El feminismo en los pueblos pequeños: "A nosotras no nos manda nadie, y si nos mandan, no les hacemos caso"
- Las mujeres se asocian cuatro veces más en los municipios pequeños que en los grandes, según el CIS
- Mujeres de varios pueblos pequeños de Navarra han creado una red de espacios para reunirse y acompañarse
- Día de la Mujer 2024, en directo
Mari fue la primera alcaldesa del valle de Allín, un municipio compuesto por varios pueblos del oeste de Navarra. Allí montó junto a otras mujeres la asociación de mujeres de su valle. De eso hace casi treinta años. "Esto me ha dado la vida", nos dice Mari. Hoy todas defienden la importancia de mantener estos espacios en los que las mujeres se unen porque necesitan acompañarse y sostenerse. Por eso, en 2023, tras la pandemia, formaron una red de las asociaciones de los cinco valles de Ancín-Amescoa en la están conectadas más de 500 mujeres.
A Fina estas reuniones le han servido para socializar y hablar de los problemas del día a día. Algo que, dice, todavía sigue generando rechazo en parte de la sociedad. "A mí me han dicho, cuando hemos hecho alguna reunión, que si estábamos haciendo un aquelarre, que para qué necesitábamos hacer una asociación de mujeres", apunta.
La respuesta la tiene Aurori. "Aquí hacemos de psicólogas", reconoce, y nos cuenta que juntarse les sirve para acompañarse y para darse cuenta de que, aunque cada una tiene su vida, la mayoría comparten una misma realidad. "Salías de casa encogida y volvías y decías: mis problemas son los de las demás".
Una "excusa" para salir de casa y reconciliarse con la vida
La creación de estas asociaciones, impulsada por la responsable en aquel momento de los programas comunitarios de Ancín-Amescoa, fue una forma de cohesionar a un movimiento informal que habían formado por iniciativa propia un grupo de mujeres inquietas. Muchas tenían cerca de 80 años y, las que en ese momento eran más jóvenes, hoy nos cuentan que el impacto en las mujeres mayores fue determinante.
"Hemos normalizado que hacer actividades, salir de casa y divertirse es normal", puntualiza Fina. Ella llegó de Bélgica y la asociación le permitió conocer a muchas mujeres. Por eso, aunque hacen talleres de pintura, manualidades o autodefensa feminista, la actividad, nos cuentan, es casi una "excusa". Para muchas, reconocen con naturalidad, es una forma de salir de casa. "Aquí por lo menos no hay trabajo", dice Tere, quien reconoce que su vida ha sido "malísima". "Empecé a trabajar con ocho años, imagínate qué vida, y ahora en casa somos siete. Todo el día estoy trabajando", añade mientras pinta un cuadro. Aquí, pincel en mano, se reconcilian de alguna manera con la vida.
Paula Rifaterra es actualmente la técnica comunitaria del Servicio Social de Base Ancín-Améscoa y es la responsable de que se hayan creado sinergias entre las distintas asociaciones de mujeres de los valles. "Es muy importante que en las zonas rurales existan cohesiones y se dinamice. Este es el mejor legado que estas mujeres pueden dejar a las generaciones más jóvenes", apunta. Rifaterra coordina las reuniones de la red a la que acuden representantes de cada asociación, que son las que luego se encargan de expandir la información.
Son ellas las que tiran del carro, las que han dinamizado la zona y las que, sin saberlo, están haciendo feminismo.