K-pop vs. j-pop: cuando el aprendiz supera en popularidad al maestro
- La música surcoreana y japonesa se han influido mutuamente en las últimas décadas
- Mientras el k-pop triunfa a nivel global, el j-pop cuenta con un amplio apoyo en su mercado interior
Bailes coreografiados al milímetro, boy bands y girl groups con outfits que abarcan de lo aesthetic de colores pastel al all black; estribillos pegadizos y millones de reproducciones en redes sociales. No nos referimos exclusivamente al k-pop.
El género musical del momento cuenta con un hermano silencioso que en el pasado se convirtió en su referente. Hablamos del j-pop, o música popular japonesa.
La mayoría de las influencias del k-pop proceden de las percibidas a finales del S.XX cuando Corea del Sur eliminó las sanciones a productos culturales importados desde Japón.
Sin embargo, ambos estilos compiten en espacios culturales opuestos. Para el k-pop, su patio de juegos está en la audiencia internacional; el j-pop lo encuentra en su mercado interior. En sus diferencias, cada género refleja la idiosincrasia de su país de origen.
J-pop: un género que suena a ritmo de CD
El origen del j-pop se encuentra en 1988, cuando el city pop nace como resultado de la fusión del funk, R&B y jazz. La razón por la que es posible dar una fecha tan exacta es porque la palabra, como señala el profesor de Estudios Japoneses y Musicología en la Universidad de Helsinki, Lasse Lehtonen, se usó por primera vez en ese año.
El j-pop fundó un nuevo tipo de música juvenil que pretendía crear "una especie de 'fantasía de internacionalidad' con la inclusión de letras y ritmos similares a la música estadounidense", apunta.
Numerosos cantantes de esta época como Hikaru Utada o Mariya Takeuchi se involucraron en la estética city pop, lo que sirvió de antecedente para el nacimiento de la cultura de los idols.
El j-pop (al igual que el k-pop), no refiere exclusivamente a las temáticas musicales pop, sino que incluye múltiples subgéneros como el j-rock o el vocaloid. Una corriente musical heterogénea que contrasta con el clásico hermetismo japonés a la hora de abrirse al extranjero.
Vocaloid
Es un programa informático encargado de sintetizar voces artificiales capaces de cantar con tan solo introducir la letra y la melodía. La vocaloid más famosa es la artista virtual Hatsune Miku.
También existen compositores que complementan su voz con covers vocaloid como Eve, cuyos temas se han usado en reconocidas series de anime como Chainsaw Man, Jujutsu Kaisen o My Hero Academia.
La realidad es que este género no necesita de los mercados internacionales para ser rentable. Con un valor de 2.200 millones de euros, la industria musical de Japón es la segunda mayor a nivel mundial.
Un elemento que ha lastrado la difusión del j-pop a nivel global es su baja penetración en el mercado digital hasta hace apenas unos años. Según el informe anual de la Asociación de la Industria Discográfica de Japón, las reproducciones en línea solo emularon a las de otros países occidentales en 2022, con un 88,4% de uso por los usuarios.
Sin embargo, el mismo documento establece que ese mismo año facturó hasta 30.000 millones de yenes (182 millones de euros) más por la venta de discos frente a lo recaudado de las descargas en línea.
Música al servicio del país
Históricamente, las grandes discográficas japonesas han vigilado estrictamente todos sus activos digitales por miedo a que su imagen de marca quedase dañada.
Lehtonen evidencia estas limitaciones con el city pop, cuya revitalización a nivel global fue gracias a usuarios de YouTube antes que a los esfuerzos de la industria musical japonesa.
Para el profesor asociado de la Universidad de Malasia, Jimmyn Parc, mientras Japón es muy restrictivo con los derechos de autor, "las empresas surcoreanas difunden la música directamente a través de Internet lo cual, aunque provoca mucha piratería, también favorece su diversificación".
Como resultado, la cultura de los idol nipones no triunfa con el mismo peso que en Corea del Sur. Si hablamos de Arashi, una de las boy bands japonesas más famosas de los últimos 20 años, con 1,2 millones de oyentes mensuales en Spotify, su nombre suena a vacío frente a las todopoderosas Blackpink y sus 17,7 millones de seguidores en la plataforma.
Pero si las comparamos con el dueto japonés Yoasobi, cuya canción Idol (アイドル) para el anime Oshi no Ko amasa más de 300 millones de reproducciones en Spotify, la competición se equilibra.
Efectivamente, la alternativa del j-pop al k-pop se halla en los sencillos lanzados para los openings de animes.
El formato se exporta cada vez más, hasta el punto de que cuenta con un fuerte apoyo del Gobierno japonés a través de iniciativas como Cool Japan y de artistas reconocidos que prestan su voz para la portada de las series.
Además, la animación japonesa posee con un punto a su favor frente a la industria musical surcoreana: su liderazgo casi incontestable entre las audiencias internacionales.
K-pop: la (r)evolución de la ola coreana
Se puede señalar la mitad de la década de los 90 como el punto de partida para el nacimiento del k-pop dentro del Hallyu u “ola cultural coreana", y su consolidación en los 2000 con el desarrollo de las tecnologías digitales.
Dos son los acontecimientos que llevaron a la transformación de la música popular coreana: la llegada de nuevos géneros musicales como el rap y la adopción del sistema de idols japonés.
La cultura de los idols
La agencia de talentos japonesa Johnny & Associates (ahora Smile-Up y Starto Entertainment) se considera la pionera a la hora de crear la cultura de los idols, que aglutina a aquellos artistas que cantan y actúan de forma simultánea.
En Corea del Sur, se le atribuye a Lee Soo-man, fundador de SM Entertainment, el encargado de haber traído la cultura de los idols a Corea del Sur, con su compañía dirigiendo carreras de girl groups reconocidas como Red Velvet.
Este tipo de empresas son las responsables de crear intérpretes desde cero y controlar todos los aspectos de su imagen a través de la firma de contratos a largo plazo.
De acuerdo con Jimmyn Parc, las agencias de talento consideran a los artistas de k-pop un activo más en el que invierten grandes cantidades de dinero para su capacitación, de ahí los estrictos controles que les exigen en cuanto a su vida pública y privada.
Con el paso de los años, el k-pop superó al j-pop para otorgarle al género una estética propia: "Una melodía pop suave se transforma en un puente de rap con toques R&B y posteriormente en una balada conmovedora; los productores combinan múltiples géneros en una sola canción", ejemplifica la doctora en Sociología en la Universidad de Maynooth, Rebecca Chiyoko King-O´Riain.
Este cambio también se aprecia en puestas en escena como las del grupo 2NE1 en I´m the best (2011). La canción enfrentaba el énfasis en la ternura de las artistas japonesas con la grandeza y arrogancia de las k-pop idols. Esta ruptura sería la base de futuras girl groups como Blackpink.
Las compañías de entretenimiento y música surcoreanas han adoptado diferentes aspectos de la producción musical de Japón y lo han reproducido a escala industrial. "Esto en realidad está relacionado con una estrategia de supervivencia", concreta Parc. "A principios de los 2000, el 90% de las ventas de música surcoreanas cayeron por Internet, lo que les obligó a adaptarse".
"El k-pop aprendió del j-pop el famoso sistema de ídolos, sin embargo, es muy diferente porque fabrica estrellas que puedan ser fácilmente reemplazadas por otras nuevas", señala el Profesor de Sociología, Estudios y Gestión Culturales en la Universidad Kansai Gaidai, Ingyu Oh.
Las agencias de k-pop, como explica Chiyoko King-O'Riain, diseñan y producen sistemáticamente grupos de idols exitosos, enfatizando un estricto entrenamiento y división de roles.
Roles en los grupos de k-pop
La división de papeles durante las puestas en escena enfatiza la imagen de cada miembro del grupo y al mismo tiempo permite a los fanáticos del género encontrar a su artista preferido. Asimismo, es común que los integrantes lancen sencillos por separado para reforzar su talento individual.
Las clasificaciones se dividen, de mayor a menor portagonismo en el campo musical y de la actuación, en main, lead y sub; y se aplica en vocalista, bailarín y rapero. Existe una categoría adicional denominada “visual”, que describe a aquel idol que representa mejor los cánones de belleza coreanos.
Si ponemos de ejemplo a las componentes de Blackpink, Rosé es vocalista main y bailarina lead; Jisoo representa lo visual además de ser vocalista lead; Jennie encarna a la rapera main y es vocalista lead; y Lisa es indiscutiblemente bailarina main y asiste como rapera lead.
"Mientras El j-pop promueve ídolos amateur del tipo 'chicas y chicos de al lado', los artistas de k-pop deben demostrar profesionalidad en el escenario", recalca Stephanie Choi, miembro del Instituto de Estudios Asiáticos en la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo. Para los k-pop idols, "no existe el principio de que 'la mala publicidad es buena publicidad'; los errores son el final de su carrera musical", sentencia.
Música al servicio de la diplomacia
Corea del Sur es actualmente la séptima industria musical más grande del mundo. Desde 2020, el Gobierno entiende que el k-pop no es solo un producto de exportación rentable, también un medio para controlar la imagen del país en el exterior.
En 2023 el Ministerio de Cultura de Corea del Sur dedicó el 12,5% de su presupuesto, unos 588 millones de euros, a la promoción en el extranjero de elementos de la k-culture como el k-pop.
"Eso ha provocado que la gente quiera aprender a hablar coreano y viajar a Corea del Sur, algo que beneficia al país", explica King-O'Riain. "Ahora bien, si están conectados con la Corea real o no es un tema diferente, puesto que esta influencia es solo a través de lo que ven online", recalca.
Para lograr esta hazaña, el ejecutivo surcoreano ha realizado cambios significativos en cuanto a la regulación de los derechos de autor. Gracias a ello, la industria musical permite que los artistas compartan su música de forma gratuita en las redes sociales y a su vez los fans repliquen su contenido.
Los fanáticos también son una parte esencial del éxito del género. "La competencia es parte de la fuerza impulsora del k-pop: hay programas de listas de música semanales que solicitan la participación de los fanáticos, por lo que requiere de la solidaridad de los fans", comenta Choi.
Como método adicional para atraer la atención de la audiencia nipona, los idols surcoreanos tienden a lanzar versiones japonesas de sus canciones. "Algo sorprendente es que algunas de las exartistas femeninas de j-pop quieren continuar su carrera como artistas de k-pop después de haber sido expulsadas de sus bandas de chicas [en el j-pop, las miembros de las girl groups suelen retirarse después de los 20 años]", establece Oh.
Muchos de sus integrantes proceden de países más allá de Corea del Sur, lo que realza su imagen de marca internacional. En la boy band de k-pop Stray Kids, uno de sus miembros, Lee Felix, es natural de Australia mientras que otro, Bang Chan, posee dicha nacionalidad.
Todo esto resulta esencial para los grupos de k-pop, ya que su popularidad se mide en base a su éxito internacional. En esencia, el género se ha insertado en la dinámica de capitalización industrial de los idols como producto cultural de consumo global.
El aspecto más importante de esta tendencia es su estrategia de glocalización (importar un producto de terceros países, modificarlo y de nuevo exportarlo). "Las canciones más populares del k-pop fueron escritas en países como Suecia [a través de los campamentos de composición], producidas en Corea del Sur y luego promocionadas en el extranjero; el sistema de producción musical surcoreano es el más eficaz del mundo", declara Oh.
Tanto el j-pop como el k-pop encarnan valores opuestos y a la vez complementarios de las sociedades a las que pertenecen. Por un lado, está el deseo de conservar lo intrínsecamente propio para limitar las interferencias culturales de Occidente; por otro, la necesaria reivindicación de ese mismo atractivo nacional de cara al exterior. Pero Oh advierte: "Los conflictos políticos entre las dos naciones no pueden resolverse únicamente mediante la cultura pop; necesita de esfuerzos adicionales por ambas partes".