Ser alcohólico en una sociedad que normaliza el consumo: "No entienden que yo no puedo beberme una cerveza"
- La presencia del alcohol en distintos ámbitos de la vida aumenta la dificultad para enfrentar una adicción
- Cambiar de hábitos implica renunciar a actividades que los demás no entienden sin la presencia del alcohol
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A Noemí le han dicho más de una vez eso de que "por tomarse una, no pasa nada". Ya le hace gracia, dice, porque sí que pasa, y mucho, pero a veces le resulta muy difícil que el resto del mundo lo entienda. "El problema es que yo no sé tomarme una cerveza. Si me tomo una, me tengo que tomar 800. Y eso es lo que la gente no comprende", relata a RTVE.es. Esta mujer de 45 años es alcohólica y no fue consciente de la normalización del consumo de esta sustancia en la sociedad hasta que no empezó a tratar su adicción.
"La línea entre ser bebedor social y convertirse en alcohólico es muy fina, tan fina que no sabes cuándo se supera. A veces me pregunto cuándo fue, pero no sabría contestar", confiesa Noemí, que cada día desde hace cuatro años suma "otras 24 horas horas sin beber" y otras 24 horas aprendiendo a "vivir", a "quererte", y a "valorarte" sin depender del alcohol. "Es como empezar de cero, tienes que aprender a hacerlo todo de nuevo", asegura.
La presencia del alcohol en distintos ámbitos de la vida cotidiana hace que para enfrentarse a una adicción a esta sustancia haya que cortar de raíz con algunos hábitos que, de una manera u otra, antes estaban ligados a ese consumo. En las primeras fases del tratamiento hay que esquivar esa calle en la que antes paraban a tomar una cerveza, evitar a esos amigos con los que solían consumir, o dejar de ir a una comida en familia, un cumpleaños, o una boda en la que saben que no van a faltar bebidas alcohólicas.
El vínculo social entre alcohol y diversión
"Es muy complicado porque está en todas partes y normalizamos su consumo desde que somos muy jóvenes. Y, a medida que vamos creciendo, las conductas de ocio, de placer, las celebraciones, van muy unidas al alcohol", explica a RTVE.es Adriana León, psicóloga especializada en drogodependencias en la Asociación de Protección y Ayuda A Ex Alcoholicos (APAEX).
Reconoce, que para muchas personas ese cambio necesario supone un "shock", sobre todo entre los pacientes más jóvenes. "Implica buscar nuevas aficiones, alejarte de algunas personas, cambiar de estilo de vida [...] porque, al principio, no están preparados, no tienen las herramientas, para decir ‘no’ y todo lo anterior fomentaría su deseo, sus ganas de beber", añade.
"Pasé años huyendo del alcohol y de cualquier situación que me produjera que estuviera cerca o que hubiera alcohol en el entorno, incluida mi propia familia", confiesa a RTVE.es Santiago, un hombre alcohólico que preside la Asociación Parlense de Alcohólicos y Familiares (A.P.A.F). Está convencido de que ese "circuito cerrado" de "casa, terapia, trabajo" es un paso necesario hasta que uno consigue crear "una nueva forma de vida".
““Siempre va a estar ahí, vayas donde vayas, hagas lo que hagas"“
Al principio es "muy frustrante", porque conlleva renunciar a ciertas cosas y a planes que los demás no entienden sin la presencia del alcohol. "Siempre va a estar ahí, vayas donde vayas, hagas lo que hagas. Cuando dejé de beber, iba en el tren y si alguien se sentaba enfrente con una lata en la mano, me tenía que ir", relata Santiago, que, a sus 67 años y tras 20 en abstinencia sabe lo fundamental de darse tiempo para el aprendizaje. "Hemos creado miles de situaciones bebiendo; y tenemos que hacerlo a la inversa y empezar a crear millones de situaciones sin beber", afirma.
"Es algo cultural, ya que asociamos el ocio a cualquier tipo de consumo. [...] Si cuando yo me quiero divertir, y me divierto, lo hago con una cerveza en la mano, estoy creando un vínculo, un condicionamiento muy peligroso", expone Marisa López, psicóloga clínica especializada en drogodependencias. La especialista apunta a la importancia de "crear un entorno seguro alejado del alcohol" cuando los pacientes comienzan a ir a terapia y subraya el papel que juegan las sesiones grupales con otras personas alcohólicas.
A Noemí la terapia en grupo le ha ayudado "muchísimo". "Para mí son muy importantes. Aprendes de la gente, porque todos somos iguales allí y hablamos, contamos nuestras experiencias, y aprendemos", relata. Y es que, al recorrer un camino que, sin duda alguna, es muy difícil, es fundamental sentir "que no eres la única", que no estás sola y que puedes "perdonarte".
En estas sesiones, cuenta Marisa López, los pacientes crean un "vínculo" con un grupo de personas iguales a ellas. "Ya no estoy fuera, soy parte de un grupo en el que recupero mi propia dignidad, donde trabajo los sentimientos de vergüenza y culpa, y aprendo que las cosas ocurren porque hay causas y condiciones, y no porque yo sea mejor ni peor persona", añade.
"Aprendemos unos de otros, cada uno da su versión, y el que está enfrente toma nota de entre un abanico de opciones que le pueden servir a él", asegura Santiago. En su asociación, además, adquiere un papel fundamental la terapia con familiares ya que, como él mismo explica, ellos también necesitan tiempo y herramientas en su propio proceso de aprendizaje.
Una enfermedad que la sociedad no concibe como tal
El sentimiento de culpa es habitual entre las personas alcohólicas y se acentúa en una sociedad en la que cuesta entender el alcoholismo como lo que es: una enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconoció como tal en 1963, definiéndola como una condición "incurable, progresiva y mortal", pero la presencia del alcohol en nuestro día a día no ayuda a que la población tome conciencia.
Por ello, no es raro que a Santiago le hayan incitado a beber en varias ocasiones, incluso sabiendo que era alcohólico, o que a Noemí le hayan animado a hacer lo mismo diciéndole que, después de tanto tiempo sin probarlo, "ya estará curada".
"No solo no entendemos lo que es ser alcohólico, es que tendemos a pensar que es casi una elección individual", explica a este medio Albert Espelt, miembro del Grupo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología, que añade que normalmente "se tiende a culpabilizar al individuo", a decir que "si bebes tanto es porque quieres". El alcoholismo, afirma, "no es un hábito, ni un estilo de vida, es un comportamiento de salud dado por el entorno".
En España, el alcohol es la droga por excelencia, seguida del tabaco, siendo la cerveza la bebida alcohólica más consumida. La edad de inicio de consumo se sitúa en torno a los 14 años, según la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES). El informe sobre alcohol y drogas en España (EDADES) arroja que el 64,5% de los encuestados había bebido alcohol en el último mes y que el 9% había realizado un consumo diario de esta sustancia.
En el contexto social en el que nos movemos "es muy difícil para ellos", afirma Adriana León, que recuerda que es normal que se den recaídas entre los enfermos alcohólicos. Ahora bien, "cuando hay una aceptación total de todos los problemas que te trae y de lo bien que están sin beber, de lo mucho que cambia su vida, de cuánto mejora su autoestima, hay personas que lo tienen clarísimo y no vuelven a beber".
Aprender a vivir sin alcohol
"Cuando tienes una adicción, no hay otra cosa que no sea la adicción, y eso no es vida", recuerda Marisa López, que afirma que es cuando se deja de beber cuando "se abre la puerta hacia la vida de verdad", porque empiezas a estar "presente" y a "conectar con la mirada de tus hijos, con la conversación, con tus compañeros de trabajo, con tu familia" en contextos en los que antes disfrutabas únicamente porque había alcohol. "Poder conectar con todo lo que no te ha permitido ver el alcohol, hace que sea en sí mismo un reforzador de la abstinencia", expone.
Noemí ahora sabe que, aunque el proceso de aprendizaje continúa, gracias a la abstinencia y la terapia ha aprendido a resolver problemas. "Si antes estaba mal, si tenía algo que resolver, bebía, y no solucionaba nada, no sabía hacer frente a las cosas", confiesa. Ahora, además, ha recuperado cosas "que tenía perdidas", como la relación con su padre y con sus hijos.
"¿Cómo aprendes a resolver los problemas? Conociéndote tú, sabiendo quién eres, lo que has sido y lo que quieres ser", relata Santiago, que también ha recuperado la relación con su mujer y su hija. Algunos problemas, de hecho, "desaparecen por sí solos: la bronca en casa desaparece, la bronca con los hijos, la bronca en el trabajo", dice.
"Cuando te liberas de la culpa, cuando te valoras y te perdonas por las cosas que hiciste, te das cuenta de que te empiezan a pasar cosas buenas y bonitas, que empiezas a ver resultados y dices ‘lo estoy haciendo bien’", relata Noemí, convencida de que, ahora, por todo eso, ya no rechaza una cerveza porque no pueda beberla. "Es que ahora no quiero", afirma, porque "cuando dejas el alcohol tienes que aprender a vivir sin él, pero empiezas a valorar las pequeñas cosas, la vida, aprendes a vivir".