'Carrie', el inicio del terrorífico reinado de Stephen King
- El escritor norteamericano publicó su primera novela hace 50 años
- Desde entonces ha vendido millones de ejemplares, convertido en un mito viviente del terror
La primera semana de abril de 1974 apareció en las librerías de EE. UU la historia de una adolescente con problemas, una chica tímida y débil, dominada por una madre fanática religiosa, y que además sufre el acoso y las burlas de sus compañeros en el instituto.
La chica, Carrie White (ya nadie podrá olvidar su nombre) resulta ser una chica especial, tiene poderes telequinéticos, esto es, mueve objetos con la mente, y tras una broma especialmente grosera en el baile de graduación decide vengarse tanto de su madre como de los compañeros de clase.
Digamos que la venganza se le va un poco de las manos. Carrie se deja llevar por la ira retenida durante años, destruye el pueblo y mata a cientos de personas, madre incluida.
La historia la firmaba un tal Stephen King
Por aquel entonces, hace ya 50 años, Stephen King era un joven veinteañero que bebía mucha cerveza y aspiraba a ser escritor. Había tenido una infancia muy movida y no demasiado fácil. Su padre se fue sin despedirse y su madre se las tuvo que apañar para sacar adelante la familia. King consiguió entrar en la universidad, pero no era buen estudiante. Se ganaba la vida como podía y las cosas no le iban demasiado bien. Tenía ya un hijo, trabajaba haciendo suplencias en una escuela y vivía en una caravana.
Escribía regularmente, eso sí, desde la adolescencia, enviaba cuentos y relatos a todo tipo de revistas de género, que de vez en cuando le publicaba y, sobre todo, pagaban por ello. Se movía bien entre el terror y la fantasía, pero siempre pegado a la realidad que le rodeaba, su día a día nada sencillo, el de un blanco pobre en el estado de Maine, que no es precisamente el más glamuroso de EE.UU.
King empezó a escribir Carrie recordando a dos compañeras del instituto, dos chicas raritas (él también era bastante rarito, según reconoce) con las que todo el mundo se metía, pero no veía clara la historia, y al cuarto folio lo tiró todo a la papelera.
Su mujer, Tabitha, demostró tener mejor olfato y le obligó a terminarlo. En su libro Mientras escribo, mitad memorias mitad manual para escritores principiantes, King explica que eran tan pobres que no tenían teléfono y la noticia de que le iban a publicar le llegó por telegrama.
Nada fue igual desde ese momento, ni para él ni para la literatura popular de EE.UU, primero, y del mundo después.
Tras Carrie llegó el dinero y la posibilidad de vivir de escribir. La máquina empezó a funcionar y a las librerías llegaron, El resplandor, Cujo, Misery, La milla verde…y, sobre todo, It, un libro monumental que ha marcado a varias generaciones, un mito del terror a la altura de Drácula. Pennywise, el payaso asesino que vuelve cada cierto tiempo y provoca el terror en Derry, Maine, todavía se aparece en las pesadillas de muchos. Es el legado de King, sin duda.
Tras los libros vino el cine. Sus historias siempre han interesado al público...y también a los directores de primera línea. Brian de Palma rodó Carrie un año después de que la historia fuera publicada, causando también un gran impacto, con la inolvidable Sissy Spacek, empapada en sangre de cerdo. Luego Kubrick hizo su versión de El resplandor. Y luego llegaron Los chicos del maíz, Misery, La Milla Verde, Cadena Perpetua, tantas.
Sin reconocimiento de la crítica y con millones de lectores
Desde Carrie, King publica a un ritmo constante de uno o dos libros por año, combinando novelas de mil páginas con colecciones de cuentos, género en el que también es un maestro. También ha reflexionado sobre el arte de escribir o las semillas de la literatura de terror contemporáneo, en ensayos como Danza Macabra, otro clásico, y ha publicado libros de memorias y ha escrito guiones de comic y canciones y programas de radio y …
La crítica nunca le ha valorado, desprecia su estilo tachándolo de plano y rudimentario, aunque con el tiempo se le reconoce que capta como nadie los miedos de la sociedad estadounidense. Los miedos que proceden del más allá y los miedos con los que conviven las clases más desfavorecidas. El paro, la violencia, la pobreza. Las armas, siempre presentes. Chicos desquiciados disparando a sus compañeros del colegio. Padres que abusan del alcohol y tiene una escopeta del 12 en el maletero. Hace tiempo que King ya no es pobre (es millonario, de hecho. Puede que sea la primera industria de Maine, el estado donde todavía reside), pero sigue conociendo bien el lugar turbio de donde salió.
Sus lectores se cuentan por millones, en todo el mundo. Nada une tanto como el miedo.
A sus 76 años, Stephen King ha tenido tiempo para formar una familia (con uno de sus hijos, Joe Hill, también escritor), engancharse al alcohol y las drogas, desengancharse, sufrir un terrible atropello, recuperarse, montar una banda de rock, hacer campaña contra las armas o contra Trump, todo ello sin dejar de escribir ni un solo día, a un ritmo de diez páginas diarias, mínimo. Asegura que no entiende que si se tiene un talento, no se explote. King lo explota: escribe, escribe, escribe, y sigue escribiendo como antes de publicar Carrie.
Su reinado empezó en aquella caravana aparcada junto a un bosque de Maine, con la historia triste y sucia de una adolescente maltratada por todos. No ha perdido frescura y la idea sigue siendo contundente. El instituto a lo mejor no es un sitio tan divertido como lo pintan algunas películas. Hay muchos que lo pasan mal en sus pasillos. El miedo de verdad no lo da el monstruo, sino los que le rodean y hacen la vida imposible.