50 años del caso de Salvador Puig Antich, el último ejecutado por garrote vil en España
- El Supremo rechazó en 2006 revisar la sentencia que condenó a muerte al joven anarquista
- Una ejecución orquestada por el agónico régimen franquista y convertida por muchos en un mito
Los restos de una bala sin nombre en un portal de la calle Girona de Barcelona dejan la huella de Salvador Puig Antich impresa en la memoria de todo un país. La confusión en torno a un tiroteo que tuvo lugar en el número 70 de esta calle del Ensanche barcelonés, en el que se vio involucrado Puig Antich y que acabó con la vida de un policía, marcó fatalmente su destino. Su familia presentaría muchos años después de su ejecución un recurso ante el Tribunal Supremo para revisar la sentencia que condenó a muerte al joven el 2 de marzo de 1974. La revisión del proceso fue desestimada.
La historia de Puig Antich es el relato de uno de esos juicios sumarísimos que la Transición no resolvió y que de algún modo terminaría por legitimar la sentencia que, cincuenta años después, convierte al militante de 25 años en el último de los ejecutados por garrote vil en España junto al alemán, Heinz Chez.
Todas y cada una de las fuentes consultadas en este reportaje coinciden en que su caso fue el fruto de una conspiración policial y militar, amparada por la estructura política franquista para mostrar la firmeza de un régimen que agonizaba.
Salvador Puig Antich, uno de esos jóvenes que “desafiaron al miedo”
La Barcelona de los 70 es convulsa y bebe del estallido social que resuena en toda Europa. Como en el resto de España, las protestas estudiantiles y los movimientos obreros inundan las calles de la ciudad, clamando por derechos y libertades. Salvador Puig Antich es hijo de esa revolución. “Uno de esos jóvenes que desafiaron al régimen franquista en un momento en el que todo el mundo tenía miedo”. Así lo describe a RTVE.es Gutmaro Bravo, doctor en historia contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid y autor de Puig Antich: La Transición Inacabada.
Salvador es el tercero de tres hermanos, un obsesionado de las lecturas que termina enrolado en la oposición a la dictadura, dentro del anarquista Movimiento Ibérico de Liberación (MIL). Un grupo antisistema que centra sus acciones en los atracos a sucursales bancarias para financiar la lucha obrera. Sin embargo, como explica a RTVE.es el doctor Bravo, la clandestinidad supera a los integrantes del movimiento. Su profesionalidad deja mucho que desear, carecen de infraestructura y rápidamente son desarticulados y detenidos.
Cinco agentes, un tiroteo y tres disparos
Tras el robo a la sucursal del Banco Hispanoamericano, la temida Brigada Político-Social empieza a seguir la pista a los miembros del MIL. La tarde del 25 de septiembre de 1973 seis agentes de la policía política franquista esperan vestidos de paisano a Xavier Garriga Paituví, alias el Secretario, en el bar Funicular de la calle Girona de Barcelona. El objetivo es tender una emboscada a Xavier, que ha quedado con otro integrante de la banda, Santi Soler, detenido un día antes y presente en el momento de la emboscada.
Pero Xavier no va solo, sino que para sorpresa de los agentes se encuentra acompañado de Salvador Puig Antich, alias el metge (el médico). La policía decide seguir adelante con la operación, pero Santi Soler, al grito de “policía”, logra alertar a sus compañeros, que huyen calle abajo dando lugar a un rocambolesco proceso de detención que marca un antes y un después en la vida de Salvador.
En un momento de la persecución, los agentes empujan a los fugitivos dentro de un portal de la misma calle Girona. Durante el forcejeo, Puig Antich logra sacar una pistola de su americana, dando lugar a un tiroteo que hiere al anarquista y termina con la vida del joven subinspector Francisco Anguas. El cuerpo malherido de Puig Antich y el cadáver de Anguas son trasladados al Hospital Clínico, sede del Instituto Anatómico Forense, donde se procedería a la autopsia del agente muerto.
Hasta este preciso instante, la intuición conduce a pensar que el joven anarquista fue declarado culpable del asesinato de un agente de policía, lo que en términos judiciales franquistas, traía consigo la pena muerte. Sin embargo, hay que aclarar que el joven es acusado de un delito de terrorismo por la muerte del subinspector: “La Brigada Político-Social une las diligencias de los atracos con la muerte del policía, por lo que se convierte en delito de terrorismo y pasa a la jurisdicción militar”, explica el doctor Bravo. El Fiscal solicita para Salvador dos penas de muerte por el asesinato de Francisco Anguas.
El exhaustivo trabajo de investigación del periodista Jordi Panyella en Salvador Puig Antich, caso abierto trata de demostrar cómo el proceso judicial que envuelve al joven integrante del MIL vulneró de forma flagrante cada uno de los derechos más fundamentales del activista libertario.
Cinco balas que luego fueron tres
Por aquel entonces, las necropsias en la ciudad de Barcelona se realizaban en el Instituto Anatómico Forense, instalado en el Hospital Clínico. Entre una acalorada turba de agentes que reclamaban el cuerpo de Puig Antich para agilizar los trámites judiciales, entraba también en camilla el cuerpo sin vida de Anguas. Los doctores Barjau y Latorre certificaron, en los pocos minutos en los que tuvieron ocasión de ver el cadáver, “como mínimo” cinco disparos en el cuerpo del policía. Así lo relataron en su declaración ante el Supremo en 2007 durante la petición de revisión del caso. Sin embargo, el jefe superior de policía de la ciudad ordenó el traslado del cadáver de Anguas a la comisaría de la calle Enric Granados para realizar la autopsia, saltándose la propia legislación policial, que terminó certificando tres disparos en lugar de cinco.
Tiempo después, uno de los mozos presentes en la necropsia realizada en aquella comisaria, relataría a Panyella en qué condiciones se realizó este trabajo: “La autopsia se hizo con el cadáver metido en un ataúd”, explica el periodista. Aquel joven confirmó al periodista que en el cuerpo de Anguas, efectivamente, había "cuatro o cinco disparos" y no tres.
“Desde este momento se demuestra que la policía pretende esconder su participación directa en el tiroteo, que resultó de una mala praxis policial”, sentencia Panyella.
El informe balístico: los tribunales militares ya saben de armas
Un informe balístico podría haber puesto en evidencia cuántas balas dispararon las pistolas de los presentes en el tiroteo. Era otro de los ases en la manga de los que disponía el abogado de Salvador, Oriol Arau. Sin embargo, el informe también fue desestimado: “Se dio un argumento muy bestia. Como era un tribunal militar, consideraron que ellos ya eran expertos en el uso de armas. Un magistrado no puede ser juez y perito a la vez”, explica Panyella.
Las armas terminaron siendo disparadas por los compañeros de Anguas, a modo de homenaje, en el Club de Tiro Olímpico de Montjuic, dejando en evidencia la falta de rigor en el caso. Las únicas balas que se conservan en el sumario son las dos que recibió Puig Antich.
El indulto que nunca llegó: “ETA me ha matado”
El 20 de diciembre de 1973, mientras Puig Antich estaba detenido en la antigua Cárcel Modelo de Barcelona, la banda terrorista ETA asesina al presidente del Gobierno, el Almirante Luis Carrero Blanco. Un duro golpe para el franquismo que pone en evidencia la debilidad del régimen, y también la del propio Franco, tal y como explica a RTVE.es el periodista Francesc Escribano, autor de Cuenta atrás: la historia de Salvador Puig Antich, libro que posteriormente sería adaptado en la película de Manuel Huerga, Salvador. Fue entonces cuando Franco pensó, “si lo dejo todo atado, moriré matando”, concluye Escribano.
El Consejo Militar finalmente ratifica la sentencia, pena capital contra la propia jurisdicción militar: a garrote vil. Un método que, a instancias del doctor Gutmaro Bravo, refleja la “crueldad y las ansias de venganza” por la muerte del policía. El asesinato de Carrero Blanco tampoco ayudó, argumenta Escribano: “El régimen quería venganza”. El periodista cuenta cómo Puig Antich, al recibir la noticia del asesinato del Almirante, le dijo a un funcionario de prisiones que ETA le había matado.
La esperanza de una conmutación de la pena fue disipándose con el transcurso de los días. El indulto es solicitado por figuras como el Gobernador Civil de Barcelona, la Embajada alemana, universidades y hasta el propio Vaticano. Pero el Consejo de Ministros, presidido por Arias Navarro, hace caso omiso a las peticiones.
Salvador Puig Antich sería ejecutado a las 9:40 del dos de marzo de 1974 en una sala de paquetería de la Cárcel Modelo de Barcelona. Durante 20 agónicos minutos, según relataron en su día los presentes, sufriría a un anciano verdugo que con dificultad hacía girar la manivela del garrote que acabaría rompiendo, lenta y dolorosamente, el cuello del joven.
Tres magistrados a dos: la revisión del caso
Merçona Puig Antich tenía tan solo 13 años cuando su hermano fue ejecutado y los recuerdos en torno a esos días se nublan en su memoria. Participó en la querella contra el franquismo en Argentina y solicitó, junto con sus hermanas, la revisión del proceso que condenó a muerte a Salvador. Tres de los cinco magistrados de la Sala Militar del Tribunal Supremo decidieron que los argumentos puestos en consideración no tenían suficiente peso para reabrir el caso Puig Antich. “No quisieron escuchar, la explicación fue sencilla: no queremos hablar de ello, ni conocer lo que se hizo mal”. El doctor Bravo es preciso al respecto de la decisión del alto tribunal español: “No tuvo sentido, en las transiciones democráticas deben anularse este tipo de procesos ilegítimos”, dice.
Panyella asegura, de acuerdo con las nuevas pruebas presentadas en la petición de revisión del proceso y su trabajo de investigación, que existen suficientes evidencias que señalan a un par de los agentes presentes como posibles autores de los disparos que impactaron en el cuerpo de Anguas. Puig Antich disparó, dice Panyella, pero lo hizo "aturdido" y "sin una premeditación" en lo que respecta al asesinato de Francisco Anguas por lo que no debió ser considerado como un acto terrorista. Las fuentes consultadas coinciden: el juicio fue un “despropósito” y la operación policial una “chapuza”, comenta Gutmaro Bravo.
“Salvador no era un descerebrado”, explica Escribano, sino un joven con una “sólida formación intelectual” que "desafió al miedo de la dictadura". Por ello, dice, es importante reivindicar su figura, para que no pase a la historia como un criminal. Con el intento de revisión del juicio, la familia de Salvador buscaba limpiar su memoria. “El pasado no se puede olvidar. Se puede aceptar, perdonar, entender… pero la memoria es fundamental para saber hacia dónde vamos”, sentencia Merçona.
El caso de Salvado Puig Antich se suma a muchos otros que no encontraron amparo en democracia. Solo quienes estuvieron presentes en aquel tiroteo saben con certeza qué ocurrió aquel día de septiembre. Hoy, su único testigo es el impacto de una bala en el tercer escalón del número 70 de la calle Girona.