Daphne du Maurier, la inquietante reina de los páramos
- Alba Editorial sigue recuperando su obra, con la publicación reciente de la novela La Casa en la Orilla
- Las narraciones de Du Maurier, escritora favorita de Alfred Hitchcock, lograron gran popularidad gracias al cine
En el páramo había una mansión y la mansión guardaba una historia y ella nos la contó con sencillez y elegancia, pero sin ahorrar en ningún momento su fondo humano, inquietante y turbio.
Así se puede resumir el espíritu de toda la obra de la escritora inglesa Daphne du Maurier (1907-1989), creadora de ficciones que nunca tuvieron la bendición de la crítica (todavía no la tienen), pero que siguen siendo leídas. Luis Magrinyà, editor de Alba Editorial, trabaja desde hace años en la recuperación de su figura y reconoce que "Daphne du Maurier no está en el canon, pero para algo estamos los editores, para cambiar ese canon". A su juicio se trata de una autora de gran calidad, que "maneja con soltura las herramientas literarias y es capaz de llevar al lector de un lado para otro, siempre interesado en la historia que se cuenta".
Algunas de sus historias, como Rebeca, su novela más famosa, han trascendido lo literario y se han convertido en parte de lo cotidiano, de nuestro día a día. Da nombre a una prenda de ropa y a un trastorno psicológico, los celos retrospectivos, tan incomprensibles como demoledores, como bien refleja la novela que la hizo famosa.
Llegar a eso está al alcance de muy pocos escritores.
La recuperación de una obra que nunca dejó de leerse
En España, como en todo el mundo, sus libros estuvieron muy presentes en las librerías desde que empezó a publicar, en los años 30 del siglo pasado. Se la leía mucho, pero como suele ocurrir con muchos escritores, tras su muerte (1989) poco a poco fue desapareciendo de las estanterías. Se la encontraba sin dificultad, eso sí, en librerías de viejo.
Desde hace años, ALBA EDITORIAL trabaja en recuperar su obra con nuevas traducciones. En su catálogo encontramos ya Mi prima Rachel, La posada Jamaica y otros títulos, el último de ellos La Casa en la Orilla, una historia de viajes en el tiempo, amoríos y nobles mansiones, envuelta en un ambiente gótico marca de la casa. "Du Maurier es una maestra en la creación de atmósferas inquietantes", recuerda Magrinyà, y también destaca que el elemento sobrenatural "no chirría, está bien incorporado" y como toda la literatura de la autora, se levanta sobre una estructura tan sólida "como esas casonas campestres que tanto le gustaban".
Como la mayoría de las obras de du Maurier, la narración transcurre en Cornualles, una tierra de fuerte personalidad dentro del Reino Unido, lluviosa, áspera y bella a partes iguales. Du Maurier, que conocía los mapas y también los caminos, habla con precisión de los lugares, de pueblos, arroyos, ensenadas, solitarias peñas que dominan el páramo, con la misma precisión que describe un juego de porcelana del XVIII o el retrato al oleo de un antiguo baronet.
Más allá de Manderley
“Anoche soñé que volvía a Manderley…”, así comienza Rebeca, la historia de una joven pobre e inexperta que se casa con un caballero rico, mayor que ella, algo anticuado y misterioso, el viudo de Rebeca de Winter.
Los recién casados se van a vivir a su mansión de Cornualles, Manderley, y allí la joven sin nombre descubre que la muerta sigue muy viva en el recuerdo tanto de su marido como de los sirvientes de la casa… inolvidable la señora Danvers, el ama de llaves que guarda con ferocidad el legado de la antigua señora y hace la vida imposible a la pobre muchacha... la casa está llena de pasillos largos y sombríos y detrás de cada cortina (lujosa cortina, siempre) parece esconderse el fantasma de Rebeca...
La novela tuvo un éxito inmediato y pronto fue llevada al cine por Alfred Hitchcok y una vez en pantalla, ese éxito se multiplicó y la consagró definitivamente. No fue la única colaboración entre ambos, pues el director británico se confesaba entregado a la literatura de du Maurier. Dos años antes había adaptado La posada Jamaica y ya en los años 60 haría lo mismo con otro de sus relatos, Los pájaros, cuyo recuerdo tanta angustia provoca todavía cuando te rodean las palomas en el parque.
Du Maurier tenía un innegable aire hitchcokiano, rubia, elegante y en apariencia fría y distante, como una prima lejana de Grace Kelly o Tippi Hedren. Vivió gran parte de su vida en Cornualles, en la mansión de Menabilly, que le inspiró toda la belleza y las sombras de Manderley, y allí escribió, crio a sus tres hijos y capeó sus problemas conyugales con el teniente general Frederick Browning, un militar muy de la época, que jugó un papel ciertamente mejorable en la Operación Market-Garden, una de las derrotas más dolorosas de los aliados frente al ejército de Hitler ( en la película Un puente muy lejano es el que no hace caso a la resistencia holandesa y dice que adelante, que allí no hay tanques alemanes...y la cosa no termina demasiado bien).
No debió de ser un matrimonio demasiado feliz. Una y otro tuvieron amantes y entre los amigos más queridos de la escritora estaba Felipe, el duque de Edimburgo, el marido de la reina Isabel II, nada menos. Ahí lo dejamos.