'Lo que más me gusta son los monstruos 2': el poder del arte y las historias
- Siete años después, Emil Ferris concluye su premiada novela gráfica
- Más noticias sobre cómic en El Cómic en RTVE.es
En 2017 Emil Ferris debutó en el cómic con la mayor sorpresa de lo que llevamos de Siglo XXI: Lo que más me gusta son los monstruos (Reservoir Books), la historia de una joven detective aficionada en el Chicago de finales de los sesenta. Un libro de 400 páginas hecho con bolígrafos de colores que era una auténtica obra de arte y que contaba una potente historia. Consiguió tres premios Eisner (Mejor novela gráfica, artista y color) y otra veintena de galardones, además de una nominación a los premios Hugo. Y fue elegida mejor novela gráfica del año en más de 60 listas anglosajonas.
Siete años después nos llega el final de la historia en otro cómic destinado a hacer historia: Lo que más me gusta son los monstruos. Libro segundo (Reservoir Books), que, además, ya podemos leer en español antes de que salga en Estados Unidos, el próximo 28 de mayo.
Lo más sorprendente de todo es que su autora, Emil Ferris, empezó a escribir esta novela gráfica, hace casi 15 años, como parte de la terapia para superar una gravísima enfermedad que la dejó paralizada de las piernas y de una mano. Gracias a su tesón y esfuerzo ha logrado recuperarse; lo que ella atribuye al poder sanador del arte.
En un momento del cómic la joven protagonista asegura: “Creo que el arte y las historias son la mejor invención del ser humano. La mejor manera de ser un monstruo fuerte que derrota el mal es hacer arte y contar historias”.
Y no nos cabe duda de que esas certeras palabras son una declaración de intenciones de Emil Ferris que, gracias al arte y las historias de esta espectacular novela gráfica, ha logrado derrotar a sus monstruos personales.
Una joven detective
En este segundo tomo seguimos nos reencontramos con la joven protagonista: Karen Reyes, una niña lesbiana de diez años que vive en el Chicago de finales de los sesenta. Y que lleva un diario gráfico donde se refleja su pasión por las películas de Serie B y las revistas pulp de monstruos. Se imagina a sí misma como una niña-lobo vestida de detective y sigue intentando descubrir al asesino de su enigmática vecina, Anka Silverberg, una superviviente del Holocausto.
Karen sigue creciendo bajo la tutela de su hermano Deeze y se irá descubriendo a sí misma, al tiempo que también descubre la vida real que la rodea, donde convive con mafiosos, prostitutas, pandilleros, seres fantasmagóricos y todo tipo de buscavidas.
Pero en medio de esa fauna humana Karen también tendrá tiempo de enamorarse por primera vez. Y es que esta segunda parte sería lo que los americanos denominan una historia de Coming of Age, de paso de la niñez a la adolescencia.
Un relato sobre los auténticos monstruos
En esta continuación, que vuelve a tener mucho de autobiográfico y de su infancia, Emil Ferris sigue invitándonos a reflexionar sobre los verdaderos monstruos, sin dejarnos engañar por el aspecto exterior. Como los que odian a los demás simplemente por ser diferentes. Esos monstruos que acechan dentro de nosotros mismos y que debemos mantener a raya.
Frente a estos monstruos reales que dominan la sociedad moderna se alzan los monstruos clásicos de la Universal y otros similares creados por Emil Ferris que aparecen, en potentes ilustraciones a página completa, como el triunfo de la imaginación.
Esa imaginación que permite a la joven protagonista refugiarse en un mundo donde todo es más inocente y donde los monstruos no son tan terribles, porque nos ayudan a escapar del mundo real. El mundo de la imaginación, cuyo poder puede llegar a derrotar a esos monstruos reales. Porque la mente es, al fin y al cabo, nuestro órgano más poderoso.
Y vuelve a tratar temas universales como el Holocausto judío y la Alemania Nazi, el racismo, la familia, el acoso escolar, la corrupción moral y el amor por el arte.
Una historia con múltiples capas
También es una inolvidable historia de superación. Uno de esos títulos que marcan una época. y en el que es tan importante lo que se cuenta como la forma de contarlo.
Una historia con numerosas capas, ramificaciones e interpretaciones, que podemos leer una y otra vez, ya que siempre descubrimos cosas nuevas.
Si en el primer tomo la única forma que Karen tenía de escapar del mundo que la rodeaba es el arte, aquí eso se agudiza cuando su hermano consigue vender ilustraciones a una revista de terror, lo que da esperanzas a la niña de que ambos pueden tener un futuro.
Destacar que la historia sigue ambientada mitad de una de las épocas de mayor desengaño de la sociedad norteamericana, con temas como las protestas por la igualdad racial de finales de los años 60, la guerra del Vietnam (el hermano de Karen tiene que incorporarse a filas).
Completan el reparto una serie de secundarios dignos de una mala película de terror, detrás de los que se esconde un canto por la igualdad de todas las personas, por muy diferentes que seamos unos de otros.
Visualmente sorprendente
Además de este absorbente relato literario con varias capas, que está contado como una sucesión de historias dentro de historias y con un suspense digno de la mejor novela de detectives, el cómic destaca por su aspecto visual, cuidado hasta el más mínimo detalle.
Para empezar, ya que es la historia de una niña, está contada como si fuera su diario. Las páginas imitan a las de un diario, con hojas con rayas, sobre las que Karen dibuja día a dia sus impresiones, ilustrándolas con sus dibujos de monstruos.
La historia está contada con bolígrafos de colores para imitar lo que haría una niña, pero también porque esos bolis de colores formaron parte de la terapia que ayudó a Emil Ferris a recuperar la movilidad de su mano derecha, cuando tuvo su grave enfermedad.
Sin olvidar la rotulación, que demuestra lo importante que es este apartado en un cómic, ya que se integra a la perfección con los dibujos y sirve para subrayar los momentos más destacados del relato. Pocas veces dibujo y rotulación se han integrado con tanta potencia visual como en este libro. Un festín visual que hace de la lectura del cómic toda una experiencia estética.
Destacar de nuevo la excelente edición española de Reservoir Books, así como la impecable traducción de Montserrat Meneses Vilar, que ya se encargó del primer volumen.
Una historia que, sobre todo, nos recuerda la capacidad que tiene el ser humano para crear cosas bellas, en un momento en el que parecemos empeñados en destruirnos a nosotros mismos.