Sequía, plagas y monocultivos: las grandes amenazas de los bosques españoles
- La sequía hace que los arboles de la costa mediterránea presenten altos niveles de estrés hídrico
- Una explotación exclusivamente económica de los bosques pone en peligro la biodiversidad
Las temperaturas extremas, la sequía, las plagas o los monocultivos son amenazas continuas en los bosques de la península. La mayoría, son problemas comunes que se dan tanto en los climas atlánticos como en los mediterráneos.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, los ecosistemas forestales de España ocupan algo más de 26 millones de hectáreas, el 29% del territorio estatal. Una extensión, que "está en aumento", en parte, "por la pérdida de las actividades rurales y la baja cobertura forestal", explica a RTVE.es Gonzalo Anguita, director ejecutivo de FSC España. Esto sucede porque cada vez hay menos pastores que cuiden el monte y más empresas interesadas en explotar la tierra en monocultivos para la extracción y venta de madera.
Un aprovechamiento exclusivamente económico "hace bosques más vulnerables. Un bosque es una red, tiene que haber diversidad, y si solo lo reduces a la madera, lo reduces a la mínima expresión. Haces del bosque un esclavo", denuncia Paco Lloret, catedrático de Ecología de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del CREAF. Lo mismo expone Miguel Ángel Soto, responsable de bosques de Greenpeace, asegurando que “el reto es aumentar la diversidad, especialmente en masas muy intervenidas”.
Los entrevistados ejemplifican esta mala gestión con la extendida plantación de eucaliptos en los montes gallegos, que suponen alrededor del 26% de toda la arboleda de la región, según los datos del Consello da Cultura Galego. Un alto porcentaje de ellos está vinculado y fomentado por la hegemonía de la papelera Ence, una empresa que se define en su página web como "primer productor europeo de celulosa de eucalipto".
Bosques afectados por el cambio climático
En la otra punta de la península y con un clima distinto, los bosques sufren un mal completamente diferente. En Cataluña, los árboles se enfrentan a los efectos del cambio climático, visibles en la falta de precipitaciones y el aumento de las temperaturas. La sequía hace que los árboles presenten altos niveles de estrés hídrico, provocando “la pérdida de hojas, el amarronamiento, y muchos acaban muriendo”, lamenta Lloret.
Quizás la solución en el clima mediterráneo, plantean los expertos, no solo pase por fomentar la variedad de especies, sino también por reducir la densidad de los árboles para que “los que queden sean más fuertes y resistentes”, sobre todo, ante las plagas. Una proliferación cada vez más común, que ya afecta a las dehesas en Extremadura, las coníferas en Cataluña o a los pinos radiata en Euskadi y Navarra.
De la misma forma, la despoblación y falta de atención a las comunidades rurales juega un papel clave en la acumulación de biomasa (materia orgánica utilizada como fuente de energía) que, además, es inflamable. “La ganadería hace que las llamas tengan menos combustibles” y por eso, existen proyectos en varias comunidades que fomentan el uso de animales en la limpieza de los montes como medida en la prevención de incendios.
La importancia de la resiliencia forestal
Pero, luchar contra esta degeneración del ecosistema pasa por “cambiar esa mirada romántica a los bosques”, denuncia Anguita, y reconocer su importancia en “el ciclo del agua, oxígeno, suelo, biodiversidad y riqueza de las especies”. De la misma forma lo expone Lloret, quien advierte del peligro de ver a los bosques como “un proveedor de biomasa o como un espacio de recreo o descanso, sin ser consciente que son los que sostienen todo el ecosistema”.
Quienes cuidan y estudian estas masas verdes, se plantean cómo hacerles frente a los agentes que las están matando, y en específico, cómo afrontar los efectos inminentes del cambio climático. Por eso, muchos ponen el ojo en la “resiliencia” y cómo esta puede ayudar a perdurar la vida de los bosques. Mencionan la potencial capacidad de los sistemas para afrontar una situación de cambio y continuar en funcionamiento.
Una tendencia natural que “se está viendo a nivel global, es que van apareciendo especies que tendían a ser minoritarias, pasan a estar más presentes”, según Lloret. Aún así, esto no será suficiente sin la intervención de las manos humanas. Soto lo ejemplifica con el intercambio de eucaliptos por castiñeiros en espacios protegidos como As fragas do Eume o la discontinuidad en el paisaje creada por los servicios de prevención de incendios para evitar la proliferación de las llamas.
Con esta misma intención de salvaguardar el ecosistema forestal, las Naciones Unidas celebra este 21 de marzo el Día Internacional de los Bosques, defendiendo las innovaciones tecnológicas como actores imprescindibles para los sistemas de alerta temprana y la producción sostenible de materias primas. De la misma forma, Lloret sentencia que para cuidar y preservar los bosques hay que “conocerlos, entenderlos y acompañarlos porque nosotros también somos naturaleza".