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50 años de la Revolución de los claveles: así fue el alzamiento militar que acabó con la dictadura en Portugal

  • El 25 de abril de 1974 se produjo el alzamiento militar pacífico que puso fin a la dictadura en Portugal
  • Algunos protagonistas como Fernando Rosas, Vasco Lourenço o Carolina Caeiro lo recuerdan en Radio 5

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Reportajes 5 continentes - La Revolución de los claveles cumple 50 años

El 25 de abril de 1974 se produjo la que hoy conocemos como Revolución de los claveles, un alzamiento militar pacífico que puso fin a la dictadura que llevaba vigente casi 40 años en Portugal.

Marcelo Caetano se puso al frente del régimen en 1968, cuando el dictador Antonio de Oliveira Salazar tuvo un accidente que lo dejo en coma. Su entorno decidió apartarlo del poder y sustituirlo por Caetano, pero cuando despertó nadie se atrevió a comunicárselo. Los portugueses sufrían una durísima represión y las guerras en África se llevaban muchas vidas por delante.

El germen de la revolución

Fernando Rosas es historiador, autor de La penúltima revolución de Europa y dirigente del partido político Bloco de Esquerda. Estuvo en la clandestinidad durante la dictadura: "En vísperas de la revolución, se vivía un clima de extrema tensión social y política, especialmente en el mundo urbano. Esa fatiga social y política tenía que ver con una Guerra Colonial que duraba ya 13 años y que representaba el 40% del presupuesto. Además, los jóvenes a los 20 años tenían que ir a la guerra a Guinea, Angola o Mozambique. También había un empeoramiento de la situación social, lo que llevó a un enorme estallido de huelgas, acompañado de una radicalización de la lucha de los estudiantes contra la guerra colonial", considera.

Por eso, un grupo de militares tomó una decisión tras la muerte de Antonio Salazar: derrocar al régimen. "Es muy importante hablar de los oficiales intermedios porque el golpe militar en Portugal no se lleva a cabo por generales ni coroneles, se lleva a cabo por capitanes. Los capitanes estaban en el terreno, en la guerra, sabían que era una mentira que Portugal fuera una indivisible. Sabian la brutalidad y la injusticia de la relación colonial y sobre todo sabían que la guerra no se podía ganar", argumenta.

Uno de esos capitanes era Vasco Lourenço, actual teniente coronel y presidente de la Asociación 25 de abril. "Las Fuerzas Armadas portuguesas no tenían prestigio entre la población porque nos veían como los responsables de que la guerra continuase. Así que llegamos a la conclusión de que era necesario derrocar al régimen, dar un golpe de Estado, crear una situación de libertad, de democracia, que permitiese a la gente ver que eso también resolvía el problema de la guerra", describe.

En diferentes reuniones clandestinas que empezaron en junio de 1973, nace el Movimiento de las Fuerzas Armadas, que está dispuesto a actuar. "Había habido un intento anterior el 16 de marzo que había fracasado y el régimen se había convencido de que había resuelto el problema y luego semanas después se vio que no era cierto, no había resuelto el problema. Este movimiento militar es el que destapa una olla a presión, que estalla en la sociedad portuguesa y convierte un golpe militar aparentemente clásico en un proceso revolucionario", explica Rosas.

Las señales a través de la radio

El 24 de abril hay un plan de operaciones. El Estado Mayor está en el cuartel de Pontinha, en las afueras de Lisboa, con un centro de comunicaciones que se establece clandestinamente. Los tanques llegan a Lisboa a las 5 de la mañana, se ocupa la emisora de Radio Nacional, la Radio Televisión Portuguesa y puntos estratégicos de la capital.

El teniente coronel Lourenço recuerda cómo fue aquella noche: "Había que definir dos señales para los militares que estaban preparados. La primera era una canción que se transmitió a las 22:55 en las Emisoras Asociadas en Lisboa. Era O depois do adeus de Paulo Carvalho. Después había que dar otra señal, la que servía para decir que ya no se podía parar. Eran las 00:20 ya del día 25 y entonces sonó Grândola Vila Morena. A las tres de la madrugada todas las fuerzas avanzaron para cumplir la misión".

Los capitanes de abril, como se conoce a quienes participaron en el movimiento, consiguieron unir a todas las fuerzas, excepto a la policía política del régimen, que no estaba contemplada en la operación. Cuatro muertes mancharon lo que hasta entonces había sido una jornada de lucha pacífica. El presidente del Consejo, Marcelo Cetano y varios ministros se habían refugiado en el Largo do Carmo donde se forzó su rendición.

Cuando Caetano se rindió, y entregó el poder a Antonio Spinola fueron liberados los presos políticos en la cárcel de Caixas y comenzó el retorno de los líderes en el exilio. Portugal se preparaba para la democracia.

Celeste Caeiro da nombre a la revolución de los claveles

En Lisboa había un restaurante que cumplía un año el 25 de abril. El dueño del restaurante compró flores para ofrecérselas a los clientes que iban ese día, pero como no abrieron los trabajadores se fueron a casa.

Los trabajadores se llevaron algunos claveles, entre ellos Celeste Caeiro: "Aquel día mi abuela fue a trabajar como un día normal. Como eran tiempos difíciles, no tenía teléfono en casa para saber lo que estaba pasando. Cuando llegó al trabajo, el jefe les dijo a ella y sus compañeros que no abriría por el golpe de Estado y se dio cuenta de que era aquel día el que se iba a producir la revolución que tanto ansiaba. Así que el jefe dijo que los claveles no merecían quedarse allí tirados, cogió un ramo y se fue a casa. Se encontró a los militares y le preguntó a uno qué estaba pasando, el soldado le respondió que estaban yendo al cuartel donde estaba Marcelo Caetano y entonces ella preguntó si necesitaban algo. El soldado le pidió un cigarro, pero como no fumaba no tenía. Era muy temprano y además todo estaba cerrado. Le dijo que no tenía tabaco, pero para no dejarle sin nada le dijo 'toma, tengo aquí este clavel'. El soldado lo cogió y se lo puso en la punta del fusil. Luego le dio otro a otro soldado, y a otro y a otro hasta acabar el ramo. Y así la revolución quedó para siempre con el nombre de revolución de los claveles", explica.

Celeste Caeiro tiene 90 años y es su nieta Carolina quien cuenta cómo su abuela, de casualidad, acabó dando nombre a la revolución que terminó de forma pacífica con la dictadura en Portugal.