El hambre y la desesperación se apoderan de Gaza tras seis meses en guerra: "Estamos condenados a la pena de muerte"
- RTVE.es habla con Omar, un joven de 27 años, que relata desde Ráfah las mellas del conflicto
- Sigue en directo la guerra en Gaza
La guerra en Gaza ha reducido la vida de Omar a una choza blanca, donde una vieja alfombra beige y roja le recuerdan a su hogar destrozado por las bombas. En un lateral ha colocado unos plásticos azules para separar una zona de cocina. Una cocina desierta, en la que solo se ve una bolsa vacía y una pequeña botella de agua. Omar, de 27 años, estudió Derecho en la Universidad de Skikda en Argelia y estaba haciendo prácticas en un despacho de abogados en Gaza cuando estalló el conflicto. Envía a RTVE.es un selfie en el que aparece con la mirada cansada, la de alguien que no ha pegado ojo. Pero una sonrisa blanca perfecta acompaña el gesto de su mano izquierda con los dedos levantados en signo de victoria. A su lado, la hija de su hermano imitando el gesto, sonriente y ajena a la realidad relatada por su tío.
Fuera de esta tienda, dice, hay una aglomeración de personas desplazadas, condenadas al hacinamiento, a la desesperación y con la “respiración en vilo” desde hace seis meses. “Siento que estamos condenados a la pena de muerte”, afirma. “Estamos muy cansados”, arguye. Teme que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cumpla con su amenaza de irrumpir en Ráfah, en el extremo sur de la Franja. “Este no es un lugar seguro. Dormimos todas las noches escuchando bombardeos”, alega.
Lo que más les pesa después de medio año bajo amenaza son las consecuencias sobre la salud mental. “Me siento muy triste y estoy muy deprimido”, confiesa. Lo que más le duele es la impotencia por no poder hacer nada por los suyos. “Estoy muy preocupado por mi mujer”, dice. Antes de la guerra se casó con Rasha, y, a sus 24 años, tiene un ovario poliquístico que necesita cirugía, pero se ha pospuesto sin fecha. Sin la intervención quirúrgica, su proyecto de ser padres queda truncado. Han pensado en abandonar la Franja, pero es muy difícil: “Para salir los dos tendríamos que disponer de 20.000 euros sin contar con los costes de la operación”.
"Para salir los dos tendríamos que disponer de 20.000 euros"
La Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) ha alertado desde hace años sobre la existencia de dos vías para el paso de personas por Ráfah: el permiso a través de internet con el Ministerio del Interior gazatí, controlado por Hamás, y otra forma paralela más rápida, coordinada por las autoridades egipcias. “Desde el comienzo de esta última ofensiva israelí, los precios se han disparado”, cuenta Omar. Lleva desde la primera semana de guerra en Ráfah, compartiendo una tienda con muchos familiares y compartiendo baño con unas 40 personas.
“He estado en una escuela para 3.000 estudiantes y pude ver cómo sirve de refugio a unas 34.000 personas”, denuncia el director de operaciones de Acción Contra al Hambre (ACH), Vincent Stehli. Acaba de regresar de Gaza, calcula que durante su estancia en Ráfah escuchó entre 50 y 100 explosiones diarias. “Son personas que han perdido sus casas, han muerto sus familiares y no saben qué va a pasar mañana”, relata. “Se someten a 24 horas de ruido de drones. Además, no hay control, ni policía, ni una gobernanza. Hay un desorden total y la población ha sufrido mucha persecución”, añade.
El último informe de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) ha determinado que la hambruna es inminente en el norte de Gaza y que casi la totalidad de la población está experimentando hambre extrema. Calcula que más de 1,1 millones de personas en la Franja aquejan niveles catastróficos de inseguridad alimentaria, uno de cada tres menores de dos años sufre desnutrición aguda en el norte del enclave. Tras meses de bloqueo, Netanyahu ha accedido a tomar medidas para aumentar la entrada de ayuda humanitaria presionado por el presidente estadounidense, Joe Biden.
"Este aumento de la asistencia evitará una crisis humanitaria y es esencial para garantizar la continuación de los combates y lograr los objetivos de la guerra", ha argumentado en un comunicado la oficina del primer ministro.
La falta de ayuda mina toda la esperanza
La población busca desesperadamente conseguir alimentos, pero las largas colas, de horas y horas, se hacen más desesperantes, lo que se suma a la incertidumbre. Omar denuncia que el hambre y la falta de ayuda humanitaria está minando toda la esperanza de una población que no quiere acostumbrarse a los estruendos de las bombas. “Nosotros vivimos en una tienda al lado de una escuela y nos han repartido un jabón y un lote de humus para toda la semana”, asegura. Al acabar la entrevista se ha propuesto conseguir agua.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) asegura que en el mes de marzo ha entrado a Franja una media de 159 camiones de ayuda, una cifra que sigue estando muy por debajo de la capacidad operativa de los cruces de Karem Shalom, Abu Salem y Ráfah y del objetivo de 500 diarios que entraban antes de la reactivación del conflicto. Netanyahu ha abierto el paso de Erez y ha asegurado que aumentaría las entradas por el de Kerem Shalom, además de usar el puerto de Ashdod. "Israel está sometiendo a la población civil al hambre de forma deliberada”, denuncia Franc Cortada, director general de Oxfam Intermón.
“El chequeo de la ayuda en la frontera de Gaza es demasiado tedioso. Echan para atrás camiones si hay una tienda que tiene una pequeña parte de metal”, denuncia Stehli. Las organizaciones humanitarias lamentan que Israel no tenga claro qué puede entrar o no. “Rechazan constantemente cosas sin tener una lista clara, tampoco sus explicaciones son claras”, manifiestan desde Acción Contra el Hambre. Las restricciones sobre material sanitario, placas solares y otras herramientas esenciales dificultan la respuesta a la emergencia humanitaria.
En el sexto mes de violencia, Naciones Unidas ha denunciado que la hambruna ya ha empezado a matar a la población. Pero no solo de hambre, sino de desesperación: el 26 de marzo, 18 palestinos murieron cuando decenas de personas "hambrientas" se adentraron en el mar para recoger los paquetes de ayuda lanzados desde el aire. “Los números son claros, ni por mar ni por aire es más eficiente la llegada de la ayuda. Tiene más efecto mediático, pero menos resultados. Tenemos que reforzar el acceso por vía terrestre, hay más de 900.000 camiones esperando en Egipto para poder entrar en el enclave”, asegura el director de operaciones de ACH. Además, hace hincapié en las dificultades que tienen a la hora de distribuir los alimentos una vez dentro de la Franja. “Es titánico acceder al norte del enclave”, concluye.
Sobrevivir con una media de 245 calorías al día
Según Oxfam Intermón, desde enero, la población en el norte de Gaza se está viendo obligada a sobrevivir con una media de 245 calorías al día (menos de las que aportan 100 gramos de pan). La organización estima que aún hay más de 300.000 personas atrapadas en la zona sin posibilidad de abandonarla. La semana pasada, el Gobierno israelí informó a UNRWA, el principal proveedor de ayuda en Gaza, que ya no se permitiría el acceso de sus convoyes a esta zona.
La reciente muerte de siete cooperantes de la ONG World Central Kitchen del chef José Andrés cuando volvían de un reparto de alimentos ha supuesto un duro golpe reputacional para el Ejecutivo de Netanyahu. El chef español ha pedido una investigación independiente y ha endurecido las críticas a Israel, incluso en países aliados. Un total de 196 trabajadores humanitarios han sido asesinados desde el inicio de las hostilidades con Hamás en octubre de 2023. De ellos, 176 eran de UNRWA, que además han sufrido ataques contra sus propias instalaciones.
Omar y Rasha tenían su casa a 300 metros del hospital Al Shifa, que ha quedado “gravemente dañado y destruido tras meses de hostilidades”, según palabras del director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus. En Gaza, según la ONU, se han violado todas las normas de la guerra. “Los pocos hospitales que funcionan están muy llenos”, reitera la coordinadora médica de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, Mercè Rocaspana. El daño a las infraestructuras sanitarias, explica, es un daño en el momento porque “se ataca a los que están dentro, pero también es un daño a largo plazo porque esa estructura ya no existe”.
Más de 33.000 muertos
Médicos Sin Fronteras atiende sobre el terreno a los heridos de guerra y a los que sufren patologías agudas relacionadas con el contexto actual, como infecciones respiratorias, infecciones de piel o diarreas por la falta de acceso a agua segura. Pero también recuerdan a todos los enfermos crónicos que “se han quedado sin atención sanitaria, que estaban acostumbrados a un sistema de salud, conseguían sus recetas, pasaban sus controles o iban a su farmacia para conseguir medicinas”, explica Sofía Piñeiro, coordinadora médica de MSF en Gaza.
Piñeiro menciona la situación de las mujeres embarazadas antes de la guerra y que de repente se han encontrado sin controles prenatales y sin hospitales donde dar a luz. “Tenemos un proyecto de control de la natalidad para dar soporte a los partos que no estaba preparado para recibir esa alta cantidad de partos”, asegura. Pero con la guerra, estar en el hospital es una amenaza, aunque algunos pacientes deciden quedarse porque no tienen a donde ir. "Israel está ignorando las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia de evitar un genocidio”, añade el director general de Oxfam Intermón.
“Es importante que no solo dejen de caer las bombas o que mueran personas, sino también mantener una higiene adecuada, que entre otros factores, influyen en la salud mental”, explica Rocaspana. Por eso, desde MSF u Oxfam Intermón se suman a todas las organizaciones que piden un alto el fuego duradero. Desde el 7 de octubre, los ataques israelíes han matado a más de 33.091 personas, y 75.750 han resultado heridas, según el Ministerio de Sanidad local. Aquel día, Hamás atacó el sur de Israel matando a 1.200 personas y secuestrando a 240, de las que un centenar fueron liberadas durante una tregua posterior. Rocaspana insiste que “se necesita, reparar y rehabilitar” todos los daños sufridos en ese medio año de guerra.