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Análisis | Reino Unido

Julian Assange: el personaje al que seguí y su causa

  • Cofundador de Wikileaks y héroe de la libertad de información o villano de la seguridad nacional
  • Este mes de marzo se espera la sentencia británica definitiva sobre su extradición a Estados Unidos

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Con las gafas de Anna Bosch: la periodista analiza la figura del polémico Julian Assange
Estela Assange, mujer de Julian Assange se manifiesta en Londres en favor de su marido

Si el Julian Assange célebre internacionalmente fuera una serie de televisión, podríamos decir que estamos ante uno de los últimos capítulos de la tercera temporada. La primera sería la irrupción de Wikileaks con la publicación y denuncia de actuaciones del ejército de los Estados Unidos en las guerras de Afganistán e Irak. Personajes destacados de esa primera temporada serían los directivos y periodistas de los medios que colaboraron con él en la publicación, y el cómplice necesario, el personaje que consiguió esas informaciones del sistema informático del ejército más poderoso del mundo, el soldado Bradley Manning, hoy exsoldada Chelsea Manning.

La segunda temporada sería la demanda de extradición que emitió Suecia cuando Assange se encontraba en Londres. Lo requería para interrogarlo por dos presuntos delitos sexuales. La temporada empieza con detención y juicios, y sigue con autoconfinamiento en la embajada de Ecuador.

La tercera temporada es la petición de extradición a los Estados Unidos, que lo acusa de espionaje. Yo seguí muy de cerca las dos primeras temporadas, y esta tercera, en la distancia. La serie lleva más de 13 años en curso y todo indica que habrá una cuarta temporada.

Julian Assange, el protagonista polémico

Es el protagonista de la serie por sus actos, su personalidad, periplo judicial e, incluso, su físico, de una palidez casi irreal. Assange es una de esas personas convertida en personaje que a pocos deja indiferente. Para sus simpatizantes es el héroe que desenmascaró las fechorías de los Estados Unidos en Irak, Afganistán y Guantánamo, un David del interés público contra el Goliat del imperio. Un mártir del derecho a la información. Para sus detractores, y a ojos de unos fiscales de los Estados Unidos, es un espía irresponsable que infringió la ley y puso en peligro la vida de muchos ciudadanos. Según quienes lo han tratado durante las vicisitudes de Wikileaks, es alguien muy inteligente que lucha por una causa, pero a quien le gusta demasiado ser el protagonista. Antiguos colaboradores, como el cofundador de Wikileaks y periodistas de The Guardian o The New York Times, describen un personaje narcisista y algo paranoico, obsesionado con su seguridad, que desconfía de todo el mundo y practica un secretismo mayor que el que él denuncia. Es ilustrativo que los medios que publicaron sus primeras filtraciones, y gracias a los cuales la denuncia alcanzó dimensión mundial, terminaron mal con él.

No ayuda que ese adalid de la transparencia y el derecho a la información se refugiara en la embajada de Ecuador, un país con malos índices de libertad de prensa, "hostigamiento judicial, difícil equilibrio pluralista, polarización y agresiones frecuentes caracterizan aún el clima de Ecuador. Clasificado en el puesto 104", dice Reporteros Sin Fronteras en su informe de 2001-2012.

Además, durante un período, Assange trabajó para "la cadena de televisión del Kremlin", Russia Today. Más argumentos en su contra es que fuese su Wikileaks quien publicara los emails pirateados del director de campaña electoral de Hillary Clinton en 2016, en vísperas de la elección en que se jugaba la Presidencia de los Estados Unidos con Donald Trump. La injerencia rusa en aquella campaña que ganó Trump está probada y fue fundamentalmente cibernética. Uno de sus colaboradores más estrechos en el New York Times me comentó, al inicio, que a Assange lo movía el odio a los Estados Unidos.

2010, arranca la primera temporada: Wikileaks

Todo empezó con la publicación, primero sólo en internet, en la web de Wikileaks, con un impacto reducido, y luego en tres grandes medios de comunicación tradicionales del mundo: el británico The Guardian, el alemán, Der Spiegel, y el estadounidense The New York Times. Con cada nueva filtración creció el número de medios tradicionales que las publicaron. Fue la mayor filtración de documentos secretos de la historia: 400.000 sobre la guerra de Irak, 90.000 sobre la guerra de Afganistán y más de 250.000 cables diplomáticos. Varios periodistas de esos medios dedicaron semanas a estudiar y filtrar los documentos facilitados por Assange. No lo publicaron todo, se asesoraron legalmente y en cuestiones de seguridad para evitar poner en peligro cuestiones de seguridad y, sobre todo, proteger identidades de colaboradores o confidentes cuyas vidas en Irak, Afganistán u otros lugares podían correr peligro. Esa fue una de las discrepancias entre Assange y los medios que le sirvieron de altavoz mundial al gran público.

Ese mismo 2010 detuvieron al entonces soldado Bradley Manning, el artífice de entrar en el sistema informático y acceder a esos documentos clasificados, secretos. A Manning lo condenaron a 35 años de cárcel, pero el presidente Barack Obama lo indultó cuando llevaba siete. En ese período Manning efectuó un cambio de género y pasó a definirse como una mujer trans, Chelsea Manning.

Primera demanda de extradición: Suecia

Es la segunda temporada de la serie hipotética, y yo la seguí de muy cerca en Londres desde la detención el primer juicio hasta la vista y la sentencia del Tribunal Supremo, pasando por el encierro en la embajada de Ecuador.

En agosto de 2010, en pleno apogeo de las filtraciones sobre la actuación del ejército estadounidense en Irak y Afganistán, la Fiscalía de Suecia emite una orden internacional de búsqueda y captura de Assange por un delito de violación y otro de abusos sexuales. Assange está en Londres y ahí lo detienen en diciembre. Empiezan los pleitos.

Suecia pide la extradición para interrogarlo, invoca el acuerdo europeo (euroorden) del que el Reino Unido forma parte, por el que los países signatarios se comprometen a entregar al ciudadano que reclame otro país si el delito por el que lo requieren está también reconocido en este. Como la violación y los abusos sexuales son también delito en Inglaterra, aquí se acaba el pleito. Este es el resumen de dos años de juzgados y diversas instancias judiciales hasta llegar al Supremo y cambiar varias veces de equipo de abogados, entre ellos el juez español Baltasar Garzón.

Asistí a todas y cada una se las vistas. Fiscalía y defensa detallaron la descripción que habían hecho las dos mujeres suecas de los presuntos delitos. Unos para sostener la acusación, los otros para rechazarla. Los jueces fueron unánimes en el razonamiento: da igual si esos hechos serían considerados violación o no aquí, lo son en Suecia y es lo único que cuenta, aquí la violación y los abusos son delito también, el Reino Unido debe entregar a Julian Assange a Suecia. Es entonces, en junio de 2012, cuando Assange ha agotado los recursos legales, cuando entra en la embajada de Ecuador, en territorio ecuatoriano, para evitar que lo manden a Suecia. El presidente de Ecuador era entonces Rafael Correa.

Julian Assange en el balcón de la embajada de Ecuador en Londres, Reino Unido

Julian Assange en el balcón de la embajada de Ecuador en Londres, Reino Unido

No imaginen al leer que esa embajada es un palacete, que el balcón desde donde apareció en alguna ocasión Assange es parte de una gran mansión. La sede de la legación es un piso, un apartamento. Siempre me pregunté cómo se puede desarrollar un trabajo cotidiano de oficina, lo que es una embajada, con una estancia ocupada por alguien ajeno que vive a todas horas ahí. Estuve en esa embajada, aunque no me dejaron pasar del recibidor. En el rellano, al igual que en la calle, había policía británica para detenerlo si en algún momento ponía un pie fuera de aquel apartamento, es decir, fuera de territorio ecuatoriano y pisaba territorio británico.

Un globo que se deshincha

La primera vista del juicio por la extradición de Julian Assange tuvieron que organizarla en un local especial en la periferia de Londres para que cupiésemos los centenares de periodistas de todo el mundo que lo íbamos a cubrir. Cómo olvidarlo, hacía frío, tuve que atravesar un barrizal para llegar y pasar un montón de medidas de seguridad y espera para acabar, por fin, en una sala en la que pudimos seguir la sesión por televisión. La primera vista, en primera estancia. Para cuando llegó la vista del primer recurso en el Alto Tribunal (High Court) ya había desaparecido la marabunta informativa, cupimos perfectamente en la mismísima sala de ese magnífico edificio neogótico. En la última vista, en el Tribunal Supremo, éramos cuatro gatos, los únicos periodistas extranjeros una periodista australiana (el país de Assange), una francesa y yo. Las concentraciones frente a la embajada de Suecia no pasaban de la docena de personas.

El miedo de Assange y sus seguidores

La razón oficial por la que con tanto ímpetu y tesón, hasta el autoconfinamiento en una habitación, Assange se opuso a que lo extraditaran a Suecia era, al margen de insistir en su inocencia, que todo el caso era una trampa para una vez en Suecia extraditarlo a los Estados Unidos, donde le harían pagar caro haber hecho públicos documentos secretos que demostraban violaciones de las reglas militares y de la guerra por parte del ejército y el gobierno más poderosos del mundo. La advertencia desmedida de que en Estados Unidos le aplicarían la pena de muerte era habitual. Oficialmente Suecia sólo reclamaba a Assange para interrogarlo. Y más de una nos preguntamos por qué iba a ser más fácil extraditarlo a Estados Unidos desde Suecia que desde el Reino Unido, como estamos viendo en la actual tercera temporada.

Tercera temporada: acaba Suecia y empieza EE.UU.

En mayo de 2017 la Fiscalía sueca retira la acusación y la investigación de violación contra Assange. Ha vencido el plazo para procesarlo. Pero Assange no abandona la embajada de Ecuador, donde lleva casi cinco años, porque tiene una cuenta pendiente con la justicia británica: no cumplió con la sentencia del Tribunal Supremo que ordenaba su extradición a Suecia. Si sale y abandona los metros cuadrados de territorio ecuatoriano que ocupa, lo detendrán por haber infringido las condiciones de su libertad bajo fianza. En esos años el gobierno de Ecuador le ha dado y quitado asilo diplomático, cortado las comunicaciones y obligado a limpiar el WC que usa y ocuparse de que su gato no incordie.

A finales de 2018 el nuevo presidente de Ecuador, Lenín Moreno, anuncia que está negociando con el Reino Unido para poner fin al asilo de Assange en su legación. Assange se niega y al cabo de cuatro meses Ecuador permite la entrada de la policía en su embajada para detener al inquilino no deseado. La justicia británica lo condena a 50 semanas de cárcel. Estados Unidos, con Donald Trump de presidente, le imputa 17 cargos de espionaje y pide su extradición. Desde entonces, abril de 20219, casi cinco años, Julian Assange está en una cárcel de máxima seguridad en las afueras de Londres.

Últimos capítulos

En los últimos capítulos hemos visto como Assange ganó en primera instancia su recurso, pero lo perdió en el Alto y el Supremo, que han dictado a favor de extraditar a Assange a los Estados Unidos. La ministra de Interior en 2022 lo ratificó, pero Assange y su equipo de abogados pidieron al Alto Tribunal (distinto del Supremo) que le permita recurrir esas sentencias, y de lo que estamos pendientes este mes de marzo es de si los dos jueces que tienen que decir lo autorizan o no. Si no le permiten recurrir, Assange ya no tiene más recorrido judicial en el Reino Unido y Londres deberá entregar Assange a los Estados Unidos en un plazo máximo de cuatro semanas. No está claro qué ocurrirá si inmediatamente los abogados de Assange recurren al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Libertad de información

Es la cuestión de fondo en esta segunda extradición a la que se enfrenta Julian Assange, y por ello incluso muchos de sus críticos le dan ahora apoyo. El razonamiento es que los secretos que publicó Wikileaks sobre acciones del ejército estadounidense y comunicaciones de su gobierno son de interés público, y que por ello debería ampararlo el derecho a la libertad de expresión. Es esa cuestión del interés público lo que debería salvarlo de la ley de Espionaje (1917). La suma de condenas podría alcanzar los 175 años de cárcel.

Es importante tener en cuenta la primera enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. Copio del texto de la Constitución en español que figura en la web del Departamento de Estado: "El Congreso no aprobará ninguna ley que se aboque al establecimiento de religión alguna, o que prohíba el libre ejercicio de la misma; o que coarte la libertad de expresión o de prensa; o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar del Gobierno la reparación de agravios."

Tanto Reporteros Sin Fronteras como Amnistía Internacional han pedido su liberación, consideran, como los abogados de Assange, que lo acusan de ejercer una de las funciones de la prensa: obtener y publicar informaciones secretas que son de interés público. En este caso, malas prácticas del ejército o posibles violaciones de derechos humanos. Para los abogados, este caso es un claro ejemplo de represalia del Estado por la expresión de una opinión política. Quienes piden la libertad de Assange y, sobre todo, que no se lo juzgue por espionaje, creen que este caso trasciende la persona y los actos del cofundador de Wikileaks y afecta al periodismo en todo el mundo. Si lo extraditan a Estados Unidos, Julian Assange será el primer editor de información a quien se aplique la ley de Espionaje y sentará un precedente para todo aquel periodista o medio que haga pública información clasificada.

También el gobierno de Australia ha pedido que no lo extraditen y le permitan viajar a su país.

Enfermo, esposo y padre

Durante estos casi 14 años de cautiverio, dictado o autoimpuesto, la salud física y mental de Julian Assange se ha resentido, y es este uno de los argumentos para que no lo extraditen y lo liberen. En estos años Assange ha iniciado una relación amorosa con una de las abogadas que tuvo en su caso contra Suecia, Stella Moris. Con ella ha tenido dos hijos y con ella se casó en la cárcel hace dos años, en marzo de 2022. Su esposa y sus abogados son sus portavoces.