Enlaces accesibilidad

El misterio Brando: 100 años de la bestia que cambió la historia de la interpretación

  • Se cumple un siglo del nacimiento del actor de El Padrino o Un tranvía llamado deseo 

Por
Marlon Brando, 100 años de una 'bestia' de la interpretación

En 1956 Truman Capote viajó a Japón para entrevistar a Marlon Brando. Quería extraer jugo a lo que consideraba “el género más ínfimo del reporterismo: la entrevista a una star de Hollywood”. El actor rodaba Sayonara, la película en la que comenzó a trolear durante los rodajes (aseguraba que le dio por probar muecas sin sentido y el director, Josuah Logan, le felicitaba igual).

Capote lo reflejó en una pieza de alta literatura que retrata el momento exacto en el que al actor más reconocido y célebre del mundo todo le empezaba a dar mucha, mucha pereza. O quizá, como le confesaba a Capote, sencillamente era así: “Siempre me entusiasmo por alguna cosa, pero no me dura más de siete minutos. Exactamente siete minutos. Ése es el límite. Nunca sé ni siquiera por qué me levanto por la mañana”.

¿Fue Brando un vago con un don? ¿El estudioso virtuoso de un arte? ¿Un radical? ¿Un cínico? ¿Un misántropo? ¿Un bufón insoportable? Por contradictorio que parezca en alguien tan expuesto, su figura sigue algo oculta en un velo de misterio. Es revelador que en plena efervescencia de biopics sobre las grandes estrellas del cine clásico Marlon Brando haya tardado en tener el suyo. ¿Cómo acercarse a alguien que genera tanta fascinación como repulsión?

¿Intenso o pasota?

Ningún actor ha marcado más la historia del cine estadounidense que Marlon Brando. Hasta los años 50, en términos generales, los protagonistas masculinos de Hollywood eran normalmente guapos, altos y, en ocasiones, divertidos. Pero la llegada de los actores del método, con Montgomery Clift y Marlon Brando a la cabeza, presentó a tipos básicamente traumatizados, lo que encajaba mejor con una sociedad que pasó vertiginosamente de la carnicería bélica al optimismo capitalista.

Con La ley del silencio, Un tranvía llamado deseo o Julio César, Brando creó un nuevo estándar de lo que debía de ser la interpretación, trasladando a Hollywood el exigente método Stanislavski adaptado por Lee Strasberg en Broadway. Se suele decir que una estrella no es necesariamente un buen actor, pero en Brando confluía todo. El actor mostraba además una especie casi de masoquismo a la hora de elegir sus papeles torturados: pocos actores han recibido tantas palizas, golpes, torturas o disparos como Brando.

Marlon Brando, en 'Un tranvía llamado deseo' (1951)

Marlon Brando, en 'Un tranvía llamado deseo' (1951)

Pasó de prepararse su primer papel en el cine en un hospital militar durante a un mes a -quince años después- presentarse en los rodajes sin aprenderse el guion. Nadie aprovechó eso mejor que Francis Ford Coppola que sacó ventaja a su dejadez para el papel de un inmigrante mucho más mayor que el actor en El Padrino y de su absoluta desidia para encarnar la locura en Apocalypse Now.  

La decadencia de Brando era realmente cómica desde las tramoyas. En Corazones en tinieblas, el documental de Eleanor Coppola sobre el rodaje de Apocalypse Now (en el que Brando se plantó sin siquiera leer el guion), se le ve improvisar monólogos erráticos mientras le filman hasta que literalmente dice: “No se me ocurre nada más”. Pero, en pantalla, siempre funcionaba.

¿Reivindicativo u oscuro?

Es difícil trasladar la carrera de Brando a la actualidad. ¿Tendría oportunidades alguien que despreció tan abiertamente el profesionalismo? El simple e insólito gesto de rechazar un Oscar parece inconcebible. Brando envió en su lugar a una actriz y activista nativa americana Sacheen Littlefeather para explicar que no podía aceptar el premio por “el trato a los indoamericanos por parte de la industria cinematográfica y en la televisión”. Fue básicamente abucheada y hasta 2022 la Academia de Hollywood no pidió disculpas por el trato que sufrió la actriz.

Marlon Brando, en 'El Padrino'.

Marlon Brando, en 'El Padrino'. (EFE/Paramount Pictures)

Brando era un habitual del activismo por los derechos civiles de los años 60, pero su vida está repleta de zonas oscuras. El estreno de El último Tango en París fue un hito social en medio mundo, trascendiendo lo cinematográfico por las escenas sexuales. En la película, su personaje viola al de la actriz Maria Schneider, que entonces contaba con 19 años. El director, Bernardo Bertolucci, quería que la Scheneider interpretase realmente la vulneración de su consentimiento y acordó con el actor que usase mantequilla en el ano de la intérprete, convirtiendo la escena en un triste caso de abuso sexual.

Marlon Brando y Maria Schneider en 'El último tango en París' (EFE/Central Press Photos)

Marlon Brando y Maria Schneider en 'El último tango en París' (EFE/Central Press Photos)

El impacto del primer Brando como mito erótico fue brutal. Su imagen en camiseta en Un tranvía llamado deseo es un icono del cine. El actor se convirtió en un amante compulsivo potenciado por su brillo como estrella y en confesaba que durante su juventud “acostarse con todas las mujeres que aparecían resultaba embriagador”. Y no solo: habló abiertamente de su bisexualidad.

Capote expresaba así su magnetismo: “No puedes menos que creerlo; no he conocido a nadie que irradie tanta sinceridad como él. Después es probable que te preguntes si finge. Pero, de ser así, ¿para qué? ¿Qué puedes darle? Nada, excepto afecto, y de eso se trata. Afecto, que le da autoridad sobre ti”.

Marlon Brando en 'Salvaje' (EPA/HANDOUT)

Marlon Brando en 'Salvaje' (EPA/HANDOUT)

Brando continuó convirtiendo en un infierno cada rodaje en el que participaba esporádicamente hasta que se retiró, plácida o atormentadamente, al monumento a la soledad que compró en el Pacífico: la isla de Tetiaora, paraje del que se enamoró en el rodaje de Rebelión a bordo en 1962.

Con todo, siempre mostró una modestia aparente en la consideración de sí mismo como actor. “Cuando interpreto me transformo. Me quema dentro una especie de fuego, una especie de delirio. Y me siento fuerte, feroz como un león. Sólo esto. Si soy un buen actor o no, es algo que nunca he sabido. Lo siento”.