11-M: cuando el yihadismo internacional se presentó a las puertas de Europa
- En la primera década del siglo XXI, la lucha antiterrorista internacional se convirtió en prioridad para todos los estados
- La muerte de Bin Laden, la guerra de Irak y luego la de Siria dieron lugar a que el DAESH tomara protagonismo
Fue la confirmación de que el terrorismo de Al Qaeda también tenía la vista puesta en Europa. El 11 de septiembre no era un cisne negro, y aquella mañana del 11-M de 2003 Europa vivió su propia versión de la tragedia. El nuevo enemigo internacional apuntaba también al viejo continente y casi dos años después, el 7 de julio de 2005 otra cadena de atentados sacudía Londres confirmando que el enemigo estaba aquí. Atentados simultáneos, coordinados, y siempre bajo la bandera de la organización de Bin Laden. Eran los años del auge de Al Qaeda.
“En aquella primera década del siglo XXI, que es en la que se enmarca el atentado de Madrid, prácticamente no hay un año en el que no se desarticulara una célula que estuviera preparando un gran atentado en Europa. Y en todos esos planes, Al Qaeda estaba detrás”, señala Luis de la Corte, analista y autor del libro Historia de la Yihad.
La lucha antiterrorista internacional se convirtió en prioridad para todos los estados y centró sus miras en la organización de Bin Laden. La dirección de Al Qaeda, cada vez más acorralada, fue perdiendo capacidad de dirigir, organizar o planear ese tipo de grandes operaciones. “A finales de la década, el liderazgo de la organización estaba cada vez más aislado, y por tanto tiene cada vez menos influencia”, señala de la Corte “Y eso generó una reducción de la amenaza y, por tanto, de la posibilidad recibir grandes atentados”.
En mayo de 2011, Fuerzas Especiales de EE.UU. asaltaron un recinto amurallado y fortificado en Abbottabad, Pakistán. Bin Laden y otras cuatro personas mueren el tiroteo subsiguiente. Aquello, dice de la Corte, “fue el indicador más a mano para constatar esos problemas que Al Qaeda iba teniendo para mantener un suficiente nivel de influencia. Fue un indicador, aunque no creo que el más importante”.
Ese declive ya había provocado un cisma en la organización. La muerte de Bin Laden, la Guerra de Irak y luego la de Siria dieron lugar a que una nueva marca yihadista fuera cobrando prestigio. Nombres como Abu Musab al Zarquawi, primero, el líder de la rama en Irak o su heredero en la organización, Abu Bakr Al Bagdadi, tomarían el relevo del carismático jeque saudí desafiando a su sucesor. A esa nueva organización se la conocería como DAESH, y para ella, Europa también sería un objetivo. Un hombre hizo de nexo intelectual entre ambas, un viejo conocido de las autoridades antiterroristas españolas: Setmarian Otmani, Abu Musab Al Surí.
Cambio de patrón
Las investigaciones de los atentados de Atocha permitieron a la audiencia española conocerle. Era inconfundible: tez clara, pelirrojo, semblante serio. Sirio de nacimiento, participó en la revuelta de Hama de los Hermanos Musulmanes sirios en los años 80. Se exilió en España, y adquirió la nacionalidad tras casarse con una española. A finales de esa década acudió a la yihad afgana donde conoció a Bin Laden y se convirtió en una figura relevante de la esfera yihadista. En los años 90 regresó a España, y aquí tenía a Abu Dahdah, el que luego fue cabeza de la célula de Al Qaeda en Madrid, entre sus colaboradores. A mitad de los años 90 emigró a Londres, y luego se le perdió la pista.
Setmarian no era sólo un líder local. Se le considera el teórico más sofisticado de las estrategias yihadistas, así como el inspirador de muchas tácticas del DAESH. Tenía una teoría muy sencilla, descrita en su libro Llamada a la resistencia islámica global, para llevar la yihad al corazón de Europa: utilizar a la población musulmana que vivía en Europa. Según Setmarian, los atentados provocarían el miedo y una virulenta reacción social contra los musulmanes europeos. Y ellos, por reacción, se radicalizarían y sumarían a la yihad. No era necesaria una gran capacidad logística, ni amplias células adiestradas. Tan sólo había que iniciar esa cadena.
“Cuando se pasa a la siguiente década, aparece un nuevo patrón: individuos no directamente conectados con una gran organización, y ese será el patrón que se va a generalizar” señala de la Corte. “Es un patrón que, en principio, daba muy poco de sí en términos de efectividad terrorista, pero a medida que pasan los años, la cosa cambia con la aparición del DAESH y su proclamación de Califato en 2014 y sus exhortaciones para cometer atentados en Occidentes. Generó la que ha sido la peor oleada que hemos tenido, que abarca desde finales de 2014 hasta finales de 2017, con más de 300 víctimas.
El nuevo patrón de conducta
Los atentados de Charlie Hebbdó, incluso los de Bataclán o los del aeropuerto de Bruselas todavía respondían a las tácticas de las células centralizadas y organizadas. Pero poco a poco se fueron imponiendo los atentados de los lobos solitarios. “Hubo un número mucho mayor de atentados, mucha mayor frecuencia, pero mucho menos letales cada uno de ellos. En 2018, con la derrota territorial de DAESH, se produce otra vez el declive en la actividad y en el número de planes”.
España volvió a sufrir las consecuencias del yihadismo en 2017 en Barcelona, esta vez, bajo la bandera del DAESH. El número de víctimas fue mucho menor. Pero en términos absolutos, señalan los expertos, no hemos sido ni los que más ni los que menos los han sufrido. “Hay un patrón general, y dos o tres países con un patrón de afectación mayor, que son Francia, Reino Unido y Bélgica” señala de la Corte.
“Si tomamos como referente el número de atentados, España estuvo en un segundo nivel, pero muy cerca de los primeros. Si tomamos como referencia, por ejemplo, el número de individuos que se desplazaron desde España a combatir a Siria, no somos precisamente el país que ha exportados más combatientes yihadistas a esa zona de conflicto”, añade. “Ahora, si se analiza las operaciones policiales que se han llevado a cabo contra el yihadismo, estamos en un nivel muy similar al de otros estados miembros de la Unión Europea”.
Cambian las prioridades del yihadismo
La primera década de siglo fue la del auge y declive de Al Qaeda. La segunda, la del auge y declive del DAESH. Ninguna de las dos organizaciones han desaparecido, aunque ya no son lo que fueron. Pero si algo ha enseñado la historia de estos movimientos, repiten los expertos, es que un fenómeno es pendular. Y el yihadismo no termina con el fin del Califato terrorista del DAESH.
“La prioridad no es ahora mismo cometer grandes atentados en Occidente, las prioridades son otras”, señala Luis de la Corte. “Es actuar en escenarios y países con estados frágiles y mayorías musulmanas. Y de hecho el epicentro del yihadismo está en África”.
Ya no hay niveles de alerta como los de los años 2014 o 2015. Pero los analistas advierten: “Cuando una organización de estas características adquiere mucho poder territorial tarde o temprano acaba proyectando su violencia a Occidente”.