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La OTAN cumple 75 años expectante ante el futuro de la presidencia estadounidense

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La Alianza Atlántica cumple 75 años en plena guerra en Ucrania

Uno de los motivos esgrimidos por el presidente Vladimir Putin para invadir Ucrania fue la sospecha de una futura incorporación de ese país a la OTAN, dejando a los aliados a las puertas de Rusia.

Dos años de guerra después, la Alianza Atlántica se encuentra en un momento de expansión con un contexto geopolítico turbulento en el que Moscú se sitúa como una de sus principales preocupaciones, dado el aumento de su influencia en Bosnia, Moldavia, Georgia, el norte de África y el Sahel.

Comunismo: un enemigo definido

Creada al comienzo de la Guerra Fría en un pacto de seguridad colectiva contra la Unión Soviética, doce países formaron la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949: Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Francia, Italia, el Reino Unido, Dinamarca, Islandia, Luxemburgo Noruega, los Países Bajos y Portugal.

Mikhail Gorbachev “Al cooperar constantemente en todos los asuntos relacionados con la participación en el nuevo tipo de política mundial y avanzar hacia un nuevo período pacífico de la historia, cumplimos con nuestro deber para con otros pueblos”

Como parte de la arquitectura de posguerra y bajo los principios de Naciones Unidas, entre sus objetivos destacaba la idea de evitar una tercera guerra mundial mediante el respeto a la gobernanza democrática, el estado de derecho y los derechos humanos. Así diseñan una alianza defensiva para promover la paz y salvaguardar la seguridad de sus miembros.

Grecia y Turquía son los primeros países en unirse a la organización en 1952, les sigue la República Federal de Alemania en mayo del 55, solo cuatro días después de que los aliados pongan fin, oficialmente, a la ocupación de Alemania Occidental.

Movida por el recelo, la Unión Soviética crea entonces el Pacto de Varsovia, una coalición para contrarrestar la presión occidental a la que se suman Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, la República Democrática Alemana y Rumanía; pero que fracasaría apenas ocho meses después de firmar un Tratado de no agresión con la OTAN, fruto del fin de la Guerra Fría en 1989.

Cuando la URSS llega a su fin en la Navidad de 1991, después de que Gorbachov presente su dimisión como presidente, tarda poco en llegar la expansión más significativa de la Alianza Atlántica. La protagonizan Polonia, Hungría y Checoslovaquia en 1999, convirtiéndose en las primeras naciones del antiguo bloque comunista en unirse a las filas de la organización.

En ese mismo año España se unía a la estructura militar de la OTAN, ya en sus filas desde 1982. Cinco años después, llegó el turno de las exrepúblicas soviéticas del Báltico: Estonia, Letonia y Lituania.

En este periodo, quizás el mayor golpe a la estructura de la alianza fue la decisión del general Charles de Gaulle de retirar a Francia de la estructura militar de la OTAN para preservar su independencia, principalmente, respecto a Estados Unidos. Aunque el país regresaría en 2009 como confirmaba el entonces presidente Nicolás Sarkozy.

Los talibanes celebran su primer año en el poder en Afganistán

Cambio de paradigma

Desde la caída del muro de Berlín en 1989 y la posterior desintegración de la Unión Soviética, la Alianza Atlántica ha enfrentado un proceso de cambio permanente; sometida a las críticas de quienes ponen su utilidad en cuestión una vez desaparece su razón de ser: la URSS y la expansión del comunismo.

Como parte de esa mutación, durante la década de los 90, la OTAN pasa a la acción con acciones ofensivas. La primera ocurre con el español Javier Solana como secretario general, cuando en 1999 los aliados atacan a las fuerzas serbias en territorio yugoslavo. Lo hacen sin aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU con la intención de evitar una limpieza étnica de la población albanokosovar, tal y como sí había ocurrido durante las guerras de Bosnia, dada la negativa del presidente Milosevic a otorgar una amplia autonomía a la región.

En una operación que pasa a ser la más extensa en suelo europeo tras la Segunda Guerra Mundial, la Alianza bombardea la zona durante tres meses hasta conseguir la retirada de las tropas serbias. Posteriormente llegaría la desintegración de Yugoslavia.

Pero si hay un verdadero punto de inflexión para aliados llega en 2001, tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. Por primera y única vez en su historia, la OTAN invocará la cláusula de defensa colectiva que permite emplear la fuerza tras un ataque contra uno de sus miembros: el artículo 5 del Tratado de Washington.

Poco después iniciaría la invasión de Afganistán, justificándola en la legítima defensa de los países miembro, que entonces enfrentaban la amenaza del terrorismo internacional; así como en lo firmado durante la Cumbre de Washington de 1999, cuando los asistentes constataron la existencia de nuevos riesgos que se comprometían a combatir juntos.

La primera operación antiterrorista de la OTAN acabó con el régimen talibán y el establecimiento de una fuerza internacional en territorio afgano para respaldar al Gobierno de transición. Sin embargo, veinte años más tarde, en septiembre de 2021, los talibanes regresarían al poder reavivando el debate sobre la utilidad de la Alianza Atlántica.

George W. Bush: “Queridos conciudadanos, nuestra forma de vida, nuestra propia libertad, ha sido atacada en una serie de actos terroristas deliberados y mortales”

En marzo de 2011, el Consejo de seguridad de la ONU da luz verde a la puesta en marcha la operación Protector Unificado: incursiones aéreas sobre Libia para acabar con la violencia ejercida por Muamar El Gadafi sobre su pueblo. Un caso que multiplica la desconfianza de Rusia, al considerar que se había utilizado el principio de protección e intervención humanitaria para forzar un cambio de Gobierno.

Con el paso del tiempo, la OTAN se ha implicado también en misiones en Irak, el Golfo de Adén, Somalia o el Cuerno de África; así como ayuda en desastres naturales y humanitarios.

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Un futuro incierto

En 2009 Croacia y Albania se unen a la OTAN, Montenegro lo hace en 2017 y Macedonia del Norte en 2020. Moscú siempre ha asegurado que los socios occidentales incumplieron un compromiso de no expansión hacia el este otorgado tras la disolución del Pacto de Varsovia, argumento utilizado por el propio presidente ruso para justificar su “operación militar especial” en Ucrania. 

Vladimir Putin: “Ni un centímetro hacia el este, nos dijeron en los años 90. ¿Y qué? Nos engañaron. Y así, año tras año (…) Una, dos, tres, cuatro, cinco. Cinco olas de ampliación de la OTAN”

Lo cierto es que nunca hubo más que una promesa verbal, pero al presidente Putin parecía darle igual desde hace tiempo porque su denuncia estaba bien arraigada en la narrativa del Kremlin.

Una vez cae el Gobierno prorruso en Ucrania en 2014, triunfa la revolución del Maidán; protestas iniciadas por el incumplimiento del presidente Yanukóvich de firmar un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea. Putin utiliza entonces la premisa para intervenir en Crimea y los aliados se ven forzados a patrullar los cielos de los países miembro por precaución.

Así pues, arrastrándose desde ocho años antes, la guerra en Ucrania de 2022 es el combustible que prende la llama para que Finlandia y Suecia abandonen siete décadas de neutralidad e ingresen en la OTAN a cambio de protección frente a Moscú.

Hoy, entre las preguntas de futuro que se hacen los 32 aliados, destacan tres: ¿Cómo mantener la financiación de Ucrania sin intervenir sobre el terreno?, ¿Quién sustituirá a Jens Stoltenberg como secretario general de la Alianza? y ¿Qué ocurrirá si Donald Trump regresa a la Casa Blanca?