La monarquía británica en tiempos de desinformación
- Los errores de comunicación enturbian la imagen de los Príncipes de Gales, hasta el momento intocables para la prensa
- La Casa Real no explica qué le ocurre a Kate Middleton y aumenta la inquietud sobre su situación
"A veces me pregunto cómo juzgarán las generaciones futuras los acontecimientos de este año tumultuoso. Me atrevo a decir que la Historia adoptará una visión un poco más moderada que la de algunos comentaristas contemporáneos" – dijo la reina Isabel II en el discurso que celebraba sus 40 años de su reinado en 1992, su annus horribilis. Un año y medio después de su muerte, la Firma (como también se conoce a la Casa Real Británica) no atraviesa buenos momentos. No sabremos cómo juzgará el público con retrospectiva, pero desde luego, en tiempos de redes sociales, no parece haber espacio para la indulgencia.
La monarquía británica es casi una monarquía global. La ceremonia y los fastos, con sus toques anacrónicos, generan fascinación, mucho más allá del Reino Unido, muy particularmente en Estados Unidos. Los miembros de la familia real británica, a diferencia de los de otras casas reales europeas, son conocidos, como celebrities de Hollywood, a escala global. Ahora, distintos motivos, siguiendo con el símil fílmico, han llevado a un problema con el casting.
El rey ha reducido su agenda a sus funciones como jefe del Estado por enfermedad; la reina Camila, con más peso en sus responsabilidades representativas, cansada, se tomó una semana sabática en una finca en Ciudad Real; y los príncipes de Gales, ausentes o casi. Catalina se recupera de una operación y Guillermo ha reducido su agenda sustancialmente, se entiende que para apoyarla. Así las cosas, sólo quedan dos miembros plenamente activos entre los llamados Senior Royals, es decir, los que pueden acudir a actos en representación del monarca. Son sus hermanos, la princesa Ana y el príncipe Eduardo. El liderazgo está descafeinado.
The show must go on, el espectáculo tiene que continuar
"El espectáculo tiene que continuar", cantaba Queen con un mensaje más que válido para sus majestades. La magia de la monarquía reside en gran parte en el halo de misterio que le es intrínseco, sin embargo, el misterio está llegando en algunos casos a tal punto que se les está escapando el relato.
Where is Kate Middleton? (¿Dónde está Catalina?). Es la pregunta que copa los titulares. Sabemos, por el Palacio de Kensington, que fue sometida a una intervención abdominal y que se repone en su domicilio de Windsor. No es que su baja laboral le alivie de los compromisos oficiales –esto lo entendería casi todo el mundo- es que no se la ha visto en los últimos dos meses y medio, más allá de en una foto ruidosa, tomada por unos paparazzis estadounidenses. Los medios británicos la comentaron pero no la publicaron, respondiendo solícitos a la demandada discreción, sin considerar que fuera de interés público aunque sean conscientes de que el público tiene como mínimo curiosidad. Pesa la factura que las imágenes a la caza de Lady Di generaron y que sirvieron para fijar unos límites que a veces se desdibujan según de quien hablemos. Porque ¿acaso no es privado que un hijo visite a su padre enfermo? Al príncipe Enrique le siguieron desde el aeropuerto hasta el palacio en su última visita al país, nada más conocerse el diagnóstico de Carlos III.
A pesar de estar siendo sometido a tratamiento (no sabemos cuál); para un cáncer (no sabemos de qué); de una gravedad (que tampoco es conocida); el rey ha aparecido en fotografías oficiales, tomadas por profesionales en sus reuniones con miembros del gobierno e incluso, en circunstancias personales: recibiendo buenos deseos de la gente con respecto a su salud, paseando por el jardín o de camino al servicio religioso dominical. Su estrategia de comunicación clásica, buscando el equilibrio entre la privacidad y la transparencia, está recibiendo respeto.
Por el contrario, el hermético secretismo de Catalina está pasando a ser visto como una falta de rendición de cuentas. A la vista está, por comparación, que una mínima dosis de información, sin perder la intimidad, le hubiera procurado un reposo más sereno. Los Príncipes de Gales, que tienen más de 15 millones de seguidores en Instagram, debieran saber que a la gente le interesa lo que muestran y le preocupa lo que no enseñan y que, en tiempos de redes sociales, lo que no se sabe se inventa. Así, han surgido todo tipo de rumores, teorías conspirativas, memes cargados de veneno, bromas en muchos casos de dudoso gusto. Se ha construido una narración alternativa que ha escapado a su control. La estrategia para contrarrestarla, además, ha resultado fallida. Y ahí sí, la Institución podría tener una crisis.
Kill Notice (Mata Noticia)
La expresión no puede ser más gráfica. Mata la noticia. Noticia muerta en todos los servidores de las principales agencias internacionales por estar manipulada. La noticia en cuestión era una foto. Un posado –casi como una prueba de vida- con el tono al que nos tienen acostumbrados: un cuadro familiar de Catalina con sus hijos celebrando el día de la madre. Pretendía devolver las aguas a su cauce y no ha hecho sino provocar una inundación mayor.
La primera reacción fue la esperada. La sonriente Catalina volvió a las portadas hasta que se acercó la lupa y encontraron la trampa. A día de hoy, ni siquiera sabemos si esa escena inmortalizada –supuestamente por Guillermo- tuvo lugar. Lo que nos han contado es que la convaleciente Catalina se puso manos al ordenador, con sus conocimientos iniciáticos de edición, a retocarla. O a crearla. Ha pedido perdón "por la confusión", pero se han resistido a publicar el original, que es lo único que hubiera despejado las dudas sobre su autenticidad. Si una imagen vale más que mil palabras, esta está mereciendo muchas más en forma de preguntas.
¿Dónde estaba su equipo de publicidad y relaciones públicas tan eficaz en otros tiempos en la fabricación de la proyección de pareja perfecta, padres modélicos, los futuros reyes guapos y cercanos que todo el mundo quiere tener? ¿Son verdaderas las fotos que publicaron antes? ¿Lo serán las siguientes? ¿Son una fuente fiable? La distribución de un fake les hace perder credibilidad. Se ha roto la confianza, que es la base de cualquier relación, también de la de la monarquía con sus ciudadanos y, no nos engañemos, al fin, la existencia de la Corona depende del apoyo popular. El público exige estar informado y, si no lo está, podría dejar de estar interesado. Nada peor para alguien que vive de su imagen.
No sabemos cuándo volveremos a ver a la princesa en acción –la controversia también ha alcanzado a la fecha de su reaparición. El examen será salvaje, la presión máxima. "Ningún sector de la comunidad tiene todas las virtudes, ni ninguno tiene todos los vicios. Estoy segura de que la mayoría de la gente intenta hacer su trabajo lo mejor que puede, incluso si el resultado no siempre es del todo satisfactorio" –continuó Isabel II en aquel discurso con el que empezábamos. "La crítica es buena para las instituciones, pero el escrutinio será igualmente efectivo si se hace con un toque de gentileza, buen humor y comprensión", sentenciaba. Veremos si la encuentran una vez desatado el cotilleo más chusco. En aquel momento crítico, la monarquía recuperó el pulso.
Ahora les toca el turno a los herederos, que tienen por delante el reto de conservar la fortaleza y la grandeza de "la Firma", con sus tradiciones centenarias, en el contexto –distinto- del s.XXI. El desafío de compatibilizar sus espacios reservados con las exigencias de sus funciones públicas y los reclamos de un público que parece querer consumir la serie The Crown en tiempo real.