El agua como arma de guerra en Gaza y Cisjordania, un problema crónico ahora agravado
- Desde octubre se han registrado 58 ataques de diverso tipo contra los recursos hídricos de los palestinos
- Los gazatíes apenas disponen de tres litros de agua diarios; la violencia de los colonos en Cisjordania ha aumentado
El conflicto entre Israel y Hamás en Gaza ha acrecentado la escasez hídrica, entre otros problemas crónicos que ya asfixiaban a la población palestina. Antes de que Israel declarara el estado de guerra, apenas un 3% del suministro de agua de la Franja era apto para el consumo humano y ahora el consumo medio se ha reducido un 92%. También en Cisjordania ha aumentado el control de Israel sobre el agua, además de intensificarse la violencia ejercida por los colonos.
Tras los ataques de Hamás, Israel impuso mayores restricciones en los movimientos de bienes y personas, empeorando el acceso a servicios básicos como el agua y convirtiéndola así en un instrumento de guerra.
Tanto las Fuerzas Armadas israelíes como los colonos han perpetrado al menos 58 ataques contra los recursos hídricos de los territorios palestinos desde el 7 de octubre, según el recuento del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés). El 21% del total ocurrieron en la semana del 21 al 27 de octubre, la tercera desde el inicio de la guerra.
ACLED registró otro pico de ataques a recursos hídricos en la semana del 4 al 10 de noviembre. El 4 de noviembre, aviones militares alcanzaron un depósito de agua al este de Ráfah, la provincia que conecta Gaza con Egipto, por la que pasa la ayuda humanitaria y donde se encuentran dos tercios de los desplazados internos. En la Franja se han registrado solo siete ataques, todos ellos a manos de las fuerzas israelíes. Además de cortar los suministros de electricidad y combustible, una planta desalinizadora fue bombardeada y varias personas han muerto tiroteadas mientras llenaban garrafas.
“Siete instalaciones de desalinización de agua han sido directamente afectadas en Gaza, tras los ataques israelíes contra estas instalaciones los días 4 y 5 de noviembre, empeorando una situación ya catastrófica de por sí”, afirma Alberto García Watson, analista internacional y experto en Oriente Medio.
Es Cisjordania la que ha sufrido la gran mayoría de los ataques a los recursos hídricos (88%). Allí, el 62% de los estragos ha sido obra de colonos israelíes, cuya pretensión última es expulsar a todos los palestinos del territorio, según los expertos en Oriente Medio consultados. La gobernación más castigada ha sido Hebrón, que ha registrado 27 ataques (un 47% del total), de los cuales 12 sucedieron en la ciudad de Yatta.
Según el Grupo Sectorial Agua, Saneamiento e Higiene (WASH), organización dependiente de Unicef, el aumento de las operaciones militares en ciudades y campos de refugiados como Yenín y Tulkarem ha afectado a los sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento de Cisjordania, llegando a dañar en dos meses más de 4.500 metros de tuberías de agua y 2.200 metros de redes de alcantarillado y aguas pluviales.
Gaza, en jaque por los cortes y la falta de agua potable
“Gaza es un territorio muy estrecho al borde del mar y ahí no hay manantiales, solo pozos. Para obtener agua hay que perforar el suelo y si se perfora y se extrae mucha agua subterránea, se produce una infiltración de agua del mar”, explica Isaías Barreñada, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Además de la contaminación, derivada de la filtración de pesticidas, y el riesgo de contraer enfermedades como la diarrea o la insuficiencia renal.
“Para desalinizar el agua necesitas electricidad, que se produce con combustible que entra desde Israel, y si Israel cierra el suministro de luz o de combustible, no hay con qué desalinizar, ese es el gran problema”, explica Barreñada. Ahora, gran parte de la población subsiste recogiendo agua de lluvia, pero no es suficiente para los dos millones de personas que viven en los 365 kilómetros cuadrados que ocupa la Franja de Gaza.
Antes de que estallara el conflicto, el 97% del agua en Gaza no era apta para consumo humano. Ahora, según recoge Naciones Unidas, la situación se ha agravado: el sistema de aguas residuales ha dejado de funcionar; el 83% de los pozos de agua subterránea no están operativos; dos de las tres plantas desalinizadoras trabajan parcialmente; y solo uno de los tres oleoductos de Mekorot, la empresa israelí que monopoliza la distribución de agua, transporta agua, pero lo hace al 42% de su capacidad.
De acuerdo con Pedro Rivas, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola, la situación es “escandalosa”. “Todo esto se ha agravado con la guerra y partíamos de que el 45-50% de las casas de Gaza no tenían acceso a agua corriente y tenían que beber con frecuencia agua embotellada, vendida por Israel”, asegura.
La escasez de agua en la Franja de Gaza no se limita al actual conflicto. Tras la Guerra de los Seis Días (1967), Israel nacionalizó los recursos hídricos y llevó a cabo una política hidrológica que ha puesto en jaque a los palestinos, en especial en Gaza. Si antes los gazatíes subsistían con apenas 20 litros de agua por persona al día -la OMS recomienda un consumo medio de 100-, ahora el consumo medio se ha reducido a unos tres litros por persona al día, según estima WASH.
Cisjordania: mayor control militar y tolerancia a la violencia de los colonos
Previo al conflicto, la ONU estimaba que al menos 700.000 cisjordanos tenían acceso limitado al agua y a los servicios de saneamiento. A pesar de que los Acuerdos de Oslo II (1995) trataron de que el reparto del territorio fuera equitativo, Israel controla todo el sistema.
“En la ocupación ha habido un empeño por parte de los colonos en localizar los asentamientos en zonas que tuvieran agua y, además, se ha restringido el acceso al agua de la población palestina, impidiéndole, por ejemplo, perforar pozos, poniendo restricciones para construir aljibes, no permitiendo que implanten cultivos con riego u obligándoles a pagar un precio por el agua desproporcionado”, explica Barreñada.
Estas limitaciones también se ven en el consumo medio de agua. Así mientras los palestinos disponen una media de “70 litros por persona al día, los colonos israelíes consumen hasta 300 litros por persona al día”, explica Adam Mohamed Ariche, doctor en Geopolítica de Oriente Medio y en Derecho Internacional.
“El pasado verano, las autoridades israelíes redujeron el suministro de agua a varias ciudades palestinas en Cisjordania en plena ola de calor, una práctica injustificada que Israel implementa contra los territorios palestinos y que afecta también a sus regadíos y cultivos”, asegura Alberto García Watson, experto en Oriente Medio.
Pedro Rivas destaca un aumento de la violencia de los colonos después de que, tras los ataques del 7 de octubre, gran parte de los cisjordanos expresasen su respaldo a Hamás: “Tienen una clarísima intención de expulsar a la población árabe musulmana de Cisjordania, basándose en un gran radicalismo hebraico que justifica y legitima todo para expulsar a los árabes de la sagrada tierra que Dios regaló a Abraham”. Ante esto, Israel actúa de dos formas: “En ocasiones, obliga a los colonos a irse, pero con muchísima contención, y en otras se tolera de una forma escandalosa e incluso deja hacer a los colonos”, afirma.
El agua como mecanismo de control y castigo
“La instrumentalización del agua en el conflicto palestino-israelí contraviene directamente las normas internacionales”, y “las restricciones impuestas al acceso al agua, junto con la destrucción premeditada de las infraestructuras civiles, se están utilizando como medio de coerción y control sobre la población civil”, sostiene el experto en geopolítica Adam Mohamed Ariche.
Atacar los recursos hídricos con intención de perjudicar a la población se considera un crimen de guerra, tal y como recogen los Convenios de Ginebra. Sin embargo, acusar a Israel “sería bastante complicado porque habría que tener en cuenta la voluntad del atacante en este caso”, matiza Rivas.
Bajo el pretexto de derrotar a Hamás, los recursos hídricos de los territorios palestinos se han visto dañados y los afectados son los civiles. Desde el punto de vista de Israel, es parte del procedimiento normal en una guerra, pero “Hamás no es un ejército, sino un grupo terrorista que no lleva uniforme, que se disuelve entre la población civil y que la utiliza para protegerse”, explica el profesor de Loyola. La escasez hídrica, concluye, “ahora mismo es un mecanismo de control poblacional y de castigo supuestamente para Hamás, pero el problema es que la gente de Hamás no se va a quedar sin agua”.
Sobre esta información
Para obtener los recursos hídricos atacados, se ha partido del recuento de conflictos del Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED).
En su base de datos hay más de 13.000 entradas desde el 7 de octubre. Se han filtrado todos los conflictos que incluían las palabras "agua", "pozo", "tubería", "riego", "suministro", etc. También se han comprobado los resultados para "pozo" y se han eliminado las entradas que no hicieran referencia al agua.
Por otro lado, se han categorizado las categorías en función del tipo de ataque en "apropiación", "sabotaje", "ataque a almacenamiento", "ataque a suministro", "infraestructura", "ataque a almacenamiento y suministro" y "colateral". La última categoría hace referencia a los ataques circunstanciales como la muerte de civiles cuando recogían agua.