Samantha Smith, la niña que escribió al Kremlin para pedir la paz
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- En el sobre puso: Yuri Andropov, el Kremlin, Moscú, URSS, como en las cartas que se envían a Papá Noel
- Samantha le pedía que cesaran las hostilidades con Estados Unidos y que no iniciara la guerra nuclear
En 1983, Samantha Smith, una niña estadounidense de 10 años preocupada por una posible guerra nuclear, decidió escribir una carta al líder de la URSS, Yuri Andropov. Ante la perplejidad de la Administración Reagan y del país en general, el líder soviético respondió a Samantha y la invitó a viajar a la Unión Soviética.
La niña supo ganarse los corazones de soviéticos y estadounidenses y con su perspectiva pacifista se convirtió en la punta de lanza de un cierto acercamiento entre las dos potencias.
El rearme de los bloques
A principios de los años 80, Estados Unidos y la URSS mantenían activada la Guerra Fría y una acalorada carrera armamentística. En la Unión Soviética, moría Leonid Brézhnev, líder indiscutible de la URSS desde 1964, y Yuri Andropov le sucedía como Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la URSS. Estadounidenses y soviéticos se veían inmersos en un rearme sin precedentes.
A la instalación de misiles soviéticos apuntando a Europa, Estados Unidos respondió con el despliegue de los Pershing II en Alemania Occidental. La URSS se vio realmente amenazada. El fantasma de la guerra nuclear planeaba sobre el mundo y la sociedad estadounidense se manifestaba masivamente contra esta carrera armamentística y a favor del desarme.
Samantha y la paz
En este inquietante escenario, una niña de un pequeño pueblo estadounidense se levantó una mañana alarmada y después de hablar de Andropov con su madre, le preguntó si ella creía que podría haber una guerra nuclear. Ni corta ni perezosa, Samantha decidió ponerse manos a la obra y escribió una carta al líder soviético.
“Estimado señor Andropov, me llamo Samantha Smith y temo que la URSS y Estados Unidos inicien una guerra nuclear“
"Estimado señor Andropov, me llamo Samantha Smith y temo que la URSS y Estados Unidos inicien una guerra nuclear", comenzaba la niña. "¿Está usted a favor de la guerra o no?", le pregunta directamente a Andropov. "Ella escribe la carta y al día siguiente, le pone un sello de 40 centavos y la envía", cuenta Robert Kelley, profesor de la Universidad Americana y amigo de la familia Smith.
Por entonces nadie, ni siquiera ella, pensó que obtendría una respuesta. Sin embargo, el 28 de abril de 1983, unas semanas después, los informativos transmitían con asombro: “Una niña de 10 años de Manchester, Maine, ha recibido hoy una respuesta, nada menos que del líder soviético, Yuri Andropov”.
“Querida Samantha, recibí tu carta y puedo decir que eres una niña valiente y sincera“
“Querida Samantha, recibí tu carta y puedo decir que eres una niña valiente y sincera”, le decía Andropov. “Te invito a comprobar por ti misma que, en la URSS, todo el mundo está a favor de la paz y de la amistad entre los pueblos”, continuaba la carta.
“Todos contemplábamos con cierta incredulidad que hubiera recibido una respuesta de un líder mundial”, relata Barbara Quill, la periodista que, en el verano de 1983, acompañó a Samantha y a sus padres en el viaje a la URSS, al que Andropov la había invitado.
Todos eran Samantha
La expectación que suscitó la llegada a Moscú de esta niña pacifista estadounidense invitada por Andropov fue impresionante. “Me prometió que no empezaría una guerra”, respondía Samantha a los numerosos medios de comunicación rusos que la esperaban en el aeropuerto.
Los rusos la agasajaron y la trataron como si la niña estuviera allí en misión diplomática. “Cuando la vi vestida como los niños soviéticos, me quedé boquiabierta”, recuerda la periodista Quill. Samantha conquistó, además de los corazones de sus conciudadanos, también los de los soviéticos. Repartió su frescura y su espíritu antibélico por todo el país comunista al que se refirió como un paraíso.
El historiador de la Universidad Americana y experto en Rusia, Anton Fedyashin, manifiesta que una de las razones por las que invitaron a Samantha fue para "poner de relieve el carácter internacionalista de la ciudadanía soviética". Después de su visita en la Unión Soviética, se emitieron sellos con su imagen, bautizaron a muchas niñas con su nombre e incluso a un planeta descubierto por un ruso le pusieron Samantha.
Adiós, Samantha
Sin embargo, a su vuelta a casa, no todo fue de color rosa. La Administración Reagan pensó que “todo aquello era una artimaña de la URSS”, recuerda Kelley. Otros analistas, como Svetlana Savranskaya, directora del Programa Ruso del Archivo de Seguridad Nacional Estadounidense, sostiene que “los soviéticos intentaban utilizar a Samantha para su propia propaganda a favor de la paz”.
Aun con los propósitos evidentes y ocultos de la URSS, Samantha encarnó el pacifismo y se convirtió en una emisaria de la reconciliación y de la paz entre las dos grandes potencias enemigas.
En Estados Unidos, todos los que luchaban por la distensión y el desarme, la consideraron una aliada en favor de su causa. “Samantha, has conquistado el corazón de la gente de este Estado, de esta nación y también de otras partes del mundo”, le decía el gobernador de Maine, Joseph Brennan. Su fama la llevó durante los siguientes años a viajar por el mundo con su mensaje de paz sencillo y elocuente.
“Espero que un día no muy lejano encontremos el camino de la paz“
Tres años después del viaje a la URSS, Samantha falleció junto a su padre en un accidente aéreo. Tenía 13 años. “Espero que un día no muy lejano encontremos el camino de la paz. Quizá mañana alguien nos muestre la senda”, fue uno de sus últimos deseos. Cuatro meses después de su muerte, Reagan y Gorbachov se daban la mano.