'Los que se quedan', el agridulce cuento de Navidad de quienes no encajan
- El director Alexander Payne regresa a terreno conocido con una impecable comedia con tintes dramáticos
- Paul Giamatti, Da'Vine Joy Randolph y el debutante Dominic Sessa brillan con sus interpretaciones
Cuando uno piensa en películas navideñas, enseguida se le vienen a la cabeza ¡Qué bello es vivir! o las distintas versiones de Cuento de Navidad de Charles Dickens, desde las más clásicas a actualizaciones como Los fantasmas atacan al jefe. A esa lista bien podría incorporarse Los que se quedan, la historia de tres personas personas obligadas a pasar las fiestas en un colegio privado mientras sus compañeros disfrutan de las vacaciones.
Los que se quedan, esos holdovers del título original, son Paul Giamatti como el profesor Paul Hunham, Da'Vine Joy Randolph es la cocinera que acaba de perder a su hijo en Vietnam, y Dominic Sessa debuta en el cine como un prometedor y problemático joven que se queda sin volver a casa porque su madre ha vuelto a casarse. Ellos son una respuesta cargada de dignidad a una institución rancia donde el privilegio es algo tan obvio que pasa desapercibido.
Alexander Payne, director y guionista querido por la Academia (acumula siete nominaciones en su carrera, con dos Oscar), regresa al terreno que mejor le funciona, el de la comedia con un fondo dramático, tras el tropezón de la sátira de ciencia ficción Una vida a lo grande. Payne se apoya en un guion redondo de David Hemingson para hablarnos de las oportunidades perdidas y de lo difícil que resulta encajar en un entorno que te rechaza. Y lo hace no solo ambientando su película en los 70 sino rodándola como si fuera de esa década.
La virtud de Los que se quedan está en su tono. Su mensaje sobre la amistad y sobre los lazos que nos unen a los demás no acude a la vía lacrimógena de otras películas profesor-alumno como El club de los poetas muertos, sino que apuesta por el humor. Paul Giamatti borda el papel como ese hombre culto e irónico, siempre con la réplica perfecta, de quien desconocemos por qué sigue atado a una institución que claramente detesta. El rector del colegio le obliga a cuidar de los jóvenes que no tienen a dónde ir en Navidad y ese grupo se verá reducido a un solo alumno cuando los demás consigan una forma de largarse. Ahí comenzará una convivencia más cercana con ese hijo abandonado (Dominic Sessa) y con la cocinera encargada de alimentarlos, una Da'Vine Joy Randolph robaescenas que refleja a la perfección el dolor por la pérdida de su hijo.
Entre pasillos vacíos, botellas de licor y charlas de salón frente a concursos tontos de la tele avanza una película a la que quizás le cuesta un poco arrancar y que se vuelve más interesante cuando desaparecen el resto de alumnos y se centra en el trío protagonista. La segunda mitad del film es magnífica, con un viaje a Boston que revela hechos del pasado de profesor y alumno y llega a un desenlace coherente para su protagonista.
Cinco nominaciones y una opción clara de Oscar
Los que se quedan opta a cinco premios (película, actor protagonista, actriz secundaria, guion original y montaje), de los cuales el único "cantado" y muy merecido es para Da'Vine Joy Randolph. Paul Giamatti ya ha ganado este año el Globo de Oro a mejor actor de comedia, pero en los Oscar tendrá enfrente al favorito Cillian Murphy por Oppenheimer. Parece increíble que esta solo sea la segunda nominación de Giamatti al Oscar (la primera fue como secundario por Cinderella Man) cuando cuenta con interpretaciones como la de Entre copas, su primer trabajo con Alexander Payne, o la de El mundo según Barney, por la que se llevó su primer Globo de Oro en 2012.
La categoría que le podría dar un segundo Oscar a Los que se quedan es guion original. La primera historia que llega al cine del hasta ahora televisivo David Hemingson tiene como principales rivales a Anatomía de una caída y a Vidas pasadas, dos de las sensaciones de la temporada de premios.
Más allá de que se reconozcan sus méritos en la gala del 10 de marzo, lo que queda es la sensación de que sigue habiendo público para historias dirigidas a un espectador adulto, en producciones de presupuesto medio que ya parecían abandonadas entre carísimas superproducciones condenadas muchas veces a no recuperar lo invertido y el éxito "indie" de cada temporada.