Jóvenes abstemios frente a la presión social del consumo de alcohol: "Suelen preguntarme si me pasa algo"
- RTVE.es entrevista a jóvenes que han dejado de lado esta sustancia
- El consumo de alcohol está normalizado y extendido entre la sociedad
Un vermut en una terraza, una copa en una discoteca o una cerveza en cualquier parte. El alcohol es un habitual compañero en cenas, comidas, cumpleaños y demás planes, también entre los más jóvenes. Por eso, la pregunta “¿por qué no bebes?” parece casi inevitable para algunos de los que se topan, sobre todo por primera vez, con alguien como Miguel Ángel, un joven de 27 años que dejó de beber a los 19.
“Si no me conocen, suelen preguntarme si me pasa algo, o si estoy bien”, relata a RTVE.es siete años después de poner punto y final a su relación con el alcohol. Hasta entonces, durante su adolescencia, solía beber “bastante”, pero decidió dejar de hacerlo porque odiaba “la sensación de perder todo el día siguiente y el malestar de la resaca”. Además, asegura, “no me sentía bien tomándolo y sé que no es algo sano ni bueno”.
A sus 26 años, Judit lleva seis sin probar el alcohol, una decisión que suele causar “mucha” sorpresa fuera de su entorno más cercano. “Lo dejé porque empecé a tener ansiedad y la sensación de ir borracha era muy parecida y me agobiaba”, cuenta a este medio. Ahora no tanto, dice, pero al principio siempre había alguien que se empeñaba en intentar que bebiera.
Álvaro, por su parte, cuenta con los dedos de una mano las veces que ha ingerido alcohol. “Habré llegado a emborracharme dos o tres veces, como muchísimo”, afirma. En el instituto jugaba al fútbol y no solía beber para rendir en los partidos; ahora tiene 27 y dice que con el tiempo se ha dado cuenta de que en realidad no le gusta "perder el control" sobre lo que hace. "Y el alcohol me generaba eso”, confiesa.
Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), alertan de que no existe una cantidad “segura” de alcohol que no afecte a la salud del que lo consume y aseguran que los riesgos comienzan desde “la primera gota”. El consumo de alcohol se asocia con un mayor riesgo de contraer distintas afecciones y es la causa principal de varios trastornos, incluido el alcoholismo, la cirrosis hepática y otras afecciones. Además, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer lo clasifica como carcinógeno del Grupo 1, alertando de que su consumo se encuentra entre las causas de al menos siete tipos de cáncer.
Los jóvenes empiezan a consumir alcohol a los 14 años
La mayoría de los jóvenes españoles bebieron alcohol por primera vez en su adolescencia. De hecho, la Encuesta sobre el uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias ESTUDES, arroja que la edad promedio para el inicio del consumo es a los 14 años. Sin embargo, la franja en la que más se consume comprende de los 25 a los 34, según datos del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones.
En 2023, el 56,6% de los encuestados por ETUDES había ingerido esta sustancia en los últimos 30 días. Es, sin embargo, un porcentaje que ha ido disminuyendo en los últimos años. Por ejemplo, en 2010 era un 63% y en 1998, ascendía hasta el 68,1%, según ese mismo informe.
La fundación Alcohol y Sociedad trabaja en centros educativos con menores de entre 12 y 14 años para brindar información y herramientas en edades en la que, como explica su directora, Silvia Jato, los adolescentes “investigan, prueban”, y supone una etapa “de riesgo”. “Lo que reclaman fundamentalmente es que les dotemos a través de la educación, del conocimiento, de información sobre por qué no deben consumir”, asegura a RTVE.es.
Jato subraya la evolución lograda en los últimos años. "Hace 20 años, estábamos en una edad de inicio de consumo en 12 años. Así que vamos consiguiendo a través de todos estos años ganar cada vez más la batalla", afirma. "Lo que es alarmante es que es más del 50% de la población de padres son conocedores de que sus hijos consuman y no hacen nada", añade, por lo que resalta la importancia de "remar todos en consonancia" frente a un problema que afecta a la sociedad a nivel mundial.
Ser el "único" del grupo que no bebe
Los tres entrevistados afirman ser, casi siempre, las únicas personas que no beben dentro de sus grupos de amigos o conocidos. Es raro que no lo sean y que encuentren un compañero de fatigas con el que no sentirse solo en la decisión de ir a un bar y pedir, por ejemplo, un refresco.
“Normalmente, soy el único que no bebe y, sobre todo, suele causar sorpresa entre los trabajadores del bar o restaurante al que vayamos”, afirma Álvaro. “Les pido agua, o un Aquarius, y el resto pide cerveza. Mis amigos ya lo saben, pero a ellos les llama la atención y bromean, yo suelo reírme con ellos”.
Sus amigos, dice, respetan su decisión, aunque no acaben de entenderla. “Muchos no lo entienden, la mayoría asocia el alcohol con divertirse, desinhibirse, perder la vergüenza… y yo no siento que tenga que beber para pasármelo bien”, explica Álvaro, que asegura que, más allá de eso, nunca se ha sentido juzgado o presionado.
Miguel Ángel, por el contrario, no puede decir lo mismo. “Me he sentido presionado muchas veces”, asegura a este medio. Siente esa presión, sobre todo, cuando sale de fiesta a discotecas o a casas de amigos y la gente empieza a beber de más o propone juegos en los que el alcohol es el protagonista.
La presión de grupo ante un consumo normalizado
“Es muy incómodo, porque hasta mi pareja me dice de broma que beba y algunos acaban llamándome aburrido y cosas así”, relata este joven, que también se siente incomprendido a veces. “La gente cercana sí, pero otros no entienden que no lo beba porque es malo para la salud y siempre intentan hacerme ver que por tomarlo de vez en cuando no pasa nada”.
“Sobre todo, al principio me ofrecían o me presionaban un poco para que probara lo que ellos estaban bebiendo. Aunque les dijera que yo ya he bebido, que sé cómo sabe el alcohol y que, incluso, me he emborrachado, como todos”, cuenta Judit sobre su decisión de no beber alcohol.
Albert Espelt, miembro del Grupo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología, pone de manifiesto la "normalización" de esta sustancia en una sociedad "alcoholizada" expuesta a constantes estímulos que incitan a su consumo. "Está siempre presente y lo vemos prácticamente desde que nacemos y lo asociamos a acontecimientos divertidos", explica. A esto se le suma el impacto de la publicidad, que asocia la ingesta de este tipo de bebidas "con un estilo de vida saludable, porque muestran a gente haciendo deporte, pasándolo bien con amigos y bebiendo cerveza".
Judit asegura que es ella la que se siente "rara" cuando va a un sitio donde los demás beben y ella no. "Tengo bastante interiorizada esa normalización", dice, y reconoce que hace unos años ella también asociaba el alcohol con pasárselo bien. "Es la sensación de euforia que te da, que hace que parezca que lo pasas mejor por el mero hecho de beber, porque te dejas llevar. Pero ahora que no bebo, sé que no es así, que puedo pasarlo exactamente igual sin el alcohol", asegura.