Oscar a la mejor banda sonora: Göransson o sorpresa
- Oppenheimer es favorita en una categoría donde John Williams suma su nominación 54 por Indiana Jones y el Dial del Destino
- Especial Premios Oscar
Los largometrajes o series basados en hechos reales o en personajes de la historia moderna no hacen más que aumentar año tras año gracias a -o por culpa de- las plataformas audiovisuales de pago y de la exaltación de la individualidad que vemos, por ejemplo, en los ya habituales biopics musicales. Si Andy Warhol popularizó aquello de los 15 minutos de fama, hoy día, sería sustituido por “ten tu propio documental”. Y este año, las canciones y bandas sonoras nominadas participan -en parte- de este escenario. Respecto a las partituras, podríamos haber titulado estas reflexiones sobre los premios de la Academia de Hollywood como “todos contra Göransson” pero, siempre cabe esperar el momento melodramático sorpresa que nos regalan los premios más publicitados del cine mundial.
Jerskin Fendrix por Pobres criaturas
Esta fábula fantástica inspirada en Frankenstein de Mary Shelley ha permitido dos cosas: primero, que su director, el griego Yorgos Lanthimos, haya encargado por primera vez una música incidental para un filme suyo. Y segundo, que el primer trabajo para el cine de un compositor nuevo en el mundillo audiovisual comparta nominación junto a grandes nombres de la industria.
Fendrix es un músico más cercano en sus creaciones a lo electro punk o rock experimental que a su formación clásica. Y así lo ha demostrado con la interesante partitura para este filme comercial de arte y ensayo, si me aceptáis el oxímoron, y que quizá, en otra edición de los Oscar o en otros premios menos convencionales, se llevaría el premio gordo.
El guion relata cómo absorbe la vida a trompicones la joven “recién nacida” Bella (una desaforada Emma Stone, también en labores de producción), en un acelerado proceso de crecimiento y experimentación, que va tensando las convenciones sociales y morales, allá por donde pasa. Vestuario, maquillaje, fotografía y la música participan de este ordenado desequilibrio. Fendrix sigue a Bella para asignarle una excéntrica música de cámara, en un mundo sonoro que reconocemos, pero no podemos ubicar, entre lo infantil y lo lúdico. Cuenta el compositor que tras hablar con el director antes del rodaje, grabó cada instrumento individualmente para procesar electrónicamente lo obtenido hasta el extremo, obligando así al espectador a situarse entre la incomodidad y la satisfacción de ver y oír las aventuras y sinsabores de la versión femenina del monstruo de Shelley.
Ludwig Göransson por Oppenheimer
La biografía fílmica sobre el creador de la bomba atómica, nos propone -a ritmo de thriller- la ascensión y caída en desgracia de uno de los físicos más relevantes del pasado siglo, y parte responsable de la muerte de cientos de miles de personas, aspecto marginal en el guion. En las antípodas de Pobres criaturas, encontramos una música que busca su esencia en la seguridad del familiar sonido de las películas de gran presupuesto.
Las ambiciosas películas de su director, Christopher Nolan, exigen un portentoso trabajo musical, que en el caso que nos ocupa, permite (junto al sonido) sostener el interés de esta historia de conflicto humanos, sesudos estudios científicos y de terroríficas consecuencias. Göransson aplica los dictados de Nolan con total dedicación: tonalidades menores, continuos arpegios y ráfagas de trémolos en las cuerdas, nerviosos staccati, y una dinámica, obsesiva en sus crescendos, que no siempre acompaña lo que se ve en pantalla. Los numerosos premios acumulados por el polifacético compositor sueco, sorprendente ganador del Oscar por Black Panther, convierten en favorita a esta efectiva, intensa y vibrante partitura que tan bien parece acomodarse a este thriller de elucubraciones íntimas.
Laura Karpman por American fiction
En una edición de películas nominadas que ponen de relieve, entre otros temas, la bisexualidad, el feminismo, el genocidio de los indios norteamericanos, faltaba un relato sobre el racismo social e institucional contra los negros. Esta ficción metaliteraria, con gran dosis de humor y crítica hacia el entorno del mundo editorial, ha sorprendido a propios y extraños por las cinco nominaciones logradas. En cambio, no sorprende, o más bien, es una positiva sorpresa, el tener esta partitura entre las finalistas. Ya que el protagonista de la novela, y de esta adaptación cinematográfica, se llama Thelonious “Monk” Ellison, Karpman tuvo claro tanto el timbre protagonista como el ámbito sonoro.
Hay algo de Monk en esta creación, ya que se aprecian elementos del free jazz y las armonías abiertas que se mueven entre el jazz modal y el new age. Pero también está la energía lúdica de Herbie Hancock o la elegancia de Maurice Ravel. Además, la compositora de The Marvels, retrata cada pequeño giro de guion de este escritor frustrado y éxito repentino, acompañándole con ritmos latinos como la milonga o la bossa nova. Aunque este jazz orquestal es elegante, ágil, experimental, melódico y está excelentemente interpretado, parece difícil que sorprenda a la arrolladora Oppenheimer, al último Williams (en varios sentidos) o a la indígena propuesta de Los asesinos de la luna.
Robbie Robertson por Los asesinos de la luna
No es estrictamente indígena, como acabamos de afirmar, pero la duodécima colaboración entre este músico de ascendencia cayuga y mohawk y Martin Scorsese tiene, además de blues y folk, suficientes elementos nativos para tener en cuenta en las votaciones de la siempre conservadora Academia. Robertson falleció a los 80 años en junio de 2023 y esta nominación póstuma no se producía en los Oscar musicales desde que el gran Bernard Herrmann fuera nominado tras su muerte por Fascinación y Taxi driver en el mismo año de 1976. Este miembro destacado del mítico grupo de country rock canadiense The band, al que Scorsese dedicó un no menos recordado documental (The last waltz, 1978), aúna en esta partitura la tradición india con la música popular contemporánea norteamericana: tambores con guitarra eléctrica, banjo, órgano o armónica, entre otros, junto a un tratamiento vocal tomado de la música nativa. Ya que, a pesar del extenso metraje del filme, la presencia musical no es omnipresente, será un breve motivo musical en los contrabajos, repetido, obsesivo, el que sustente el ritmo visual de las conspiraciones y de los asesinatos provocados por la avaricia petrolera. Puede que esta partitura no dé la sorpresa, pero sí quizá la canción que cierra el filme y que también ha obtenido nominación.
John Williams por Indiana Jones y el dial del destino
54 nominaciones repartidas entre 49 partituras y 5 canciones; y 5 premios Oscar. Esta es la carta de presentación (por si hiciera falta) de John Williams para llevarse el premio en este 2024, a la que podríamos añadir otra baza extramusical: esta partitura significa el cierre de una saga tan famosa como el propio cine y quizá, sólo quizá, sea el último trabajo de este compositor recién cumplidos los 92 años. Pero lo relevante es que ésta, es una excelente partitura, un justo equilibrio entre temas antiguos y de nueva creación, entre la nostalgia y el clasicismo, que mantienen el brío y la fuerza audiovisual en este nuevo trabajo. Es un Williams en plena forma que aprovecha su total conocimiento del personaje y los resortes argumentales para construir y desarrollar musicalmente su reconocido sonido orquestal y su capacidad narrativa. Para redondear, y como viene siendo habitual tanto en los conciertos del compositor como en sus grabaciones últimas, interviene la excelente violinista Anne-Sophie Mutter, que aporta al ya de por sí hermoso tema de Helena, asignado a la nueva protagonista, un complemento perfecto.
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