Mi vuelta a Rusia (II): el NO-DO de Putin, una realidad paralela
- En las televisiones que ven la mayoría de los rusos no existe la oposición al presidente Putin
- Hemos vivido en la misma semana cómo Rusia invita y expulsa a periodistas españoles
En el artículo anterior comenté mis primeras impresiones en mi vuelta a Rusia después de nueve años. Éste es una obligada segunda parte para completar la crónica que no cabe en un telediario, o en un breve video de TikTok o en el canal Youtube de Rtve.
En todos los países a los que viajo procuro ver unas cuantas horas la televisión, observar qué emiten, aunque no entienda el idioma o lo entienda precariamente. Así lo he hecho esta semana que he estado en Rusia, he saltado por los tres canales principales: Primer Canal, Rusia 1 y NTV.
El NO-DO, una realidad paralela
El NO-DO era, para lectores que lo desconozcan, el noticiario que se proyectaba en los cines antes de las películas durante la dictadura de Franco en España. Era un noticiario oficial y oficialista que combinaba acciones, positivas, por supuesto, del Jefe del Estado, autodenominado Generalísimo o Caudillo, crónicas folclóricas y gestas deportivas. Era la España oficial, una película en blanco y negro que describía un presente optimista y un futuro brillante. Todo iba a mejor y el poder se ejercía de forma paternalista. En el apartado internacional quedaba claro quiénes eran los países (gobiernos) amigos y quienes, enemigos. La Unión Soviética era algo tan lejano y desconocido como demonizado, mientras que España, en palabras del régimen, era la reserva espiritual de Occidente.
La Rusia que ofrecen en sus distintos espacios los canales de televisión mayoritarios es lo más parecido al NO-DO de aquellos años grises, sólo que emitido en color y con los alardes técnicos de estos tiempos. Por mucho que duren los espacios informativos o de debate no hay tiempo para mostrar oposición política al gobierno o al presidente, ni protestas. La información internacional, como en todas la potencias o imperios recientes (Estados Unidos o el Reino Unido), tiene cabida en la medida en que afecte a Rusia y, desde la perspectiva no ya rusa, sino de quien manda en el Kremlin. Y el presidente, Vladímir Putin, aparece como una figura comparable al Papa para los católicos, infalible. Cuando habla, despacio, sin que le interrumpan con preguntas molestas, ni cuestionando su discurso, lo hace con un toque entre profesoral y paternal. En los últimos años Putin se ha transformado en una historiador amateur que cuenta al país cómo todas sus acciones están fundamentadas en profundas raíces -que a su vez son razones- históricas. En el discurso de Putin, la Historia está de su lado. Obviamente, la "operación militar especial en Ucrania" está avalada por la Historia, ya saben, ucranianos y rusos son un solo pueblo.
Y no sólo la Historia, también los valores morales y cristianos. En el discurso de Putin y de sus altavoces se exaltan los valores más tradicionales, con la mujer en el centro doméstico y, sobre todo, reproductor de la familia, y la religión, o religiones, como brújula moral. Rusia, en ese discurso, es el gran bastión de los valores tradicionales frente a un Occidente decadente, donde las mujeres ya no son mujeres y la homosexualidad es una especie de epidemia que nos lleva a la extinción. La fusión entre Putin y el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y la adhesión de este último a la invasión de Ucrania han sido tales que algunos creyentes contrarios a esa política han cambiado de confesión.
La noche electoral en televisión
Fue una combinación de reportajes sobre la operación "antiterrorista" en Ucrania y una actualización de los resultados oficiales que se iban dando. Desde el inicio el presidente Putin salió reelegido con un porcentaje superior al 87%. Los otros tres candidatos quedaban como meros figurantes por debajo del 5%. Rusia es el país más extenso de la Tierra, va del Atlántico al Pacífico, del Polo Norte al Mar Negro, de la Unión Europea a Alaska, una dimensión que da para muchas crónicas que ensalzan esa grandeza, y aportan un toque entre documental y folclórico sobre las diversas etnias que participan en la elecciones, ataviados algunos votantes con trajes típicos. Variedad de fisonomías y paisajes. No faltó quien fue al colegio electoral en un trineo tirado por renos.
Ni media mención a que no había alternativa real a Vladímir Putin, a que ninguno de los candidatos autorizados representaba el más mínimo desafío a Putin, porque quien sí hubiese podido había resultado vetado, encarcelado o muerto. Y, tampoco, ni media mención a las colas que se vieron a una hora concreta, las doce del mediodía del domingo, en algunos colegios electorales. Esa cita fue la consigna que ingeniaron los activistas antigubernamentales para protestar pacíficamente. Acudir a votar a la misma hora el mismo día, y formar una concentración que no pudieran reprimir. La mayoría de quienes respondieron a la convocatoria expresaron su disconformidad con el gobierno de Putin escribiendo, además, mensajes críticos en las papeletas. Todos los votos son nulos -era la lógica- porque no se puede elegir una alternativa, aprovecharemos esa "nulidad" para mostrar nuestro ánimo. "No al asesino", "Mentiroso. Ladrón. Asesino", "Arde en el infierno", "Navalni es mi presidente", son algunos de los escritos con que algunos votantes invalidaron su papeleta, le hicieron foto y la distribuyeron a través de redes sociales, fundamentalmente por Telegram.
"Ya no veo la tele, sólo internet"
Es un comentario habitual de quienes no comulgan con la realidad que difunde el Kremlin. ¿Qué significa internet? Internet es el lugar de algunas webs más críticas que la televisión generalista y, sobre todo, es el territorio donde, si se tienen ciertos conocimientos técnicos, se puede acceder a canales de información alternativos rusos e internacionales, una posibilidad al alcance de una minoría. Hace falta engañar al ordenador o al dispositivo móvil, ponerle una identificación que lo ubique fuera de Rusia y entonces se tendrá acceso a plataformas y redes sociales que de otra forma están vetadas. Desde una ubicación cibernética rusa es imposible acceder a la BBC, el Moscow Times, X, instagram o Facebook, por ejemplo. Con TikTok no hay problema. Telegram es el canal de comunicación mayoritario en Rusia, por encima de whatsapp.
El entierro de Alexei Navalni tenía que ser privado y alejado del gran público, pero quien tuviese acceso a Youtube pudo ver en directo cómo se fue formando una concentración de miles de personas alrededor del cementerio, unos minutos después de la ceremonia los presentes publicaron en las redes sociales las imágenes grabadas.
Una grieta en el NO-DO
En la noche electoral tuvimos un maratón de Vladímir Putin en televisión que se alargó hasta pasada la medianoche. Primero, Putin rodeado de jóvenes voluntarios de su campaña; luego, Putin en rueda de prensa; y en tercer lugar, Putin en video-entrevista. A la rueda de prensa invitaron a un corresponsal de la cadena estadounidense ABC, el único que le hizo una pregunta incómoda: preguntó al líder ruso por el periodista estadounidense encarcelado y por la muerte en prisión del líder opositor Alexei Navalni, y cuestionó que lo de Rusia sea una democracia.
Vladímir Putin no se inmutó y respondió con dos reacciones previsible. Dijo lamentar la muerte del opositor como la de cualquier otra persona, pero que así es la vida, confirmó que se había planteado el intercambio del opositor por el de algún ruso preso en Occidente, como si de un intercambio de prisioneros de guerra o de espías se tratara y, atención, dijo que la única condición que habría puesto él, el presidente Putin, habría sido que Navalni una vez excarcelado abandonara Rusia, su país, y no volviera. Es decir, al destierro. Puedes oponerte a Putin, pero no en Rusia.
La otra reacción previsible fue el "y tú, más" versión rusa. Putin comentó que también en los Estados Unidos mueren presos en la cárcel. Es una retórica que dominan tanto el propio autócrata ruso como su gobierno, tienen siempre a punto la lista de todas las anomalías e hipocresías de las democracias liberales occidentales, y con ella pretenden callar, rechazar toda crítica a Rusia. Sin entrar en matices ni en comparaciones de grado.
Por ejemplo, "¿Cómo va a ser esto una dictadura, si periodistas occidentales han podido venir a Rusia y hacer su trabajo sin problemas?". Es el caso del equipo de ocho personas de rtve que nos desplazamos a Rusia. Para nuestra sorpresa el gobierno ruso autorizó visados, pero sólo para un máximo de 9 días, del 13 al 21 de marzo. Durante esos días no tuvimos ningún problema más allá de que nos pidieran la acreditación de periodistas. ¿Ilustra eso cómo se trata la libertad de prensa en Rusia? No, en absoluto. Y mucho menos cómo se trata a los periodistas locales. ¿Nos han utilizado esos días para tener un argumento de tolerancia democrática, mientras simultáneamente al corresponsal español Xavier Colás le daban veinticuatro horas para empacar sus doce años en Rusia y abandonar el país?
Terminó el Carnaval
El último día elegido para votar, el domingo 17 de marzo, coincidió con el final de la Maslenitsa, el equivalente al Carnaval en el calendario ortodoxo. Terminó el Carnaval con ese 87,2% oficial de votos a favor de que Vladímir Putin siga dirigiendo la vida y destino de los rusos seis años más, hasta cumplir tres décadas. Si se conoce un poco el país y la personalidad de Putin, es fácil adivinar el uso que de este resultado hará el presidente: tengo el aval de casi la totalidad de los rusos, quien me cuestione cuestiona al pueblo ruso. Rusia soy yo, o yo soy Rusia. Lo dijo con otras palabras la noche del domingo y lo repitió el jueves: "La elección ha mostrado que Rusia hoy es una gran familia amistosa. Caminemos juntos la senda histórica que hemos elegido".
Teniendo en cuenta que más que elecciones ha sido una reelección escenificada, porque no había alternativa real posible, una podría ver una metáfora en ese final de la Maslenitza y de las tres jornadas de urnas. Si mantenemos la metáfora, ahora ha empezado la Cuaresma rusa, sin espacio para alegrías ni para saltarse normas. "Podían haber disimulado un poco con los resultados, ese 87% es una losa que nos han echado encima" me comentaron dos ciudadanos nada afines al presidente reelecto.
Anécdotas
El día que llegamos a San Petersburgo, cerca del hotel en el centro, en uno de los muchos carteles animando a alistarse al ejército había una pintada sobre la paga que prometen a quien vaya "a zona de operación militar especial". Al día siguiente la pintada ya no estaba, había pasado la brigada de limpieza. Algo parecido ocurrió en el puente desde el que hicimos parte del telediario especial, el puente donde asesinaron al líder oposito Boris Nemtsov en 2015. En cuanto crecía un poco el volumen de flores y carteles recordándolo alguien venía y lo retiraba. Poco tiempo después, alguien volvería depositar algún tipo de homenaje.
Los arcos de seguridad son omnipresentes en Moscú: para entrar en el hotel, para entrar en un centro comercial, para entrar en el metro...
Se les ha olvidado el inglés. Mi ruso es precario, pero me gusta practicarlo cuando puedo. En diciembre de 2014 noté un gran cambio, la mayoría de mis interlocutores en cafeterías, tiendas y otros lugares al oírme pasaban automáticamente al inglés con una expresión en la cara de "no perdamos el tiempo, dime qué quieres en inglés". Esta vez, sin embargo, casi nadie entendía ni hablaba inglés. Eso decían. Nadie entre los ocho agentes de aduanas, tampoco en los controles de seguridad, tampoco el personal de Aeroflot...¿ya no lo enseñan? No, se sigue enseñando, me dicen los rusos. ¿Son peores alumnos? ¿Es una cuestión de orgullo nacional sobrevenido? ¿Es porque -como me apuntó una rusa- los que saben inglés se han ido de Rusia?
Miedo
La falta de crítica al gobierno o las protestas en la esfera pública son evidencias del miedo a las represalia porque no es realista pensar que en un país como Rusia y en dos capitales como Moscú y San Petersburgo todo el mundo esté conforme en como van las cosas; incluso más cuando ese miedo me lo he encontrado con rusos jóvenes en Finlandia y en España, les da miedo dar su testimonio e, incluso, rehúyen a otros rusos por miedo a la delación. "Nos hemos dado cuenta de que cuando paseamos con amigos por la calle bajamos instintivamente la voz, si hablamos de política" me comentó una amiga. "Lo que está pasando" es el eufemismo general que usan para referirse a la guerra. Todos mis amigos me comentaron casos de delación, de "buenos ciudadanos" que denuncian a otros por cosas que han dicho o por leer medios, "agentes", extranjeros. Incluso un amigo se planteó medio en broma, medio en serio, si alguien tomaría nota de que iba a verse con una occidental, yo, periodista para colmo. Y todos, todos, se mostraron muy sorprendidos, tanto como yo misma, de los escasos, nulos prácticamente, problemas que tuvimos para trabajar como periodistas en San Petersburgo y Moscú. Grabamos a policías patrullando el exterior de sedes electorales, el puente junto al Kremlin donde mataron a Nemtsov, a pocos metros del Kremlin, ante la sede de los servicios de inteligencia, el baile de limusinas llegando al ayuntamiento de San Petersburgo. "No querrán problemas con extranjeros mientras reeligen a Putin".
Terminaré con la recurrente cita de Winston Churchill porque Rusia sigue siendo "un acertijo envuelto en misterio dentro de un enigma".