Un día en la vida de una mujer taxista: "Me saqué el permiso en dos meses porque necesitaba trabajar y cuidar de mi hija"
- Casi la mitad de las mujeres taxistas sufre acoso o discriminación
- RTVE.es sigue la jornada laboral de una conductora de taxi en Madrid
La primera parada desde donde arranca la jornada laboral de Marta Flores, taxista de 36 años y de origen boliviano, que trabaja en Madrid, es el colegio de su hija de tres años, Amanda, en el corazón de Usera. Ancianas que tienden la ropa al sol, restaurantes bolivianos y chinos, vida de barrio. Largas trenzas, muy pulcra, la hija de la taxista traspasa el umbral de su escuela. Marta se sube al taxi conmigo, acoplada en el asiento de copiloto mientras vamos en dirección de su primer cliente que salta en la app con la que trabaja al gritito agudo de "Taxi, taxi". Rumbo a Plaza de España.
España ha superado los diez millones de mujeres trabajando y ha conseguido rebasar la barrera de los 21 millones de afiliados. Esto supone que la proporción de mujeres sobre el total del empleo, asciende al 47,4%, también récord histórico, según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. "Llevo un año de taxista. Yo empecé por amistades que tengo en el mundo del taxi que me animaron a sacarme el permiso. Necesitaba tiempo para mi hija. En esa época, me acababa de separar", dice mientras conduce por el dédalo de callejuelas del barrio hacia el centro de Madrid.
“El divorcio y el querer cuidar mejor a mi hija fueron los detonantes para buscarme otro trabajo“
Hace un año, antes de dar un giro 180 grados en su vida, Marta trabajaba en la hostelería haciendo turnos maratonianos y no tenía tiempo para nada. Fuera de la ecuación se quedaba el poder cuidar a su hija que tenía dos años, a la que su marido se encargaba de atender. "Pero el divorcio fue el detonante para buscar otro trabajo", explica la taxista.
"Métete aquí porque te gusta conducir y viajas mucho', me aconsejaron", se ríe Flores. "Me dije: 'Voy a probar". Tengo una manera de pensar determinada y si quiero algo, me sacrifico. Hago un esfuerzo y si me fuerzo en algo que quiero porque lo quiero de verdad, y me sale", cuenta la conductora de taxi mientras el navegador le indica la mejor ruta para llegar a su destino. Según datos del informe El Observatorio de la Mujer Taxista de la aplicación de movilidad Freenow sobre el sector, si se pregunta sólo a las mujeres taxistas, piensan que la principal barrera de entrada en la actualidad es la falta de información sobre el mundo del taxi (50%) o el estigma social que existe sobre el sector (49%).
“Hice un esfuerzo para sacarme el permiso de conducur del taxi poorque lo quería de verdad“
Los comienzos de Marta Flores no fueron fáciles. Su ex no le pasaba dinero para alimentar a su hija y pagar el alquiler, según nos cuenta y ella se llenó de deudas. Pero su férrea voluntad fue el motor para sacarse el permiso de conductora de taxi en dos meses y hacerse con la tarjeta de conductor que expide el Ayuntamiento. El carné de conducir BT ya lo tenía. "Me quité de todo. Me inscribí online y me puse a estudiar muy duramente, de forma intensiva", recuerda esta taxista madrileña. Recogemos junto al hotel Emperador a una mujer que va a Atocha. "Tan sólo ver el mapa en el navegador, ya sabes. Sólo se bloquea al actualizarlo si hay obras", explica cómplice.
Acoso y tensión en el taxi
En general, el sector del taxi se caracteriza por ser mayoritariamente masculino. El 68% de los propios taxistas consideran que se tiene una percepción muy masculizada del colectivo. El porcentaje se incrementa hasta el 83% al preguntar a las mujeres taxistas. "Los hombres siempre intentan ligar contigo durante los fines de semana cuando voy a dejarles en su destino, que es su casa, pero yo tengo un carácter fuerte y me planto y digo que no. Pero alguno no se baja del taxi y ahí sí que es un agobio. Y a lo mejor a veces justo me llega a gritar, le digo que ya me están llamando, le digo porque tengo el coche demasiado tiempo parado", confiesa Flores.
Así mismo, las mujeres taxistas de toda España denuncian que en muchas ocasiones sufren acoso o algún otro tipo de intimidación mientras trabajan. Piden que se instalen cámaras de vigilancia en los taxis algo que, según cada comunidad autónoma, está permitido o totalmente prohibido. El principal obstáculo para que haya menos mujeres taxistas es la percepción de peligro en determinadas situaciones, por ejemplo, los turnos de noche (80%), y los estigmas del sector (62%). Algo que se incrementa cuando se pregunta a las mujeres taxistas (86%) "Otra situación que me ha pasado es que chicos jóvenes se hayan marchado corriendo sin pagar. Son pagos fuera de la app y van en grupito", cuenta Flores. "La situación más dura es cuando es por la noche y el cliente no se quiere bajar del taxi", añade.
Mayoría mujeres pasajeras
Recogemos a otra pasajera joven acompañada de su pareja que va a Moratalaz. Las chicas se sorprenden y preguntan dónde va a salir el reportaje con actitud receptiva. Sólo un pasajero al que recogemos por la tarde en Fuente del Berro dice que no quiere salir en ningún medio y asegura querer bajarse del taxi. Tras la aclaración de la periodista de que el foco no está puesto en los pasajeros, continuamos ruta en dirección a la estación de Chamartín. ""Por lo general es muy cómodo, muy práctico porque siempre sigues la misma rutina", asegura Flores.
Al 43% de los pasajeros les gustaría que hubiera más mujeres taxistas en sus ciudades. El porcentaje aumenta hasta el 54% cuando se pregunta a las pasajeras. Lo cierto es que durante el seguimiento del día laboral de Marta recogemos a más mujeres que hombres. Marta muestra buena educación y conversación cuando alguna pasajera se lo pide. "Soy sociable, me gusta comunicarme y si hay un problema, buscar siempre una solución hablando", asegura.
Una historia de superación
Tras su separación matrimonial, Marta tuvo que cuidar y sostener a su hija económicamente en solitario, según su relato. "Soy una mamá que trabaja. Tras dejar la cafetería y después de que mi marido me abandonara, ahorré hasta el último euro. Me dije: 'Sí o sí me tengo que sacar el permiso del taxi porque si se acaba el dinero, ¿de qué vivo? ¿qué le doy de comer a mi hija? Sólo me quedaban 50 euros cuando tuve el examen. No sabía qué iba a pasar. Cuando aprobé, me dije: 'Venga, a facturar ya mismo."
“Sí o sí me tengo que sacar el permiso del taxi ¿por qué si no lo hago de qué vivo?“
Hace un año esta taxista vivió una época muy dura en la que se endeudó y tuvo que pedir dinero a sus amigas. Respecto a su ex y a su actitud de no ayudar recuerda que "a él no le nacía ni por mi niña. Si no le nace por ella, alguien inocente, frágil, imagínate por mí. Ahí es cuando yo me lanzo a luchar por este trabajo porque en la hostelería estaba ausente de la vida de mi hija".
“En la hostelería estaba ausente de la vida de mi hija“
Marta Flores no tiene el taxi en propiedad es decir, no posee su licencia. "Un jefe es el propietario. Él lleva también otro taxi". Sus días fuertes son el jueves, viernes, y sábado. Aunque también suele trabajar lunes y martes". Se siente contenta de trabajar de taxista porque le "permite conciliar más con su vida de madre", explica a RTVE.es. "Está muy bien por el hecho de que yo me organizo, salvo los miércoles, día en el que tengo que descansar, obligatoriamente, y el fin de semana que me toque", dice. Una 'abuelita' -así la llama- la ayuda. "Si no trabajo por la mañana , trabajo por la noche. La abuelita se queda con mi hija cuando se acuesta a las siete y media. Es muy padre".
“Los miércoles descanso y el fin de semana que me toque. “
Lo más duro del trabajo son los conflictos que tiene con algunos clientes, que se agravan cuando aparece el estrés por los atascos, las prisas y la impaciencia. "El cliente me dice 'estás tardando mucho. Llevo esperando aquí mucho rato'. No lo entiende. Se enfada o igual te dice: "Cancela" justo cuando llego ahí", narra Marta.
El taxi se presta a la confidencia y a la conversación. Cuando atravesamos Plaza de España, pregunto a Marta mientras suena en la radio un viejo éxito de Golpes Bajos, No mires a los ojos de la gente, sobre sus orígenes y su llegada a España. “Me vine con 17 años de Santa Cruz, Bolivia. Me fue fácil tramitar la regularización porque no era mayor de edad, hecho que te hace más difícil el regularizarse. Yo tenía claro que me quedaba aquí porque quería formarme."
Marta llegó a Valencia y cuidó a ancianos. Luego vino a Madrid y trabajó en una casa atendiendo a los hijos de la familia.
Posteriormente, trabajó en un ciberlocutorio. "También trabajé de cocinera. Mi jefe me dijo un día: 'Hazlo tú porque lo haces muy bien'. Me nacía cocinar pero el emplatado se me daba peor aunque lo aprendí."
"De la noche a la mañana mi vida cambió. Una abuelita me recoge a mi hija, está con ella por la noche. He hecho hasta doce horas del tirón. Ahora no porque marcho mejor", cuenta esta taxista, que ha vivido un largo viaje desde su país de origen hasta Madrid, en España.
Mujer en un mundo de hombres
El taxi es un mundo de hombres. El 68% de los propios taxistas consideran que el sector tiene una percepción muy masculina. El porcentaje se incrementa hasta el 83% al preguntar a las mujeres taxistas. ¿Cómo lo vive la protagonista de nuestro reportaje? "Los compañeros son solidarios. Yo sólo he tenido percances con coches de particulares de gama alta. Eran hombres los que manejaban. Yo digo que un taxi es un servicio público. Si está acostumbrado a irse por la vía invadiendo mi carril, ¿qué pasa si tengo que doblar la calle? ¿Y si tengo que parar y cargar? ¿Y si tengo que reincorporarme a la circulación? Hay gente que no es colaborativa y si te ven mujer, peor. Hay que tener conexión humana.", afirma Flores.
“Yo sólo he tenido incidentes con coches particulares de gama alta“
Esta taxista recuerda un incidente en la A42 de Madrid. "Cuando me reincorporé, me tocó un 4x4 cuatro manejado por un hombre de unos 40 años, aproximadamente. No me dio paso y me tuve que plantar. No me gustó nada". Le pregunto si ha tenido problemas con conductores de VTC y dice que "no porque han aprendido a convivir".
Se presenta un obstáculo en la ruta. Marta atiende una alerta de la app. Tras aparcar cerca, llama al cliente que éste no contesta. Esperamos cinco minutos. Al rato él llama y le dice a Marta que son dos adultos y dos niños muy pequeños pero la taxista rechaza la carrera porque "no es seguro y además me pueden poner una multa y no me lo puedo permitir", dice mientras en la razón del rechazo marca la opción de exceso de pasajeros.
Parada final y un sueño por cumplir
Después de recoger pasajeros en las Cuatro Torres, en las calles Francisco Guzmán 18, en Cardenal Mendoza 39, en Fuencarral 52, la última parada del día es en la estación de Atocha. "Prefiero Atocha a Chamartín o el Aeropuerto. Aunque me pone nerviosa esperar mucho. Me gusta enlazar un viaje con otro en la app". Justo acabamos de llevar a una pasajera a Atocha. La conductora le avisa que no se deje nada. Baja para ayudarla con la maleta. "Vienen cansados y a veces se dejan el móvil o la cartera", comenta.
"Mi sueño es ser yo propietaria de dos taxis. Uno lo conduciría yo. El otro lo trabajaría otra persona. Ese es mi objetivo", concluye Flores. Cae la tarde y en el bullicio apresurado de la estación se convierte en un letargo agitado y, a la vez, calmado que suaviza los contornos de Madrid.