Las "islas" de las mujeres en Irán: espacios de libertad frente a las restricciones de la 'sharia'
- Teherán es la capital mundial de la rinoplastia, triunfan los gimnasios y salones de belleza
- Desafían a las autoridades, que han instalado cámaras para identificar a las que vayan sin velo
“Como los líderes religiosos tienen influencia y poder en este país, no permitirán que las niñas estudien en la misma escuela que los niños. No permitirán que las mujeres enseñen en las escuelas de niños. No permitirán que los hombres enseñen en las escuelas de niñas. No permitirán la corrupción en este país”, dijo Ruhollah Jomeini, el primer Líder Supremo de Irán, en uno de sus primeros discursos coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Fátima Azahra, la hija del profeta. El triunfo de la Revolución Islámica supuso el comienzo de la segregación por sexo en la mayoría de espacios públicos.
Las entradas a los recintos de instituciones, el transporte público y puntos de control están diferenciados para hombres y mujeres con los letreros de hermano (برادر) y hermana (خواهر). La parte trasera de los autobuses está reservada a las mujeres, que tienen su propia puerta de entrada y salida; y, aunque estén en un espacio distinto al de los hombres, tienen que permanecer cubiertas. El metro es otro de los lugares con vagones específicos para ellas.
“En Irán hay un culto al cuerpo”
Una habitación propia es lo que necesita cualquier mujer, tal y como escribió la autora británica Virginia Woolf. Sin embargo, las mujeres que viven bajo el yugo de los ayatolás necesitan refugios “colectivos” y “exclusivos” para ellas. En Teherán abundan los lugares convertidos en islas pensadas por y para las mujeres. A estos entran y salen tapadas, pero dentro gozan de un espacio seguro alejado de la mirada de las autoridades. Samira llega al gimnasio a primera hora, se descalza, se quita el abrigo y lo deja con el bolso en la taquilla. “En Irán hay un culto al cuerpo”, dice sonriendo en un centro deportivo para mujeres en una de las avenidas principales de la capital.
No quieren dar nombres porque no tienen autorizado hablar con la prensa. “Aquí cuidamos de las partes del cuerpo que no se ven”, continúa la joven. Un césped artificial sustituye a las alfombras persas. El gimnasio está lleno de mujeres desafiando pesas al ritmo de la música prohibida. Para Samira, el gimnasio es una válvula de escape que le ayuda a evadirse de las incalculables prohibiciones con las que convive en el exterior. Lucen sin complejos pantalones cortos, mallas apretadas y camisetas de tirantes. “Vienen muchas mujeres, abrimos a las seis de la mañana y siempre hay una cola de chicas esperando”, asegura la encargada.
El deporte podría estar reservado solo para los hombres
Para los ayatolás el deporte podría estar reservado solo para los hombres. Las iraníes han tenido que luchar por su derecho a hacer deporte, pero también a visionarlo. Por ejemplo, el fútbol es popular en Irán, pero las multitudes tradicionalmente son exclusivamente masculinas. Hasta junio de 2023, las autoridades no anunciaron que las mujeres podrían acudir a los partidos, eliminando así una prohibición que impedía que pudieran ser parte del público, salvo en contadas ocasiones.
“Lo bueno de este espacio es que vestimos como queremos y compartimos nuestra visión de las cosas”, dice Samira, agradecida por tener un espacio como este. Pone el ejemplo del caso de Sahar Khodayari, conocida como la “chica azul”, que fue sorprendida viendo a su equipo dentro del estadio. Al enterarse de que podía enfrentarse a seis meses de prisión, se suicidó prendiéndose fuego frente al edificio del Tribunal Revolucionario Islámico. “Aquí”, dice Samira señalando las pantallas, “sorteamos con una VPN el bloqueo a la navegación de páginas extranjeras y vemos videos de todo tipo de deporte”.
Fuera solo pueden lucir el rostro y una parte del cabello, aunque cada vez son más las jóvenes que desafían las férreas normas del régimen que les llevan a vivir una doble vida. En los encuentros familiares y sociales en casas privadas es donde presumen de ropa ajustada y corta, se sueltan las melenas y se colocan varias capas de maquillaje. De hecho, otra de estas islas de mujeres en Irán son los salones de belleza. Elahe tiene 26 años y ha venido a peinarse en uno de los grandes salones de belleza, que tiene más de una veintena de puestos de peluquería, manicura y pedicura, además de salas de maquillaje. Es asesora de marketing en una empresa y acude todos los jueves a este espacio para hacerse algo. “Me gusta cuidarme el pelo y la cara”, dice.
Teherán, la capital mundial de la rinoplastia
Teherán es el reino de las operaciones estéticas y sobre todo es conocida como la capital mundial de la rinoplastia. “La cara y las manos son lo único que podemos enseñar”, dice Elahe. Enseña unas uñas pintadas con gel y una cara limpia cuya nariz ha sido operada. “Tenía grande la curva del hueso”, muestra. En el país persa, más de 200.000 personas, la mayoría mujeres, pero cada vez más hombres, se operan la nariz cada año. Es habitual ver a las mujeres con tiritas blancas cubriendo la nariz, muestra de que han pasado por un quirófano. “Odiamos las narices grandes y mi madre me operó cuando tenía 17 años”, explica la joven. Además, todas llevan las cejas tatuadas y bien marcadas, pieles lisas con los pómulos bien marcados y labios rellenos y perfilados. El maquillaje no escasea, la máscara y el delineador de ojos son imprescindibles para consagrar la mirada de las iraníes. Ella viene en busca de tranquilidad. “Me siento más cómoda y segura. Trabajo el autocuidado. Me veo mejor”, asegura. "Son espacios para la autoconfianza frente a quienes nos quieren borrar", añade.
Mona hace la manicura y está convencida de que nunca le faltará trabajo. Todas se quitan el hiyab o el chador al llegar al centro de estética, visten ropa normal y se sueltan el pelo. Hablan entre ellas, son muchas, no pueden venir sin cita previa y las empleadas presumen de que no cierran ningún día del año. En estos espacios pueden ablandarse frente a unas autoridades que han llegado a instalar cámaras en lugares públicos para identificar a las mujeres que vayan sin velo. Les advierten en "mensajes de texto sobre las consecuencias", indica la joven. La medida busca ayudar a superar la "resistencia contra la ley del hiyab", añade. Desde la muerte de Mahsa Amini en manos de la Policía Moral, son muchas las mujeres que se quitan el velo, particularmente en las ciudades más grandes, aunque corren el riesgo de ser arrestadas.
Amnistía Internacional (AI) ha denunciado este miércoles que las autoridades iraníes están llevando a cabo una "campaña de represión masiva contra mujeres que no usan el obligatorio velo islámico, con la confiscación de miles de vehículos, penas de cárcel y hasta latigazos". “En un intento siniestro de desgastar la resistencia al uso obligatorio del velo tras la sublevación 'Mujer Vida Libertad', las autoridades iraníes están aterrorizando a mujeres y niñas al someterlas continuamente a vigilancia y control policial”, ha afirmado en un comunicado Diana Eltahawy, directora adjunta de la organización para Oriente Medio y Norte de África.
Fortalecen y empoderan su rebeldía
Lo cierto es que 45 años después de la creación de la República Islámica, las mujeres dependen de la voluntad de un hombre para casarse, trabajar, viajar, abrir una cuenta bancaria. Por ejemplo, si una mujer quiere divorciarse contrariamente a su marido, deberá fundamentar su decisión ante el juez y esperar su autorización. Ellas no pueden ocupar altos cargos de la administración, pero tampoco pueden ser juezas de pleno derecho, ni interpretar los textos sagrados.
En la falda de los Montes Elburz, en el norte de Teherán, existe un espacio reservado para ellas. El mausoleo de Imamzadeh Saleh cuenta con una entrada que dirige a un refugio para aquellas más creyentes o más conservadoras. Antes de acceder hay que vestir un chador y en un salón de trozos de espejos, que recuerda lo insignificante que son las personas, hay grupos de mujeres que hablan bajito, otras rezan o meditan y las más jóvenes se enseñan cosas en los teléfonos móviles.
Es uno de los lugares de culto más hermosos en el Irán de los chiitas. Muchas van al bazar y pasan por aquí. Otras, como Nas, se han reunido con sus amigas la mañana del sábado para ponerse al día. “No soy creyente, pero me gusta venir aquí todos los días”, dice envuelta en un chador de flores blancas. Fuera el paisaje está cubierto de nieve, aquí ellas se escuchan las unas a las otras. “Siento mucha paz y mucha tranquilidad”, dice otra señora que se suma a la conversación. Algunas murmuran versículos del Corán. Dos amigas han quedado para hablar frente a la tumba de Imamzadeh Saleh. “Vengo a rezar”, rompe a llorar una mujer vestida de negro. Otra la consuela y le da un abrazo. Su marido ha caído enfermo, le da miedo que ella y sus cuatro hijos queden desamparados. Ha venido desde el sur de Teherán para suplicar ayuda.
La crisis económica agrava la situación de las mujeres. Ellas son las principales víctimas en la clase media y baja. En plenas elecciones legislativas se percibe en la capital un desapego generalizado de un sistema político que no comprende ni responde a las necesidades de las iraníes. Hay una mayoría social que no comulga con la deriva conservadora del régimen islamista. El grito “mujer, vida y libertad” que desató las protestas tras la muerte de Amini cada vez resuena más fuerte y en estas islas fortalecen y empoderan su rebeldía.