho años. Este organismo tiene, entre otras competencias, la de elegir al Líder Supremo de la República, un cargo ostentado por Alí Jameneí desde 1989 y que, dada su avanzada edad (84 años), podría tener en sus manos el futuro del país antes de acabar este mandato.
La política del país persa parece encaminarse hacía un sistema aún más teocrático y religioso. En el Parlamento actual hay una mayoría fundamentalista y el Ejecutivo está presidido por el ultraconservador Ebrahim Raisi. Sin embargo, gobiernan a una sociedad civil que no entiende la imposición de un islam político férreo y controlador. De ahí este desapego y la previsible abstención.
En la calle, muchos aseguran que no votar es su única forma de protesta. Para combatirlo, las élites políticas organizan mítines y encuentros con la prensa para llamar a la participación. El mismo Líder Supremo ha pedido que se acuda masivamente a las urnas para “salvar al país”. “Cualquiera que ame a Irán, su nación y su seguridad debería saber que si se celebran elecciones débiles, nadie se beneficiará y todos resultarán perjudicados”, ha aseverado el ayatolá.
La República Islámica se enfrenta a los primeros comicios desde la muerte de Mahsa Amini detenida en septiembre de 2022 por llevar "mal puesto" el hiyab. Amnistía Internacional denunció que sufrió torturas que le provocaron la muerte en el hospital tres días más tarde, su muerte desencadenó durante meses protestas masivas a lo largo y ancho del país al grito de "mujer, vida, libertad". Las organizaciones de Derechos Humanos denunciaron que la represión policial acabó con la vida de 500 personas y miles de detenciones. El nombre de Amini no se menciona en los actos electorales, tampoco se habla de los que cumplen condena en las prisiones, ni mucho menos de las ejecuciones públicas.
Las ruedas de prensa preelectorales y los mítines distan del sentir de las calles. Además, la situación económica del país acentúa un malestar generalizado. Los jóvenes con quienes logramos hablar se muestran apáticos ante los acontecimientos políticos. Yasna, Diane, Alireza, Amin y Amir son nombres ficticios de estudiantes que han accedido a hablar con RTVE.es para explicar las razones de su determinada abstención.
"La visión del Gobierno ha cambiado"
Yasna vende lencería en un pequeño puesto del Gran Bazar al sur de la capital. Hace tres meses encontró trabajo en esta especie de ciudad imaginaria del imperio persa, compuesta por más de 100 hectáreas de laberintos repletos de tiendas, puestos, olores y colores. Hace un tiempo, los puestos de ropa interior de mujeres se cubrían con una cortina para evitar “incomodar o provocar”. Sin embargo, ahora Yasna puede mostrar modelos, colores y tallas con total normalidad.
La joven, de 21 años, viste un pañuelo azul cielo que combina con su abrigo gris claro. El brillo de sus ojos almendrados y su sonrisa jovial expresan un mundo de sueños por los que está dispuesta a luchar. “Quiero ser diseñadora de moda. Optaría por un estilo elegante y minimalista”, dice con claridad. Estudia en la universidad y nació en el seno de una familia de sastres de ropa infantil. Antes de contestar a la pregunta sobre las elecciones, pide pasar al fondo de la tienda. No le importa dar su opinión, pero necesita cuidarse. “No me ocupo de la política, pero veo que la visión del Gobierno ha cambiado. Los jóvenes de Irán cada día se liberan más y hacen lo que quieren”, arguye antes de darse la vuelta para atender a otra clienta.
La joven lamenta la situación económica. “Para mí, el Gobierno no tiene importancia. Hago lo que quiero, pero lo único que me afecta es su mala gestión de la economía”, reitera. Ella tiene claro que no va a votar de la misma forma que tiene claro que no quiere llevar el velo. “En realidad el hiyab es lo de menos, pero me da rabia que sea una imposición”, asegura. No pierde la esperanza: “Vamos a luchar y vamos a conseguirlo”, concluye, y vuelve la vista al teléfono móvil que sostiene. Desde las manifestaciones de septiembre de 2022 es obligatorio el uso de una VPN (siglas en inglés de Red Privada Virtual) para desbloquear el filtro impuesto a redes sociales como Instagram, Facebook o X. “Es algo que enfada mucho a los jóvenes”, afirma. Durante la entrevista atiende a otras mujeres a quienes muestra varias tallas, colores y conjuntos. “Yo normalmente me lo quito”, confiesa sobre el hiyab. Le gusta su país y sólo necesita libertad: “Quiero caminar en la calle, tomar vino y que nadie me diga nada”.
En las avenidas principales de la ciudad se ven carteles electorales y pequeñas banderas que recuerdan el ambiente festivo. Antes del anochecer, en la estación de metro Jahad, junto a la céntrica plaza Fatemi, un grupo de personas monta dos urnas: una para quienes van a votar y otra para la abstención. Invitan a los transeúntes a argumentar sus motivos. “Yo no voto porque no quiero”, dice un joven de paso. “Soy estudiante y voto porque los enemigos no quieren que votemos”, replica otro. Los candidatos insisten en que no participar es un ataque a la identidad de la República Islámica. “La solución no es ‘no participar’, hay que estar y buscar esperanza. Dejar el juego a los demás es peligroso”, afirma uno de los líderes más moderados, dentro del grupo mayoritario de los fundamentalistas, Ali Motahari.
Cientos de figuras públicas han pedido la abstención, como la encarcelada premio Nobel de la Paz, la periodista Narges Mohammadi. Al menos 275 políticos y activistas iraníes han anunciado que boicotearán las elecciones por “la eliminación de los puntos de vista críticos, la descalificación de candidatos y el bloqueo de reformas en el país”, según recogen medios iraníes. Otra de las candidaturas polémicas que ha sido descalificada es la del expresidente Hassan Rouhani. “La ley para todos es igual, hay requisitos diferentes en procesos electorales y tiempos diferentes. Nadie está exento”, replica el portavoz del Consejo de los Guardianes, al preguntarle por el moderado Rouhani.
“La gente debería aprovechar su derecho al voto, estamos convencidos de que estos días la población tomará sus decisiones sobre el futuro. En épocas anteriores hemos tenido diferentes niveles de participación. La participación será alta y aceptable”, reiteraba el miércoles el portavoz del Consejo de los Guardianes, Tahone Nazif, en una rueda de prensa con medios nacionales e internacionales. Sus palabras, sin embargo, contradicen a una encuesta realizada por un centro gubernamental que vaticina que solo el 30 % de los iraníes llamados a votar participarán en las elecciones, muy por debajo del 42% de los comicios parlamentarios de 2020, la más baja en la historia de la República Islámica.
“Todas mis amigas se han ido de Irán”
Diane (nombre ficticio) entra en una tienda vestida de negro, con un abrigo elegante que le llega hasta los tobillos y un velo que le cubre la mitad del cabello. Tiene 27 años y estudia el último curso de Ingeniería Informática en la Universidad Shahid Beshti. “Todas mis amigas se han ido de Irán”, lamenta. No está casada y le gusta mucho viajar. Conecta la VPN para enseñar vídeos de sus viajes por paisajes montañosos y valles en Irán publicados en Instagram. Le da rabia tener que usar la VPN y lamenta que las que funcionan bien son de pago. En este asunto hay división de opiniones dentro de las propias candidaturas a la Asamblea de Expertos. El moderado Ali Motahari asegura que no están a favor de imponer filtros a páginas y aplicaciones extranjeras. “No estamos de acuerdo con el bloqueo. Es una forma de controlar y violar los derechos de la gente. Bloquear internet por asuntos privados no tiene sentido”, zanja este candidato del frente reformista.
“No me quiero ir de Irán y ojalá consiga trabajo aquí”, dice Diane. Ella participó activamente en las protestas tras la muerte de Amini. Por ahora tiene claro que no va a votar y explica que guarda la energía que emana de la rabia para “cuando llegue el momento adecuado”. En los mítines vemos a mujeres con hiyab, la mayoría de las candidatas que apoyan las elecciones van vestidas con Shadores negros, el amplio pañuelo negro, símbolo de la Revolución Islámica. Entre los candidatos, nadie cita el tema del velo si no es para defenderlo. “La Revolución Islámica es un gobierno que sigue las reglas de la religión. Somos un gobierno islámico y cuando una ley es haram (pecado), lo es también en nuestro país y nuestra gente tiene que respetarlo”, responde el líder del partido las Fuerzas Revolucionarias Islámicas durante un encuentro con la prensa, Haddad Adel.
Mientras hablamos con Diane entran más jóvenes que se suman a la conversación. Alí confiesa que tiene la sensación de que "a los que gobiernan no les importa el país". "No sienten el orgullo de la patria, este término ha perdido el significado. Con la riqueza que tenemos, no debería de existir la clase baja”, concluye. Amin, estudiante de Finanzas de 23 años, también se atreve a hablar. Sabe que no va a encontrar un trabajo ideal en un país cuya economía está “enferma”. “No voy a participar en las elecciones y es una señal de protesta sobre todo por la situación económica”, asegura. Sus condiciones para ir a votar son que se presenten personas que sean capaces de hacer cambios estructurales: “Es importante que sepan manejar la depresión económica y la inflación”.
La mala gestión económica
Los políticos argumentan que la merma en las finanzas se debe a las sanciones impuestas por algunos países occidentales encabezados por Estados Unidos. Hace un año, el Ministerio de Trabajo y Bienestar Social publicó un informe donde se estimaba que un tercio de la población estaba sumida en la pobreza extrema en uno de los países más ricos en petróleo y gas del mundo. Sin embargo, “los ricos siguen siendo ricos” reprochan los jóvenes. “En los últimos 12 años hemos tenido las más duras sanciones de la historia. Han causado problemas de paro y sabemos que esta es una de las razones por las que algunas personas no quieren participar en las elecciones”, añade Adel.
En estos días de invierno, con cumbres nevadas al norte de Teherán y algunos copos tapizando sus calles, parece que la decisión ya está tomada. Tres millones y medio de personas están habilitadas para votar por primera vez. El 70% de los candidatos tienen entre 30 y 50 años. Pero Amin está convencido de que muchos universitarios opinan como él. Además, recuerda que fue uno de los jóvenes que apoyaron las manifestaciones contra el hiyab. “La gente se ha unido y es más fuerte”, concluye.
Alireza es el propietario de una tiendas de ropa de mujeres. No le importa que abramos el debate en su comercio, no tiene miedo a hablar. No va a votar, además de por la desafección política, por la devaluación de la moneda y la corrupción en la Administración. Es consciente de las sanciones y de que hay actores externos que “no dejan que Irán mejore". "Un Irán débil es mejor para los demás poderosos del mundo”, lamenta este hombre de 37 años.
Aunque también cree que, internamente, la mayor condena de sus gobernantes es no tener un plan y “esto es lo que nos está pasando… que siguen sin tener un propósito”, reitera. No se ve identificado con los clérigos. “No hay color más oscuro que el negro”, defiende en un tono metafórico. En su tienda, casi todas las prendas tienen colores vivos y se niega a que el negro se imponga sobre los demás colores.