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Elecciones en Rusia

Las tropas rusas que combaten en Ucrania: de los movilizados descontentos a los voluntarios entusiastas

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Ilyá Samsonov y Serguey Ovcharov charlan frente a la oficina de reclutamiento / ALEXANDER ZHUKOVSKY
Ilyá Samsonov y Serguey Ovcharov charlan frente a la oficina de reclutamiento / ALEXANDER ZHUKOVSKY

La guerra nunca ha estado tan presente en Rusia como cuando Vladímir Putin ordenó la movilización parcial en septiembre de 2022. Hasta 300.000 hombres fueron llamados a filas. Fue un golpe para la sociedad rusa. Hubo caos y errores en el reclutamiento como ha reconocido el propio Kremlin. Muchos pensaron que les iba a tocar a ellos o a sus hermanos, a sus padres o a sus maridos.

Paulina, de 20 años, es la mujer de uno de esos movilizados. A su marido la citación le llegó cuando la hija de ambos, Aurora, apenas tenía tres meses. 

Paulina y su marido con la hija de ambos recién nacida

Paulina y su marido con la hija de ambos recién nacida

Nos pide que no publiquemos su nombre, tiene miedo de perjudicarle. Nos cuenta que él llevaba tiempo pensando en sumarse como voluntario a la "operación militar especial", el eufemismo oficial para referirse a la guerra de Ucrania.

“Mi marido se considera un patriota. Cuando le llegó la notificación fue a recogerla y después se fue a la oficina de reclutamiento. Pensaba que podía ser útil para nuestro país y sentía que la gente del Donbás necesitaba ayuda”, asegura Paulina.

Paulina nos cuenta su historia frente al Kremlin / LARA PRIETO

Paulina nos cuenta su historia frente al Kremlin / LARA PRIETO

El marido de Paulina es físico. Estudió en Fistej, una de las universidades más prestigiosas del país, de donde salen los científicos más cualificados. Trabajaba en una empresa internacional como desarrollador jefe de software. Le ofrecieron irse del país, pero se negó al considerar que Rusia necesitaba especialistas como él. Había cumplido el servicio militar obligatorio en un batallón científico.

“Cuando le llamaron pensaba que podría ser más útil al Ejército no de manera física sino intelectual. Podría estar en el Estado Mayor, podría enseñar el manejo de los drones, podría hacer muchas cosas relacionadas con sus habilidades y profesión, pero en la oficina de reclutamiento fueron muy negligentes. Nadie hizo caso a sus títulos, a su formación”, explica esta joven rusa.

Primero le mandaron a una zona relativamente tranquila, pero después vino el temido traslado a uno de los grupos de asalto. Son los de vanguardia, los que van abriendo camino en primera línea de contacto. Eso y sobre todo ver cómo su bebé iba creciendo sin su padre le llevó a unirse al grupo “Camino a casa”. Son mujeres y madres de movilizados que piden el regreso de sus seres queridos. Su principal objetivo: que se modifiquen las leyes para limitar a un año el tiempo que pueden estar este tipo de soldados en el frente. 

“No pueden estar sin plazo. No es la guerra, no pueden retener allí a la gente hasta la victoria. Si hubiéramos estado en guerra lo entendería, pero ahora no lo entiendo. Es una especie de esclavitud para los movilizados porque además la mayoría no querían estar allí”, asegura. 

Paulina y su marido en uno de sus permisos / PAULINA

Paulina y su marido en uno de sus permisos / PAULINA

Le preguntamos a Paulina por lo que le cuenta su marido, por cómo es la vida en una trinchera en el frente ucraniano. Nos cuenta que hablan poco, una vez cada dos o tres semanas. Los soldados tienen prohibido usar los móviles en la línea de contacto porque los ucranianos podrían localizar su posición. Cuando pueden hablar a veces, cuando no aguanta más, le cuenta lo que está pasando, que ha habido muertos o heridos entre sus compañeros. Pero generalmente, dice Paulina, solo quiere saber cómo están ella y la niña.

“Quiere saber minúsculos detalles: qué ha hecho Aurora, si ya sabe andar, qué hago yo, qué he preparado para comer. En estos momentos se desconecta de su vida allí y regresa a la nuestra. A veces, cuando hay cobertura, llevamos una hora hablando y cuento qué ha pasado en tres semanas. A veces hago apuntes previos, para contar lo más importante. Le interesa incluso saber si he ido a la tienda y he comprado zanahorias. Quiere que le hable de la vida normal, corriente, pacifica”, comenta Paulina.

El marido de Paulina con su hija / PAULINA

El marido de Paulina con su hija / PAULINA

El acto más simbólico de esta organización de mujeres es ir todos los sábados a uno de los lugares más sagrados para Rusia: la llama eterna al soldado desconocido, frente a la muralla del Kremlin. Cada una lleva dos claveles rojos. El ritual es el siguiente: las mujeres levantan sus flores. El oficial al mando de la guardia de honor se les acerca y, hasta ahora, les deja poner los claveles de una en una o por parejas. Paulina siente que una parte importante de la sociedad rusa no les apoya.

“Creo que la sociedad se ha dividido en dos grupos y el segundo grupo prevalece. El primer grupo nos apoya, viene siempre gente a acompañarnos en la ceremonia. En el segundo grupo tienen mucho miedo a que si conseguimos el regreso de los movilizados provoquemos la segunda ola de la movilización y les tocaría a ellos. Incluso hoy en la ceremonia un hombre me ha preguntado: '¿Por qué luchas si apoyas la operación militar especial? ¿Quieres que devuelvan a tu marido y me recluten a mí?'”, afirma.

Las mujeres de los movilizados enseñan sus claveles en el Kremlin / LARA PRIETO

Las mujeres de los movilizados enseñan sus claveles en el Kremlin / LARA PRIETO

Las mujeres de los movilizados son de las pocas que aún se atreven a organizar protestas en Rusia. Ellas parecen ser sagradas, sus maridos están combatiendo en Ucrania en las filas del Ejército ruso. Pero la Policía cada sábado aumenta la presión sobre otros participantes y también sobre la prensa. Ha habido detenciones de periodistas, incluido el reportero gráfico de la corresponsalía de RTVE en Moscú. Algunos de los informadores detenidos y puestos en libertad con una advertencia han recibido un segundo aviso en sus propias casas: la Policía les ha hecho una visita el día antes de la siguiente protesta para advertirles: “No vuelvas a cubrir el evento”. 

El movimiento “Camino a Casa” pide que sustituyan a sus hombres por los que han firmado voluntariamente un contrato con el Ejército ruso: más de medio millón en 2023, según las cifras oficiales. 

Los que luchan voluntariamente en Ucrania

A las puertas de la principal oficina de reclutamiento de Moscú nos encontramos con Serguey y con Ilyá. Serguey, que es tanquista, ha firmado por segunda vez para ir a Ucrania. Dice que lo hace para defender a las personas de habla rusa del Donbás.

"Lo que he visto por la televisión me ha reforzado en mi decisión de firmar el contrato. ¿Y qué otra cosa podría hacer? ¿Me sentiría bien dejando que estos fascistas sigan humillando a niños y a ancianos? No tenían vida normal, estaban bajo constantes bombardeos", señala Serguey. Nos cuenta que tiene un hijo de seis años y que casi nadie de su familia sabe que ha vuelto a firmar el contrato. Se va ese mismo día. 

Militares voluntarios a las puertas de la oficina de reclutamiento / ALEXANDER ZHUKOVSKY

Militares voluntarios a las puertas de la oficina de reclutamiento / ALEXANDER ZHUKOVSKY

Otro voluntario, Ilyá, confiesa que no tiene experiencia militar. No hizo el servicio obligatorio porque tiene un hermano con discapacidad y prefirió quedarse en casa para ayudar a su madre, pero dice que se maneja bien con la escopeta. Es de la etnia tofalares, que viven en los montes Sayanes Orientales, al sur de Siberia. A su novia ya le advirtió que estaba pensando en alistarse como voluntario. El salario, desde 2.350 euros, el triple del sueldo medio. A eso hay que sumar los pagos extraordinarios. Por ejemplo, por día en operaciones ofensivas activas o por kilómetro avanzado, o por destrucción de equipos enemigos.

 "Quiero defender a mi patria, apoyar a mis amigos. No voy por el dinero, siempre he ganado bien. Nunca tuve necesidad de dinero. Era autónomo y me dedicaba a las ventas en internet", explica.

Ilyá, sin experiencia militar, dice que quiere ser apuntador de tanque / ALEXANDER ZHUKOVSKY

Ilyá, sin experiencia militar, dice que quiere ser apuntador de tanque / ALEXANDER ZHUKOVSKY

A Ilyá le gustaría ser apuntador de tanque. Cree que la guerra acabará pronto y además con la victoria de Rusia.  “Cuando Vladímir Putin diga que todo ya está conquistado, que ya es nuestro, esa es la victoria, ese es el momento”, afirma.

Serguey también apuesta por una victoria total. Dice desconfiar de las negociaciones de paz. “¿Para qué? ¿Para que tras pasar uno o dos años vuelvan a atacar? Las negociaciones de paz son inútiles. Si anuncian una capitulación, si se rinden, entonces podremos hablar. Todos los países están luchando contra nosotros, pero creo que ya empiezan a dudar de que puedan vencer a Rusia”, opina.

Las elecciones presidenciales

Nadie duda de la reelección de Putin para otro mandato de seis años al frente del Kremlin. No tendrá el voto de Paulina, quien, sin embargo, niega ser una opositora. Es su primera vez en unas elecciones presidenciales.

“No voy a votar por el presidente actual. Desgraciadamente no nos escucha. Será mi pequeña protesta, aunque entiendo que no tendrá ningún efecto. Claro que no habrá cambios. ¿Qué podría cambiar? Hace mucho que las elecciones son pura formalidad que imita la libertad de palabra. Todos lo saben. Y para mí es difícil decir si eso es bueno o malo. Es la realidad”, dice Paulina.

El actual presidente ruso sí cuenta con la confianza de Serguey, el tanquista. “Si no fuera por él ya nos habrían atacado aquí en Rusia. Putin es muy listo. Ha analizado la situación, ha escuchado consejos y adelante: a salvar a las regiones de Donetsk y Lugansk. Tiene cerebro. Sin duda seguirá siendo presidente”, señala.

Le vemos marchar al frente ese mismo día en un autobús con otros voluntarios. Ilyá lo hará en breve cuando concluya el último papeleo.

El autobús que lleva a los voluntarios al frente ucraniano / ALEXANDER ZHUKOVSKY

El autobús que lleva a los voluntarios al frente ucraniano / ALEXANDER ZHUKOVSKY

Las encuestas del prestigioso centro sociológico Levada sitúan la popularidad del presidente ruso en máximos, por encima del 80%. Lo atribuyen a la guerra, que ha provocado una exaltación del sentimiento patriótico, al control férreo de los medios de comunicación y a la estabilidad económica. Las sanciones occidentales no han provocado por ahora el efecto esperado.