El porno que denigra a la mujer y fomenta el sexismo: “Tienes que dejarte hacer para ser más atractiva”
- Más de la mitad de los consumidores de porno tiene menos de 35 años
- Las personas que consumen pornografía muestran valores de sexismo hostil más altos
- Día de la Mujer 2024, en directo
Acceder en internet a la pornografía mainstream -la general, gratuita e ilimitada- es tan fácil como hacer clic en el genérico aviso de “tengo 18 años o más” que presentan en su página inicial. Ahí termina la responsabilidad de la página, y las posibles consecuencias del consumo recaen en la madurez y experiencia de cada persona.
“Al ser expuestos a representaciones de violencia, dominación y objetivación sexual desde una edad temprana, existe el riesgo de que los jóvenes internalicen estos comportamientos como normales o incluso deseables en sus futuras relaciones”, explica Sara Arroyo, psicóloga especializada en violencia de género.
Más de la mitad de los consumidores de porno tiene menos de 35 años
La pornografía es una industria que genera cientos de millones de euros al día. Existen pocos datos sobre la facturación de estas páginas, pero se estima de más de 90.000 millones de euros al año, lo que equivale a casi 3.000 euros por segundo.
De las 25 webs más visitadas en todo internet en 2023, hay al menos tres sitios de contenido para adultos, que reciben 7.800 millones de visitas al mes. Son las mismas visitas que acumulan en conjunto las páginas de X (antes Twitter) y Netflix.
Según el último informe de Pornhub, una de las páginas porno más visitadas, España ocupa el puesto 11º en una lista de 20 países que abarcaron casi el 80% del tráfico diario de esta web en 2023. Afirma que la edad media de su audiencia es de 37 años, sin tener en cuenta a los menores que acceden mintiendo en la advertencia de edad.
Quienes más porno consumen son los menores de 24 años (27% de los usuarios) y los jóvenes de 25 a 34 años (26%): son más de la mitad de su audiencia total. En comparación con otros países del ranking, España tiene el porcentaje más bajo de usuarios jóvenes, un 29%.
Uno de esos jóvenes es José (25 años), que reconoce que ve porno casi a diario, especialmente cuando está estresado, no concilia el sueño o lleva mucho tiempo sin tener sexo. Se ha planteado dejar de consumirlo, entre otras razones, porque le “genera dependencia para dormir”.
Si el porno “es asumido sin criterio ni reflexión”, explica Roberto Sanz, psicólogo y sexólogo, “lleva a la frustración y a la sobreexigencia personal y, por supuesto, a conductas sexuales estereotipadas”. Lo cuenta en primera persona Ana, 28 años, que nunca ha visto porno: “Hablando con una amiga nos dimos cuenta de que para ella era supernormal depilarse absolutamente todo y es algo que yo no he hecho nunca y no imaginaría que es imprescindible a la hora de tener relaciones sexuales”.
Otra consecuencia del consumo es que “podría afectar negativamente a la autoestima y a la satisfacción en las relaciones venideras, propiciando problemas como la disfunción eréctil y la insatisfacción sexual”, añade Sara Arroyo. Por ese mismo motivo, Javier (31 años), tras muchos intentos, ha decidido dejarlo. El joven considera que es un “producto distorsionador del deseo sexual” y que se adquiere una “imagen irreal de lo que es el sexo”.
Las mujeres experimentan malestar al ver pornografía
De toda la audiencia de Pornhub, solo un 36% son mujeres; en el caso de España, se mantiene en un 29%. Según un estudio de la Universitat Jaume I, las mujeres experimentan malestar al ver pornografía, independientemente de su orientación sexual y el tipo de contenido.
Isabel (23 años) es una de esas mujeres: “He buscado unas dos veces por curiosidad, pero me ha echado para atrás y lo he dejado al momento”. Asegura que sus fantasías se inspiran en escenas de películas, series o libros y cree que, de haber consumido porno siendo adolescente, “tendría muchos más sesgos de lo que debería o no ser el sexo de los que ya de por sí se adquieren socialmente”.
“La mayor parte del porno muestra a la mujer como objeto de deseo y al hombre como sujeto de deseo“
El porno generalista cosifica y despersonaliza a la mujer, ya que en la mayoría de vídeos se muestra “a la mujer como objeto de deseo y al hombre como sujeto de deseo”, evalúa Eva Cañete, psicóloga y sexóloga en centros educativos. La industria pornográfica está producida, dirigida y pensada para un público masculino: “La cámara está todo el tiempo enfocando a la mujer, a sus genitales, a su cara de satisfacción -supuestamente-, y al hombre es que ni lo vemos o solo vemos su pene”.
“Muchas de las categorías [de los vídeos] están basadas en las características de la mujer, como la edad, la raza o los rasgos físicos, mientras que nunca son tenidas en cuenta como sujetos de deseo”, argumenta la psicóloga y divulgadora Andrea Martínez. En 2023, los términos más buscados fueron hentai, MILF -mujer madura- y lesbiana, lo cual refleja lo que la sociedad encuentra excitante, según evalúa Cañete.
El hentai -vídeos manga erotizados- es una de las categorías más vistas en todo el mundo, en el que predominan las relaciones sexuales no consentidas: “Muestra situaciones de abuso y violencia sexual”, que, al presentarte en formato animado, “pueden parecer menos realistas o menos impactantes”, explica Sara Arroyo, especialista en violencia de género.
Los jóvenes que ven porno son más sexistas
Hay una correlación bastante alta entre el porno y el sexismo, concluye un estudio de 2024 liderado por Belén Sanz Barbero, investigadora del Instituto de Salud Carlos III. El sexismo es una manifestación de la desigualdad entre hombres y mujeres, a través de valores, actitudes y comportamientos que sitúan a las mujeres por el hecho de serlo en una situación de inferioridad. El sexismo tiene dos dimensiones: hostil (muestra conductas de superioridad y dominación del hombre) y benevolente (refleja estereotipos e infantiliza a las mujeres).
La investigación confirma que los hombres tienen más comportamientos o actitudes sexistas que las mujeres. En cuanto a la relación con el consumo de porno, los jóvenes que lo ven obtuvieron valores medios de sexismo hostil más altos que los que no lo consumen. En el caso del sexismo benevolente, ocurre lo contrario, los jóvenes que no ven pornografía mostraron los valores más altos.
El estudio también concluye que “existe una asociación entre el consumo de pornografía, la orientación sexual y el sexismo”: los hombres heterosexuales registraron valores medios de sexismo más altos que los homosexuales o bisexuales. Pasa lo mismo con la formación: quienes tienen un menor nivel de estudios muestran conductas más sexistas.
La pornografía erotiza la violencia física y psicológica hacia la mujer
Sanz Barbero trabaja en otro estudio cuyos datos preliminares muestran que “el 64% de los hombres y el 51% de las mujeres que han visto pornografía en los últimos 12 meses ha visto contenido donde existe, al menos, violencia física”. Por otro lado, “el 18% de los hombres y el 24% de las mujeres ha visto pornografía donde, sin haber violencia física, hay violencia psicológica o humillaciones”. Es decir, las mujeres consumen más pornografía de humillación que los hombres.
Estos comportamientos se erotizan y facilitan la integración de guiones sexuales que pueden aumentar las prácticas de riesgo. Sara Arroyo advierte de que esta narrativa “presenta la violencia como algo excitante o deseable”, además de “alimentar una cultura que minimiza la importancia del consentimiento y justifica la agresión sexual”.
“Marcan pautas de qué es lo que tiene que ocurrir en una relación sexual, qué es lo que se puede esperar y cómo se tienen que comportar”, explica Sanz Barbero. En el caso de las mujeres, el mensaje que la pornografía transmite es que “tienen que ser sumisas, tienen que disfrutar con la agresión y tienen que aceptar la coerción”.
“La mujer recibe de todo menos placer. Hay vídeos de una mujer y de tropecientos hombres haciéndole de todo“
Así le ocurrió a Nuria (21 años) cuando se sintió “presionada” por parejas que querían poner en práctica con ella este tipo de escenas. Califica de “superviolento” el contenido que hay en estas páginas: “La mujer recibe de todo menos placer. Hay vídeos de una mujer y de tropecientos hombres haciéndole de todo”.
Ana tiene 28 años y no ha visto porno nunca porque “no registra la intimidad” de un encuentro sexual, solo que “tienes que dejarte hacer para ser más atractiva”, presión que asegura que no experimentan sus amigos hombres.
Normalizar estos contenidos y conductas es uno de los riesgos del consumo continuado y temprano de pornografía es. “Si me he excitado viendo cómo asfixian o pegan a otras mujeres, eso tiene un efecto y puedo incorporarlo a mi vida sexual”, enfatiza la socióloga Uxía López Mejuto.
“Hay bastantes estudios que concluyen que la pornografía incrementa la probabilidad que tiene una mujer de ser agredida. La pornografía muestra con frecuencia a mujeres expuestas a prácticas coercitivas, y esto hace que la mujer aprenda que ese es el lugar que le corresponde en las relaciones sexuales”, argumenta Sanz Barbero.
“Puede desembocar una mayor tolerancia hacia la violencia sexual y exacerbar el problema de la violencia de género“
El consumo continuado de pornografía también afecta a la percepción de las conductas violentas en los hombres, añade Sara Arroyo. “A medida que se acostumbran a imágenes más impactantes, lo que antes les excitaba puede volverse menos interesante, llevándolos a buscar contenido más extremo. Esto puede desembocar en una mayor tolerancia hacia la violencia sexual y exacerbar el problema de la violencia de género”, explica.
Para Eva Cañete, sostener que el porno incita a la violencia sexual hacia la mujer es “echar balones fuera”. La sexóloga cree que los problemas que llegan del porno vienen de “la conjunción de la gran falta de educación sexual, el patriarcado y el machismo”.
Una nueva mirada: del porno educativo al ‘feminista’
Tras haber consumido contenido sexual desde antes de que le bajara la regla, Bea tiene claro que nunca volverá a consumir páginas porno convencionales: “He llegado a encontrar vídeos muy fuertes como pornografía infantil, violaciones y todo lo malo que puedas imaginarte”.
Ahora, la joven asegura que consume porno educativo. “Son vídeos que, mientras te montan una escena, te enseñan qué posturas pueden ser mejores según el tipo de pene, cuáles te provocan menos dolor si tienes vaginismo o cómo usar un preservativo femenino”, explica la joven de 25 años. La psicóloga y divulgadora Andrea Martínez discrepa de este calificativo y asegura que el porno no tiene fines pedagógicos, sino que es un producto de ocio que pretende “excitar sexualmente”.
En los últimos años, ha surgido una corriente de porno menos violento y sórdido, autodenominado ‘feminista’, pero, según los expertos, sigue mostrando relaciones de poder y una comercialización de la sexualidad “que compromete el consentimiento y el deseo sexual genuino”, explica Sara Arroyo.
“Se comercializa el cuerpo de la mujer al servicio del placer de los hombres, hay un intercambio económico, y, por tanto, no puede ser feminista“
De acuerdo con la experta en violencia de género, estas corrientes abordan algunas de las problemáticas de la pornografía, “como la desigualdad de género, el respeto mutuo, el consentimiento y el bienestar sexual y emocional”. Para el sexólogo Roberto Sanz, el porno ‘feminista’ se puede considerar “una expresión artística orientada a la activación del deseo y la excitación sexual, junto a un imaginario y unas condiciones igualitarias (por ejemplo, laborales)”.
Eva Cañete pone en valor que estas corrientes muestran algo distinto: “Suelen estar disponibles en plataformas de pago y son vídeos producidos y dirigidos por mujeres, en los que las personas involucradas tienen un sueldo, un contrato y se hacen pruebas de ITS [infecciones de transmisión sexual] de forma frecuente”, explica la sexóloga.
No hay consenso en esta cuestión. “Como yo lo veo, se comercializa el cuerpo de la mujer al servicio del placer de los hombres, hay un intercambio económico, y, por tanto, no puede ser feminista”, difiere la investigadora Sanz Barbero.
En la misma línea, Uxía López Mejuto señala que las mujeres que generalmente aparecen en esos vídeos “tienen una capacidad adquisitiva baja y se ven empujadas a ser explotadas sexualmente”. “El porno no es una fantasía, esas mujeres están siendo penetradas; a las que les escupen, están siendo escupidas; a las que les mean, están siendo meadas. No es una ficción, no es una película: no se está fingiendo, está pasando”, concluye la socióloga