Andrea Jaurrieta: "La sangre y el color rojo son el hilo conductor de la venganza de 'Nina'"
- La película es un western contemporáneo protagonizado por Patricia López Arnaiz y Dario Gradinetti
- Tras su éxito en Málaga, donde consiguió el Premio de la Crítica, llega a los cines este viernes, 10 de mayo
Una de las obras más aplaudidas del reciente festival de Málaga fue Nina, lo nuevo de la cineasta Andrea Jaurrieta (Ana de día). Un western contemporáneo sobre la venganza protagonizado por Patricia López Arnaiz (20.000 especies de abejas) y Dario Gradinetti (Empieza el baile), que recibió el Premio de la Crítica. Una de las historias más potentes de este 2024 que cuenta con la participación de RTVE y se estrena en cines este 10 de mayo.
Nina significa el regreso a la dirección de Andrea Jaurrieta tras el éxito de Ana de día, que le valió una nominación a los Premios Goya a Mejor Dirección Novel. “Nina surge de la obra de teatro del mismo título, de José Ramón Fernández, que a su vez está basada libremente en los personajes de La Gaviota, de Chéjov —nos explica la directora—. Él coge el final de esa obra, cuando Nina vuelve al pueblo, y a partir de ahí crea una historia con Blas, un amigo de la infancia. Entonces yo le dije a José Ramón que no se sabía muy bien por qué Nina había vuelto al pueblo y que era un poco como John Wayne. Y él me contestó con la letra de la canción final de Centauros del Desierto. Y a partir de ahí surgió esa idea de reivindicar el personaje de Nina y de hacer un western”.
Algo con lo que está de acuerdo la protagonista, Patricia López Arnaiz: “Nina es una película muy especial porque es un western contemporáneo y yo soy como John Wayne, escopeta en mano y buscando la venganza. Pero más allá de eso, la película también indaga en qué se siente cuando agarras un arma con la intención de vengarte. ¿Qué sientes en la cabeza en ese momento? ¿Cómo reacciona tu cuerpo? Porque no es fácil apuntar a alguien”.
“He intentado explorar ese momento desde un sitio lo más realista posible —añade la actriz—, huyendo del código o el estereotipo del western, que ya están representados en el propio hecho de la escopeta, del traje, del montaje… Yo quería sentir y transmitir que sentía mi personaje con esa escopeta. Ser humana con esa escopeta”.
Una historia de venganza
La película cuenta la historia de Nina (Patricia López Arnaiz), que a sus 45 años, decide volver al pueblo costero donde creció para vengarse del hombre que se aprovechó de ella cuando era menor y arruinó su vida (Grandinetti) y al que el pueblo rinde ahora homenaje. El reencuentro con su lugar de origen, con sus recuerdos del pasado y con Blas, un amigo de la infancia, le harán plantearse si la venganza es el único camino.
“Yo siempre digo que el mal nunca se presenta como el mal —nos comenta Grandinetti—. En la vida real siempre nos sorprendemos de cuando detienen a alguien al que creíamos conocer y que nos parecía un encanto. Y en esta película también está disfrazado, camuflado, como un respetable escritor. Eso me resultaba muy atractivo como actor”.
“Me parece muy importante el personaje de Grandinetti —asegura Patricia—, porque, aunque ya está cambiando, estábamos acostumbrados a que en el cine siempre se representaba a los autores de violencias sexuales como malos malísimos, como monstruos. Y eso entorpece mucho el trabajo crítico con las violencias, porque nadie se reconoce en esos villanos y las violencias son transversales, están en todo. De hecho, gran parte de esa violencia sexual se vive en marcos familiares, con amigos, conocidos… Reconozco que cuando me vi en la película me di un poco de asco, cosa que no me pasó mientras la rodaba”.
"Creo que hay algo que les mueve, que es terrible, y les lleva a ser abusadores, asesinos... —nos comenta Andrea—. Y yo quería intentar entender qué es. Por eso he intentado mostrar el lado humano de todos los personajes y desde todos los puntos de vista, para que el espectador pueda sacar sus propias conclusiones sobre cada personaje".
“Cuando señalamos a un monstruo, todos coincidimos en que hay que pararlo y ya está —añade Patricia—. Pero, eso, lo que hace es evitar que haya una mirada autocrítica como conjunto social. Sobre cómo generamos una red en la que puede permitirse algo así. Ese silencio, esa normalización de la violencia, lo que hace es sostenerla. Por eso creo que es fundamental mostrar esas violencias como realmente ocurren, con alguien seductor, con alguien que te engaña… no es alguien que viene y te dice hola, vengo a hacerte el mal. Son manipulaciones psicológicas que te llevan a lugares en los que ni siquiera tú eres capaz de identificar que estás viviendo una violencia. Por eso creo que es tan importante que haya representaciones que nos ayuden a identificar esas violencias”.
“Un tema que me interesaba —añade Grandinetti— es cómo la película también señala a los testigos, a esas personas que son conscientes de los abusos, de los delitos y, con su silencio, contribuyen a que los abusadores queden impunes. Siempre me pregunto por qué esas personas que lo sabían no lo denunciaron. Eso, además, deja solas a las víctimas, que muchas veces no se atreven a contar su historia, por miedo, por el trauma… Y cuando finalmente se atreven a denunciarlo, a veces incluso las culpabilizamos por ello. No importa el tiempo que pase, siempre debemos estar del lado de las víctimas”.
Una herida abierta durante 30 años
En la película son treinta los años que Nina espera para volver al pueblo y vengarse. “Ella empieza buscando el origen de esa herida que la está destruyendo, hasta que, en un momento de la película asegura que ya no hay solución, que esa herida se ha extendido por dentro y ya no hay solución —asegura Andrea—. Comprende que va a morir y que no tiene nada que perder. Y vuelve para una última venganza a modo peliculero. ¿Podía haber venido antes…? Quizá sí o quizá no. Pero ahora que se está hablando de estos temas es un buen momento para volver”.
Una herida que provoca que Nina sufra constantes sangrados que incluso la provocan desvanecimientos. “Es como la Caja de Pandora —afirma Patricia—. La ha intentado mantener cerrada durante 30 años y ahora ya no puede, porque se ha abierto y es una herida sangrante. Y cuantas más tensiones padezca más va a sangrar. Es como un volcán que está latiendo y cuando esa sangre, ese magma, encuentra la salida, se desparrama todo. Como actriz, para mí ha sido un personaje que no ha tenido ni una sola secuencia para relajarse. Tiene un enorme peso encima y el dolor, la melancolía, la nostalgia, la soledad… siempre la acompañan”.
“Esa herida abierta que tiene Nina y la sangre son símbolos muy potentes —añade Andrea—. Es lo que mueve la venganza y que está presente en toda la película. También está presente en esa simbología de los cazadores. Hay algo en la sangre, en el color rojo de su ropa, que es el hilo conductor de la venganza de Nina”.
No podía faltar el duelo final
Destacar el duelo final que mantienen los personajes de Patricia y Darío. “Para mí es la secuencia clave, porque ahí se reúne todo –asegura Patricia-. Toda la película está ahí. Y fue una secuencia muy bestia porque mi personaje también lo es, tras haber sufrido tanto. Yo recuerdo acabar con el cuerpo temblando, porque fue una escena muy dura a nivel emocional”.
Lo curioso es que el personaje de la película, como el Hombre sin Nombre de Clint Eastwood, prácticamente no habla en toda la película. "Yo no era consciente de que hablaba tan poco hasta que no he visto la película terminada —confiesa Patricia—. Recuerdo que mi profesor de interpretación nos decía: "Si no necesitas decir una frase, no la digas. El verdadero trabajo actoral es ponerte en la situación de decir la frase". Si yo estoy en ese lugar anímico del personaje y mi cuerpo y mi mirada lo cuentan, no hace falta que lo remarque con palabras".
"Necesitaba a una actriz potente que pudiera expresar todo el tormento interior de su personaje a través de la mirada —añade la directora—. Por eso casi no habla. Y por eso podemos disfrutar de ese duelo de expresión corporal y de miradas de los personajes, tanto de Patricia como de Darío".
Mientras en el western el paisaje desértico es fundamental, esta historia se ha rodado en diferentes localizaciones de Mundaka y Bermeo (Bizkaia), con una gran importancia del mar. Andrea nos comenta: “El otro día unos amigos míos me decían que lo podríamos definir como un marmitako western (una alusión al spaghetti western italiano), por esos paisajes del norte. Pero para mí funcionan igual que el desierto, con la majestuosidad de esos paisajes como el mar Cantábrico o el verde. Es algo que me ayuda mostrar la psicología de Nina, el tormento que está sufriendo, a través de esas tormentas, del viento, del mar, de las montañas…”.
Completan el reparto en su primer papel protagonista Aina Picarolo (La casa entre los cactus) como Nina joven, Iñigo Aranburu (Los Europeos), Mar Sodupe (La Caza) y Ramón Agirre (Amor).
Un fabuloso western contemporáneo que promete figurar entre lo mejor del año y que llega a los cines este 10 de mayo.