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Residencias, año cero (I)

El "abandono" y la "impotencia" de las residencias madrileñas en lo peor de la pandemia: "Era como ir a una guerra"

  • RTVE.es accede a las actas policiales que reflejan la desesperación de los trabajadores y la falta de material
  • Algunos denuncian la no derivación de pacientes a los hospitales: "No hubiera habido tantos fallecimientos"

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En las residencias madrileñas murieron cerca de 7.000 mayores en la pandemia
En las residencias madrileñas murieron cerca de 7.000 mayores en la pandemia EFE/Brais Lorenzo

“He vivido la crisis del sida, del ébola, los atentados del 11M... Pero a mí esto es lo que más me ha marcado”. Isabel lleva más de 20 años trabajando como auxiliar de enfermería en Madrid, primero en hospitales y después en residencias. Y asegura, todavía con la voz entrecortada por la emoción, que no se ha enfrentado a nada como la primera ola de la pandemia, durante la cual las trabajadoras estuvieron "solas todo el tiempo". "Es la peor experiencia de mi vida”, relata.

La residencia en la que trabaja, la de Nuestra Señora del Carmen, es una de las que aparecen en las actas policiales a las que ha tenido acceso RTVE.es, y que dan cuenta de la gravedad de los primeros embates del COVID-19, en marzo y abril de 2020, en los centros de mayores de la capital. En ella, los policías recogen que “necesitan EPIs urgentemente”, una de las reclamaciones más habituales, la de la falta de material, en las más de 200 actas.

En otras, los agentes dan cuenta de que responsables de los centros manifiestan “el absoluto abandono por parte de las instituciones públicas”. Es el caso de la directora de la residencia Mirasierra, de Domusvi, quien “se derrumba en varias ocasiones manifestando su necesidad de apoyo psicológico, a toda la plantilla en general y al equipo directivo y técnico en particular”, según recoge el acta.

Acta de la residencia Mirasierra del 23 de abril de 2020

Acta de la residencia Mirasierra del 23 de abril de 2020 RTVE

“No os podéis imaginar lo que fue aquello, lo que tuvimos que ver. Estuvimos solos y no podíamos hacer nada, y esa impotencia la vamos a arrastrar toda la vida”, asegura, también entre lágrimas, Lucía, otra trabajadora en una residencia pública. En este caso, Lucía es un nombre falso para evitar posibles represalias en el centro en el que trabaja. "Los primeros 20 días fueron una hecatombe. Eso era ir a una guerra", remata.

"Les decía todos los días: 'por favor, llevadle al hospital', y no lo hicieron"

En las residencias de la Comunidad de Madrid han muerto cerca de 7.000 mayores por coronavirus durante la pandemia, más de 10.000 si se cuentan a los que presentaban síntomas compatibles con la enfermedad pero que no fueron confirmados, lo que sitúa a esta autonomía como la que cuenta con más muertes en geriátricos en España, según datos del IMSERSO recogidos por DatosRTVE. Un recuento del diario Infolibre en base a datos de la Consejería de Sanidad sitúa en 7.291 los muertos en residencias solo en los dos peores meses de aquella crisis.

Uno de aquellos fallecidos es Antonio, de 85 años, quien vivía en la residencia pública de Alcorcón desde hacía una década. Su familia lo iba a ver cada día hasta el 8 de marzo, cuando se prohibieron las visitas en las residencias madrileñas para evitar contagios. Él, con principio de alzhéimer, pero buena salud, no entendía por qué había dejado de recibir visitas, y sus allegados no pudieron hablar con él por teléfono más que una vez desde el cierre del centro. 

“¿Cuándo vais a venir a verme?”, les preguntó en aquella única llamada, recuerda Lola Parra, su nuera. Sería la última ocasión en la que escucharían a Antonio. Alrededor del día 20 empezó a enfermar: tosía y tenía unas décimas de fiebre. El día siguiente empeoró, según le explicaban las enfermeras a Lola. “Yo les decía todos los días: ‘por favor llevadle al hospital’”.

Desde la residencia nunca lo hicieron. Cuando ya estaba más grave y le diagnosticaron COVID-19, el día 27, le contaron que habían mandado a un conductor a por medicinas al hospital. Lola no entendía por qué no le llevaban directamente para ser tratado. Esa misma tarde murió, y como él, otras 78 personas solo en aquel centro, que cuenta con unos 400 residentes.

Sin sudarios para cadáveres que se acumulaban

Este trágico panorama se repetía en centros de todo Madrid, tanto públicos como privados. Solo en la residencia en el que trabajaba Isabel, también con cerca de 400 residentes, hubo unas 150 muertes, relata. Los fallecidos se trasladaban temporalmente al sótano, pero hubo un momento, sin espacio allí, sin personal suficiente, o con las funerarias desbordadas, que algunos cadáveres “se quedaban en la cama” en ocasiones durante un día, con otro residente al lado durmiendo.

Las actas policiales, que ha hecho públicas Más Madrid y que la Comunidad de Madrid se ha comprometido también a publicar en las próximas semanas, dan cuenta de situaciones similares en al menos otras diez residencias en la ciudad de Madrid. En algunas de ellas los fallecidos permanecían hasta 72 horas, y no tenían ni siquiera material para cubrirlos

“Necesitan con urgencia [...] sudarios para cadáveres”, se lee en el documento que hace referencia a la situación de la residencia Amavir Usera el 7 de abril, día en el que tenían cuatro muertos sin trasladar. “Demandan sudarios y ayuda para retirar a los fallecidos en el menor tiempo posible”, aparece en el acta del centro Orpea Valdemarín, con ocho muertos en el sótano, el 3 de abril. 

Acta de la residencia Amavir Usera del 7 de abril de 2020

Acta de la residencia Amavir Usera del 7 de abril de 2020 RTVE

Cómo fue la misión de la Policía

La desesperación que sentían algunas de las directoras de los centros se trasluce en lo que recogen los policías. La misión de inspeccionar las residencias, que partió del gabinete de emergencias coordinado por la Comunidad de Madrid, fue encomendando al Sección de Inspección y Evaluación de los Servicios (SIES) de la Policía Municipal de Madrid, que movilizó a cerca de una quincena de agentes. Estos visitaron casi 200 centros, prácticamente todos ellos en el mes de abril.

Denuncian que lo hicieron sin una formación específica para utilizar el material de protección en lo que entonces era el principal foco de contagio, según constatan fuentes policiales conocedoras de la situación de las residencias. A diferencia de otros cuerpos como la Policía Nacional o las Fuerzas Armadas, el cuerpo policial local no dispone de un equipo específico de riesgos bacteriológicos.

Además, según estas mismas fuentes, la misión de entrar en los centros de mayores se dio sin una orden de servicio, el documento habitual en estos casos en los que se advierte del riesgo del cometido o el número de agentes requeridos, entre otros datos. La ausencia de esta orden podría ser "irregular", apuntan.

"No se les ha dado la posibilidad de vivir"

“Ha muerto mucha gente sola”, denuncia Nandi, otra trabajadora, en su caso en la Gran Residencia de Carabanchel. Se trata de otro centro de grandes dimensiones, con 450 residentes, y donde fallecieron alrededor de 150 personas, según denuncia. Allí, con un personal ya insuficiente antes de la pandemia, lamenta, llegó a haber solo cuatro asistentes para cada 80 mayores por las numerosas bajas, muchas de las cuales no se cubrían.

De entre todos los enfermos, “muy pocos” se derivaron al hospital, asegura. Su testimonio coincide con el de trabajadores de cinco residencias, tanto públicas como privadas, consultadas por este medio. “No se les ha dado la posibilidad de vivir. Se les dejó encerrados y dejados de la mano de Dios”, señala en ese sentido Lucía. 

También las actas policiales dan cuenta de la no derivación a los hospitales. “De los 69 fallecidos, 9 fallecieron en el hospital y el resto (60) fallecieron en la residencia provocado por la no admisión de derivaciones de dichos pacientes en el hospital de referencia (La Paz)”, se lee literalmente en el documento sobre la residencia Mirasierra. En ella, también se recoge que “la directora manifiesta el absoluto abandono por parte de las instituciones públicas”.

Acta de la residencia Mirasierra

Acta de la residencia Mirasierra RTVE

En el acta sobre la residencia Geriasa de Doctor Esquerdo los agentes recogen el testimonio de la directora, quien asegura que: “Si se hubiera podido derivar a los residentes al hospital no hubiera habido tantos fallecimientos, puesto que solo son residencia y no hospital (carecen de los medios hospitalarios)”. De los 33 fallecidos que había a día 9 de abril, 31 murieron en la residencia.

La situación en este centro fue especialmente grave, y los documentos de la policía resaltan que la UME montó un hospital de campaña en su interior “ante la imposibilidad de parar la propagación” o que tenían un ascensor “de uso exclusivo para servicio funerario”. También recogen que la directora “quiere hacer constar que se encuentra todo el personal agotado física y emocionalmente”.

Acta de la residencia Geriasa de la calle Doctor Esquerdo del 9 de abril

Acta de la residencia Geriasa de la calle Doctor Esquerdo del 9 de abril RTVE

La Comunidad aseguró que el protocolo era un borrador enviado "por error"

La cuestión de la no derivación de mayores enfermos a hospitales ha estado recurrentemente en el centro de la polémica en la Comunidad de Madrid desde el inicio de la pandemia. La oposición ha denunciado, en base a investigaciones periodísticas como la de Infolibre, la existencia de un protocolo enviado a residencias y centros sanitarios a principios de marzo que impedía que los enfermos con alto grado de dependencia o de discapacidad fueran trasladados a hospitales para así evitar sobrecargar los centros médicos.

También el entonces consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero (Cs), quien estaba al frente de las residencias, denunció el llamado “protocolo de la vergüenza”, que provocó que las personas mayores "quedaron abandonadas a su suerte", según ha asegurado en repetidas ocasiones y en su libro Morirán de forma indigna. Mientras, Amnistía Internacional recalcó en un informe que en Madrid y en Cataluña se habían vulnerado los derechos humanos por la falta de derivación a los hospitales.

14 horas - Alberto Reyero: "Lo de las residencias no era un borrador, era un protocolo firmado" - Escuchar ahora

Por su parte, desde la Comunidad de Madrid han señalado que aquel protocolo que establecía criterios de exclusión fue enviado “por error” y que no se trataba de una versión definitiva. En las últimas semanas, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ha justificado que “cuando una persona mayor estaba gravemente enferma con el COVID no se salvaba en ningún sitio”. Pese a ello, un estudio científico publicado en 2023 en la revista Epidemiología mostró que en dos hospitales de Madrid que atendieron a mayores en residencias la tasa de supervivencia fue de entre el 57,5% y el 72,3%.

"No había oxígeno suficiente para todos los usuarios"

Los trabajadores consultados denuncian que no contaban con medios suficientes para atender a los pacientes más graves, ya que por su propia condición las residencias no son centros médicos. 

“No había concentradores de oxígeno suficientes para atender a todos los usuarios, sobre todo los primeros días. Había gente a la que nosotros no podíamos suministrar oxígeno”, relata Víctor, enfermero en una residencia concertada del grupo Los Nogales. Más adelante, con donaciones privadas y ayuda de los hospitales, sí que consiguieron más material, detalla. 

Además, las residencias solo disponían de concentradores, máquinas portátiles de reducido tamaño, y no de tomas de oxígeno, con mayor capacidad, como tienen en los hospitales. “Los concentradores de oxígeno no tienen la suficiente potencia para poder aguantar una situación así”, asevera Lucía.

Algunas de las actas apuntan a la falta de material de cuidados paliativos. Es el caso de la residencia Las Azaleas. “Manifiestan que no disponen de médico ni enfermera en turno de noche [...]. Los cuidados paliativos de noche al no tener médico y enfermera les autorizaron desde el servicio de paliativos del Hospital Ramón y Cajal el uso de palomillas subcutáneas que tampoco disponen de ellas (no encuentran, actualmente tienen cuatro)”. Las palomillas subcutáneas son un tipo de aguja usado habitualmente para administrar cuidados paliativos.

Acta de la residencia Las Azaleas del 1 de abril

Acta de la residencia Las Azaleas del 1 de abril RTVE

“Muchos han muerto sin sedación, porque al principio no daban mórficos. Han muerto ahogados”, relata Nandi, un testimonio compartido por otras trabajadoras.

El día 12 de marzo de 2020, la Comunidad de Madrid anunció que las residencias se iban a “medicalizar” y que los mayores contagiados serían “atendidos allí mismo”. Sin embargo, los trabajadores consultados coinciden en que esa medicalización no fue tal. Aunque tenían médicos y enfermeros, ni había personal ni material suficiente, insisten. 

Falta de material: "Una mascarilla para 17 días"

Tampoco había material de protección frente al virus, como mascarillas o EPIS, ni para los residentes ni para los trabajadores, resaltan. De hecho, en las actas algunas de las palabras que más se repiten son “mascarillas”, “necesitan” e incluso “urgente”. “Teníamos una mascarilla para 17 días”, recuerda Lucía. Los EPIs, por ejemplo, en ocasiones se lavaban y tendían en los pasillos para reutilizarlos.

Mariví, cuya madre estuvo internada en una residencia, recuerda coser mascarillas y equipos de protección para donarlos al centro. También recibían donaciones de empresas privadas, recuerdan otros trabajadores.

Los agentes que visitaban los centros recogían asimismo la falta de ayuda de las administraciones. “No se ha personado ni UME, ni Comunidad de Madrid. En definitiva, 'nadie'”, se lee en el acta de la residencia Rafael Alberti.

Acta de la residencia Rafael Alberti del 4 de abril

Acta de la residencia Rafael Alberti del 4 de abril RTVE

Cuatro años después de aquellos duros días de primavera, familiares de víctimas y trabajadores de las residencias siguen marcados por la profunda herida que dejó la pandemia. Isabel, quien lloraba cada día al volver a casa, sufrió tiempo después una “depresión impresionante” y buscó ayuda psicológica. Pese al dolor que sienten con el recuerdo, todos coinciden en pedir una sola cosa, como dice Lola: “Que no nos olvidemos”.

Las palabras más repetidas en las actas

DatosRTVE ha transcrito todas las actas policiales a las que RTVE ha tenido acceso (197), de las cuales se han analizado las que trataban sobre centros residenciales (113). El análisis para la nube de palabras se ha centrado en los campos “Medidas adoptadas por el centro” y “Observaciones”. 

Gracias a una herramienta online, se ha procedido al conteo de todas las palabras recogidas. Además, se ha procedido a una revisión manual para agrupar palabras bajo una sola. Por ejemplo, todas las formas del verbo “necesitar” (“necesitan”, “necesitarían”) se han recogido bajo el infinitivo. Lo mismo ocurre con el plural y el singular de una palabra (se ha optado por “personas” en vez de “persona”). En otros casos, se ha optado por juntar dos palabras que hacen referencia a la misma idea, como “Guardia” y “Real” (el cuerpo militar), “comunidad” y “Madrid” (la región), o “jefe” y “SIES” (responsable de la Sección de Inspección y Evaluación de Servicios de la Policía Municipal de Madrid).

Para facilitar la lectura de la visualización se han eliminado las palabras menos relevantes a los efectos de este recuento, como son artículos, preposiciones, pronombres, etcétera. También otras como “presentes”, “directora”, “empresas” o “filiadas”, por formar parte de las actas a un nivel más testimonial. En el caso de los verbos, se ha optado por suprimir algunos, sobre todo por ser auxiliares (“haber”) o por no ser relevantes en la narrativa (“ser”, “estar”, “poder”). Sí se han dejado otros por su importancia, como “necesitar”, “desinfectar”, “faltar” o “solicitar”.

En la elaboración de esta información han participado Cristina Pozo García y José Á. Carpio (DatosRTVE).