La UE cumple 20 años de su mayor ampliación con nuevos candidatos a la espera y el debate de la reforma en el aire
- Ucrania, Moldavia, varios países balcánicos y Georgia son candidatos a entrar mientras sigue la guerra con Rusia
- El presidente del Consejo Europeo planteó que la nueva ampliación podría ser para 2030 si se dan las condiciones
“Hoy es la ampliación más grande en la historia de la Unión Europea y no será la última”. Así daba la bienvenida el presidente de la Comisión Europea en 2004, el italiano Romano Prodi, a diez nuevos miembros al club comunitario. Con la acogida de Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia, la UE no solo pasaba de 15 a 25 Estados, sino que hacía patente la extensión del modelo europeísta tras la caída del llamado ‘Telón de Acero’, que separaba simbólicamente durante la Guerra Fría a los países del este con influencia soviética del resto de vecinos europeos.
Las palabras de Prodi fueron, en cierto modo, proféticas. Tras ella llegaron Bulgaria y Rumanía en 2007 y Croacia, en 2013. Pero no se ha quedado ahí. Este miércoles, cuando se cumplen 20 años después de la ampliación más numerosa hacia el este, la Unión Europea se encuentra otra vez en una encrucijada similar. Siete nuevos países, también en su mayoría antiguas repúblicas soviéticas, son candidatos a formar parte de los Veintisiete: Bosnia y Herzegovina, Georgia, Moldavia, Montenegro, Macedonia del Norte, Albania, Serbia y Ucrania. Este último en plena guerra con Rusia desde hace más de dos años.
"Para que Europa gane el futuro, al igual que hace 20 años, Ucrania debe ganar. Este país ha hecho su elección europea y nosotros hemos hecho nuestra elección ucraniana. Igual que hicimos hace tantos años, cuando acogimos a tantos países en nuestra Unión", señalaba la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, en un acto de celebración del aniversario de la ampliación de 2004, deslizando un cierto paralelismo entre ambas ampliaciones.
No obstante, algunos sectores llaman a no olvidar también las situaciones “diversas” en las que se encuentran los candidatos y la “complejidad” del contexto actual. “Claramente hay grandes diferencias, más Estados pequeños y frágiles en los Balcanes Occidentales con el conflicto sin resolver entre Serbia y Kosovo, y el enorme y alarmante caso de Ucrania: una guerra en curso con final y consecuencias desconocidas, enormes daños demográficos, etc.)”, explica a RTVE.es el investigador del Centro de Estudios de Política Europea (CEPS), Michael Emerson.
A todo esto se suma otro problema: el debate sobre la reforma de las propias instituciones —que se ha bloqueado a veces por el veto de unos pocos países —para transformarse en la casa comunitaria de nada menos que 34 miembros, con aspiraciones y culturas diferentes. “Adherirse a la UE no es solo lanzar un mensaje, es también una transformación política, económica y social de tal envergadura que no debemos hacerla con premura y eso requiere revisiones de las instituciones", considera el catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de Granada, Javier Roldán.
Desde Bruselas, el eurodiputado socialista, Ignacio Sánchez Amor, afirma que las sucesivas ampliaciones “demuestran que el proyecto sigue siendo atractivo para muchas sociedades”. Mientras que el también eurodiputado y secretario general del PP Europeo, Antonio López-Istúriz, considera que la integración “fue un éxito como todas las realizadas, frente a los agoreros que anunciaban la destrucción de la Unión Europea” y anima a "mantener la solidaridad" cuando se incluyan nuevos miembros, "de la misma manera que lo hicieron con nosotros”.
Éxito y lecciones aprendidas de una ampliación
La llegada de los nuevos miembros fue como un "big bang" para la Unión Europea, debido a las diferencias económicas y sociales en muchos de ellos, indica el director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid, Francisco Fonseca, que recalca que la expansión también ha sido un "éxito económico". “Hay que entender la ampliación de hace 20 años como algo geoestratégico, como una reparación hacia aquellos países que no pudieron beneficiarse por haber quedado dentro del Telón de Acero”, considera lo que define como una pugna con Rusia por conseguir mayor influencia en la zona. “Si en aquel momento se hubiera restringido el acceso a algunos de esos países, el riesgo de inestabilidad habría sido mayor, tal y como estamos viendo en la frontera oriental con Ucrania”, añade.
Los datos económicos a grandes rasgos confirman la evolución económica. Según cifras del Banco Mundial, expresadas en mil millones de dólares, países como Polonia han doblado su Producto Interior Bruto (PIB) de 344,63 en 2006 a 688, en 2022. En la República Checa, se ha pasado de más de 156 a 290 y en Hungría, de 115, a 177 en la misma franja de tiempo. Cabe mencionar que el crecimiento no ha sido constante, ya que todos ellos, en menor o mayor medida, se han visto afectados por crisis económicas, entre 2008 y 2012 así como el parón de la pandemia de la COVID-19, en 2020.
Lo mismo ha ocurrido con el espíritu europeo, que ha sufrido algunos altibajos en los últimos años. Según el Eurobarómetro (2007-2023), la visión de estos países de la UE como “positiva” al comienzo iba del 36% de Letonia, siendo el más bajo, al 64% de Polonia, el más alto. En el último año, se ha posicionado entre el 31% de República Checa, el porcentaje más bajo de entre los diez países que entraron, al 58% de Lituania. A lo largo del tiempo, los niveles de popularidad se han mantenido bajos en general en torno a la crisis económica de 2012, la situación migratoria en 2018 (especialmente, en Malta y Chipre) y han tenido un repunte positivo acusado durante la pandemia y también tras la guerra de Ucrania, en 2021, visto de forma clara en los países bálticos.
En Hungría, que ha mantenido un tira y afloja frecuente, en 2007, la aceptación de la UE estaba en un 41%, pero ha ido variando hasta situarse de nuevo actualmente en la misma cifra. Este país, junto a Polonia, ha sido de los que han recibido varios toques de atención importantes por la UE. En el caso polaco, por la reforma de la justicia del gobierno ultraconservador, que actualmente se está revirtiendo por la llegada al poder de Donald Tusk; y en el húngaro, por el rechazo de la UE a normas como la ley contra el colectivo LGBTIQ+, que acabó con el bloqueo de fondos comunitarios. Esta situación fue utilizada por su presidente, Víktor Orbán, cercano al líder ruso, Vladímir Putin, como moneda de cambio para no bloquear el apoyo europeo a Ucrania que, en diversas cuestiones, requería el voto unánime de los países.
“La dura lección aprendida es que los mecanismos existentes en la UE para tratar los comportamientos políticos retrógrados no son lo suficientemente sólidos y sin soluciones las próximas ampliaciones no se producirán”, afirma Michael Emerson. En esta línea también se expresa Roldán: “Cuando son candidatos, prometen y juran amor eterno a los valores de la Unión. Pero, una vez dentro, es más difícil de gestionar, porque no se les puede amenazar con la expulsión o sancionar de manera contundente”.
Para Sánchez Amor, del PSOE , la experiencia "servirá como vacuna" para que "seamos muy conscientes de que las ampliaciones no pueden ser precipitadas" y que "los países tienen que entrar verdaderamente preparados". Desde el PP Europeo, López-Istúriz cree que dichas circunstancias no deben frenar "futuras ampliaciones, siempre y cuando los países cumplan con los requisitos".
Camino a 2030: divisiones en cómo trasformar las instituciones
Este derecho a veto es, precisamente, uno de los debates abiertos en la atmósfera europeísta de cara a una posible ampliación. “La UE tendrá que encontrar una solución para el problema del 'veto tipo Orbán'. Veo tres alternativas: exclusión transitoria del poder de veto; un artículo 7 —que suspende el derecho a voto si se acuerda con unanimidad— mejorado del Tratado de la Unión Europea o una nueva categoría de Miembro Asociado a la espera de que se produzcan reformas de "profundización de la UE”, indica Michael Emerson, que subraya que “todavía no se ha hecho ninguna propuesta oficialmente, solo en los círculos de reflexión”.
De no conseguirse un acuerdo, apunta Roldán, “podría formarse dentro de la Unión Europea una minoría que bloqueara y retrasara muchas reformas” y pone de ejemplo una unión entre Hungría y Serbia, con un gobierno también cercano a Putin. “Una Unión Europea de una treintena de miembros podría estar mucho menos unida, habrá varias velocidades, sobre todo al principio, y los valores europeos se resentirán sin duda alguna”, dice el catedrático.
Pero las transformaciones van más allá de la propia institución y podrían alcanzar políticas de gran calado. “Hay políticas que van a cambiar completamente de raíz como, por ejemplo, la Política Agrícola Común (PAC). Ucrania está entre los mayores productores de cereal, que pueden generar tensiones con otros países”, asegura Fonseca. También en la repartición de fondos o ayudas. “No se puede desnudar a España, a Portugal, a Grecia, para vestir a los demás. Y esto significa hacer una gran revisión y empezar con reglas muy estrictas sobre las obligaciones en el club”, añade el director del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid.
Sobre los criterios de adhesión, los eurodiputados del PP y PSOE consideran que deben ser "los mismos para todos". "No hay atajos", defiende de manera contundente Ignacio Sánchez Amor. "Deben ser iguales y cumplirse", asevera Antonio López-Istúriz. También coinciden en que es difícil establecer una fecha para la ampliación, pese a que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michael, apuntó a 2030.
"No nos pongamos fechas temporales. Puede servir para dar un mensaje de esperanza a los países, pero esto va de aprobar los exámenes a los que se someten los candidatos ahora”, dice Sánchez Amor. “La entrada de estos países es necesaria a medio plazo”, pero poner fechas es “aventurado”, afirma López-Istúriz, que reconoce que "aún falta más debate" y que este también se trasladara a la sociedad española.
Para Michael Emerson, esta voluntad choca, sin embargo, con un escenario internacional en constante cambio. “En principio, la UE dice que los criterios no cambian, pero al mismo tiempo la retórica gira en torno al nuevo imperativo geopolítico, que implica más realpolitik (al margen de ideologías) y menos valores democráticos. El resultado de esta contradicción aún no está claro. Aún está todo por decidir sobre la casa común europea”, concluye.