Benito Zambrano estrena 'El salto': "Necesitamos a los migrantes... ¿Quién va a cuidarnos?"
- El director narra el periplo de un migrante expulsado de España para poder regresar y reunirse con su familia
- Una película que cuenta con la participación de RTVE y que se estrena en cines el 12 de abril
En El salto, el director Benito Zambrano (Solas, La voz dormida) ha querido contar la historia de Ibrahim, un emigrante que llegó a España desde Mali, formó una familia y trabajaba como albañil. Pero como no tiene permiso de residencia, un día es deportado a su país, aunque su compañera está embarazada. Desde entonces hará lo posible por regresar a España y reunirse con su familia. Una cinta sobre el drama de la migración que está participada por RTVE y que llegará a los cines este 12 de abril.
“He querido hacer esta película porque es un tema que me duele como ciudadano, como cineasta y como andaluz –asegura el director-. Yo vivo en el sur, en un mundo de pateras, cayucos y naufragios. Y llevaba años intentando encontrar una historia que me permitiese denunciar todas estas cosas. Pero no la encontraba. Yo tengo montones de temas que me gustaría tratar, pero no encuentro una buena manera de hacerlo”.
“Entonces me llegó este fantástico guion escrito por Flora González Villanueva –continúa-. Lo escribió ella sola, durante la pandemia, y sin que nadie se lo pidiera. Por eso me parece la heroína de esta historia. Cuando lo leí dije: “Por fin podemos contar lo que está pasando”. Y me apunté inmediatamente al proyecto. Porque en ese guion estaba todo lo que quería contar: el tema de la emigración, la tragedia, el dolor tremendo que se está provocando… Cuando nosotros realmente necesitamos a los migrantes”.
Una chica de 15 años, la primera mujer en saltar la valla
La película se inspira en casos reales, como el de Mirelle, una camerunesa de 15 años que se convirtió en la primera mujer en saltar la triple valla de seis metros de altura que separa Marruecos de Melilla. Era la cuarta vez que lo intentaba y se rompió la tibia. “Para el guion, Flora se inspiró en personas reales como Mirelle, que logró esa hazaña casi imposible –nos comenta Zambrano-. Antes del salto tuvo que convivir con un montón de hombres en los campamentos. No fue nada fácil para ella, porque estuvo varias veces al borde de la muerte”.
“En la película no citamos casos concretos –añade-, pero si hicimos un trabajo de investigación en Melilla, Algeciras, Madrid, Sevilla… Hablamos con montones de expertos de ONGs… Y leímos varios libros escritos por los propios emigrantes, ya que varios han contado sus odiseas desde que salen de sus países de origen. Son historias realmente duras y tremendas”.
“Para mí era muy importante que se viera el viaje”
La película hace un seguimiento muy completo de la odisea de estos migrantes, desde que salen de sus países hasta que llegan al monte Gurugú, saltan la valla, se establecen en España, son expulsados a sus países de origen y vuelven a intentarlo por todos los medios posibles.
“Para mí -asegura el realizador-, era fundamental que se viera cuál es el viaje desde sus países de origen, como Mali, Camerún, Guinea Conakry, Costa de Marfil… Ese periplo que cuentan muy bien películas como 14 kilómetros (Gerardo Olivares, 2007) o Mediterráneo (Marcel Barrena, 2016). Recuerdo haber leído el caso de un joven que estaba en Malí estudiando derecho, en una buena situación y que, de la noche a la mañana, hay un cambio de gobierno, lo meten en la cárcel y el chaval acabó huyendo cruzando África. Se encontró con los Tuareg, que les robaron todo, y a uno que se resistió le pegaron un tiro en el estómago. Y lo tuvieron que dejar allí tirado, en medio del desierto, porque no podían hacer nada por él”.
“Y luego –añade Zambrano-, llegar a Marruecos, huir de la policía en el monte Gurugú y al que se caía tampoco podían rescatarlo porque mueres tú también. Es decir, que todo el viaje hasta llegar a la valla es tremendo, es inhumano. Pensemos en que todos tenemos sueños de migrar, de viajar, de aprender, de esperanza. Y gracias a que la gente se movió existe la humanidad, porque si los primeros que nacieron se hubiesen quedado en su punto de origen, no habría blancos. Todos seríamos tribus negras allí, en el centro de África”.
¿Qué pasa cuando llegan aquí?
Como comentábamos, el protagonista de la película se ha establecido en España. Tiene una familia, un trabajo… Pero como no tiene papeles es expulsado, a pesar de tener una pareja a punto de dar a luz. Preguntamos a Antonio cómo es posible que en España seamos capaces de separar a familias sin contemplaciones. “Esos son los CIEs (Centro de Internamiento de Extranjeros). La mayoría de los migrantes entran en España por los aeropuertos, con un visado de turista, y luego se quedan de forma irregular. En el momento en que tu entras por ahí, si la policía te pilla te tienes que ir, porque te ponen una orden de expulsión inmediatamente. Lo que pasa es que nadie se va y la policía no tiene mecanismos para echarlos. Muchos empiezan a trabajar en Madrid, sin papeles, donde ejercen de mano de obra barata en trabajos mal pagados”.
“Por eso tampoco nos interesa cerrar la puerta, porque nos quedaríamos sin esa mano de obra barata y casi esclavizada –añade-. De vez en cuando se hace una especie de redada y si la policía te coge sin papeles y ya tienes una orden de expulsión, te meten en el CIE, donde te pueden retener hasta 90 días. Si no te expulsan en ese tiempo te tienen que dejar en libertad. Pero si hay un vuelo organizado a nivel europeo te pueden expulsar inmediatamente”.
“El problema –continúa el director-, es que no puedes coger un grupo de migrantes y dejarlos en cualquier país de África, porque iría totalmente contra los derechos humanos. No puedes echar a gente que lleva años viviendo aquí y tiene una familia y una vida. Y que no han podido legalizar su situación porque les puede llevar años. Eso también pasa en Estados Unidos, donde algunos padres no tienen papeles mientras sus hijos ya han hecho hasta una carrera universitaria”.
“Estas situaciones son muy dolorosas porque necesitamos la inmigración, los necesitamos. ¿Quién va a cuidarnos en el futuro? Cada vez que un chaval africano salta la valla, viene con un paquete de pensiones en la mano, es el que va a pagar nuestras pensiones dentro de 20 años. Cuando pueda estabilizarse y consiga trabajar ellos o sus hijos serán nuestras enfermeras, electricistas, médicos… Porque nuestra población no crece, solo envejece”.
Una valla que separa a los ricos de los pobres
Para la escena clave de la película, el salto a la valla que le da título, han construido una reproducción de las vallas de Melilla en Madrid. “Obviamente no podíamos rodar en Marruecos ni Melilla, porque en la zona de la verja está prohibido. Así que hemos construido 30 metros de las vallas en Madrid, en un polígono al lado del pantano de San Juan. La han construido los mismos que hicieron la valla original, así que es prácticamente igual”.
“Desgraciadamente, la valla de Melilla no es la única –continúa-. Hay vallas en la frontera de Estados Unidos y México… en todas partes. Nos estamos intentando proteger de algo que es imposible. Porque por muchas vallas que pongamos seguimos aprovechándonos del continente africano, le estamos esquilmando. Por ejemplo, Senegal tiene muchos recursos naturales, pero si tú se los quitas y no le das nada a cambio, lo único que consigues es que la gente venga aquí en busca de una oportunidad”.
“Si yo viviera allí y tuviera 15 o 16 años no me conformaría con una vida de miseria. Sobre todo, actualmente, que puedes coger un móvil y ver cómo vive el resto del mundo. Y por eso ellos quieren las mismas oportunidades que nosotros. Porque también tienen derecho a una vida digna”.
Destacar el elenco de actores de la película, encabezados por Moussa Sylla, Edith Martínez-Val, Eric Nantchouang. Nansi Nsue, Vicenta Ndongo, Vicky Peña y Mariola Fuentes. “Yo destacaría el entusiasmo, la pasión, la ilusión que han puesto todos, sabiendo lo importante que era esta película. Por ejemplo, Moussa tuvo que aprender castellano para poder decir bien sus frases, porque él es francés. Sin olvidar el entrenamiento para la escena del salto de la valla. Ellos tardan entre seis y siete minutos en saltar las cuatro vallas, porque si no les cogen. Es una barbaridad como lo hacen, con esos ganchos. Y para recrear eso les hemos exigido un trabajo físico y emocional realmente duro”.
“Por eso espero que esta película, que considero absolutamente necesaria, sea una herramienta de denuncia, de visibilidad… para ver si podemos acabar con estas situaciones tan peligrosas y tan injustas” –concluye el director-.