La lucha de las mujeres islandesas para construir el paraíso feminista
- El 24 de octubre de 2023, el país vivió una de las manifestaciones más multitudinarias de su historia
- La brecha salarial es del 21% y muchas siguen sufriendo violencia machista
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Desde hace ya 14 años, Islandia ostenta el título de país más igualitario del mundo, según el Foro Económico Mundial. Lo ha logrado gracias a sus leyes pioneras en conciliación, la legalización del aborto, la diversidad sexual y la imposición de una cuota de género en todas las empresas. Hoy las mujeres ocupan el 49% de escaños en el Parlamento y tienen una representación del 40% en los Gobiernos municipales y, junto con Bangladesh, es el único país en el que ellas han sido presidentas durante más años que los hombres.
En cambio, para muchas, esta reputación global no concuerda con la experiencia que viven a diario. El 24 de octubre de 2023, cerca de 100.00 islandesas tomaron las calles en el kvennafrí (Día Libre de las Mujeres) bajo el lema “¿A esto le llamáis igualdad?”. Fue una de las manifestaciones más multitudinarias de su historia y una referencia a esta imagen del país como un paraíso feminista. "Hicimos una huelga y en Reikiavik nos reunimos 100.000 personas para protestar porque seguimos teniendo estos enormes problemas en relación con la brecha salarial y a la violencia de género. Son los dos temas principales que se plantearon en la huelga", explica Finnborg Steinþórsdóttir, activista y profesora universitaria especializada en género.
"Las cifras muestran que una gran cantidad de mujeres islandesas sufren violencia de género en algún momento de su vida y son muy pocas las que presentan cargos o llevan sus casos a los tribunales”, expone la historiadora en pensamiento feminista Valgerður Pálmadóttir. Además, “estamos hablando de un 21% de brecha salarial aquí en Islandia. Son cifras muy altas. Vemos que los trabajos históricamente femeninos están devaluados en comparación con los masculinos. Son las mujeres las que están cuidando de los niños, de los ancianos y las que trabajan en los hospitales y las escuelas”, según Steinþórsdóttir.
El 24 de octubre es una fecha señalada en el calendario islandés. En el otoño de 1975 se produjo un punto de inflexión en la historia nacional cuando el 90% de las mujeres del país paralizaron Reikiavik en una marcha sin precedentes. Demandaban plena igualdad con los hombres y un mercado laboral digno frente a una brecha salarial del 60%. Ese kvennafrí obligó a los hombres a ocuparse de las tareas tradicionalmente femeninas, copó los titulares internacionales, y en poco tiempo, la isla se transformó en una pionera en igualdad.
El pódium mundial lo han conseguido también gracias su incansable lucha social. La tradición popular define a las islandesas como personas fuertes e independientes, desligadas de los hombres, ya que, durante siglos, ellos dominaban el mar mientras ellas conquistaban la tierra del fuego. Desde comienzos del siglo XX y gracias a las ideas sufragistas de la época, las islandesas se situaron a la vanguardia mundial, siendo uno de los primeros países en conseguir el sufragio universal pleno en las elecciones municipales de 1908. Años después y tras la fundación de la universidad pública, las mujeres ingresaron en la educación superior. “Así las mujeres pudieron ser juezas y profesoras, lo que les permitió acceder en igualdad de condiciones a los puestos de trabajo de todo el país”, explica la directora del Centro Islandés de Derechos Humanos, Margrét Steinarsdóttir.
Todas ellas aseguran que los logros que han conseguido en este ámbito se deben a la unión de un pueblo de apenas 372.520 habitantes. "Hemos estado organizando huelgas de mujeres de forma habitual. Gracias a eso, conseguimos, por ejemplo, cerrar los clubes de striptease y que cambiara la legislación. Ahora no está penado ejercer la prostitución, pero sí comprarla y beneficiarse de la prostitución ajena. Uniendo nuestros esfuerzos, el movimiento de mujeres se hace cada vez más fuerte. Esta es probablemente la razón principal por la que hemos llegado tan lejos", aclara Steinarsdóttir. Ella, como la mayoría de sus compañeras, pone el foco "en reconocer que la violencia existe, en ser abiertos al respecto, hablar de ello y, sobre todo, culpar a quien corresponda, porque las víctimas a menudo se sienten avergonzadas, se culpan a sí mismas e incluso los demás las culpan a ellas. Así que tenemos que culpar a la persona que ejerce la violencia, no a quien la sufre".
De Islandia a Afganistán
Las cosas están cambiando, pero no al ritmo que demandan. Steinarsdóttir participó en la histórica huelga de 1975, fue una de las organizadoras en los parones de 2005 y 2007 y en otoño volvió a salir a la calle con sus compañeras. Asegura que “el principal problema al que nos enfrentamos es a la violencia de género. Es algo que está presente en todas las sociedades del mundo y algo que las mujeres tenemos que combatir con todas nuestras fuerzas”.
Steinarsdóttir hace referencia a los 6.647 kilómetros que alejan el frío de Reikiavik del calor abrasador de Kabul. La distancia que separa a estas dos ciudades no es solo geográfica, ya que una lista de 145 países los separa, situando a Afganistán como el peor lugar para la igualdad. Desde la toma de poder de los talibanes en agosto de 2021, el país se ha convertido en una pesadilla para las mujeres. Otros Estados como Chad, Argelia, Pakistán o Irán, también han visto como los derechos femeninos se han reducido drásticamente, especialmente en aquellos lugares que han experimentado conflictos armados en los últimos años.
Según el índice WPS publicado por el Instituto Georgetown para la Mujer, la Paz y la Seguridad, las mejores sociedades para las mujeres son también las más democráticas y pacíficas. Por eso, como contraposición, Europa mantiene las cifras más altas en igualdad de todo el mundo, evaluando el acceso a la educación, la brecha salarial, la esperanza de vida y la representación política de las mujeres.
El éxito nórdico
El caso islandés no es único en la región, ya que sus vecinos nórdicos (Noruega, Dinamarca y Suecia) también encabezan habitualmente las clasificaciones mundiales en cuanto a calidad de vida. Y la igualdad de género no es una excepción. Pese a las dificultades para denunciar una violación o la lucha por unos salarios equitativos, Islandia continúa siendo el mejor país para nacer, crecer y ser mujer. “La imagen del país como un paraíso para las mujeres se ha utilizado como una especie de marca nacional. Esto también eleva el listón para los políticos, por lo que se han impulsado buenas medidas y la legislación con el fin de mantener este primer lugar. Pero de alguna manera tiene efectos negativos porque crea esta especie de aura de igualdad. Una se pregunta por qué deberíamos luchar si ya tenemos igualdad de género”, analiza Pálmadóttir.
Tras su participación en la huelga del pasado 24 de octubre, Katrín Jakobsdóttir, la presidenta del país, aseguró que Islandia alcanzará la paridad total en 2030. Son cifras que, aunque a algunas islandesas les parecen irreales, distan mucho de los 132 años que necesita el resto del mundo para llegar a una igualdad plena.